«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 13 de noviembre de 2009

Najat el Hachmi, escritora: “Mimoun, el protagonista, es una figura mucho más habitual de lo que creemos”


Herme Cerezo / SIGLO XXI, 21/10/08

La cosa fue a contrarreloj. Había que aprovechar el tiempo. Najat El Hachmi tenía la agenda copada. Aceleradas las palabras, olvidado el guión, calzando las preguntas sin pausas ni más dilaciones, nos metimos en harina, sentados en una esquina de la cafetería del Hotel Astoria de Valencia, mientras la tarde rezumaba una humedad cansina, cuando las espadañas de las iglesias y las nubes negociaban si llovía o no.
Najat nació en Nador (Marruecos) en 1979. Con ocho años y junto a su familia tomó tierra en Catalunya porque “mi padre conocía a alguien en Terrasa y en Vic, y allí fuimos a parar”. En Marruecos, únicamente había ido unos pocos meses a la escuela “a la que asistíamos juntos niños de ambos sexos”. El suyo fue un aterrizaje suave, así lo explica ella, sin problemas: “ni siquiera fui consciente de que me integraba o me dejaba de integrar. Yo era muy pequeña y nada más llegar me escolarizaron. Para mí fue un proceso muy natural de adaptación al entorno que me envolvía”. Y un día decidió que lo suyo era escribir: “no fue algo preconcebido, surgió así. Supongo que el hecho de que fuese una lectora voraz tuvo mucho que ver. Una cosa me llevó a la otra y la escritura, creo, me sirvió para poner en orden la realidad”. Y, aunque su lengua materna era el rifeño, Najat, Licenciada en Filología Árabe, se inició en la Literatura a través de la lengua catalana. Su primera obra fue ‘Jo també sóc catalana’. “Yo no la elegí, fue la propia lengua la que me escogió a mí. El primer idioma en que aprendí a escribir fue el catalán y, sencillamente, supongo que al tener mayoría de contexto lingüístico catalán en el colegio y en el barrio y siendo, además, la lengua que más leía, pues me puse a escribir en ella”.

‘L’últim patriarca’, traducido ahora al castellano, le valió a Najat el Hachmi conquistar el Premio Ramon Llull de novela en su edición del 2007. Presentó el texto al concurso porque “quería dejar de trabajar para dedicarme a lo que más me gustaba: escribir. Hubiera podido comprar billetes de lotería pero como nunca he jugado, elegí presentarme a un premio. Y puestos a elegir, por qué no al Ramon Llull”.

Narrada en primera persona, ‘El último patriarca’ cuenta la historia de Mimoun, un marroquí, primogénito de una familia, educado y criado para perpetuar el modelo social que representa. Mimoun, cuya educación escapa de las manos de sus padres, convencido de que el destino siempre está en otra parte distinta a la que él se encuentra, emigra a Barcelona, primero solo, después junto con su familia, para vivir otro entorno sociocultural. La novela presenta un aspecto autobiográfico declarado, pero Najat matiza que “depende de lo que se entienda por autobiográfico, porque yo creo que todos los textos lo son”.

El protagonista es un arquetipo: autoritario, machista, violento, ejemplo vivo de una doble moral. Junto con su esposa, encarna el choque cultural entre la sociedad arcaica y el cambio representado por las generaciones musulmanas premodernas en un país europeo. “Hay muchos Mimoun en todas partes. Yo he visto Mimoun en distintas latitudes y de diversos tipos y creo que es una figura mucho más habitual de lo que nos imaginamos. Lo que ocurre es que en la novela lo he extrapolado para que dé juego, para convertirlo en un personaje literario”. ‘El último patriarca’ es una historia que refleja el papel secundario que ocupa la mujer en la sociedad musulmana, relegada poco menos que a la condición de objeto acompañante y sufridor. “En realidad, la protagonista, en base a esos estereotipos femeninos, trata de buscar algún tipo de referente. Necesita encontrar modelos que le sirvan para construir su propia feminidad. Y ella ve que no lo encuentra. La situación de muchísimas mujeres, por desgracia, es muy similar a la que aparece en la novela”. Apalizar a la esposa se describe como algo frecuente y habitual en la novela. “En todas partes ocurre, porque a veces damos importancia a como se comporta la gente de otros lugares, sin fijarnos en lo que tenemos aquí mismo. Es una forma de entender la violencia como parte de la educación o de ejercer la autoridad. Es algo muy común en muchas partes por desgracia”. Mimoun tratará de gobernar su familia al estilo de su país, pero en un contexto diferente: “cristiano”, occidental y catalán. Pero eso no le resultará fácil. “Creo que él va a intentar continuar la misma situación para mantener su autoridad absoluta. Pero Mimoun está lleno de contradicciones consigo mismo, con su origen y con la realidad que está viviendo”. Dentro de esas contradicciones destaca la religión: “Mimoun, como muchísimas otras personas, se aferra a la religión para justificar sus actuaciones: cuando le conviene la usa y cuando no, no, una cosa muy habitual”. El protagonista, por ejemplo, no observa las cinco oraciones diarias. “No sólo eso, también se va de borrachera, de putas ... Es esa hipocresía social respecto al elemento religioso, esa doble vida, esa doble moral. En casa da la imagen de hombre recto, buen musulmán, etcétera y fuera hace lo que le da la gana. El escritor Naguib Mahfuz, en su ‘Trilogía de El Cairo’, aborda muy a menudo este tipo de personajes. El jefe de familia de Mahfuz es parecido a Mimoun”. Esta situación perdura hasta que su hija pequeña, su predilecta, a su manera, con sus dificultades, con sus propias contradicciones y sentimientos, le planta cara. “Sí, la hija intenta conseguir su propio lugar en el mundo e ir más allá de ese patriarcado. Ella trata de encontrarse a sí misma y eso pasa por sacudirse de encima el poder del patriarca”. Afortunadamente, Najat, por su libro, no ha recibido ninguna amenaza. “Sería una buena estrategia de marketing – risas –, pero no, no he recibido ninguna amenaza, a fin de cuentas esto no es sino ficción. La gente tiene cosas más importantes por las que preocuparse”.

‘El último patriarca’ ha cambiado la vida de Najat el Hachmi. Tras su arrollador éxito de ventas del pasado 23 de abril, día de Sant Jordi, Najat ha visto hecho realidad su sueño: “Ahora sí me dedico plenamente a la escritura. No sé cuánto me va a durar, pero estoy aprovechando esta oportunidad de hacer lo que más me gusta”. La promoción la lleva muy bien. “Con la perspectiva de los meses transcurridos tras el premio, la estoy disfrutando mucho más, adaptándome a la situación y haciéndome la idea de que las cosas funcionan así”. Y de lo que prepara actualmente prefiere no decir nada: “No, no se puede saber lo que hago porque soy un poco supersticiosa o, mejor dicho, prudente”.

La entrevista concluyó sin que las nubes y las espadañas se hubieran puesto de acuerdo todavía: llover o no llover, ésa era la cuestión. Cuando la negociación meteorológica llegó a buen puerto, Najat El Hachmi y el que esto suscribe, ya no estaban allí. Entonces jarreó con rabia mediterránea, esa misma rabia que le entra a uno cuando lee determinados pasajes de ‘El último patriarca’. Una novela en la encrucijada de dos culturas y quizá de dos tiempos históricos iguales pero muy distintos. Una novela que dará mucho que hablar. Lo mismo que su escritora. Tiempo al tiempo. ¡Ah!, y por si les sirve de pista: mimoun, según me cuenta Alí, mi amigo argelino, significa destino en árabe.