«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

miércoles, 8 de diciembre de 2021

World Handball Championship 2021

‘Qualsevol nit pot sortir el sol’ 

 

Stine Oftedal (foto: Herme Cerezo
'Qualsevol nit pot sortir el sol'. Eso decía una de las canciones más emblemáticas del cantautor catalán Jaume Sisa allá por 1975. «Fa una nit clara i tranquilla, hi ha lluna…», comenzaba. Y ayer, en la noche del martes, siete de diciembre de dos mil veintiuno, en el Pavelló Ciutat de Castelló, el título de la canción se hizo realidad. Y habitó entre nosotros. Y, con las ocho y media pasadas, salió el sol. En la pista, Rumanía y Noruega se jugaban la primera plaza del grupo C del Campeonato Mundial de Balonmano femenino, que se disputa estos días en tierras valencianas y catalanas. Las rumanas empezaron imponiendo su mayor envergadura física. Noruega no lo pasó bien durante los primeros compases del juego. Pero eso duró hasta que salió el sol. Hasta que Stine Oftedal, en un contraataque, desalojó el número cero del marcador nórdico. A partir de ahí, el sol continuó brillando en plena noche. Y cada vez con más fuerza. Como en un amanecer cualquiera, Oftedal dio un recital: ataques al impar, conseguidos con facilidad imposible, goles en penetración, asistencias, pases tensos y picados, cambios de ritmo… Todo hecho con elegancia pasmosa y sonrisa imperturbable. A la fiesta de la central noruega, se sumó su compañera, Katrine Lunde, con sus paradas y pases de contraataque. Al descanso, el encuentro ya parecía sentenciado. O poco menos. Pero Stine todavía nos tenía reservados un par de destellos para la reanudación. Otro contraataque suyo, este con bote, la enfrentó contra tres defensoras rumanas, a las que hizo un auténtico tornillo antes de finalizar la acción con un nuevo tanto a su favor. Remató su trabajo con un dos contra dos en zona central, mediante un pase picado impensable, que la pivote noruega culminó con éxito. A partir de ahí solo quedaba contemplar como el electrónico desgranaba el tiempo y consumía los minutos hasta concluir el choque. El seleccionador noruego, Thorir Hergeirsson, con sabiduría, fue dosificando la estancia en pista de su central, que ya no intervino en los últimos ataques. Daba igual. Nada cambió. La bocina de la mesa certificó el final del tiempo de juego. Después risas, alegría, aplausos, emociones, la primera plaza conseguida y los saludos a los aficionados noruegos, teñidos en rojo y tocados con gorros vikingos, que siempre les acompañan. A la salida, el público solo hablaba de la actuación de Oftedal, conscientes de que habían visto probablemente a la mejor jugadora del balonmano actual. Stine Bredal Oftedal elevó el deporte del cuarenta por veinte a la categoría de arte, arte efímero, porque la belleza de sus acciones se esfuma de la pista en breves instantes, para brillar después, alojadas en algún rincón de nuestra memoria. Lo dicho: ‘Qualsevol nit pot sortir el sol’. Anoche, eso sucedió en Castellón. Con las ocho y media pasadas. 

Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 08/12/2021