«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

lunes, 18 de marzo de 2013

Ignacio del Valle, escritor: “Resulta muy interesante trabajar en distancias cortas y luego aplicarlas a mayor escala”

¿Qué tienen en común un doble de Lorenzo di Medicis, un francotirador o un astronauta perdido en el espacio? ¿Qué comparten la Florencia renacentista, el frente ruso o un bosque fantástico? ¿Dónde convergen tu historia y la Historia? Los personajes y los cuentos de Ignacio del Valle se sitúan en una encrucijada en la que todos nos vemos envueltos, en la que caminamos sobre las aguas del tiempo y de nuestra época. ‘Caminando sobre las aguas’ (Páginas de espuma), su nuevo libro, desbroza todos estos interrogantes  y unos cuantos más a través de catorce cuentos. Con ellos el escritor asturiano regresa a un género que cultivó abundante y exitosamente hace muchos años, tras una etapa en la que predominó la distancia larga, la novela.

Ignacio, tras publicar varias novelas, ahora un libro de cuentos, ¿sugerencia editorial?

No, por necesidad editorial seguro que no. Hace tiempo que he dejado de escuchar esos cantos. Tengo claro que, publique lo que publique, ha de ser decisión mía, porque si no queda como algo artificial y a estas alturas no estoy por esa labor. Yo tengo un pasado como cuentista. Escribí muchos cuentos durante diez años al principio de mi carrera. Los que integran este volumen se habían ido acumulando a lo largo del tiempo y había que darles salida. Pero para publicarlos tenía que establecer un criterio de selección y todos ellos, independientemente de cuál sea la historia o la época en que se enmarcan, corresponden a momentos de transición en los que protagonistas pasan de un estado a otro en sus vidas. 

¿Los cuentos permiten ver tu evolución como escritor?

Todo el año pasado me lo pasé escribiendo cuentos y algunos están integrados en el libro. También hay otros más antiguos, pero no creo que se pueda observar mucho mi evolución en ellos porque mis intereses continúan siendo los mismos. Lo que sí hay es una unidad estilística y una inquietud patente por experimentar con estructuras narrativas. Como escritor resulta muy interesante trabajar en distancias cortas y luego aplicarlas a mayor escala. Pero esto no quiere decir que el género del cuento sea fácil, ni mucho menos. Que se lo pregunten a Borges que se pasó la vida escribiéndolos. 

¿Te ves muy reflejado en estos relatos?

Para escribir la experiencia es muy importante. Yo escribo con la memoria, soy fruto de ella, no tengo imaginación. De todo lo que leo y escucho se produce una amalgama, una canalización creativa, y después sale lo que sale. No creo que haya gente que escriba con la imaginación, es imposible. Cada uno es el resultado del flujo de información que pasa por su cabeza. 

Hay escritores que cuando acaban un libro se sienten liberados, ¿te ocurre a ti lo mismo?

Cuando acabo una novela, la siguiente ya funciona en mi cabeza, no existe ningún corte traumático entre una y otra. Conviven en paralelo porque no hay que dejar un especio vacío entre las dos. Y lo mismo me ocurre con los cuentos. De lo que estoy convencido es que para escribir lo más importante es no estar nunca cómodo del todo con lo que haces. 

Decías antes que todo el año anterior lo pasaste escribiendo cuentos, después de tanto tiempo sin hacerlo, ¿qué tal te has sentido?

Verdaderamente me sentí muy bien. El callo se hace a base de picar piedra, de escribir, y a mí me resulta muy fácil, muy natural, el proceso de escritura me sale solo, automático, no he de pensar mucho, únicamente me hace falta una idea potente para escribir un cuento. No es como la novela que puedes desarrollar varios temas y ensamblar después. Miguel Ángel decía que la estatua estaba dentro de la piedra y que solo había que quitar lo que sobraba. El cuento es lo mismo. 

¿Hay un tiempo para escribir cuentos y otro para escribir novelas?

No, es un todo. Yo, que me muevo entre las dos aguas, percibo que hay una retroalimentación entre ambos géneros, es un círculo virtuoso. Por ejemplo, el primer relato de ‘Caminando sobre las aguas’ es el embrión de mi novela ‘Busca mi rostro’, que publiqué el año pasado, y el relato ‘Gott mit uns’ es el origen de ‘El tiempo de los emperadores extraños’. Y también me ocurre al revés: ahora que estoy escribiendo una novela, me tropecé con un trozo que no funcionaba porque era muy potente. La solución que adopté fue sacarlo del texto y convertirlo en un cuento. 

‘Jaques’, uno de los cuentos de ‘Caminando sobre las aguas’, trata de la tortura de una mujer en tiempos de una dictadura, lo has escrito sin ubicarlo en ningún país concreto.

Aunque cada vez estoy más desencantado, algo ciertamente peligroso porque en él se puede encontrar el germen de muchas cosas, uno de los temas que me interesan es la política. En ‘Jaques’ te encuentras con una mujer torturada, en Guantánamo o en una picana, da igual. Las torturas son las consecuencias de la ideología y me interesaba un poco desentrañar los mecanismos que conducen a esa situación.  

Precisamente en ese mismo cuento leemos: “Todavía no tenía edad para comprender que aquel era uno de esos días vírgenes, hasta que llega un hijo de puta y lo convierte en Historia”, ¿ese personaje es consciente de que está haciendo Historia con sus actos de horror?

Depende de lo inteligente que sea ese hijo de puta. Algunos ni se lo plantean porque son como peces en una pecera. Y al revés, a veces aparece una persona benéfica como Pasteur, por ejemplo, que descubre una vacuna y convierte ese día en Historia. Pero en este caso concreto, el cuento habla de una dictadura. 

Le dedicas el libro a Erundina, tu abuela, ¿fue ella quien, con sus cuentos, te inició en la literatura?

 ¡Como Dios manda! Efectivamente y ahí está la madre del cordero. Mi abuela me aportó dos cosas muy importantes: una, me contó cuentos y me regaló muchos libros; y dos, creó el espacio para que mis padres, que no eran nada, fuesen clase media, estuviesen un poco mejor situados y yo pudiera tener acceso a la cultura. Ahora, ya no somos clase media, aunque creíamos que lo éramos [risas]. 

‘Caminando sobre las aguas’, el título tiene reminiscencias evangélicas.

En la Biblia esta todo, ¿no?, me gusta mucho esa imagen del Cristo caminando sobre las aguas, pero también es una metáfora del cuento del mismo título, protagonizado por Lorenzo de Medici. La ciudad de Florencia constituye una gran pasión para mí. La primera biblioteca pública que hubo, la medicea, estuvo allí. Además, los Medici fundaron la Academia Neoplatónica para el conocimiento, a cuyos artistas se les pagaba absolutamente todo a cambio de que creasen obras de arte que luego se quedaban en Florencia. Precisamente de aquí es de donde arranca el esplendor florentino. 

¿En general domina un cierto ambiente trágico en estos relatos?

Puede ser, pero mis personajes viven una mutación continua y no creo que los abandone en la desolación absoluta. Siempre busco algún tipo de luz en su contradicción. Los machaco pero no los quemo del todo, porque la vida aprieta mucho también. Siempre les queda una rendija. 
 
La última: ¿en qué va a consistir tu próximo proyecto literario?

Voy a escribir novelas más cortas. Como te decía antes, mi gran problema es que no quiero sentirme cómodo a la hora de escribir, porque a la larga a uno lo que le interesa es continuar con lo que hace y, además, hacerlo bien y yo tuve una época en la que me aburría mucho. Por eso hay que buscar cosas nuevas. En mi novela ‘Los demonios de Berlín’ y en mis cuentos he experimentado mucho con nuevas estructuras. He quedado agotado, pero ese esfuerzo me cambió la mirada, reconfiguró mi cerebro y me legó nuevos caminos por explorar que es a lo que pienso dedicarme ahora.  

 
SOBRE EL AUTOR

Ignacio del Valle (Oviedo, 1971) vive en Madrid. Ha publicado siete novelas, ‘Busca mi rostro’ (2012), la serie de Arturo Andrade, integrada por ‘Los demonios de Berlín’ (2009, Premio de la Crítica de Asturias), ‘El tiempo de los emperadores extraños’ (2006, Prix Violeta Negra del Toulouse Polars du Sud, Premio de la Crítica de Asturias, mención especial Premio Dashiell Hammett, Premio Libros con Huella), que ha sido llevada al cine por Gerardo Herrero como ‘Silencio en la nieve’ (2012), y ‘El arte de matar dragones’ (2003, Premio Felipe Trigo); ‘Cómo el amor no transformó el mundo’ (2005), ‘El abrazo del boxeador’ (2001, Premio Asturias Joven), ‘De donde vienen las olas’ (1999, Premio Salvador García Aguilar). Además cuenta en su haber con más de cuarenta premios de relato. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. Colabora con diversos medios de comunicación y gobierna su propio blog: 'El marfil de la torre'.