«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 28 de abril de 2020

Michael Robinson & Salvador Sánchez Ruiz; Salvador Sánchez Ruiz & Michael Robinson

«Antiguamente veías al muerto en su cama, en casa: aprendías que vida y muerte  van de la mano. Ha habido una deriva urbanita, antinatural, de ocultar la muerte», eso decía ayer Josep París, un enfermero-cuidador de enfermos, en una entrevista que le había efectuado Víctor-M. Amela para La Vanguardia. Y es cierto, nos hemos olvidado, porque así lo queremos, de que existe la muerte, de que forma parte del oficio de vivir, de que, como dice Josep París, «vida y muerte van de la mano». Estos días en los que el covid-19 está causando el fallecimiento de tanta gente, qué pocas imágenes de entierros y féretros hemos visto. Las cámaras de las televisiones, como nuestros propios ojos, giran sus objetivos hacia otra parte. No importa cuál. Distinta, amable, falsa. Tan solo al principio, cuando hubo problemas de espacio y los cementerios amenazaban con saturarse de cadáveres, mostraron algunas fosas. Continuamos dándole la espalda a la muerte, pero la Parca, ella sola, se encarga de recordarnos que sigue ahí, que está presente. Deja su macabra firma en cualquier minuto, en cualquier hora, en cualquier día… Su tinta no se agota nunca.

En menos de veinticuatro horas se han marchado de este mundo dos personas a las que, por motivos muy diferentes, quería. Ambos me habían enseñado muchas cosas. La primera de ellas es un personaje popular, Michael Robinson. Este periodista, futbolista primero, se ha ido esta misma mañana, después de pasar los dos últimos años de su vida luchando contra un cáncer que no ha podido superar. Hasta el comienzo de la crisis del covid-19 se mantuvo al pie de cañón, a pie de cámara, micrófono en ristre, comentando los lances de todos los partidos que le asignaban, haciéndonos las delicias con sus puntos de vista sobre el fútbol, expresados con ese castellano suyo tan peculiar, tan tiznado de british accent. Michael amaba este país, el fútbol, y también su tierra inglesa, su familia, pero sobre todo amaba la vida. Y eso era lo que hacía únicos sus programas y sus intervenciones: le gustaba disfrutar de la vida y nos la hacía disfrutar a los demás. Su sonrisa era franca y contagiosa. Nunca pude entrevistarlo, aunque lo intenté en una ocasión cuando vino a Mestalla a retransmitir uno de tantos partidos suyos. No fue posible. Lo entendí. Yo colaboraba en un diario modesto y ellos, me refiero al equipo de locutores, tenían el tiempo tasado, en el que veinte minutos de conversación era una eternidad para un planning tan ajustado. Me dio igual. Seguí, he seguido hasta última hora escuchando sus palabras, incluidas las del último partido que retransmitió desde Anfield, escenario entrañable. Las he disfrutado tanto como creo que él pretendía que lo hiciéramos cada uno de los televidentes que, desde nuestros sillones, veíamos el Partidazo o la Champions o su Informe Robinson. «You’ll never walk alone, Michael»,

La segunda persona me pilla mucho más cerca. La he palpado. Se llamaba, porque falleció ayer, Salvador Sánchez Ruiz. Era delineante de oficio, pero por sus méritos personales y profesionales llegó a ser gerente de la Sociedad Anónima Laboral de Transportes Urbanos de València, popularmente conocida como SALTUV. Creo recordar que había entrado en la sección de Billetaje en la antigua Compañía de Tranvías, a los dieciséis años, pero su constancia y afán de superación le llevaron a estudiar delineación y, poco a poco, fue ascendiendo dentro del escalafón de la sociedad. Cuando se creó SALTUV, abandonó la Compañía de Tranvías y, por sus características, Macario Bolado, el primer gerente y fundador de la nueva entidad, vio en él a su futuro sucesor y fue preparándole para que algún día ocupara su puesto. Y eso ocurrió, aunque no de la manera que Bolado había previsto, ya que Salvador, por disparidad de criterios, pidió la excedencia y se marchó a trabajar a una agencia de patentes. Sin embargo, a finales de los años 70, regresó a petición del nuevo consejo de administración de SALTUV y fue nombrado gerente. Dotado de una enorme capacidad para la oratoria, hábil, rápido de reflejos, astuto y siempre bien informado, Salvador Sánchez era capaz de desarmar con argumentos a cualquier rival dialéctico, que tuviera enfrente. Eso iba en su genética, ya que su padre había sido un líder sindical al que sus compañeros apodaban «Pico de Oro». Poco antes de la municipalización de la Sociedad Anónima Laboral y tras participar en la elaboración del llamado Acuerdo Marco Ayuntamiento Saltuv, un documento indispensable para la creación de la Empresa Municipal de Transportes de València en 1986, cesó en su cargo como gerente, integrándose en la Oficina de Planificación hasta el momento de jubilarse.

Colaboré muchas veces con Salvador en diversos trabajos y de él aprendí su capacidad para controlar situaciones, su habilidad para rodearse de gente que le aportaba puntos de vista distintos, en ocasiones incluso en contra de la opinión de alguno de los mandos que tenía a su cargo. Era como el jugador de ajedrez que sabe lo que va a suceder cinco jugadas más tarde. El tiempo nos fue distanciando, pero después de su jubilación nos reuníamos a comer de vez en cuando, junto con su hijo Salva, Nacho y Rubén. Compartimos largas sobremesas, animadas con cafés y algún chupito. Sin embargo, el Alzheimer irrumpió en su vida y, paulatinamente, le fue privando de su memoria.

Nunca tuve el valor suficiente para verlo enfermo. Quizá sea algo difícil de entender, quizá lo que hice se llama cobardía, pero preferí conservar en mi memoria su imagen de persona decidida, audaz y vital, que me enseñó a desenvolverme en situaciones diversas. Hoy, veinticuatro horas después de su fallecimiento, en la misma mañana que ha muerto Robinson, he llorado por los dos, Salvador Sánchez Ruiz & Michael Robinson, Michael Robinson & Salvador Sánchez Ruiz. A ambos solo me queda agradecerles todo lo que aportaron, cada uno desde su lugar en la vida, a mi existencia, a mi día a día, que ha sido mucho. Descansen ambos en paz.

Herme Cerezo