«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 26 de septiembre de 2011

Boris Izaguirre, escritor: “España es el único lugar del mundo donde la palabra monstruo tiene algo de positivo”.

Boris Izaguirre (Caracas, Venezuela, 1965) tiene nueva novela en el mercado: Dos monstruos juntos, editada por Planeta. Este hecho era una buena excusa para entrevistarle. Y a esa tarea me apliqué hace unos días en el escenario habitual de la cafetería del Hotel Astoria de Valencia, a la que acudió el polifacético venezolano, vestido de riguroso blanco y zapatos grises levemente azulados. Dos monstruos juntos, ofrece una doble visión del mundo del glamour, del éxito, la fama y también su reverso, la falta de valores, el alto precio que hay que pagar por querer ser únicos … Eso es lo que les ocurre a Patricia y Alfredo, los protagonistas, una pareja que lleva más de diez años de relación. Para muchos, él es el mejor cocinero español de su generación y ella, su mejor reflejo. Después de haber probado suerte en varias ciudades y con varios locales, deciden marcharse de su amada Nueva York porque “allí ya todo el mundo habla español”. Semejante banalidad define a la perfección la relación que les une, siempre flotando entre el glamour que los hace únicos y la desdicha de no saber vivir de otra manera. Mudarse a Londres revelará los más bajos instintos de ambos y les enfrentará a sí mismos. La historia, cuajada de personajes reales, tiene por escenario a ciudades como Londres, Barcelona o Valencia. La fama, el poder y la gloria son siempre atractivos, y el glamour parece a veces ser una trama en sí mismo.


Herme Cerezo/SIGLO XXI, 26/09/2011


Boris, colaboras en radio, televisión, prensa, revistas, ¿de dónde sacas tiempo para escribir con tanta actividad?
Esta novela surge precisamente gracias a que durante los años 2008 y 2009 dejé de hacer televisión y pude permitir que todo el tiempo se lo llevase la escritura, como así sucedió.

¿Quién vende más: el personaje o el escritor?
Recuerdo que antes, en los libros, el nombre del autor siempre iba más pequeño que el título, pero eso ha cambiado mucho hoy en día. He hecho ya muchas promociones, esta es la undécima, y no siempre el nombre o la foto del autor garantizan el éxito. Creo que ‘Dos monstruos juntos’ funciona porque engancha y porque los personajes consiguen pulsar algún resorte en el interior de las personas que me leen.

Algunos lectores se sorprenden de la diferencia que hay entre ti y lo que escribes.
Pienso que el lector al que le ocurra eso volverá a leer un libro mío y estoy muy agradecido por ello. Mi carrera literaria podría ser más lineal, pero a mí me gusta la televisión y a la televisión le gusto yo. Por eso me llaman. Sé que escribo bien y sé también que esta es mi verdad, pero entre un libro y otro hay ese coqueteo con la televisión y otros medios de comunicación al que yo me presto y no me hago demasiadas ralladuras de coco, porque la experiencia me ha enseñado que es un poco ridículo. Es así y ya está.

 Al contrario que ocurre con otros autores, al leer tu libro la voz que se escucha no es aséptica, ni anónima, ya que es la tuya, ¿a qué atribuyes eso?
Eso es porque el lector me oye con más frecuencia y tiene presente mi imagen ya que trabajo mucho para la radio y la televisión. Desde luego escribo mejor que hablo, pero también es cierto que en cada palabra de la novela hay mucho de mí porque yo me entrego a fondo a la hora de escribir, soy un médium entre el relato y los personajes.

‘Dos monstruos juntos’, ¿por qué ese título?
Creo que si no hubiera vivido aquí jamás se me hubiera ocurrido un título así. España es el único lugar del mundo en el que la palabra monstruo tiene un sentido positivo, de admiración: Guardiola es un monstruo y Mourinho también. Pienso que el título contiene la ironía de que los dos protagonistas, Alfredo y Patricia, son bellos y exitosos, al tiempo que denota también un transfondo negativo.

Como narrador no tomas partido por ninguno de los dos.
No, mi papel es completamente aséptico. Yo ofrezco muchas cosas en la novela y el lector es quien tiene que elegir y tomar postura ante lo que cuento. Precisamente, pienso que esa es la misión del novelista.
En el libro se lee: “Hace mal tiempo todo el año en Londres y no es verdad, lo que hace es tiempo. En un mismo día vas del seco al mojado, del calor al frío, de los ingleses a los árabes y de los españoles a los italianos. De pedir prestado a ser propietaria. De la sobriedad al vino, del éxtasis al dolor. Cambios, cambios y velocidad, eso era Londres”.  ¿Realmente la capital inglesa, escenario principal de la novela, es así?
Sí, creo que es la única ciudad en la que te puedes permitir ir de los españoles a los italianos y de los árabes a los rusos. Además, tiene un clima que cambia varias veces en un mismo día: de repente nieva, hace calor y vuelve a nevar o a hacer calor. Esto es algo que ocurre  en todas las islas. Londres es una ciudad caleidoscópica e increíblemente democrática, la más democrática que he conocido. Durante las revueltas pasadas, Rubén, mi marido, y yo entramos en un restaurante de la zona de Portobello vestidos con ropa de bicicleta, completamente sudados, y aunque había habido saqueos en otros establecimientos, nos permitieron entrar y comer tranquilamente. Aunque es una ciudad asociada al protocolo, también está unida a todo lo joven e innovador. Allí soy feliz porque he vuelto a mi juventud. Y los ingleses son adorables, las mejores personas del mundo. Es cierto que han sido sanguinarios, pero ¿quién no lo ha sido?

Pero, los ingleses tienen una cierta fama de distantes.
Es cierto porque ellos tienen la costumbre de dar la mano al saludar. Y la verdad es que yo también prefiero dar la mano antes que dar un beso, que resulta algo exagerado porque no puedes andar besando a todo el mundo. Dar la mano es algo lógico, lleno de sentido común.

¿Te sientes obligado a escribir sobre temas glamourosos y personas bellas?
Mi novela trata sobre la debacle financiera en la que estamos metidos, pero Boris Izaguirre no podría escribir sólo sobre esto porque, a priori, no conozco el lenguaje que maneja un economista, aunque entiendo sus trampas. Tampoco podría hacerlo sobre un profesor en huelga o un desempleado. He de conseguir que, conociéndome, la gente se crea la novela, por eso ‘Dos monstruos juntos’  trata de un cocinero con éxito y de su novia, que es muy bella, que se enfrentan a esta situación de crisis de una manera determinada.

¿Qué hay de ti en Patricia y Alfredo?
Alfredo es una estrella. Patricia no, pero es la estrella de la novela. A mí me encantaría ser capaz de hacer lo mismo que ella. Rubén dice que siempre estoy escribiendo novelas en las que los protagonistas femeninos son todo lo que a mí me gustaría ser. Y es cierto pero yo no soy como Patricia. Ni siquiera me parezco en sus gustos musicales, porque ella es mucho más sofisticada que yo. El Ipod de Patricia también creo que es otro de los protagonistas de la novela. Lo que ella guarda en ese aparato es su alma, lo que la desnuda y lo que la describe. En el fondo yo no sería ninguno de los dos, pero sé que ya no sabría vivir sin ellos, me he quedado muy enganchado y me cuesta pensar que hay un final.

La pareja de protagonistas gobierna un restaurante, el Ovington - que en castellano suena a óbito -, ¿montar un restaurante, aunque sea tan exquisito como el suyo, es buen negocio tiempo de crisis?Ese es el gran dilema al que se enfrentan los dos y la manera que sortean ese problema constituye el meollo de la novela. Lo que sí es cierto, como dice Alfredo, es que en un restaurante se cuecen algo más que guisos, porque en el Ovington pasa todo lo que te puedas imaginar.

La novela está trufada de personajes reales. Tú mismo también apareces, ¿por qué ese “cameo”?
En el sentido de la gran crónica del tiempo presente que ofrece esta novela, un tiempo muy reciente y lleno de oportunismo, me pregunté que cómo no iba a participar en este mosaico, cuando soy una persona que ha sabido sacarle provecho a las oportunidades que me ha dado la situación actual. Así que me incluí.
Valencia, la ciudad donde nos encontramos ahora mismo, sale en la novela como escenario de un caso de corrupción, ¿ésa es la imagen de nuestra tierra que proyectamos al exterior?
Cuando llegué pensé que saldría esta cuestión. Y temía la pregunta. Sin embargo, hasta que no estás aquí no te das cuenta de lo agradecida que está esta ciudad al dinero que se ha invertido en ella, cómo ha crecido sin desbordarse y  cómo se ha convertido en un lugar rico y bonito, al que hasta el sol ilumina de un modo diferente. Valencia resulta muy agradable para vivir y tiene un puntito de embriagadora, porque cuando llegas al aeropuerto te recibe con un olor que mezcla campo y playa, algo que sólo se puede entender aquí. Es entonces cuando te das cuenta de que la sombra de Gurtel ha terminado por ocultar todo eso.

La inevitable última pregunta: ¿has pensado en escribir alguna novela con seudónimo, sin que el lector conozca tu verdadera identidad?
La verdad es que las veces que he tenido que utilizar seudónimo las asocio a momentos muy desagradables de mi carrera literaria – a Boris se le quiebra levemente la voz, se emociona –. Empecé de muy niño a escribir en El Nacional, un periódico de Venezuela, y tuve un gran éxito y también grandes problemas con la dirección, porque les parecía inconcebible que una persona de mi edad escribiera aquellos artículos. Con el tiempo, la cosa alcanzó cotas desagradables y me dijeron que debía utilizar un seudónimo. Yo acepté para no perder mi columna y lo recuerdo como algo desagradable. La verdad es que no podría volver a escribir con seudónimo. Además, Boris Izaguirre lo inventé yo, porque mi verdadero nombre es Boris Rodolfo Izaguirre Lobo. Suprimí lo de Rodolfo para que no me confundiesen con mi padre, un célebre escritor y articulista. Así que de repente, creé a esa persona y cómo vas a esconder un nombre tan estupendo como este.