«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 17 de noviembre de 2013

César Pérez Gellida, escritor: “Los personajes han llevado la historia por donde les ha parecido y yo la he transmitido tal y como he interpretado sus propósitos”



No es algo muy habitual que un escritor, además novel, consiga publicar dos libros en un mismo año. Sin embargo, César Pérez Gellida, tras el éxito de ‘Memento mori’, lo ha conseguido y nos presenta ahora ‘Dies irae’, editada por Suma de Letras, segunda parte de su trilogía ‘Versos, canciones y trocitos de carne’. En esta ocasión, la acción abandona Valladolid para conducirnos a dos ciudades europeas, Trieste y Belgrado, por las que deambulan los principales protagonistas de la serie: Augusto Ledesma, Carapocha y el inspector Ramiro Sancho, este último siguiendo su frenética persecución para detener al psicópata. Esta segunda entrega añade un componente histórico al texto, lo que le otorga una mayor profundidad y le impregna de un halo distinto, manteniendo los giros inesperados y la sorpresa continua que parecen consustanciales al estilo del escritor vallisoletano, al que ya comparan con Stieg Larsson y con el que conversé hace unos días tras su traslado a Valencia para presentar la novela.

César, lo que empezó como una aventura, como un sueño, puede convertirse en algo real.

La verdad es que todo tiene muy buena pinta y los últimos datos sobre ‘Dies irae’ son buenos. Me acaban de comunicar que ya ha salido la tercera edición y que esta semana hemos vendido un noventa por ciento más que la anterior. Eso es raro porque los libros tienen dos semanas de subida hasta que tocan techo y a continuación bajan lentamente. Y, sin embargo, sigue subiendo. De todos modos, el sueño ha de estar asentado en los números y en marzo del próximo año sabré si la retribución económica será suficiente para mantenerme exclusivamente dedicado a la escritura. Ahora es mala época y resulta complicado porque cada vez se vende menos.



‘Dies irae’, segunda entrega de la trilogía ‘Versos, canciones y trocitos de carne’, viene precedida por los elogios recibidos tras la publicación de ‘Memento mori’, ¿los elogios son buenos, malos, indiferentes…?

Los elogios son puro marketing. Yo provengo de ese mundo y distingo muy bien qué sentido tienen. La idea se le ocurrió a John Carlin y la editorial la ha utilizado en su provecho. Compararme con Larsson sirve para encaminar al lector en una dirección determinada, para que sepa lo que va a encontrar en el libro. Después en el estilo no nos parecemos nada, aunque sí que hay nexos de unión como los hackers o en el hecho de que se trata de una trilogía policial, lo que proporciona una excusa para comparar las novelas. El problema de los elogios es que igual que te halagan, si se repiten constantemente, terminan por encasillarte. Es como el niño de la serie ‘Cuéntame’ que terminará siendo el niño de ‘Cuéntame’ toda la vida.


Pero esos elogios, de alguna manera, te acercan a los lectores, ¿no?
Sí, además este tipo de novelas atrae a lectores no habituales. El aficionado al género puede decir que es una novela negra que se lee rápido, mientras que el lector no habitual se sorprende a sí mismo al ver lo fácil que se lee un libro tan grueso y eso ha producido que estemos incorporando lectores que normalmente no son consumidores de novelas policiales.

Además, como escritor, los halagos también te suben el ego.

Sí, pero en mi caso escribo porque me lo paso muy bien haciéndolo y por eso abandoné el puesto de trabajo que tenía, que era bueno y estaba bien pagado. Pero también es verdad que si no llegas a un nivel de retribución mínima no te puedes dedicar en exclusiva a ello. Por mi forma de ser, me costaría mucho escribir si no es a tiempo completo.


Aunque planteaste la trilogía como una sola obra, has introducido cortes para delimitar cada volumen. ¿Cuesta mucho recuperar el tono de voz de la primera entrega para escribir la segunda?
Yo no he encontrado el salto entre una y otra porque el mismo día que dejé de escribir ‘Memento mori’ comencé ‘Dies irae’. De hecho, como vi que podía darle más vida a la historia y hacerla más extensa, tuve que rehacer el final de la primera parte porque me estropeaba la continuación de la segunda.


La tercera y última entrega se titula ‘Consumatum est’. Haciendo honor a su nombre, ¿cerrará completamente la obra o dejará cabos sueltos como ocurre en algunas novelas del género?
‘Consumatum est’ es absolutamente conclusiva. Eso no quiere decir que desaparezcan todos los personajes ni que mueran, pero la historia acaba ahí y no hay posibilidades de escribir ni una precuela ni una secuela. Otra cosa distinta es que algún personaje, en el futuro, pueda protagonizar alguna otra novela.



Si no has asesinado a alguien, ¿resulta sencillo describir con tanta meticulosidad los crímenes de Ledesma?
Bueno, lo que ocurre es que hay mucho escrito sobre la materia. Siguiendo tu aserto, si no has muerto nunca tampoco puedes describir una muerte agónica como la del principio de ‘Memento mori’. Pero esa es la magia de la capacidad de descripción que hace que te introduzcas tanto en el papel de Augusto Ledesma que consigues transmitir la emoción que siente cuando prepara el crimen, mientras lo comete y después de haberlo llevado a cabo.


¿El hecho de que la novela negra se rija por unos determinados cánones ha limitado tu capacidad de movimientos a la hora de escribir?
Lo que ocurre es que yo eso lo he conocido a posteriori, porque no tenía previsto escribir una novela negra. Mi idea primigenia era crear un personaje, Augusto Ledesma, y hablar desde su interior sobre la sociopatía, quería explicar cómo se forma un sociópata. Pero como no escribo con guión sino que voy narrando la historia que me van demandando los personajes, pues aquello se complicó y en cierta manera se me fue de las manos. Así surgió el personaje de Carapocha, que ha adquirido mucho relieve en la novela y que, en principio, no estaba previsto.


Ledesma se ha ido de Valladolid, donde imagino que ahora vivirán más tranquilos. Se ha marchado a Trieste, la ciudad en la que permaneció James Joyce muchos años, ¿por qué has escogido Trieste como escenario de esta segunda parte?
Precisamente porque el ‘Ulises’ de Joyce es una de las obras que más ha influido en Augusto Ledesma, porque yo estuve viviendo allí durante un año con una beca Erasmus y conocí a mi mujer, una vallisoletana a la que nunca había visto antes en Valladolid. Trieste posee unas particularidades que la diferencian del resto de ciudades italianas, se parece a Viena y tiene un marcado carácter centroeuropeo. El viento catabático, el bora, que sopla en la ciudad, hace que sus habitantes estén un poco tocados porque han de adaptarse a esta forma de vida. Trieste vive de espaldas a la montaña y de cara al Adriático y ofrece una oferta cultural extensísima.

¿Qué te ha importado más: la historia o los personajes?

Desde luego los personajes. Todo este lío lo he montado porque me he creído a los personajes, ellos han llevado la historia por donde les ha parecido y yo la he transmitido tal y como he interpretado sus propósitos. Pero no lo he hecho de un modo lineal, sino estableciendo curvas para sorprender al lector continuamente.


Al hilo de lo que decías antes, Carapocha se está haciendo el amo de la obra, ¿va a seguir así hasta el final?

La aparición de Carapocha tiene mucho que ver con mi idea de escribir sobre la Guerra de los Balcanes, aunque no preveía que creciese tanto. Era como una cuenta pendiente que yo tenía después de vivir la contienda con una cierta asepsia desde el sofá de casa y de ver como la comunidad internacional no intervenía. Aquello me impactó bastante y generar su personaje me permitía hablar sobre aquella zona. De todos modos, para saber si sigue así hasta el final tendrás que leerte la trilogía completa [risas].


No podemos olvidar a Augusto Ledesma, ¿para él cada nuevo crimen es una obra de arte?
Sí, desde luego, él tiene un listado de posibles víctimas y algunas las descarta porque no suponen un reto suficiente, carecerían de importancia en su curriculum. Ledesma no mata de forma compulsiva, aunque a veces el deseo le lleva a no ser capaz de refrenar sus impulsos. Pero eso es así porque los sociópatas funcionan de ese modo. Un sociópata que no quiere que le pillen, que dificulta las labores de investigación policial, a veces mata por impulso debido a que el subconsciente le traiciona. A este tipo de asesinos suelen pillarlos por auténticas estupideces, creen que son perfeccionistas e inmunes porque todo lo hacen perfecto y descuidan algún pequeño detalle.


El hecho de describir con tanta minuciosidad en ‘Dies irae’ lugares concretos, ¿te ha obligado a visitarlos?
He vuelto a Trieste y he estado en Belgrado, pero no sé si por obligación o por devoción. Es cierto que si no hubiera vuelto a Trieste podría haberlo escrito parecido, pero lo que me transmitió Belgrado es lo que he plasmado en el libro. Sus habitantes, que esperaba más orientales, son latinos, absolutamente mediterráneos, muy parecidos a los italianos, griegos y españoles y viven a tope el día a día. Cuando estás allí te resulta difícil creer que hace no mucho estuvieran matándose con sus vecinos. Los detalles que aparecen en la novela vienen de que cené en sus restaurantes, paseé por sus calles y escuché la música que suena en la ciudad. Si no hubiera ido no habría podido contar todos esos pormenores.


Cada capítulo lleva un título, ¿cómo se te ocurren?
Los títulos los pongo en el segundo borrador. Escribo siempre sin mirar atrás y sé que me dejo huecos pero no me importa. Al empezar el segundo borrador los voy tapando y, a través de las sensaciones que me transmite cada capítulo, busco cuál es la canción que encaja en cada uno de ellos.


En la red has colgado la banda sonora de la novela.
Hay que hacer las cosas muy sencillas al lector para llegar a mucha gente. Por la cuestión de los derechos de autor, editar un cedé era complicado, así que me introduje en Youtube y confeccioné una playlist donde está la banda sonora de la novela.


Parece que estemos hablando de cine en vez de literatura, porque has escrito el guión y escogido la música.

El otro día me dijeron que si quisieran rodar una película me tendrían que pagar por haber hecho todo el trabajo, ya que al director solo le faltaría escoger los actores.

La última: con ‘Consumatum est’ terminará la trilogía ‘Versos, canciones y trocitos de carne’, ¿tienes miedo a la página en blanco de un nuevo proyecto?

No, no lo tengo ni lo he tenido, se trata de un reto distinto. Estoy escribiendo ya otra novela y he cambiado de registro y de género. También es un thriller pero futurista. Me llamaba la atención ser yo quien lo dibujase todo, sin constreñirme a nada, porque me parecía más sencillo ya que en este caso tú eres el que manda. Sin embargo, me está costando mucho hacerlo, pero me ha captado la atención y me tiene absolutamente absorbido. Creo que escribirla me ocupará más tiempo que esta trilogía.

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 18/11/2013

SOBRE CÉSAR PÉREZ GELLIDA

César Pérez Gellida (Valladolid, 1974) es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y Master en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Desarrolló su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación dentro del mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual. En 2011 cesó en su actividad profesional para centrarse en la literatura. Fruto de ello es la trilogía ‘Versos, canciones y trocitos de carne’, cuyas dos primeras entregas, ‘Memento mori’ y ‘Dies irae’, han salido a la venta con enorme éxito a lo largo de 2013. Este mismo año ha sido galardonado con el Premio Racimo de oro de Literatura.