«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 12 de septiembre de 2010

El hombre en el castillo de Philip K. Dick: “Juego de ucronías”.

Herme Cerezo

La editorial Minotauro ha publicado una nueva edición de la célebre novela de Philip K. Dick, titulada ‘El hombre en el castillo’. Con esta obra, el escritor estadounidense (Chicago, 1928-Santa Ana, California, 1982) se alzó en el año 1963 con el prestigioso premio ‘Hugo’ a la mejor novela de ciencia ficción.

Dick, universalmente conocido como el autor de ‘Blade Runner’, cuyo verdadero título es ‘Sueñan los androides con ovejas eléctricas’), construye una ucronía, en la que el presidente norteamericano Roosvelt fue asesinado en 1933, con lo que la crisis del 29 no se pudo superar, y, en consecuencia, el resultado final de la II Guerra Mundial fue completamente diferente: los nazis y japoneses resultaron vencedores y ahora ocupan, entre otros territorios, los Estados Unidos, divididos en tres franjas: la fachada del Pacífico, gobernada por los nipones; la fachada atlántica, por los alemanes; y la franja central, teórica zona “independiente”, sometida a las influencias germana o japonesa, según se tercie.

Cuando arranca la historia, Alemania está siendo gobernada por Martin Bormann, ya que Hitler sufre una grave enfermedad, la sífilis cerebral, que le incapacita para continuar al frente del poder. En un momento determinado, Bormann fallece y se origina una revuelta de capitostes nazis para conquistar el poder. Los alemanes han iniciado la conquista del espacio, están en plena desecación del Mediterráneo para convertirlo en tierra de cultivo, prosiguen con el genocidio judío y operan con la bomba atómica. En medio de este maremagnum, los japoneses se hallan profundamente interesados por conseguir objetos estadounidenses “auténticos”, es decir, anteriores a la II Guerra Mundial: los revólveres o las armas de la época del séptimo de caballería son objetos codiciados por los hijos del Sol naciente, lo que propicia un creciente tráfico de antigüedades y, por supuesto, de las inevitables falsificaciones, que sólo laboratorios muy especializados pueden detectar.

Los personajes de ‘El hombre en el castillo’ utilizan el ‘I Ching’ o ‘Libro de los Cambios’, como una especie de oráculo al que consultan cómo obrar en cada una de las encrucijadas que les depara la vida. En realidad, este modo de actuar no es más que un seguro para sobrevivir, agobiados por la situación de temor casi continuo en la que se mueven.

Sin embargo, lo que otorga gran valor a la novela de Dick es un libro de ciencia ficción titulado ‘La langosta se ha posado’, escrito por un autor norteamericano, Hawthorne Abdensen, del que hablan los personajes y donde se cuenta cómo se hubiera desarrollado el mundo si el resultado final de la II Guerra Mundial hubiese sido distinto, concretamente, el contrario al que propone la ucronía del escritor de Chicago. Como en un juego de espejos y en un alarde mental, Philip K. Dick introduce una ucronia en otra: lo que es ciencia ficción pasa a ser realidad y lo que fue realidad, ficción. ‘La langosta se ha posado’, lógicamente, está prohibido, pero sin embargo circula con cierta libertad y es fácil adquirirlo, por lo que múltiples norteamericanos, atraídos por el morbo de lo perseguido lo han leído.

El único pero que presenta ‘El hombre en el castillo’ es el final, que se antoja un poco confuso y que no soluciona a plena satisfacción todos los conflictos que el autor norteamericano introduce a lo largo del texto. En resumen, diría yo que no funciona. Al parecer, el propio Dick, a pesar del galardón obtenido, años después renegaría del remate de su obra. No obstante este contratiempo, la lectura de ‘El hombre en el castillo’ me parece más que recomendable. Leer ciencia ficción es un reto para la mente, un estímulo, un abrir ventanas a otros horizontes que muchos ni siquiera han imaginado.

‘El hombre del castillo’ llegó hasta mí gracias a una pequeña, pero muy escogida y silenciosa librería, llamada ‘L’Àmbit’, situada en el término municipal de Benicàssim (Castellón) donde lo adquirí. L’Àmbit’ posee no sólo títulos actuales, sino también de fondo de catálogo, bolsillo, infantil, juvenil, y un interesante apartado de papelería con artículos de vanguardia. Aunque la población benicense no es muy numerosa en invierno, espero que ‘L’Àmbit’ pueda seguir resistiendo, como hasta ahora, durante muchos años. Resulta especialmente agradable en los meses de estío darse alguna vuelta por el local y comprar alguno de esos libros que siempre nos ayudan a combatir las tediosas, y sobre todo calurosas, tardes del verano mediterráneo, algo por desgracia, cada vez más frecuente. El cambio climático, ya saben, mis improbables.

‘El hombre en el castillo’ de Philip K. Dick; Ed. Minotauro, 2010., 260 páginas, 17,95 euros.