«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 17 de julio de 2011

Marian Izaguirre, escritora, ganadora del Premio de novela Ateneo Ciudad de Valladolid: “Podríamos pasarnos horas tratando de establecer las conexiones que existen entre literatura y vida”

Desde hace más de treinta años reside en Madrid, aunque nació en Bilbao (1951). Marian Izaguirre estudio Filología Hispánica  en las universidades de Deusto y Barcelona, licenciándose en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. En 1989 obtuvo el Premio Ana María Matute con su primer cuento, galardón al que seguirían unos cuantos más, entre ellos el premio Sésamo, Andalucía de novela, Ciudad de Salamanca o el Caja España de libros de cuentos. Otros de sus títulos publicados son ‘La vida elíptica’ (1991), ‘Para toda la vida’ (1991), ‘El ópalo y la serpiente’ (1996), ‘La Bolivia’ (2003) y ‘El león dormido’ (2005).
Recientemente con su novela ‘La parte de los ángeles’, editado por Algaida, acaba de obtener uno de los premios de narrativa más antiguos y prestigiosos del panorama literario español, el Ateneo-Ciudad de Valladolid.

No es frecuente hablar de novelas que giren sobre el mundo de la música. En ‘La parte de los ángeles’, los protagonistas, Irene y Ricardo, son profesionales de primera línea, virtuosos del violín y de la dirección orquestal, respectivamente. La escritora Marian Izaguirre, con afinada sensibilidad, nos sumerge en un contexto de pentagramas y salas de concierto, de agendas repletas y programas de mano, de aplausos y divismos, todo ello revestido con el envoltorio de los sentimientos confusos, del amor y del desamor, de la tristeza y del rencor y también del perdón. Las cinco de la tarde, hora más taurina que musical, era tan válida como cualquier otra para hablar de todo ello. Así que, sin mayor dilación, nos pusimos en faena.


Marian, has sido galardonada varias veces a lo largo de tu carrera, ¿qué significa para ti ganar un premio literario?
Cada premio es diferente. Realmente, si fuera el primero te diría que es una sorpresa o un vértigo, pero es mi sexta novela y las seis han sido premiadas, algunas con premios muy significativos para mí, mágicos incluso. La parte de ilusión y el cosquilleo interior siempre son iguales, lo que se pierde es el apartado de la sorpresa. Un premio es importante porque significa que tu novela le ha gustado a alguien lo suficiente para apostar por ella, que el libro ha encontrado un lugar donde colocarse y que el dinero que has ganado te va a permitir que sigas escribiendo.
Algunos premios dicen que están dados de antemano.
Este no es el caso. El fallo del jurado del Premio Ateneo de Valladolid fue muy reñido. La prensa reflejó que hubo una auténtica pugna entre el finalista, que por cierto era de Valencia, y mi novela. Te puedo asegurar, además, que yo no conocía a nadie del jurado.

¿Cómo surge la idea de escribir una novela sobre el amor y la música?
Bueno, el amor es algo tan recurrente en la literatura que casi resulta imposible no escribir sobre él. En cuanto al tema de la música, lo hice porque cuando escribo una novela, intento entregarle algo mío. A cambio yo le pido al libro que él también me dé algo a mí. Necesito llevarme algo suyo. En casi todas mis obras me trazo un pequeño desafío, que forma parte de mi curiosidad previa al acto de escribir. Cada una de ellas me permite profundizar y conocer algún tema que me interesa. Aquí ha sido la música porque yo tengo algún talento, pero me siento absolutamente negada para el asunto musical, a pesar de que me gusta muchísimo. Para aprender cosas de este mundo tan singular me he valido de Ricardo e Irene y, puedo asegurarte, que he aprendido mucho de ellos.

Regresamos por un momento al concurso, ¿te ha sorprendido que se premie una novela de sentimientos, donde no hay buenos y malos?
No me ha sorprendido porque creo que todos estamos un poco cansados de las modas literarias. De repente, ahora, parece que todo el mundo se ha puesto a escribir novela negra, mientras que hace cinco años ocurría lo mismo con el género histórico. Vivimos tiempos difíciles, con una crisis muy extraña, y la gente se vuelca hacia lo que le resulta cotidiano y le apetece leer lo que conecta con sus inquietudes y sus problemas.

¿‘La parte de los ángeles’ esconde mucho trabajo de documentación?
No puede escribir sobre la música únicamente con lo que te documentas, porque hay que vivirla y tenerlo todo en el oído. Para explicar lo que hacen o sienten dos músicos, he acudido a muchos conciertos y he observado atentamente. Me he pasado muchos ratos viendo cómo se relaciona el músico con el atril, cómo se dirige el director a los músicos, por qué unos violinistas tocan con barbada y otros sin ella, por qué unos cogen el arco a la manera rusa y otros a la francesa. Han sido muchos los detalles que tenido en cuenta a la hora de ponerme a escribir.

¿Te has dejado llevar por la propia escritura o has seguido un esquema predeterminado?
Si fuera una novela de desarrollo histórico, con estructura histórica quiero decir, tendría que haber respetado ciertos puntos para no desviarme de la realidad. Pero en este caso, me ha ido llevando el texto, como una marea. Lo único predeterminado de todo el libro es que el primer folio que escribí fue el último, pero nada más.

Has cuidado mucho el lenguaje.
Por un lado, creo que la forma y la estructura han de estar bien ensambladas, y por otro, las conexiones entre las palabras han de ser sabias y buenas, soy muy meticulosa en el uso del lenguaje. Por mucho que el argumento sea bueno, si no cuadran fondo y forma el texto no funciona.
¿’La parte de los ángeles’ es muy autobiográfica?
Esta es la novela más próxima a mí de todas las que he escrito, pero eso no quiere decir que sea la más autobiográfica. Eso es algo muy complejo de explicar, porque podríamos pasarnos horas tratando de establecer las conexiones que existen entre literatura y vida. Mantengo que todas las novelas, de cualquier género, son autobiográficas porque en ellas pones las películas que has visto, lo que has vivido, lo que has oído, lo que has deseado, lo que te contó alguien que te afectó y que has guardado hasta utilizarlo como material de trabajo. En ‘La parte de los ángeles’ me he permitido el lujo de no esconder aspectos autobiográficos y mostrarlos. Por ejemplo, uno de los personajes presenta las características que tenía un amigo mío que murió allá por los años setenta. Se trata de un homenaje personal porque guardo un cierto sentimiento hacia él.

Ricardo e Irene, los protagonistas, reproducen papeles tradicionales, él director, ella solista, ¿no te planteaste la posibilidad de cambiar los roles?
No porque yo sabía que ella iba a sacrificar su carrera profesional. Ricardo tiene una personalidad muy envolvente, que necesita que la gente que esté con él no sólo le quiera sino que además se subordine a sus necesidades. A Irene le falta el impulso, la ambición profesional y la puesta en escena que él posee. Por eso ella renuncia a su carrera y él cambia el violín por la batuta.

Finalizamos, ¿‘La parte de los ángeles’ está dirigida a un público determinado?
Pues, fíjate, en mi fuero interno yo hubiera pensado que era una novela más dirigida hacia las mujeres. Sin embargo, tras su publicación, me están escribiendo y llamando hombres, alguno de los cuales me asegura haber llorado por las emociones que ha desencadenado en su interior la lectura del libro.