«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 14 de julio de 2011

Jerónimo Tristante, escritor: “Pertenezco a una generación que ve la Guerra Civil en clave histórica”.

Su rostro adopta un cierto aspecto mesiánico que se desvanece cuando habla. Jerónimo Tristante (Murcia, 1969) es profesor de biología y geografía de enseñanza secundaria. Empezó su carrera literaria en 2001,  con ‘Crónica de Jufré’, a la que seguirían ‘El Rojo en el Azul’ (2004), ‘El misterio de la casa Aranda’ (2007), ‘El caso de la viuda negra’ (2008), ‘El tesoro de los nazarenos’ (2009)  y ‘El enigma de la calle Calabria’ (2010). Acaba de publicar una nueva novela: ‘El valle de las sombras’, editada por Plaza&Janés (2011).   


El tiempo apremia en un paraje de la sierra de Madrid denominado Cuelgamuros. La Guerra Civil ha terminado y Francisco Franco quiere construir un gran mausoleo, el Valle de los Caídos, para ser enterrado junto a los muertos en la contienda. Para acelerar las obras emplea presos republicanos. De repente, uno de los reclusos muere en extrañas circunstancias. El caso comienza a complicarse cada vez más y hay gente que empieza a ponerse nerviosa ya que se acerca la visita del dictador. Han ocurrido muchas cosas en poco tiempo y nada es como era antes. ¿Ocultan algún secreto estos sucesos que podría cambiar para siempre el rumbo de la historia de España? Muy resumido, este es el argumento de ‘El valle de las sombras’, última entrega del escritor Jerónimo Tristante. En la sobremesa del restaurante ‘Blue Canalla’ de Valencia, conversé con él sobre su interesante novela, que mezcla lo policial con lo histórico, la ficción con lo real y la feroz represión con la amistad.

¿’El valle de las sombras’ es otra novela más sobre la Guerra Civil?
Empecé a escribir la novela precisamente porque la gente se cansa de las versiones maniqueas y de las manipulaciones a las que someten los políticos el tema de la Guerra Civil. Los políticos, por arañar cuatro votos, se echan a la cara lo primero que tienen a mano. Para unos, el Valle de los Caídos es un monumento a la reconciliación nacional y, para otros, es un lugar en el que perdieron la vida más de diez mil personas durante su construcción. Por un rebote, me puse a investigar para descubrir mi propia verdad. Tuve suerte porque sobre este asunto hay mucha información disponible y, de este modo, vi que lo que cuentan unos y otros no es cierto. Así fue como nació el libro.
A la hora de abordar este tema, ¿influye el tema generacional?

Creo que sí. Yo pertenezco a una generación que ve la Guerra Civil en clave histórica. Mi familia no estuvo implicada en la Guerra, lo que me permite ver las cosas con cierta distancia y perspectiva. Me preocupa mucho la manipulación de ambos lados. Por ejemplo, uno de esos historiadores revisionistas, de derechas, afirma que lo de la plaza de toros de Badajoz no fue para tanto; mientras que otro, de izquierdas, suelta que lo de Paracuellos fue poco más que una romería. Ambas opiniones insultan mi inteligencia. Creo que tenemos que poner las cosas en su sitio y recuperar la historia como fue realmente.
En tu trayectoria literaria no es la primera vez que abordas el tema de la Guerra Civil, ¿por qué esa fascinación por el tema?
No lo sé, pero lo cierto es que a los catorce años leí la trilogía de Gironella, una obra denostada por unos y otros, lo que significa que no estará tan mal escrita. A partir de ahí me enganché con este asunto. Tampoco puedo olvidar que el periodo 1936-1945 es un tiempo muy atractivo, en el que se decidieron muchas cosas importantes para la historia actual. La gente que vivió esos años tiene vidas de película.
¿Te has documentado mucho para escribir este libro?

Una de mis ilusiones es tener una máquina del tiempo y como no la tengo, proyecto mis propios viajes en el tiempo, que son mis novelas, a través de archivos, hemerotecas, fotografías, etcétera. Al principio desesperas un poco, porque no encuentras lo que buscas, pero lentamente lo vas descubriendo hasta que te sobra información. Tanto es así que la tienes que seleccionar y racionar.
Al comienzo de ‘El valle de las sombras’, se produce el ataque a un bunker mediante un perro bomba, lo que es espectacular. Sin embargo, lo que llama realmente la atención es que en el batallón republicano las decisiones militares se discuten y someten a votación.
Lo del perro es mentira, pero es un punto de partida impactante. Y eso es algo que al aficionado a las novelas de evasión le gusta mucho.  Es una más de las técnicas del bestseller, muy cinematográficas, que los escritores españoles hemos mejorado mucho, y que consiguen que el lector se introduzca de pleno en la trama. A pesar de disponer de la mayor parte del territorio, de la armada y de la aviación, el bando republicano perdió la Guerra por la ausencia de mandos militares eficaces, ya que la mayor parte de ellos era afecta a los nacionales. Sin olvidar también que en muchas unidades, especialmente las que estaban integradas por anarquistas, las decisiones se tomaban de modo asambleario, con votaciones a mano alzada, lo que garantizaba la ineficiencia más absoluta.
Ante ese panorama, ¿los militares republicanos no se sentirían muy bien?
Supongo que lo pasarían muy mal. A muchos de ellos se les miraba con desconfianza. Defendían un país en el que, en lugar de luchar para ganar la guerra, como querían los comunistas, se hacía la revolución.
En algunos episodios del libro, especificas que se trata de un hecho real, ¿no sería mejor que el lector fuese quien dijese qué es real y qué ficción?
Lo he hecho sólo en el caso del preso de Mauthausen. Quería resaltar que sí que estaba basado en un hecho real, ya que se trataba del abuelo de un compañero mío que me contó la historia y me sentí obligado a respetar su nombre para honrar su memoria. Este hombre, además, murió poco antes de acabar de escribir la novela.
Los presos que trabajaban en el Valle de los Caídos vivían un mundo aparte en el que la ausencia de información era la tónica dominante.
La situación de los presos en el Valle de los Caídos era muy perversa. La gente los veía pasar y pensaba que eran trabajadores del ferrocarril o de las carreteras. En el fondo, aquello no era sino una rendición total, porque allí acudían voluntariamente para huir de las malas condiciones de las cárceles: hambre, hacinamiento, piojos… Si, además, el jesuita Pérez del Pulgar consiguió establecer el Patronato de Redención de Penas por el Trabajo, pues mucho mejor. De todos modos, hay muchas cosas que se desconocen, como por ejemplo que los penados que trabajaban en las obras no tenían vallas, lo cual era insólito. De hecho algunos se escaparon gracias a esta circunstancia. Muchos de ellos dormían con sus familias, que se habían establecido en las cercanías de la obra, y los fines de semana acudían a las fiestas de los pueblos cercanos para regresar al trabajo cada lunes.
¿Cuánto duraron las obras?
Iban a durar un año, pero al final fueron casi veinte. Al principio iban allí los que tenían penas de muerte conmutadas a cadena perpetua. Con un poco de suerte, con ocho o nueve años salían libres, pero cada quince días tenían que pasar de nuevo por el Valle para que los vieran.  Por eso muchos, una vez cumplidas sus condenas, se quedaban a trabajar como obreros libres.
¿Los presos eran conscientes de lo que estaban construyendo?
Tenían conocimiento de que iban a construir un monumento a los caídos por el bando nacional. En una España recién salida de una guerra, con tanta crisis, era una barbaridad, una frivolité, que se destinase tantos recursos humanos y económicos para construir la tumba del dictador. Pero, claro, la palabra de Franco en aquellos años tenía un enorme poder.
¿Existió corrupción en las obras?

Hubo empresas, hoy aún existen algunas,  que contrataban a los presos y los alquilaban gratis. En la novela hablo de un desfalco, cosa completamente cierta. A diferencia de los campos de concentración nazis, en los campos españoles no querían matar a los prisioneros. En consecuencia, había asignada una partida económica para alimentarlos. Sin embargo, el sistema para que la comida llegase a los campos era totalmente corrupto y mucha gente se enriqueció con esta historia.
Acabamos. Es un tema de plena actualidad, en tu opinión ¿qué se debería hacer con el Valle de los Caídos?

Yo tengo clarísimo lo que hay que hacer. El Valle de los Caídos no se puede derribar porque en su interior están los restos de más de treinta mil personas, cuya identidad desconocemos. Sabemos los datos de los muertos pertenecientes al bando nacional, que se encuentran con sus nombres y apellidos en el columnario del fondo. Pero los republicanos, cuyos restos fueron recogidos de las cunetas sin más datos nos resultan completamente desconocidos. Sin olvidar que muchos de estos cadáveres están incompletos. Si se volara el mausoleo, machacaríamos a todas esas personas. Creo que el Valle forma parte de nuestra historia, para bien o para mal, para mí para mal. Franco se construyó su propia tumba, pues que aguante con el peso de la Historia y con los comentarios de todos los que por allí pasen. Yo crearía una especie de centro de interpretación del franquismo y del propio monumento. Recogería fotografías, materiales y documentación de los presos y de lo que fue el franquismo y lo exhibiría para que todo el mundo conociese lo que fue aquello. Sería como Mauthausen que, a pesar de los horrores, se puede visitar. Por supuesto, habría que controlar a los nostálgicos para que no hagan apología del fascismo.