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Nº 702.
«Hagamos historia. Seamos
leyenda». Con estas palabras, que lleva impresas en un sello de caucho, ilustradas
con un retrato de Alejandro Magno, Javier Alandes remata la dedicatoria de sus
libros. Son cuatro palabras. Pero bien buscadas. Incitan al lector a convertirse
en leyenda a través de la historia. Alandes termina de publicar ‘El rey de
bronce’, editado por Contraluz, la aventura de Luca Santamarta, un joven
emprendedor, que traspasa su empresa por diez millones de euros para llevar a
cabo el plan que ha ido urdiendo desde siempre: vender un falso busto de bronce
de Alejandro Magno al American Museum of Classical Arts de Chicago, el tercer
museo más grande de los Estados Unidos. Para ello se rodeará de un equipo
complejo, en el que se incluye desde su familia más inmediata a profesionales
del campo de la seguridad y, por supuesto, de la falsificación de obras de
arte. Detrás de todo esto, se esconde un motivo, íntimo y profundo, un secreto
de familia, que le obliga a arriesgarlo todo para llevar a buen puerto su plan.
Y a lo lejos, como una nebulosa, se yergue la figura de Han van Meegeren, mítico
falsificador holandés, capaz de estafar a los nazis, que quizá sea el
disparador escondido de la novela. Último jueves de mayo, en una terraza frente
a las azoteas del casco ilustre de
València, acompañados por dos botellas de agua mineral, Javier y quien suscribe
anduvimos desmenuzando algunos detalles de su nuevo título, así como aspectos
del mundo del arte y la falsificación. Piloto encendido de la grabadora
mediante, comenzamos a conversar, mientras una brisa suave volvió más
agradable, si cabe, nuestra charla.
Javier, de nuevo a
vueltas con el mundo del arte y sus suburbios. Se esconde en tu cabeza un
artista frustrado del pincel o la gubia?
No, no, para nada.
Decidí hace muchos años que quería escribir novelas que yo pudiera leer y, al
final, escribo para mí. Y, ojalá, que lo que a mi me gusta consiga conmover a otras personas. La mezcla de arte y aventuras
que utilizo me parece emocionante y es algo que no encontraba en otros libros. Pero
no soy ningún experto. Me guío únicamente por las emociones que el arte suscita
en mí.