«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 6 de mayo de 2012

Las entrevistas de la Fira del Llibre de València (IV): Pedro Ugarte, escritor: “Vivimos en un ascensor social cada vez más vertiginoso y nuestra mentalidad no está adaptada a eso”.

Pedro Ugarte pasó por Valencia para presentar su nuevo libro, ‘El país del dinero’, editado por Algaida, con el que ha conseguido el V Premio Logroño de Novela, una alegoría del boom inmobiliario, que ha desembocado en la crisis económica actual, contada a través de una historia simbólica y cimentada en el triángulo amoroso que representan Sharon, Jorge y Simón, tres personajes de muy distinta extracción y situación social. Pedro Ugarte no para de darle a la tecla y, actualmente, prepara al unísono una nueva novela y otro libro de cuentos. Con él tuve la oportunidad de charlar en la cafetería del Ayre Hotel Astoria Palace de Valencia, que ahora ha trocado su nombre por el de Lounge Bar.



Pedro, ¿qué se agradece más al ganar un premio: el dinero, el reconocimiento, la difusión…?
Buena pregunta. El reconocimiento está muy bien, pero sería un hipócrita si dijera que el dinero no es importante porque lo es. De todos modos, si a un escritor lo que más le interesa es el dinero, es mejor que no escriba novelas.
Escribes cuentos, ¿son como un remanso de tranquilidad entre novela y novela?
No, no, qué va, el cuento a mí me tira mucho. A una pregunta muy parecida, Ignacio Aldecoa respondió una vez que la novela y el cuento eran los dos raíles por los que discurría un mismo tren que era el suyo. Me siendo muy identificado con esa respuesta.
Y también tienes una vertiente periodística que desarrollas a través de tus artículos.
En este caso tiene importancia la parte alimenticia, pero también los escribo con la intención de hacer literatura con ellos, de encontrar su veta literaria, que me interesa mucho más que emitir un juicio político sobre la realidad o sobre cualquier otro tema. Algunos artículos son pura literatura, aunque tengan una vida muchísimo más efímera que cualquier libro. Me gusta ver las cosas con una lente que deforme lo que ya está deformado.
¿Un tema tan aparentemente poco literario como el dinero da para una novela?
¡Jo, ya lo creo! Sí, sí, da para mucho. El dinero ha sido una excusa argumental para la novela negra y para la social, aunque quizá para la literatura, como reflexión sobre la naturaleza humana, no tanto. Y no es un descubrimiento de ahora, porque ya se ha escrito sobre todo, pero seguro que no ha sido un tema tan tocado. El amor, la vida, el poder y la muerte han sido más narrados que el dinero. Siempre me ha parecido así y durante los últimos años mucho más.
¿Se puede acercar alguien a ‘El país del dinero’ buscando encontrar una explicación a la crisis actual?
Sí, claro, aunque la idea para la novela la tuve antes de la crisis, lo que ocurre es que, por circunstancias personales, me ha ocupado más tiempo escribirla. Indudablemente, el estallido de la burbuja y el hecho de que la economía nos interese ahora mucho más a todos potencian la trama de la novela. Pero, sinceramente, el libro no creo que explique la naturaleza de la crisis, pero sí que explora ciertos mecanismos del alma humana que han funcionado siempre de igual manera. Vivimos en un ascensor social cada vez más vertiginoso y nuestra mentalidad no está adaptada a eso. Dicen que en América sí que están acostumbrados a esos cambios, pero aquí no.
Quizá en América la sociedad esté más extrapolada ¿no?
Sí, es posible, pero nosotros estamos entrando en esa  vorágine y no estamos preparados para ello. Allí un millonario puede acabar vendiendo hamburguesas y viceversa.
¿Entonces estamos ante un libro oportuno u oportunista?
Creo que es un libro oportuno y si alguien considera que es oportunista está en su derecho. No tengo ningún problema al respecto.
El tiempo y el espacio de la novela no existen. Como escritor, ¿qué ventajas te aporta esta circunstancia?
Suscribo la teoría literaria que dice que no hay que huir de los espacios concretos, porque las grandes tramas pueden ocurrir en tu ciudad, en tu pueblo, en tu aldea y no hay por qué rechazarla. El mundo está ahí. Las relaciones de poder de la Casa Blanca, por ejemplo, pueden encontrarse en un convento de seis monjas. En mi caso no hay identificación de la ciudad y, si la hay, lo es en sus aspectos externos. El centro urbano es innominado. Reconozco que se ha transformado en una fórmula de estilo.
Pero si leemos con un poco de atención, la imagen de Bilbao nos viene a la mente.
Sí, en todas las ciudades hay barrios y calles, lo que ocurre es que en el caso de Bilbao el escenario es muy teatral: la margen derecha es la adinerada y la margen izquierda pertenece a la gente trabajadora. Y ambas márgenes convergen en un centro más metropolitano que es la ciudad, lugar donde todo el mundo va y viene. En sí mismo, como digo, todo es muy teatral porque además hay algunos puentes y unos botes que pasan de lado a lado… Sí, tiene su cosa, es un ámbito curioso y novelísticamente muy sugerente.
En la novela abundan los adjetivos, que no son fáciles de manejar. Sin embargo, has conseguido que cada página suene bien, que no chirríe.
Esto me suena halagador. Mira, hay mucho trabajo de corrección y no sé hasta qué punto se nota eso. Me preocupa enormemente la carpintería de la novela. La metáfora del libro sería la construcción de un edificio en el que lo importante es que los cimientos estén bien puestos, aunque lo bonito después es la decoración. Y ese trabajo, el de la decoración, a mí me gusta mucho. Para mí lo más placentero es trabajar con las palabras.
¿Has utilizado muchos aspectos de la realidad a la hora de escribir?
He pasado por experiencias bastante patéticas que no están descritas en la novela. Pero sí que he tomado de la realidad detalles como la decadencia de una casa antigua o de algunas personas mayores que han vivido muy desconectadas de la realidad y cuya situación he experimentado muy de cerca.
‘El País del dinero’ habla de un triángulo amoroso: Simón, un pijo con ínfulas; Jorge, un tipo venido a menos; y Sharon, mujer de extracción humilde, toda una metáfora de la ciudad que habían los tres.
Sí, el triángulo quiere ser la tesis general de la novela. El dinero influye o confunde y pervierte las relaciones personales. Lo cinematográfico, lo literario es que el amor siempre supera las dificultades, pero aquí se dice que las dificultades son muy duras para el amor. Y que todo eso en realidad no importa es verdad hasta un cierto punto. No todo es tan fácil como sugieren las entrevistas que se hacen a los famosos en la televisión.
Sharon quizá es la piedra angular de la novela.
Sí, de algún modo es el elemento que desencadena algunas cosas. En la realidad hay elementos que la distorsionan cuando se ponen donde no caben. Y ella no encaja en su situación. Sharon es de extracción humilde y, por circunstancias no del todo aclaradas, acaba en la cúpula social de la ciudad. Y como toda mujer atractiva no hay hombre que no tenga eso en cuenta, lo que conlleva también una cierta crueldad hacia su persona, que le obliga a desenvolverse con comportamientos defensivos.
Acabamos con una frase extraída de la página 71 de la novela: “El dinero siente antipatía hacia los pobres”.
Sin duda, claro, es la situación inversa a esa otra frase que dice “Dinero llama a dinero”. Es muy curioso que la sociedad está estructurada de modo que cuanto más dinero tienes menos lo necesitas. Quien trabaja en una multinacional a lo largo de la semana no utiliza su propio dinero. Con los políticos ocurre lo mismo. Sin embargo, cuanto más pobre seas, todo pasa por tu bolsillo, cualquier movimiento en la vida corre por tu cuenta. Es paradójico, pero es así.


Sobre PEDRO UGARTE


Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) es autor de una amplia obra narrativa, con libros como ‘Los traficantes de palabras’, ‘Manual para extranjeros’, ‘La isla de Komodo’, ‘Los cuerpos de las nadadoras’(Finalista del Premio Herralde, Premio Euskadi de Literatura y Premio Papeles de Zalabanda), ‘Una ciudad del norte’, ‘Pactos secretos’, ‘Guerras privadas’(Premio NH), ‘Casi inocentes’ (Premio Lengua de Trapo), ‘Mañana será otro día’y ‘El mundo de los Cabezas Vacías’. Sus microrrelatos están reunidos en un solo volumen, ‘La expedición’, que crece en distintas entregas. Ha reeditado parte de sus artículos de prensa en ‘El espía invitado’ y en 2009 recibió el Premio Julio Camba de periodismo.