«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

miércoles, 29 de mayo de 2019

Paloma Robles, escritora: «Hay chinos que también lo pasan mal en España»


Nº 574.- Viernes por la tarde. Mayo. Acudí a València Negra para conocer las nuevas voces de la novela negra hispana, esos autores con poca obra publicada aún, pero que empujan con fuerza. La sesión llevaba por título Noves Veus (Nuevas voces). Había tres escritores: Paloma Robles, Óscar Montoya y Mónica Rouanet. Escuché sus palabras con atención. Dijeron cosas interesantes. Los cincuenta minutos que duró su conversación me supieron a poco. Tomé algunas notas, hice fotografías de todos. Más tarde conversé con una de las escritoras invitadas, Paloma Robles, en el vestíbulo de la Sala Russafa. Concertamos una entrevista sobre su novela ‘Fangfang’, editada por Alrevés. Tomé más fotografías. Ahora solo de ella. Días después me puse manos a la obra. En poco tiempo, me bebí su novela, bien contada, bien engrasada, y descubrí un relato poco frecuente: el retrato de una familia de emigrantes chinos, venida a menos, muy a menos, que malvivía en un sótano de Madrid, la cara b de esos chinos que pensamos que vienen a España para enriquecerse y, lo que es más sorprendente, que nos creemos que lo logran. Nada más lejos de la realidad. Entre el colectivo chino, como en los demás, hay de todo: gente en buena posición, gente intermedia y gente que lo pasa francamente mal. En ‘Fangfang’, un personaje destaca por encima de los demás: Nana, viuda, suegra, madre y abuela. Ella era la que tiraba del carro de aquella familia en horas bajas. Ya sólo quedaba cumplir lo apalabrado y efectuar la entrevista. Y eso hice el siguiente viernes por la tarde. Un día frío en València. Paloma Robles (Madrid, 1979) es licenciada en literatura, escritora y periodista. Ha vivido ocho años en China y trabaja como intérprete y mediadora para la comunidad china de Madrid. Lo que sigue es nuestra conversación grabada a través del móvil telefónico.  
Paloma, al acabar la licenciatura te marchaste a vivir un tiempo a China y, al regresar, comenzaste tu trabajo como mediadora, ¿qué es una mediadora?
Una mediadora es una persona que ejerce de nexo entre la comunidad china y los servicios sociales españoles a diferentes niveles: sanidad, educación trabajo… Es una figura necesaria para interactuar con los emigrantes chinos, especialmente con los que disponen de pocos recursos, y es imprescindible que domine el contenido de ambas culturas. Hay que tener en cuenta que la parte española no entiendo muchos códigos culturales chinos y ahí la mediadora interviene para solventar y aclarar malos entendidos.
¿Por qué escogiste China para vivir?
Terminé la carrera y me encanta la literatura, pero quería estudiar algo más concreto. Me interesaba saber cómo funcionaba un idioma tan diferente como es el chino. Fue un poco por casualidad, como un flechazo. Empecé a estudiarlo en España y luego me marché. Fui por un año, pero luego el tiempo se fue alargando.




En tu intervención en València Negra, dijiste que para ti escribir era una forma de estar en el mundo, pero ¿cómo surgió la idea de escribir?
‘Fangfang’ es mi primera novela publicada, pero yo llevo escribiendo desde los siete años. Para mí escribir es una necesidad, necesito plasmar mi visión de las cosas y sentirme en contacto conmigo misma. La escritura es una actividad solitaria, en la que te encuentras sola con tus pensamientos. En la vida social, actúas constantemente y pones diferentes caras, aquí te detienes y sacas lo mejor de ti, lo más esencial, lo más genuino.
¿Cómo te tropezaste con la historia de ‘Fangfang’?
Cuando ejerces como mediadora, tropiezas con casos e historias difíciles. Un día me llamaron de Servicios Sociales y me encontré con una mujer de sesenta años, acompañada por otra de treinta. No sabíamos nada de ellas, lo único que teníamos era que los vecinos las habían denunciado, porque habían oído llorar a un niño muy pequeño en el sótano donde vivían. Mantuve una entrevista de más de tres horas con las dos y descubrí su historia. Todo esto constituye la primera parte del libro; la segunda la he ficcionado a partir de ahí. Por lo tanto, ‘Fangfang’ es una novela mitad real, mitad ficción.

‘Fangfang’ es la primera novela publicada sobre la emigración china en España.

A la hora de escribir, ¿qué pesaba más en tu propósito: los personajes o la peripecia que atraviesan a lo largo del texto?
Me gustan las novelas de personajes. Para mí ellos siempre son lo más importante. Me interesa observar cómo evolucionan, cómo crecen y cómo, a través de sus reflexiones y de lo que les acontece, van transformándose. Sin duda, la protagonista es Nana, la madre, que es quien sufre la tragedia en primera persona, la que soporta el peso económico y emocional de la familia, la que lo lleva todo adelante… A través de lo que le sucede asistimos a sus reflexiones y a sus cambios personales. Los demás personajes intento que estén bien desarrollados y descritos, pero desde luego la protagonista es ella.
‘Fangfang’ es una novela coral escrita en tercera persona, ¿cómo se te ocurrió esta estructura?
Me lo ha comentado algún lector también y la verdad es que no lo sé. Creo que es una cuestión personal. Hace mucho tiempo, yo escribía siempre en primera persona y, de repente, eso varió: ya no me salían las perspectivas como antes. Entonces decidí cambiar. Y ahora me siento más a gusto escribiendo en tercera. Por otro lado, en esta novela hay frecuentes cambios entre pasado, presente y futuro y pienso que muchos aspectos se enfocan mejor de este modo.
Una novela de orientales escrita por una occidental, eso es ‘Fangfang’,  ¿cómo ha sido acogida en los círculos chinos entre los que te desenvuelves?
Al principio, era un asunto al que le tenía un poco de miedo y una cierta aprensión. Aquí todo el mundo opina y pensaba que alguien me diría qué hace una española escribiendo sobre chinos. Pero la verdad es que ‘Fangfang’ ha sido bien recibida y en ese sentido estoy contenta. En un periódico chino apareció una noticia un poco ambigua, en la que se decía que había pintado a los chinos de una manera muy negativa, pero el comentario provenía de gente que no había leído la novela. Los emigrantes chinos de primera generación no hablan un buen español y no me han comentado nada, pero los de segunda que sí lo hablan con cierta fluidez, la han leído y les ha gustado. Muchas chicas me han dicho que, en su momento, ellas atravesaron una realidad y unos problemas similares a los de Fangfang y se sienten identificadas con su peripecia.
Tenemos una imagen de los emigrantes chinos que se puede resumir en que son gente que vive para trabajar, que pasa las veinticuatro horas del día en su tienda y que tiene suerte, porque las cosas les marchan razonablemente bien. Sin embargo, en ‘Fangfang’ observamos que la vida no les funciona igual a todos, ¿hay muchos chinos que atraviesan penurias como las que describes en la novela?
Sí, hay muchos chinos que lo pasan mal en España. En los años noventa, cuando se desarrolla una parte de la novela, hubo muchos que llegaron en condiciones muy difíciles. Es verdad que algunos llegan a enriquecerse, pero a la mayoría le cuesta trabajo salir adelante e incluso lo pasan francamente mal. Pero esto no se sabe, porque la comunidad china está muy invisibilizada. Precisamente, uno de los motivos por los que escribí ‘Fangfang’ era el de proporcionar voz a un colectivo que no la tiene y del que conocemos muy poco.
¿El idioma es el gran problema para su integración en la sociedad española?
Sí, sin lugar a dudas, las condiciones en que llegan los chinos a nuestro país son muy específicas. No son estudiantes, ni hombres de negocios, trabajan muchas horas y no disponen de tiempo suficiente para invertir en el aprendizaje de nuestra lengua. Si a esto le añadimos que el español y el chino son muy diferentes, el asunto se complica mucho más aún.
Una estrofa de la canción ‘Sólo le pido a Dios’ de Ana Belén reza  «desgraciado aquel que tiene que marcharse a vivir una cultura diferente», ¿en el caso de los emigrantes chinos, resulta especialmente cierto?
Yo diría que no necesariamente. Pero es una pregunta difícil de contestar, porque es una cuestión compleja. Hay que tener presente que el enriquecimiento que proporciona estar en contacto con otra cultura es algo de lo que los emigrantes chinos no sacan suficiente partido. Para ellos sólo existe una motivación económica y no aprovechan la vertiente cultural al máximo. En ese sentido el contacto se convierte más en un obstáculo que en una ventaja.
¿El chino que emigra a España lo hace con el propósito de echar raíces aquí o de hacer fortuna y regresar a su tierra?
A muchos de ellos les mueve la idea de hacer dinero aquí, conseguir una mejor situación para sus hijos y, al jubilarse, regresar a China. Sin embargo, luego se encuentran con el hecho de que llevan mucho tiempo fuera de su tierra y se plantean para qué van a volver.
¿Existe el proyecto o la intención de publicar ‘Fangfang’ en China?
Sí que lo he pensado. Hay chinos que me dicen que lo haga, pero hay gente española que opina lo contrario. Creo que las historias que se han publicado en China sobre la emigración rural de la población dentro su propio país han tenido éxito, pero esta novela no lo sé. Es un tema que no tiene respuesta inmediata.
Creo que ‘Fangfang’ puede ofrecer una imagen más cierta de la realidad que vive el colectivo chino en este país, ¿cómo lo ves tú?
No se ha escrito nada sobre los chinos emigrados a España. En este sentido es una historia muy nueva. Aunque pueden existir reticencias a la hora de leer una novela sobre chinos, me parece que resulta un tema muy cercano para nosotros. A fin de cuentas hablamos de seres humanos y mejoramos nuestra comprensión de este colectivo de personas tan específico. Algunos lectores ya me han comentado que ahora ven a los chinos con otra perspectiva.
Por esto último que cuentas, el feedback que recibes de los lectores me imagino que será muy importante para ti, ¿no?
Creo que lo que la gente te dice siempre es importante, me gusta que los lectores me cuenten lo que piensan de lo que he escrito.
No quiero que se me olvide: ‘Fangfang’, el título, ¿tiene algún significado?
Fangfang existe, es un nombre de mujer. Lo que ocurre es que los nombres en chino son muy complicados. Significa algo así como «rectitud» o «fuerza moral». En términos abstractos resulta difícil de traducir con exactitud.
Después de todo lo que llevamos hablado aún no te he preguntado dónde está
Paloma Robles en la novela: ¿en la voz, en los personajes, en la historia, en los recuerdos, en todas partes…?
En este caso, no estoy tanto en la personalidad de los personajes como en su forma de percibir las cosas y en su manera de verlas. Creo que en muchos casos, su opinión filtra la mía.
Acabamos por hoy: ¿llevas ya algún nuevo proyecto literario entre manos?
Sí, estoy con algo, a medias. Estoy en un momento de crisis… Es una historia de un par de amigas marginadas, también emigrantes, que se juntan en el colegio y a las que, a raíz de su amistad, les sucederá algo fuerte. Sucede en Madrid… Y  hasta ahí puedo decir [risas telefónicas].
El arranque de ‘Fangfang’ y con esto termina la entrevista, empieza del siguiente modo: «Eran ya más de las doce y los niños estaban durmiendo cuando Nana vio el prefijo extranjero reflejado en la pantalla de su teléfono móvil. Estaba sentada sobre un taburete de metal cojo en la única pieza del oscuro sótano que desde hacía años se había convertido en su residencia». Si desean saber quién telefonea a Nana y todo lo que se deriva de esta llamada, deberán proseguir con la lectura ustedes mismos, amigos lectores. Les aseguro que no quedarán defraudados. 

Herme Cerezo