«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 15 de noviembre de 2016

Francisco Robles, ganador del II Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego 2016: «La vida está llena de humor, pero a veces no sabemos o no queremos encontrarlo»

La enigmática muerte del escultor Antonio Susillo es el último eslabón de la cadena de maldiciones que sufrió la infanta María Luisa Fernanda de Borbón, hermana de Isabel II, desde que se estableció con su familia en el palacio de San Telmo de Sevilla, convertido en verdadera Corte Chica del reino de España durante una generación. Su mirada femenina nos adentra en un siglo agitado y tumultuoso, plagado de revueltas, pronunciamientos y conspiraciones a los que en algunos casos no fue ajeno su propio esposo, el duque de Montpensier, eterno aspirante al trono. Estas memorias apócrifas desvelan la clave de aquellos acontecimientos sucedidos en el siglo XIX y que, sin embargo, como si de otra maldición se tratara, han marcado la historia de España hasta nuestros días. Con estos mimbres, Francisco Robles acaba de publicar ‘La maldición de los Montpensier’, editada por Algaida, con la que acaba de conquistar el II Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego.
En primer lugar, Francisco, enhorabuena por el premio conseguido.
Gracias.
¿Qué significa para ti ganar el II Premio Internacional de Novela Solar de Samaniego?
En mi caso particular, lo que más he agradecido es la cierta tranquilidad que te proporciona el saber que lo que he escrito no está mal. El autor, a no ser que sea un vanidoso de escándalo, nunca está seguro de ello. Es imposible. Como escritor tu novela te puede parecer interesante, pero ¿qué pensará el lector? Por lo tanto, lo más satisfactorio, sin duda, es el reconocimiento de mi trabajo por parte del jurado. El dinero está muy bien, pero es más importante lo otro.
A los contertulios de Carlos Herrera parece irles bien en el Premio Solar de Samaniego, tú y Luis del Val habéis copado las dos primeras ediciones.
Es verdad, se lo dije a Carlos y se descojonó. Ciertamente este es el Premio Solar de Herrera [risas].

Normalmente te desempeñas como periodista, pero ya tienes dos novelas publicadas, ¿qué te proporciona la ficción que no te da el periodismo?
A veces el periodismo es más ficción que la novela, pero la ficción me gusta porque me ofrece la oportunidad de retratar la realidad mejor que el periodismo, aunque parezca una paradoja. Si yo contara todo lo que sé, me meterían en la cárcel, sin embargo, si lo hago a través de una novela no ocurre nada, porque es una ficción.
¿Dónde clasificarías ‘La maldición de los Montpensier’ si tuvieras que hacerlo?
En el estante de libros prescindibles, dentro del apartado novelas y adscrita al género histórico.
¿Un escritor de novela histórica sufre tentaciones de cubrir lo que no se conoce con lo que le gustaría que hubiera ocurrido?
En mi caso he rellenado los huecos con lo que yo creía que podía haber sucedido, eso sí, contándolo como a mí me gusta hacerlo, porque ahí entran otros factores  inherentes a la literatura como es pasármelo bien mientras escribo. En la novela hay pura invención, sí, pero adecuada a la época y a los personajes. He buscado una estructura real y aquellos aspectos que no es posible documentar los he inventado. Esto es igual que una película de juicios, en la que el juez pregunta al acusado lo que hizo en un determinado momento y éste le responde que no se acuerda. La vida está llena de momentos no documentados.
¿Cómo surgió en tu mente la idea que dio origen a la novela?
Sin duda ninguna fue la muerte trágica del escultor Susillo, que era uno de los grandes escultores del siglo XX en España junto con Benlliure, lo que me incitó a escribirla. Susillo talló una sola obra para la Semana Santa Andaluza, las manos de la Virgen de la Amargura, y él se suicidó con sus manos por culpa de la amargura que sentía. Esta circunstancia, literariamente, es brutal. Además eligió para morir el mismo día en que lo hizo Bécquer, el 22 de diciembre, porque él aspiraba a ser el Bécquer de la escultura. A partir de esa idea primera, me di cuenta de que los Montpensier eran quienes realmente iban a ser los protagonistas de la novela.
¿Por lo tanto, el 22 de diciembre es un mal día para vivir en Sevilla?
Depende, si te toca la lotería, no [risas].
¿El título llegó antes o después que la historia?
El título vino después. El primero que tuve en mente era ‘Las manos de la amargura’, pero  medida que escribía comencé a dudar y terminé por ponerle el que lleva ahora. Hay familias que tienen la inmensa suerte de conseguir todo lo que se proponen, pero hay otras que no lo consiguen nunca y este es el caso de los Montpensier, cuyo duque no llegó a reinar en España por mucho que conspiró para lograrlo.
¿Esa maldición tiene más sentido en el siglo XIX que hoy?
Por muy racionales que seamos siempre hay algo ahí que no comprendemos. Lo que sucede es que nuestro racionalismo no lo admite. Las maldiciones están pero no sabemos cómo explicarlas. Hoy se sigue hablando de mala suerte, de mala racha…
Para narrar has alternado la tercera y la primera personas, ¿qué tal la experiencia de sumergirse en la piel de una mujer?
La experiencia bien porque no me he dejado llevar. Me limité a plantearme cómo actuaría y cómo pensaría ella y a plasmarlo en el papel.
‘La maldición de los Montpensier’ destila una fina ironía, discúlpame el ripio, pero ¿el género histórico entra mejor con un poco de humor?
Por supuesto que sí, pero no solo el género histórico es la vida la que está llena de humor por todas partes, lo que ocurre es que muchas veces no sabemos descubrirlo o no queremos hacerlo. El siglo XIX se presta mucho al humor por las contradicciones que encierra y necesitas la risa para librarte de ellas. La Historia nos la enseñan muy serios en los colegios, pero la Historia de la Literatura está llena de humor. No hay más que echar un vistazo a Cervantes y Quevedo, dos grandísimos humoristas.
En una novela como ésta, llena de ambiciones y  conspiraciones, ¿hay espacio para los personajes buenos y malos?
A mí no me gustan ni los buenos ni los malos, ni tampoco el relativismo. En la literatura hay que buscar eso que llaman personajes redondos, que tienen una parte negativa y otra positiva. El mal y el bien existen, pero todos estamos entreverados. En ‘La maldición de los Montpensier’ he huido de ese concepto, cada uno va a la suya y defiende sus intereses.
Durante el proceso de escritura, ¿el autor llega a enamorarse o a encariñarse con algún personaje, después de pasar mucho tiempo con ellos?
Eso sí es posible. Yo me he encariñado mucho con el personaje de la infanta María Luisa de Borbón, una mujer que sufrió mucho, que perdió siete hijos, que no consiguió ser reina de España y que era muy caritativa con los demás. A los ojos de hoy resultaría muy fácil pensar que, como era rica, le resultaba fácil hacer caridad y que era una barbaridad engañar a los pobres. Pero a mí no me lo parece porque pienso que la mirada del siglo XXI está bien para analizar la realidad actual y, si la usamos para explicar tiempos anteriores, distorsionamos la época. A la hora de enjuiciar personajes de siglos anteriores, hay que introducirse en las claves de su época.
La vida o la política o quien fuera unió en matrimonio a Montpensier, un volteriano, con María Luisa Fernanda de Borbón, una mujer bastante beata, ¿qué mezcla tan dispar, no?
Más que la vida fueron los intereses diplomáticos entre España y Francia, sobre todo los intereses franceses que pretendían conseguir la corona española. El método era sencillo: casar a la reina Isabel con Francisco de Asís. De este modo, entre la enfermedad de ella y que él no era precisamente un semental, se extinguiría la dinastía. El siguiente paso era casar también a María Luisa con un príncipe francés que, de este modo, podría acceder a la corona. Montpensier no llegó a reinar, pero creo que hubiese sido el rey que España necesitaba en aquellos momentos.
Has utilizado algunas palabras, como billete, con acepciones que hemos olvidado. ¿La novela histórica es una buena oportunidad para recuperar estos significados perdidos?
Sí y también para reencontrar las costumbres antiguas. Gracias a la novela histórica sabemos que hubo un tiempo que se podía vivir sin agua corriente, sin internet, sin móviles… Y la gente era feliz. No se trata de una cura de humildad sino de ponernos en nuestro sitio. Lo importante es el ser humano y no sus aditamentos. Hay muchas palabras que han evolucionado y cambiado de significado. Billete, la palabra que citas, equivaldría a lo que hoy conocemos como un «whatsapp» y hace un par de años a un «esemese» y antes a un «mail». Ahora nos cargamos las palabras con gran rapidez.
Después de todo lo que has explicado, sin duda, el siglo XIX es un momento apasionante de la Historia de España
Si tuviéramos una BBC en condiciones, rodaríamos series y documentales sobre este tiempo. El siglo XIX es inestable y eso lo hace muy interesante. Hubo muchas insurrecciones y pronunciamientos, lo que le convierte en un territorio muy rico para la ficción. Entonces era normal que un regimiento saliera a la calle a pegar tiros y, si nos fijamos, todo eso es el antecedente claro, el germen, de lo que después sería nuestra Guerra Civil de 1936.
La última por esta vez: ¿le vas a dar una nueva oportunidad a un personaje tan atractivo como el inspector Cranio?
En el acto de entrega del premio ya me lo dijo Andrés Amorós y también me lo ha comentado el editor. Por tanto, me lo tendré que plantear. Cranio es un detective por el que también siento ternura. Cuando se produce un suicidio, como el de Susillo, la policía no investiga, sin embargo, él quiere ir más allá. Ya veremos lo que ocurre en el futuro. 


SOBRE FRANCISCO ROBLES

Francisco Robles Rodríguez (Sevilla, España; 1963), profesor de Literatura, escritor y periodista.  Además de su faceta de escritor, en la que lleva publicados una docena de títulos, es el director de la revista ‘El Libro Andaluz ‘ y colabora en prensa, radio y televisión. En Sevilla TV dirige el programa ‘Ojos que nos ven’. Asimismo participa en el programa radiofónico Herrera en la Onda’. Entre sus títulos publicados hay que citar ‘Tontos de capirote’, ‘La feria de las vanidades’, ’El fútbol es algo más...que veintidós individuos corriendo detrás de una pelota’, ‘Cernuda para jóvenes’, ‘Monipodio’, ‘Poesía eres tú: Bécquer, el poeta y su leyenda’, ‘Mester de progresía: Teoría y praxis del progre ibérico o como quedarse con el personal’, ‘Historia de Sevilla’, junto con Álvaro Pastor, ‘Semana Santa: antología literaria’, ‘Compilación de artículos de ciencias sociales’, ‘Hijos de la Logse: claves para entender y superar el fracaso educativo’, ‘Trío de capilla; Francisco Robles, Javier Rubio y Juan Miguel Vega’ y ‘Jirones de azul’.
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