«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 20 de octubre de 2011

Pedro de Paz, escritor: “Un escritor no es más que un lector que se atreve a dar un paso más allá”.

Pedro de Paz (Madrid, 1969), informático de profesión, hace unos años que decidió permutar la informática por la escritura. Su primera novela, ‘El hombre que mató a Durruti’ (2004), ganó el Certamen de Novela corta José Saramago y fue traducida al inglés. En 2006 publicó su segunda obra, ‘Muñecas tras el cristal’, un thriller con la pornografía infantil como telón de fondo. Dos años más tarde, se editó ‘El documento Saldaña’, su tercera entrega, una historia de intriga que narra la búsqueda de un importante tesoro artístico, escondido durante la Guerra Civil, en el Madrid actual. Con su nueva novela, ‘La senda trazada’, editada por Algaida, el escritor madrileño termina de conquistar el XX Premio de Novela Luis Berenguer. También escribe de forma habitual artículos y relatos, algunos de ellos publicados en diversas antologías y revistas.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 21/10/2011


Alfonso Heredia es un periodista gráfico que atraviesa una mala racha económica y personal. Casi de casualidad llega a sus manos un libro con extrañas sentencias y cuando lee en el periódico el fallecimiento del papa, cae en la cuenta de que el texto revelaba las circunstancias de la muerte del pontífice.  Examinando el volumen con mayor detalle, comprueba que se trata de un obituario escalofriante sobre personajes de toda condición y nacionalidad, predicciones de muertes que todavía no han acontecido. A Heredia,  pronto le asaltará la duda de si utilizar con fines filantrópicos o egoístas este libro que muchos desearían poseer a cualquier precio. Este es el argumento de ‘La senda trazada’, última novela de Pedro de Paz, sobre la que pude charlar con el propio autor hace unas fechas en la cafetería del Hotel Astoria de Valencia. Encima de la mesa que ocupamos, una botella de agua, una taza de té, la grabadora y un ejemplar del libro. En el aire, preguntas y respuestas desgranadas, unas y otras, sin prisas y con tono cordial. 

Pedro, últimamente entrevisto escritores que proceden del campo de la ciencia, tú mismo eres informático, ¿a qué crees que se debe esto?

Está la cosa “mu malita” – risas -. No, ahora en serio. La literatura es una vía de escape que no tiene ni dueño ni perfil, a la que puede recurrir cualquier persona ya sea como lector o como escritor. A fin de cuentas, un escritor no es más que un lector que se atreve a dar un paso más allá. El hecho de que provengamos del campo de la ciencia creo que simplemente es algo casual.

Si uno lee tu historial, observa que llevas un buen palmarés en concursos literarios, ¿te gusta competir?

No, no me gusta concursar, pero cuando me inicié en el mundo de la escritura experimentaba con pequeños textos. Uno de ellos creció hasta formar una novela que mezclaba la Guerra Civil con una trama policial al estilo clásico y canónico. Lo dejé leer a unas cuantas personas y alguien me sugirió que podría publicarlo. Como yo quería darlo a conocer al público y hacerlo llegar a un número mayor de personas, opté por presentarme a un premio literario. Y resulta que lo gané. Este chispazo fue el que me llevó a pensar que mis escritos podían interesar a alguien más. Tras escribir otras dos novelas, y como vivimos tiempos en los que es difícil publicar, decidí concursar de nuevo como un medio alternativo. Volví a ganar. Y aquí está el libro.

Defines ‘La senda trazada’ como un thriller, pero no parece preocuparte atrapar al lector desde el primer momento, te lo tomas con cierta tranquilidad, ¿no?

Sí, porque me interesaba enfocar el asunto desde otra perspectiva. Cuando hago una novela me gusta pasarlo bien. Cultivo el misterio o la intriga pero trato de variar para disfrutar con los elementos propios del género. En este libro quería narrar introduciendo un elemento filosófico del que carecían mis anteriores libros, sin olvidar que, como thriller que era, debía ser también una historia dinámica. Ese era el reto. Y como los tiempos cambiaban, había que modificar también los elementos narrativos. Por eso utilizo un narrador omnisciente que, por otro lado, toma partido y vierte sus opiniones en el texto, sin que ello signifique que es un trasunto del autor. Quizá hubiera podido escribirla en primera persona, pero preferí la otra opción y tal vez por eso la novela no arranca con un asesinato, que es lo típico en estos casos.

Como muchos escritores actuales, tu escritura resulta muy visual.

Sí, mi escritura es muy visual, igual que mis planteamientos, algo a lo que no le concedía mucha importancia al principio. De todos modos, no planifico la novela como una película, pero es evidente que tengo una importante formación visual.

De acuerdo con el argumento de ‘La senda trazada’, y parafraseando la canción de Vainica Doble, ¿todo está en los libros?

No sólo esta en los libros sino que, también y gracias a Dios, todo no está en los libros, lo que nos permite contar las historias que encontramos en nuestra vida mediante la palabra escrita.

El tema del libro que anticipa el futuro ya ha sido tratado en literatura por autores como Lovecraft sin ir más lejos, ¿conocías este detalle?

Sí, sí que lo conocía. Y no sólo lo trató Lovecraft, sino también Stephen King. Pero lo novedoso de esta novela es que se conoce el futuro de los demás, no el del protagonista. ‘La senda trazada’ plantea el dilema moral de saber hasta qué punto sería capaz de llegar una persona, que dispone de esa información tan privilegiada, en caso de una situación desesperada.
El protagonista, Alfonso Heredia, es fotógrafo, ¿qué fue primero el protagonista o la historia?

Primero fue la historia, que fui revistiendo para hacerla lo más atractiva posible al lector. El hecho de conocer el futuro no es nuevo en la literatura, como he dicho antes, pero aquí esta circunstancia obliga a tomar una serie de decisiones de difícil respuesta moral. Precisamente por eso Alfonso es fotógrafo, porque conocer el futuro en su profesión es importante.

Pero Alfonso Heredia no es trigo limpio del todo, ¿no?

Hace unos días, en un encuentro con lectores celebrado en Madrid, llegué a la conclusión de que Alfonso Heredia es un auténtico hijo de puta. Y eso es jodido, porque resulta difícil sostener una historia en la que el protagonista le cae mal al lector. Así que tuve que buscar algo que permitiera establecer una cierta empatía con él. Sin embargo, en ese mismo encuentro, un lector me dijo que no era una mala persona, que era un tipo que estaba perdido y confuso y no sabía por dónde tirar. Y es cierto que no es un tipo malo al cien por cien, pero verdaderamente no me parece un personaje recomendable.

Una de las escenas se desarrolla en la Biblioteca Nacional, ¿por algún motivo concreto?

Realmente, este escenario no aporta nada especial a la historia, pero me pareció interesante dar a conocer el ambiente que se respira en la Biblioteca Nacional, porque mucha gente la tiene encumbrada como un templo del saber, al que sólo acceden las personas importantes o los ladrones de guante blanco, cuando no es así. He querido explicar que, mediante un procedimiento muy sencillo, cualquiera puede entrar y consultar los fondos documentales que allí se conservan.

Otro escenario, este muy relevante en la novela, es la librería de lance de la que arranca la acción, ¿qué es un librería de lance para ti?

Es un lugar que evoca  magia. Cualquier persona que ama los libros siente el sabor que provoca una librería de lance, un espacio en el que todo puede ocurrir. En la novela he llevado esta posibilidad hasta el último extremo, porque en ese local suceden cosas. Me encanta pasear por las librerías de viejo del centro de Madrid, aunque cada día quedan menos, imaginar lo que se esconde detrás de cada libro y soñar con ellos.

¿Qué papel juega el mendigo en ‘La senda trazada’?

Es un macguffin, pero hasta los macguffin tienen su sentido. El mendigo desempeña el papel de equilibrador de conciencia. Es como el anterior dueño del libro, porque el libro circula y pasa de mano en mano hasta que le llega al protagonista de una manera muy peregrina. Alfonso Heredia no es sino un eslabón más de esa cadena. Al leer la novela el lector descubre que hay un mecanismo   que funciona detrás de todo eso y el elemento que certifica esa circunstancia es el mendigo, alguien que atravesó su propio infierno personal a causa del libro.
Cambiamos. Tus novelas se han traducido a varios idiomas, pero una en concreto fue pirateada al griego. ¿Qué siente un informático cuando le piratean su obra?

Se sienten muchas cosas, desde euforia y orgullo hasta cabreo. Cuando lo hacen es porque has llegado al fondo del ánimo de alguna persona que ha reconocido tu trabajo y eso te enorgullece. Pero luego reflexionas, te das cuenta de que eres un tipo razonable, que nunca se ha negado a colaborar con nadie, y te fastidia que no hayan intentado ponerse en contacto contigo y que, además, se lucren a tu costa. Da rabia, de verdad.

¿Has podido saber quiénes han sido los autores del pirateo?

Sí, fue un colectivo anarquista que seguramente tradujo la novela al griego a partir de la versión inglesa. Luego la maquetaron y la pusieron a la venta en una web. A través de mi agente, conseguí que fuese retirada. Seguro que continúan distribuyéndola entre ellos pero, al menos, no se vende ya por Internet. Espero que, si algún día se edita legalmente en Grecia, esta circunstancia no me genere problemas.

Para terminar una pregunta casi obligada: ¿estás escribiendo algo nuevo?

Por una serie de circunstancias personales no he podido sentarme a escribir con la profusión que hubiera deseado, pero sí que llevo entre manos una novela de intriga, muy hard boiled, con tensión psicológica, y basada en la perspectiva de la habitación cerrada. Se trata de un juego de voluntades entre el protagonista y su antagonista.