«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 25 de abril de 2013

Mathias Énard, escritor: “Quería escribir una novela de adolescencia, de iniciación, un homenaje al género negro y al de aventuras cargado de suspense”

Lajdar es un joven marroquí de Tánger, un chico sin historia, un musulmán moderado, deseoso de alcanzar la libertad en una sociedad represiva. En el instituto aprende algo de español y el suficiente francés como para apasionarse por la novela negra. Mientras espera a ser mayor de edad, se deleita a escondidas observando los pechos de su prima Meryem. Con ella acaba «pecando» una vez, tan solo una, pero más que suficiente para que su padre lo eche de casa. Abandonado a su suerte en las inclementes calles de Tánger, Lajdar utilizará la lectura de forma inesperada para salir adelante, plantará cara a sus pesadillas y se entregará al amor y a su proyecto de exilio. Este es el argumento de ‘Calle de los ladrones’, la nueva novela de Mathias Énard, editada por Grijalbo, en la que el escritor francés se adentra en un territorio hipersensible tras el impacto de las primaveras árabes. Mientras el Mediterráneo se incendia, Europa se tambalea. 'Calle de los Ladrones' es la historia de un viaje iniciático que avanza gracias a un sueño improbable en un futuro confiscado que, sin embargo, iluminan la compañía de los libros, el amor por la escritura y la afirmación del humanismo árabe.

Mathias, acabas de ser finalista del Premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas, ¿qué premio español se le podría comparar?

Ninguno porque los premios literarios franceses están dedicados a obra ya publicada. Sólo admitiría  comparación con el de la Crítica, pero tiene un funcionamiento distinto. El Goncourt lo otorga una academia compuesta por diez personas que eligen el mejor libro de la temporada según ellas y que se falla en otoño. Elaboran una lista con varios libros y luego, cada dos o tres semanas, eliminan títulos hasta que queda solo el vencedor. Tiene mucha repercusión porque está envuelto de mucho suspense.  

¿En esto de los premios pasa como el deporte que solo nos acordamos del ganador?

Sí, es algo parecido. Ser el segundo solo les sirve a las editoriales, que lo utilizan para poner una faja en el libro y nada más. No tiene trascendencia. Y ya es la tercera vez que quedo finalista.

Has utilizado el registro histórico en tus entregas anteriores, ¿esta novela también se inscribe en ese género?

No, no, esta no tiene nada que ver, es totalmente contemporánea y la narración casi es en directo. Lajdar, el protagonista, se mueve en un mundo reciente, que refleja los hechos de los años 2011 y 2012. Es la primera vez que escribo una novela cronológicamente tan reciente. La acabé el verano pasado.

Pero el telón de fondo, la primavera árabe y el 15-M, sí que proporciona al libro un contexto histórico.

Bueno eso es propaganda, es solo un telón de fondo como dices. En realidad lo que vemos es el recorrido de un chaval joven, que aparece en estas revoluciones árabes pero a distancia. De hecho vive en Tánger, una ciudad en la que ocurre poca cosa. Luego va a Túnez, pero allí la revolución ya ha concluido, y en Barcelona ve las manifestaciones del 15-M, que no le afectan porque no es español. Como te decía ninguno de estos acontecimientos se trata de forma muy directa.

Tu escritura sabe a clásico francés. Camus no parece estar demasiado lejos.

Bueno mi prosa no tiene nada que ver con eso pero el contenido filosófico del libro puede que lo tenga, especialmente en lo que se refiere al aspecto de rebeldía. Cuando empieza diciendo que “Los hombres son perros” recuerda un poco el existencialismo.

¿Lo importante en ‘Calle de los ladrones’ es el final, la llegada, o el viaje?

Desde luego lo importante es el viaje, que le viene dado por las circunstancias, por el azar, por el destino, llámalo como quieras, que le empuja hacia el mundo de hoy y que le obliga a saltar de lugar en lugar.
 
El libro arranca en Tánger a mitad de camino entre África y Europa, un territorio fronterizo.

Sí, claro, por pura cuestión administrativa Marruecos está al otro lado de un estrecho que es muy difícil de cruzar. Pero, aunque sea simbólicamente, está mucho más cerca de lo que pueda ocurrir en España que en algunas zonas de África. Tánger es una ciudad muy de frontera, se ve la televisión española y solo está apartada de la península por un puñado de kilómetros. Emigrar es una de las posibilidades que maneja Lajdar para encauzar su vida. En circunstancias distintas se habría quedado en su ciudad de origen tan a gusto.
 
Lajdar es un joven que se asoma a la vida, que se inicia en ella, que está un poco desorientado, que no tiene las cosas claras aún.

No claro, él es un joven de dieciocho años y no toma sus propias decisiones todavía, es el mundo quien le empuja: lo echan de su casa, entra en un grupo islamista que le acoge y vende libros propagandísticos. Después comienza a trabajar en una empresa francesa, se enrola en la tripulación de un ferry que navega entre Tánger y Algeciras, donde tiene muchas aventuras y conoce a gente. Lajdar dice que es el destino, pero yo creo que es el azar el que le obliga a todo esto.

En la formación del protagonista, Internet juega un papel importante, ¿la red nivela las diferencias entre jóvenes de unos lugares y otros y unifica hábitos y costumbres?

Claro, Internet existe también en Tánger y él se maneja bien por Facebook, es algo absolutamente normal. Estos jóvenes forman parte de la generación Internet, son los primeros que usan de verdad las redes sociales. Entre ellos y los de la generación precedente hay un gran cambio de mentalidad.

Como musulmán, Lajdar resulta bastante tibio.

Eso no es nada extraño, Lajdar es como los demás. Católicos hay de todos los grados: practicantes, no practicantes, de misa diaria y de misa dominical. Con los musulmanes ocurre igual. Y él también es así, aunque va por épocas. Con el paso del tiempo se aleja de su fe, aunque se siente profundamente musulmán y de vez en cuando visita la mezquita y lee libros religiosos.

Comentabas antes que en Tánger no ocurren muchas cosas, hasta tal punto que el hallazgo de una librería de lance, que vende novelas negras es todo un acontecimiento.

En Tánger se ven pocos libros. Hay algunas librerías, pero que sean de segunda mano y que, además, vendan títulos franceses o europeos es poco frecuente. La que aparece en la novela existe realmente y tiene un fondo de literatura negra bastante importante. La descubrí por casualidad en un barrio medio periférico y me sorprendí al ver aquellos relatos policíacos de los años setenta y ochenta. Probablemente procedían de la biblioteca de alguien que vendió sus libros porque se marchaba de la ciudad.

¿Ningún otro lugar te ofrecía las características que reúne Tánger para ubicar la novela?

Yo quería escribir una novela que fuera un relato de adolescencia, de iniciación, un homenaje al género negro y al de aventuras cargado de suspense, que enganchase y con ritmo ágil.  Todas esas cosas se cruzaron con lo que ocurría entonces en España y en el Norte de África y me decidí a situarla entre estos dos mundos. No recuerdo muy bien cómo empecé exactamente, pero creo que fue con la imagen del protagonista.

Has escrito desde el punto de vista árabe, ¿hay algún tipo de reivindicación en tu novela?

No, soy un señor nacido en Francia, que escribe en francés y que no habla en nombre de nadie. De hecho, el protagonista es tan singular que tampoco pretende representar a un país o a una generación. Sin embargo, me interesan tanto estos jóvenes y estas culturas que me resulta muy natural acercarme a ellos y conocer cómo es su vida. Además me hacía gracia introducirme en la piel de un marroquí de dieciocho años y observar cómo funcionan los mecanismos postcoloniales.

Probablemente en España al tratar este tema,  nos remitiríamos más hacia nuestro pasado colonial, ¿cuál ha sido la repercusión de la novela en Francia?

El mundo árabe en Francia está mucho más presente que en España, algo que constituye una contradicción porque, por historia y geografía, debería ser al revés. Muchos lectores árabes se habrán visto retratados o no en el libro, pero no les resulta un argumento extraño. Por otro lado, en Francia existe una generación de escritores árabes que escriben en francés y que también tratan estos mismos temas. En España no hay tantos marroquíes que escriban en español. Hay algún periodista, pero cultiva el ensayo.

‘Calle de los ladrones’ está escrita en primera persona, ¿te identificas mucho con el protagonista?

Seguro que estoy en él de alguna manera. Yo también leía muchas novelas de aventuras y policíacas, pero él tiene una visión más fresca que la mía y llega a Barcelona mucho más joven que yo, que lo hice con más edad y ya llevo trece años viviendo allí.

Vives en Barcelona y eres francés, todo un hijo de su tiempo, ¿no?

Supongo que sí, claro.  Cada vez hay más movimientos. Muchas personas están lejos de los lugares donde nacieron y eso produce historias más complicadas a nivel geográfico y cultural. La suerte que hemos tenido en Europa es que nuestras fronteras son más estables, son las mismas desde hace muchos años. Para un marroquí, la injusticia consiste en ver que no puede moverse.

La violencia es otro de los temas de ‘Calle de los ladrones’. En la novela comprobamos que no solo hay escuadrones de la muerte en Sudamérica.

Es cierto, pero lo que ocurre es que  no sabemos si el Grupo que encabeza el jeque Neroudín mata o no, aunque sí que tenemos claro que da palizas. Estos grupos salafistas surgieron en Túnez y son muy violentos. Emplean su violencia contra todos aquellos a los que no se comportan como debieran según su criterio.

Los Hermanos Musulmanes, como cuenta el texto, son violentos. Sin embargo, participan en una elección democrática para conseguir el poder y desde allí reformar el sistema, o sea, practican la violencia pero no para dar un golpe de estado.

No utilizan la violencia para dar un golpe de estado porque son conocedores de que en el momento político que viven les resultaría muy difícil consolidarse en el poder. Es una estrategia que también ha dado sus frutos en otros lugares, como Alemania e Italia.

La última: llama la atención una frase la novela, la que dice que el viajero, antes de partir, debe dejarlo todo resuelto, como si no fuese a regresar jamás.

Esta frase procede de las recomendaciones que debe tener en cuenta el peregrino que parte hacia La Meca. Hay un dicho árabe que dice que uno no viaja solo, sino que lo hace acompañado por dos demonios. Por lo tanto, nunca debe viajar solo.




SOBRE MATHIAS ÉNARD
Mathias Énard nació en 1972 en Niort, Francia. Tras cursar estudios de árabe y persa y pasar largas estancias en Próximo Oriente, se establece en Barcelona en el año 2000, donde participa activamente en varias revistas culturales, entre ellas la extinta Lateral. Miembro del consejo de redacción de la revista Inculte en París, en 2005 fue elegido escritor residente en la prestigiosa Villa Médicis de Roma, y hasta 2009 ejerció de profesor de árabe en la Universidad Autónoma de Barcelona. Mathias Énard es autor de las novelas: La perfección del Tiro’ (Reverso, 2004), ‘Remontando el Orinoco’ (La Otra Orilla, 2006), ‘El manual del perfecto terrorista’ (La Otra Orilla, 2007), ‘Zona’ (La Otra Orilla, 2008), ‘Habladles de batallas, de reyes y elefantes’ (Literatura Mondadori, 2011) y El alcohol y la nostalgia’ (Literatura Mondadori, 2012).