«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 20 de diciembre de 2009

Susana Fortes, escritora: “Un fotógrafo de guerra sabe que tiene muchos boletos para que tarde o temprano salga su número”

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 20/07/09

Susana Fortes (Pontevedra, 1959) ha ganado recientemente el XIV Premio Fernando Lara de novela con su obra ‘Esperando a Robert Capa’. La obra narra la relación entre el fotógrafo Robert Capa y Gerda Taro, su amiga, compañera sentimental y colega en la profesión, en dos momentos: uno, en París, donde trabaron conocimiento, y otro, en España, país al que viajaron para cubrir con sus reportajes la Guerra Civil. Precisamente el hallazgo en México de 127 rollos de negativos, correspondientes a este último periodo, que contenían material inédito propiedad de la pareja y del también fotógrafo David Seymour, ‘Chim’, incentivó el interés de la escritora pontevedresa por el tema. Una de las instantáneas encontradas, publicada en el diario The New York Times, donde se ve a Gerda dormida y enfundada en un pijama del fotógrafo, actuó como disparador de su imaginación y terminó de decidirla a escribir este libro.


Susana, cada vez que concursas, ganas ... No hace mucho un escritor de cuentos me dijo que conocía la técnica para ganar concursos de relatos, ¿existe esa técnica?
A alguna gente le gusta pensar que existen recetas ya sea para triunfar en los negocios, para ser feliz o para escribir una novela. Yo soy de la escuela espartana: esfuerzo, profesionalidad y confianza en uno mismo. Todos ganamos y perdemos cientos de veces. Cuando la suerte viene de cara hay que saber merecerla, y cuando pintan bastos toca aguantar el tirón. Así es la vida.

‘Esperando a Robert Capa’ se desdobla en dos. Hasta que aparece la fotografía de ‘La muerte de un miliciano’ la voz es minuciosa y un poco lenta. Pero desde ahí, te sueltas la melena y la narración se convierte en algo mucho más personal, más dinámico, epidérmico, casi un reportaje, ¿a qué obedece eso?
La novela tiene dos escenarios claramente diferenciados: la primera parte transcurre en el París bohemio de los Cafés y la Rive Gauche y la segunda, en plena guerra civil, lloviendo metralla.

De un tiempo hacia acá, entendidos, historiadores y periodistas especulan con la posibilidad de que esa fotografía (la del miliciano) pudiera ser un montaje. ¿Cuál es tu opinión al respecto una vez escrita la novela?
Creo que esa foto va a estar siempre envuelta en la polémica y en el misterio. Para mí es una de las mejores fotografías de guerra de todos los tiempos, incluso por lo que tiene de representación. Pero si quieres saber mi opinión te diré que sí. Creo que hubo una puesta en escena. Pero también creo que esa puesta en escena fue verdad o acabó siéndolo de una manera inesperada.

Capa posee una personalidad especial: absorbente, impetuoso, en cierto sentido primitivo, ¿ha llegado a arrastrarte en su vorágine mientras escribías sobre él?
No era un intelectual, si es eso a lo que te refieres, ni un teórico en nada, si no un fotógrafo de infantería increíblemente intuitivo. Lo suyo no era explicarse la raíz intelectual de los conflictos, ni dar lecciones de moral a nadie, si no jugarse el tipo para sacar las mejores fotos posibles. Punto.

También me parece un depredador de situaciones, de mujeres, de la vida … Creo que no sabía muy bien qué le importaba y que quizá, cuando se dio cuenta, era tarde, ¿es así?
Era un gran seductor, sin duda; guapo, medio asilvestrado, autodestructivo, con un sentido del humor muy ácido y cierto cinismo filosófico. Pero sabía perfectamente lo que le importaba.

Termino con Capa: ¿fue el pionero de eso que hoy entendemos por reportero de guerra?
Sí. Creó una tradición en la que luego se inscribieron todos los fotógrafos y reporteros de guerra que vinieron después, con todo lo que tiene de mito romántico y de cinismo filosófico

Ni a Gerda ni a Capa les importaba el peligro, de hecho ambos murieron en sendos conflictos bélicos, ¿eso era ideología convencida o inconsciencia?
Es la vida que eligieron. Hay quien muere en zapatillas delante de la tele y quien lo hace pisando una mina en Indochina. Un fotógrafo de guerra sabe que tiene muchos boletos de la rifa para que tarde o temprano salga su número. Cálculo de probabilidades puro y duro.

Como fotógrafos, estéticamente, ¿qué diferencias había entre ella y él?
Gerda Taro al principio amarraba más los encuadres, digamos que sus fotos eran técnicamente más estudiadas, pero quizá menos espontáneas. En la guerra civil es cuando empieza a desarrollar su propia mirada. Si hubiera tenido un poco más de tiempo habría sido tan reconocida como lo fue él, no me cabe la menor duda.

¿Es Gerda Taro la verdadera protagonista de ‘Esperando a Robert Capa’?
Los dos lo son. Era una pareja increíblemente complementaria.

Gerda no parece una mujer satisfecha del todo, hay en su fondo como un poso de amargura, de pasado triste, ¿fue feliz alguna vez?
¿Y qué es la felicidad? Lo que existen son momentos felices como esa instantánea en la que Capa y ella, los dos muy jóvenes, regresan juntos del frente por un camino de tierra, con las máquinas al costado y el trípode en bandolera. Sonriendo. Claro que fue feliz. A ratos, como todos.

En la novela, hay guiños al cine, pero uno de ellos es muy curioso: en plena guerra, en Madrid, en la avenida del quince y medio, entre bombardeos, polvo y muerte, las salas continúan funcionando. ¿A la gente le quedaba humor para ir al cine?
Igual que en Londres durante los bombardeos de la 2ª Guerra Mundial, el lechero salía cada mañana a hacer el reparto entre los escombros como si nada, en Madrid, la gente iba al teatro y al cine aunque a la vuelta tuviera que tirarse al suelo de los tranvías para esquivar las balas fascistas. Era la manera de resistir.

Terminamos, ¿qué opinan tus alumnos sobre la obtención del premio Fernando Lara? ¿Distinguen a la Susana Fortes, profesora, de la Susana Fortes, escritora?
Me recibieron con una gran pancarta en el patio del Instituto. Supongo que algunos sintieron cierto orgullo. Y eso me conmueve, pero afortunadamente los chavales no hacen distinciones. Para ellos soy Susana y punto.

Pues, eso mismo. Y punto.