«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 21 de diciembre de 2020

Mejor libro del año 2020 para El Eco de las Voces: ‘Regreso al Edén’, el nuevo cómic de Paco Roca. Sencillamente, maravilloso.

Maravilloso. Es la única palabra que se me ocurre para calificar ‘Regreso al Edén’, el nuevo tebeo, cómic, álbum, novela gráfica o como prefieran denominarlo, de Paco Roca. Editado por Astiberri, a partir de una fotografía familiar virada en sepia, que, según luego descubriremos, resulta estar incompleta, Roca cuenta la historia de Antonia, su madre, aunque tal vez sería mejor decir que tenemos entre manos el retrato de su familia materna completa, en los inicios de los años cuarenta. No hay que olvidar que anteriormente, el dibujante valenciano dedicó ‘La casa’, otro de sus trabajos, a su padre.

La de Antonia fue una más de los miles de familias que sufrieron las consecuencias del golpe de estado del 18 de julio de 1936, el inicio de una guerra que tantos proyectos de futuro truncó y tantas vidas segó, no solo durante la contienda, sino sobre todo en la posguerra. ‘Ha estallado la paz’ titularía, con gran acierto, José María Gironella una de sus novelas sobre este mismo tiempo y asunto. La victoria de los sublevados impuso, manu militari y también eclesiástica, un puñado de «valores», creencias y adoctrinamientos que fueron indispensables para reconstruir una sociedad destrozada por los tres encarnizados años de lucha y represalias, que sirvieron para que los golpistas arrasaran con el legítimo régimen republicano, estableciendo una dictadura que se prolongaría durante cuarenta negros años.  

Es en este paisaje de la posguerra española en el barrio de Russafa de València, la ciudad protagonista del álbum, donde Antonia y su familia malviven, sujetos a estrecheces de todo tipo. Quizá sería mejor decir que resisten como pueden dentro de un panorama donde cada amanecer se anuncia peor que el anterior, con poca esperanza. Hambre es una de las palabras importantes de ‘Regreso al Edén’, esa incapacidad de los protagonistas para satisfacer los necesitados estómagos de sus hijos de una manera eficaz. O al menos, suficiente. Hambre, un vocablo odioso, que obligaba a las personas a rebajarse a niveles humillantes para poder comer. Para las familias de la época, ir un día al cine era un lujo y ser retratados por un fotógrafo, de cámara fija, trapo negro y pajarito, un despilfarro. Al fondo la arena, el agua y un sol triste. Ni siquiera les alcanzaba para comprar media docena de tazas de café vacías. Por no hablar del racionamiento y el estraperlo. A los protagonistas del álbum solo les quedaba soñar con espacios dorados, increíbles, inaccesibles, para enfrentarse a la vida. Los vencedores eliminaron personas, pero no pudieron con sus sueños. Aunque lo intentaron. Los estereotipos sobre El Edén, Madrid, París, Nueva York o un simple día en la playa de Nazaret constituían una promesa de felicidad a menudo inalcanzable. Luego estaban los artistas de cine o personajes como el Capitán Don Milán, que ayudaban con sus proezas a que la vida de los humildes resultase más amable. Don Milán fue un acróbata, un héroe, que caminaba por una maroma, despacio, con tiento, entre los tejados y campanarios de la València vieja. Un buen día subió a un globo, que partió desde el centro del albero de la plaza de toros, y desapareció para siempre entre las nubes. Nunca más se supo de él. Nunca.

Recuerdo que la primera vez que entrevisté a Paco Roca, allá por enero de 2008, lo hice tras la publicación de uno de sus primeros grandes éxitos: ‘Arrugas’. Me decidí a solicitarle una entrevista movido por la curiosidad de conocer al artista, a la persona, que se había atrevido a hablar del tema del Alzheimer en el cómic y, sobre todo, por la forma en que estaba tratado. La ternura y la sensibilidad que mostraba Paco para narrar una historia realmente dura como aquella era enorme. Doce años después, el autor valenciano mantiene esa misma sensibilidad. La ha afilado, engrasado y curtido para referir nuevas historias. Con ello consigue elevar el cómic a un género narrativo de primer nivel, algo por lo que él no ha dejado nunca de luchar. En aquella primera entrevista ya citada, me dijo lo siguiente: «De siempre me gustó dibujar y contar mis relatos. De pequeño ilustraba mis tebeítos, mis historias, y aunque he tenido momentos de desconexión, creo que es mi forma natural de narrar porque en el fondo quizá soy más guionista que dibujante». En pocas palabras, que a Paco Roca lo que le gusta es contar historias y hacerlo mediante la utilización de los recursos y herramientas propios del cómic.

Hay en ‘Regreso al Edén’ detalles técnicos que no puedo pasar por alto. En primer lugar, el formato apaisado, que ya utilizara en ‘La casa’, y que presenta las mismas dimensiones que los antiguos tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín o El Capitán Trueno. En segundo, la cuatricromía elegida para dar vida a las imágenes, donde predominan los tonos parduzcos y grises, los mismos que vestían el ambiente y las gentes de la España de la que nos habla. Habría muchas más cosas que citar, por ejemplo, los separadores escritos con la caligrafía de Cuadernos Rubio, porque los recursos técnicos de Paco parecen no agotarse nunca. Sin embargo, me quedo con un tercer aspecto del álbum: el creciente valor de sus textos. Creo que, en la narrativa de Paco, esa voz en off, esa tercera persona que le susurra al oído del lector lo que contempla en cada viñeta, ha ganado en calidad. Cada vez sus textos son más cuidados, y literarios, y desempeñan un papel indispensable. Son el complemento perfecto para sus dibujos.

Es costumbre de El Eco de las Voces elegir un cómic o una novela como la mejor obra que ha leído quien esto suscribe a lo largo del año. Sin lugar a duda, en este tiempo de muertes, contagios y paisajes nublados, que nos ha dejado el covid-19, la mejor obra que he leído en 2020 es ‘Regreso al Edén’ de Paco Roca. Es un premio simplemente honorífico, no tiene ninguna retribución económica, ni ninguna estatuilla o diploma que lo certifique, pero no deja de ser el reflejo de los gustos y maneras de entender la literatura y los cómics de quien esto suscribe, alguien que lleva leyendo toda su vida.

Herme Cerezo