«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 30 de agosto de 2009

Félix G. Modroño, escritor. "Los españoles del siglo XVII eran muy temerososo de Dios, muy supersticiosos"


Herme Cerezo. Publicado en SIGLO XXI, 29 de diciembre de 2007.

"Un viejo carro, lleno de paja, trataba de recorrer sigiloso el entramado de calles que conducía a la zona alta de la ciudad. El aliento del caballo percherón que tiraba de él se difuminaba en la tiniebla, propiciada por una funesta luna nueva". Así arranca ‘La sangre de los crucificados’, publicada recientemente por Algaida Editores. Sobre ella conversamos con su autor: Félix G. Modroño (Vizcaya, 1965).

¿Qué le ocurre al apellido González que Montero Glez lo apocopa y usted lo reduce a la letra G?Simplemente es un tema de diseño de portada, de hecho en la solapa aparece completo. Alguien me propuso quitarlo dejándolo simplemente en Félix Modroño, pero no voy a hacerlo porque mi primer apellido es tan válido como cualquier otro y no voy a renunciar a él en absoluto.

¿Cuánto tiempo ha estado documentándose para escribir la novela? Mucho más que escribiéndola: un año largo consultando y leyendo entre cien y ciento cincuenta libros para ambientarme sobre la época: cómo escribían, cómo prendían el fuego, cómo vestían, que comían... Sin embargo, lo más costoso fue meterme en la piel de aquellas gentes y conocer sus miedos, sus creencias, qué pensaban de Dios, como afrontaban la muerte...

Además de los libros, ¿utilizó otras fuentes documentales, como por ejemplo la película ‘Crónica del rey pasmado’? Hace años que la vi y mira que he pensado en esa película, porque me hubiera gustado volverla a ver para ubicarme y rememorar el papelón de Gabino Diego como Felipe IV. Pero no la repasé. Lo cierto es que no hay demasiado cine español sobre aquellos años. Y es una lástima porque daría para muchos metros de celuloide.

¿Cómo eran los españoles del siglo XVII? Eran muy temerosos de Dios, muy supersticiosos. Como anécdota le diré que Carlos II era epiléptico y para curarle la enfermedad no se les ocurrió otra cosa que ponerle un pichón muerto sobre su cabeza. Y esa idea provenía de los médicos más importantes de la época.

¿Por qué un abogado metido en el mundo financiero, de repente, rompe a escribir? En parte por necesidad, para evadirme del sistema y de la presión diaria a la que todos estamos sometidos. Es un mecanismo de defensa al que he llegado de rebote, porque yo hacía fotografías y escribía relatos cortos. Hasta que se me ocurrió esa historia y me pregunté que por qué no iba a escribir una novela. Y lo hice.

¿Rompe mucho al escribir? No, no corrijo mucho, soy bastante ágil en la escritura. Procuro escribir cuando estoy inspirado. Si no lo estoy también trabajo, pero al día siguiente lo primero que hago es corregir lo que hice la víspera.

¿Escritor diurno o nocturno? Soy escritor noctámbulo. Para mí la noche es fundamental para escribir. Primero, por motivos laborales, ya que trabajo de día, y segundo, porque siempre he sido de hábitos nocturnos: estudiaba de noche, salía de noche...

Y ahora que ya ha experimentado ambas cosas, ¿en qué terreno se siente más cómodo: en el relato breve o en la novela? Hombre, una novela es más larga y sus planteamientos son radicalmente distintos. Los que han leído mis relatos dicen que soy un buen escritor de relatos cortos y me aseguran que es más difícil escribir relato breve que novela. Pero yo no sé si estoy de acuerdo con esto. De todos modos, la verdad es que no sé por qué los relatos cortos son considerados un género chico, cuando realmente merecerían un mayor número de lectores.

¿Por qué escogió la estructura de thriller? En la novela, el hecho fundamental son los asesinatos y la investigación de los mismos. Se desarrolla en 1682, obligado por la leyenda en la que me basé para construir la historia. Y a medida que avanzaba en mi estudio, iba atrapando mejor la trama. Digamos que he ido cubriendo pequeños vacíos históricos con su escritura.

¿Qué técnicas utilizaban los "ceseís" de la época? Básicamente la intuición y el sentido común, que son las principales características de mi personaje, Fernando de Zúñiga.

Va un poco de sobrado don Fernando, ¿no? Aparentemente. Se trata de una persona que está muy por encima de la media de la época. Tenga en cuenta que en aquellos años, el noventa por ciento de la población era analfabeto y él era doctor por la Universidad de Salamanca. Lo que resulta evidente es que desde luego humilde no es y, si resulta algo pretencioso, es porque podía serlo.
¿Qué tiene don Fernando de Zúñiga de Félix G. Modroño? Supongo que tiene bastante. No sé si Fernando de Zúñiga sería como yo hoy o yo como él en el siglo XVII, pero es evidente que tiene muchas cosas mías.

¿Le ha salido un contrincante a Alatriste? No, no, estamos hablando de palabras mayores. Pérez-Reverte es uno de mis ídolos y jamás podría llamarle contrincante. Está ambientada en una época similar, pero Alatriste es más guerrero, más peleón, más espadachín que don Fernando de Zúñiga, más parecido a Poirot o a Holmes.


En ‘La sangre del crucificado’ la calidad de la escritura crece capítulo a capítulo. Es posible, a medida que avanzaba me iba enriqueciendo y la historia ganaba en intensidad. Es lo mejor que me pudo ocurrir porque así no pude dejarla hasta el final.

Hay un buen trabajo de mezcla de castellano antiguo y actual, ¿le ha costado mucho hacerlo? Es un aspecto que he cuidado mucho porque no quería aburrir con el lenguaje de época, que puede resultar tedioso para el lector común. Pero a la vez tampoco quería introducir cosas que no pudieran decir o pensar personas de entonces.

‘La sangre de los condenados’ es cinematográfica. Sí, además escogí bien los lugares pensando en que si alguien se anima a llevarla al cine los paisajes los tiene solucionados.

¿Habrán más novelas de don Fernando de Zúñiga? De momento, estoy disfrutando con la primera y dependiendo de la aceptación que tenga entre los lectores, sí habrá una segunda novela protagonizada por este mismo personaje.

Y si no hay esa aceptación, ¿continuará escribiendo? Ya le he cogido el gusanillo a esto y aunque sea con otro registro seguiré haciéndolo.

Convenza a los lectores para que se acerquen a su libro. ‘La sangre de los crucificados’ es una novela que puede interesar a muchísima gente. Una de las mayores satisfacciones que tengo es que personas que hacía tiempo que no leían o que no acostumbraban a hacerlo, se han enganchado de principio a fin con sus páginas. Creo que arrastra al lector porque contiene una parte de intriga, otra de formación e, incluso, en determinados momentos hasta se puede reflexionar con ella.

Paco Camarasa, de la librería Negra y Criminal: "Nunca un ordenador podrá sustituir a un librero"


Herme Cerezo. Publicado en Siglo XXI el 13 de diciembre de 2007.

Conocí a Paco Camarasa cuando recién entraba yo a la Facultad. Eran tiempos borrascosos, en los que no se sabíamos por donde se decantaría este país. Paco Camarasa nació en Valencia. Fue profesor de Teoría Económica hasta que probó a trabajar con su hermano en una librería. El cebo era muy fuerte. Y el tirón mucho más, demasiado, tanto que se colgó definitivamente del mundo de los libros desde 1976. Fue Presidente del Gremio de Libreros de Valencia hasta que un buen día cerró su negocio y desapareció de esta ciudad: ‘missing’. Muchos años después lo descubrí en Barcelona, al frente de ‘Negra y Criminal’, una librería que el pasado cuatro de diciembre cumplió sus cinco años de negrocriminal andadura. Paco es un librero-librero, de los que, aunque utilice el ordenador, no tiene que recurrir a él para encontrar un título o saber de quién o de qué le hablamos. Ejerce de comisario en las Jornadas BCNegra, organizadas por el Ayuntamiento de Barcelona, y es miembro de la directiva de ‘Brigada 21’, una asociación fundada para la difusión del género negro. También preside los jurados de los premios Pepe Carvalho y L.H. Confidencial y colabora en distintos medios como reseñista de novelas negrocriminales. Siempre he hablado en mis entrevistas con escritores. Y ya es hora de hacerlo con alguien que está en la calle, alguien que toca y vende la "mercancía", alguien que conoce al escritor y al lector. Y eso vamos a hacer con su permiso, mis improbables.

Paco, ¿de dónde arranca tu pasión por los libros? Aprendí a leer con los tebeos. Los alquilaba y los leía recostado en la ‘paradeta’ del chaflán de la calles Marvá y Albacete, en Valencia ciudad. Leía todo, desde el Capitán Trueno y el Guerrero del antifaz, pasando por Hazañas Bélicas de Boixcar y los tebeos de princesas de mi hermana. Después en la época de los guateques, cuando estaba harto de poner los discos, ya que bailaba fatal y además no ligaba nada, me iba a la habitación de al lado y leía. Siempre he defendido la utilidad múltiple de la lectura. Entre otras cosas, a mí me sirvió para ligar, sobre todo cuando Woody Allen comenzó a triunfar.
En tu familia no eres el único que se dedica al libro, ¿no? Efectivamente, tengo un hermano editor, una cuñada distribuidora y un hermano que cometió la locura de quedarse con una librería. Y tengo un homónimo, Paco Camarasa, con el que no tengo relación familiar, pero que tiene toda mi admiración por ser un excelente editor de cómics.

Sin embargo, ¿no has sentido la necesidad de escribir tus propias novelas? La verdad es que no he sentido la necesidad de escribir. La ventaja de un librero es que puede escribir su propia novela a través de lo que habéis escrito otros. Vosotros lo hacéis mucho mejor.

Comenzaste en la ‘La araña" de la calle Nuestra Señora de Gracia de Valencia, ¿qué recuerdos conservas de entonces? La época de La Araña, y posteriormente Pablo Neruda, es una época absolutamente hermosa y gratificante. Como librero y como persona. Estuve allí entre los años 1976 y 1981, años llenos de vida y esperanzas para los españoles en general y los valencianos en particular. Allí aprendí muchas cosas y conocí y quise a muchas personas. Allí comprobé lo que significa que te pongan una bomba, y lo que significa la solidaridad ante la barbarie fascista, perdón por la redundancia. En aquellos años, inducido por el mejor librero que he conocido, Paco Dávila, montamos una Feria del Libro en el interior de La Lonja. Valencia era una ciudad fascinante y la Feria del Libro era uno de sus muchos momentos mágicos y lúdicos.

¿‘La araña’ tenia trastienda?, ya sabes, aquellos rincones ocultos de toda librería que se preciase en la época de Franco, donde se podía encontrar lo que no se veía en los escaparates. Sí, claro. Era más interesante la trastienda que lo de fuera en ocasiones. Y era una trastienda atípica, porque éramos el depósito de algún material del Partido, PC, naturalmente, pero también del boletín del Sindicato de la Construcción de la CNT.

¿Sufriste "visitas" en aquellos años? Con nocturnidad y alevosía. Después nos comentaron que en nuestra bomba que fue reivindicada por el G.I.P., Grupo Incontrolado Patriótico, algo tenía que ver el Servicio de Información de la Guardia Civil. De aquella Guardia Civil. Algunos amigos de entonces se sorprenden ahora de mis buenas relaciones personales con miembros de la "bofia", nacional o autonómica.

Y un buen día los asiduos nos encontramos la persiana de ‘La araña’ cerrada sin remisión, con el candado puesto, ¿por dónde anduvo Paco Camarasa durante aquellos años? Yo me fui antes que la librería cerrase. Ya sabes lo difíciles que son las cuestiones familiares. Y después de un breve paréntesis como comentarista deportivo, volví al mundo del libro montando una distribuidora en Valencia.

Mucho tiempo después, descubro que estás en Barcelona, ¿se te quedó pequeña Valencia?Pequeña, no. Pero aburrida sí. La gente que había creado la transición en la calle, en los libros, en los bares, en las camas, en los … se hizo toda funcionaria y se fue a vivir a un adosado o a un "pitufo", ¿aún se les llama así?. Iba por La feria del Libro y me encontraba más tenderos que libreros… Los bares iban cerrando por inanición… Y sobre todo, me trasladé a Barcelona por la única cuestión por las que puedes cambiar de ciudad: estaba enamorado de una catalana.

Y me entero de algo más: en la ciudad condal existe una librería, que se llama ‘Negra y Criminal’ y que tú estas detrás de ella. ¿Qué es ‘Negra y Criminal’? ‘Negra y Criminal’ es una librería pequeña y especializada. Situada en el barrio de la Barceloneta, el barrio portuario y de estibadores de Barcelona. Ahora los barcos de pesca han sido sustituidos por yates y los contenedores y las grúas han hecho casi desaparecer la profesión de estibador. Somos una librería, sin escaparates, pero con sótano. Donde antes se guardaba contrabando, ahora guardamos novelas. Es pequeña porque los alquileres en Barcelona son "japoneses" y especializada porque es la única forma de competir con los grandes espacios de venta. Ellos pueden ir al centro, pero no le darán al lector lo que una librería. NUNCA UN ORDENADOR PODRA SUSTITUIR ADECUADA Y PLACENTERAMENTE A UN LIBRERO. Pero la auténtica alma de la librería, en sus características físicas y en el nombre y en el ambiente que respira es Montse Clavé. Siempre es bueno que una empresa sea dirigida por una mujer.

Y ¿por qué esa especialización en la novela negra, que te ha llevado a rebautizar el género como negrocriminal? Porque ya era lector de novela negra desde la universidad. Aunque entonces estaba mal visto. Manolo Vázquez Montalbán nos echo una mano importante. Lo explico en el catalogo de la exposición que ahora le están haciendo en Barcelona. Hacía falta una librería especializada que ayudara a aclarar el panorama, a distinguir entre novela negra o novela policial, y que recuperara algunos textos perdidos en la amplitud de los catálogos y la desaparición vertiginosa de las novedades. Aunque ya hace unos años estuve en una librería maravillosa que se llamaba SUR, especializada en literatura y realidad de Asia, Africa y América Latina, mi otra gran pasión.

¿Qué secciones puede encontrar el aficionado en tu librería? ¿Tocáis también el libro usado o únicamente la tinta fresca? Tenemos también libros difíciles de encontrar o de segunda mano. Hay muchos autores que, desgraciadamente, están descatalogados. Por ejemplo, Ross MacDonald, David Goodis , Ellery Queen, Rex Stout o Boileau-Narcejac.

Explícanos un poco la diferencia básica entre el género negrocriminal y la novela policiaca tradicional. En la novela policíaca tradicional lo importante es resolver un enigma: ¿quién es el culpable? Una vez descubierto, se le aplicará la ley, se hará justicia y la normalidad vuelve a reinar. Por ejemplo, Agatha Christie, P.D. James o Elisabeth George. Sus novelas pueden transcurrir en cualquier lugar. No nos dan mucha información de la sociedad donde se comete el delito. En la novela negra el enigma es lo de menos. Incluso conocemos desde el inicio al culpable. Lo importante es la investigación, Y en esa investigación del delito, el investigador nos aporta datos de la sociedad donde ese delito se ha cometido. Una vez descubierto el culpable, la ley se le podrá aplicar, por unos policías corruptos y unos jueces venales. Por lo tanto la ley y la justicia son dos cosas diferentes. Y las novelas están indisolublemente unidos a un tiempo y una ciudad. Como quiera que en la librería damos cabida a autores de todas las tendencias, estilos y modalidades, por eso le llamamos ‘Negra y Criminal’. Y al género: negrocriminal. Así te evitas explicar que Agatha Christie no es novela negra. No es ni mejor ni peor, simplemente no es negra, es novela enigma o criminal.

En ‘Negra y Criminal’ desarrolláis, además, un montón de actividades promocionales del libro: firmas, charlas, clubs de lectura. Explícanos de qué va todo eso. Como que estamos alejados del "centro", tenemos que poner anzuelos para "enganchar" a la gente. Y que se desplacen. Hacemos las típicas y tópicas presentaciones, pero también organizamos bautizos o aniversarios de personajes, por ejemplo Linda Wallander o Miss Marple, charlas de forenses, o miembros de la policía científica para conocer algo más de la realidad, y clubs de lectura que no es ni más ni menos que una tertulia sobre un libro que previamente todos hemos leído. Es decir, socializar un vicio solitario como es la lectura. Y organizamos firmas tanto para los que pueden estar en Barcelona, como para los que están fuera de la ciudad, a los que llegamos a través de Internet. Tú puedes vivir en un pueblecito de Asturias y tener dedicado el próximo Petros Markaris, por ejemplo.

¿En qué momento se encuentra el género negrocriminal en España? ¿Tenemos buenos escritores? ¿Pueden vivir de su trabajo o tienen que pluriemplearse? Creo que el momento de lo negrocriminal en nuestro país es bueno, pero todavía es un poco débil. Nos falta mucho para llegar a la normalidad de países como Francia, Italia o Alemania. Se está publicando mucho, que es lo fácil, lo más cómodo que pueden hacer los editores. Los libreros le están haciendo más caso y ampliando las secciones. Pero todavía tienen poco peso en la enseñanza media, en la Universidad y en la critica literaria. En la que se dedica a libros es otra cosa. Y en las Bibliotecas. Y fíjate que cada vez más son los premios de narrativa generalista que son ganados por novelas que podríamos incluir en lo negrocriminal. Hay muy pocos escritores negrocriminales que puedan evitar el pluriempleo.

¿Y en el extranjero? En el extranjero lo negrocriminal forma parte de los hábitos lectores de sociedades que no han padecido la burricie del franquismo y la ulterior postmodernidad sin haber sido modernos.

¿Y de lectores cómo andamos?, porque el otro día González Ledesma, con motivo de la entrega del Premio organizado por Ediciones B, manifestaba que en España "todavía faltaba cultura lectora para la novela negra". ¿No es un poco exagerada esta afirmación? El premio lo convocaba RBA y es una muestra de cómo, poco a poco, alguien apuesta por el género. 125.000 euros es una cantidad importante. Y yo creo que "el jefe de la banda", Paco González Ledesma tiene razón. Él vende cinco veces más en Francia, traducido, que en España. Alicia Giménez Bartlett vende cien mil ejemplares en Italia de su ultimo libro y aquí difícilmente llegará a quince mil ejemplares. Hay muy buenos lectores pero pocos. Todavía es un género poco valorado. El otro día alguien se ufanaba delante de mí, de que no la novela negrocriminal era una literatura fácil y manida, pero cuando le pregunté por títulos y nombres concretos me confesó que simplemente no había leído nada. A estos "eruditos a la violeta" se le nota en su cara de estreñidos que aplican prejuicios. No sería grave si no fuera por que el susodicho era Catedrático de Literatura en un Instituto.

Uno de los momentos culminantes del género negrocriminal es la Semana Negra de Gijón, la única semana del año que dura diez días. El evento, del que tú formas parte, parece consolidado, ¿hacia dónde camina la Semana Negra? Bueno esta próxima 21ª edición es un momento complicado, ya que por razones diversas debe cambiar de ubicación. Y esto es difícil. Yo formo parte pero como librero y como miembro de algún jurado. Lo que sí soy es el Comisario, ¡Imagínate el cachondeo! – risas - de BCNegra unas jornadas que se celebran en Febrero en Barcelona.

Bueno, Paco, concluimos ya: ¿qué novedades importantes nos vamos a encontrar en este género de aquí a final de año? ¿Cuál sería tu libro para las próximas Navidades negrocriminales? Bueno, las novedades ya están prácticamente todas en el mercado. Y son muchas, y buenas, y algunas no tan buenas, pero con toda la diversidad y amplitud que el género tiene. Es decir, para todos los gustos. Yo nunca recomiendo un solo libro. Siempre tres posibilidades a elegir: ‘Una novela de barrio’, de Francisco González Ledesma, ‘Nido Vacío’, de Alicia Giménez Bartlett y ‘Forasters’, de Rafael Vallbona.

Francisco González Ledesma, escritor: "A Silver Kane le etoy muy agradecido: con él aprendí el oficio y me hizo sentir escritor"


Herme Cerezo. Publicado en SIGLO XXI, 11 de diciembre de 2007.
El que suscribe, mis improbables lectores, que ya conoce la obra de Francisco González Ledesma, no se conforma con leer 'Una novela de barrio' y, si los dioses se muestran propicios, como fue el caso, y se lo ponen a tiro, intenta hablar con el propio autor, que esta misma semana acudió a Valencia para presentar su última entrega. Y en la cafetería de 'La Casa del Libro', minutos antes de comenzar el acto, conversamos de su novela, de su barrio, de Méndez y de otras cosas, algunas conocidas, otras no tanto, que siempre acortan la distancia que separa al escritor del lector.

¿Qué es 'Una novela de barrio'?' Una novela de barrio' es ante todo una novela sincera. Yo nací en el Poble Sec, el barrio de Serrat, al lado del Paralelo, un barrio pobre. Allí conocí la guerra, las bombas, el hambre, todo lo malo pero también todo lo bueno como el valor de la solidaridad. En el Poble Sec todo el mundo ayudaba a todo el mundo. Como niño podía llamar a cualquier puerta, porque sabía que alguien me atendería. Siempre he dicho que los niños de aquel barrio éramos hijos de todas las madres y he sospechado que los hombres también eran maridos de todas ellas. Después de conocer tantos ambientes como he conocido, tenía que escribir sobre mi barrio. Hay tantas historias que contar de aquellas casas, de aquellas vidas, de aquellas mujeres que se hicieron viejas en los balcones, sin hacer realidad los anhelos que llevaban dentro, o de aquellas otras, honradísimas, que, con sus maridos en la cárcel, por las tardes se prostituían para sacar adelante a sus hijos... Alguien tenía que escribir esto.

¿Cómo surgió esta historia? No la tenía planificada. Comenzó como un sentimiento. Surgió la idea por un padre que no admitía la desaparición de su hijo de tres años, muerto en el atraco a un banco, que decidió reconstruir cómo sería su existencia si viviese. Y, paradojas de la vida, este hombre tiene que emplearse durante la Transición como guarda jurado en una entidad bancaria. Un día, uno de los atracadores que mataron a su hijo aparece asesinado. Y el lector entonces piensa, ya está: la venganza del pistolero. Pero no, 'Una novela de barrio' es más, mucho más, se lo aseguro.

Pero antes de 'Una novela de barrio', con la que ha ganado el Premio Internacional de Novela negra RBA, hay un montón de sinsabores y una lucha tenaz por sobrevivir como escritor, como ser humano, como persona. ¿El buen momento que viven sus novelas al día de hoy le compensa todo lo pasado? Sí, lo que ocurre es que las cosas siempre te pasan a destiempo. Siempre encuentras la chica de tu vida cuando ya estás casado, siempre te toca la lotería cuando ya no la puedes disfrutar. Si esto me hubiera ocurrido a los 45 años estaría loco de contento, pensando que tengo toda la vida por delante. Pero las cosas han sucedido ahora y tienen un significado distinto. Encuentro la satisfacción moral de que tantos años de trabajo han servido para algo. La verdad es que si a esta edad no hubiera publicado nada, me sentiría bastante amargado.

La trayectoria de González Ledesma es larga. Comenzó a leer muy pronto, ¿qué libros le engancharon a la Literatura? Yo tenía un tío, Rafael, que era periodista republicano, condenado a muerte y perseguido, que vivía como realquilado en mi casa de la calle Tapiolas. Aquel hombre tenía tal cantidad de libros que los guardaba hasta debajo de la cama. Y yo me metía en su cuarto y leía de todo: desde la 'Historia de Babilonia' hasta novelas con señoritas a las que se les levantaba la falda. Me aficioné sobre todo a la novela francesa: Víctor Hugo, Dumas... Esas lecturas me enseñaron que había un mundo por explicar y que si aquellos escritores lo habían contado, yo también encontraría el modo de hacerlo.

A los 21 años, con 'Sombras viejas', ganó el Premio Internacional de Novela promovido por Josep Janés. Y ahí llegó el primer palo: no le publican su obra por "rojo y pornógrafo", ¿qué pasó por su cabeza en aquel momento? Sentí una profunda decepción e indefensión. Me di cuenta que estaba ante un poder contra el que no podía hacer nada, un poder que marcaría mi existencia porque Franco era joven y no había recambio. En aquella novela yo había puesto parte de mi vida y, de repente, vi que en lugar de publicarse se abría ante mí el silencio absoluto. Eso me afectó de un modo muy profundo, pero tengo que pensar que no hay mal que por bien no venga. Con el éxito, quizá me hubiera convertido en un jovencito engreído. El fracaso me hizo más modesto y comprendí lo que significaba vivir. Además, así nació Silver Kane, a quien le estoy muy agradecido porque con él aprendí el oficio, me hizo sentirme escritor y me ayudó a pagar mis estudios de Derecho.

Escribir con seudónimo, ¿qué se siente cuando uno no puede escribir con su auténtico nombre?También un absoluto desaliento. Pensé que no podría explicar nunca, bajo mi verdadero nombre, bajo mi verdadera forma de escribir, todo lo que había conocido: una guerra y una posguerra nada menos.

¿Se aprovechaba su editor de su condición de escritor "sin rostro"? Sí, sí, claro. Los contratos eran leoninos. El editor hacía lo que le daba la gana a cambio de una miseria. En 1952, por el primer Silver Kane que escribí me pagó 750 pesetas. Además, se quedaba con todos los derechos de mis novelas que, cuando el Instituto del Libro Español fijó un tope de quince años, pude recuperar.

Usted escribía una novela a la semana... A veces dos.

Con semejante ritmo, el miedo a la página en blanco suena ridículo. A mí me decían el lunes: haz una novela y entrégala el sábado. No me daban una segunda oportunidad. En consecuencia, el miedo a la página en blanco no existía. Me hubiera muerto de hambre.

Pero Silver Kane, alias González Ledesma, también tocó otros palos. Sí, el cómic. Así fue como empecé en realidad. Mi tío Rafael, el de los libros, al que habían conmutado su pena de muerte por otra de treinta años y que vivía clandestinamente, me pidió que le ayudase en los guiones que escribía para Bruguera. Me dio la oportunidad y creo que no la desaproveché. Fui el guionista, además con éxito, de 'El Inspector Dan' y de 'Doctor Niebla'. Y cuando ya no pude seguir con los guiones, porque estaba con mis novelas, continuaron la serie otros escritores, entre ellos gente tan ilustre como Víctor Mora, el del Capitán Trueno.

Usted, que llegó a ser un abogado prestigioso, sin embargo, dejó el Derecho por la Literatura, ¿tan fuerte era el tirón que sentía? Sí, la profesión de abogado, moralmente es durísima. La verdad no es blanca ni negra, es gris. En cambio, el cliente te vende un color que tú tienes que defender y muchas veces eso va contra tu conciencia. He puesto en la calle a algunos elementos que me hacían pensar. "Vaya, la que acabas de hacer", me decía a mí mismo. Y eso me acarreaba un dolor moral tremendo. A pesar de que ganaba dinero, me di cuenta de que con tanto trabajo no veía a mis hijos, iba a perder a mi mujer y a mis amigos. Así que empecé Periodismo por libre y encontré trabajo enseguida.

1975: Franco muere. La situación cambia. Silver Kane recupera a Francisco González Ledesma y en 1984 gana el Planeta y con una novela policiaca: 'Crónica sentimental en rojo'. Efectivamente, antes sólo habían ganado el Planeta otros dos escritores policiacos: Juan José Mira y Vázquez Montalbán. Yo era muy amigo de Vázquez Montalbán. Tenía muchas cosas en común con él: los dos éramos rojos, periodistas y escribíamos novelas policiacas. Presenté 'Crónica sentimental en rojo' el último día y la secretaria de Lara me entregó un recibo diciéndome: "Tome, para cuando se la devuelvan" – risas -. Te juro que no pensé que podía ganar, ni siquiera me habían invitado a la cena. Me enteré porque a La Vanguardia, donde yo trabajaba entonces, comenzaron a telefonear algunos colegas diciendo: "Oye, nos han dicho que tú ganas". Compré los tiques para la cena, entonces se compraban, y asistí con mi mujer y mis hijos aunque en mesas separadas. Ésta es la historia de mi premio Planeta.


En 'Crónica sentimental en rojo' el protagonista es Ricardo Méndez, que ya había aparecido como personaje secundario en 'Expediente Barcelona', ¿de dónde procede Méndez? He explicado varias veces que Méndez es el la fusión de cuatro policías que yo conocí en mis tiempos de abogado. Entonces había muchos policías malos, pero había otros que merecía la pena tratar y conocer. De ahí surgió Méndez, que no es un personaje real, pero tampoco imaginario.

Méndez, ¿no liga nunca? Bueno, una vez, en 'Las calles de nuestros padres', ligó en un avión, pero le salió mal. Lo que ocurre es que Méndez ya es mayor y, además, él presume de impotente, aunque no se sabe bien si lo es o si lo utiliza para inspirar confianza. En su tiempo, en los barrios bajos, había una prostitución abundante y él conocía muchas prostitutas que le inspiraban compasión o cariño. Y esas mujeres se han hecho viejas, pero él las sigue queriendo. Porque Méndez siente un afecto especial hacia esa gente que vive mal o que hace lo que no desea hacer.

¿Lo va a jubilar pronto, porque en 'Una novela de barrio' el propio Méndez dice que ya "tiene los papeles"? Méndez ya está en situación de retirarse, porque los policías tienen una edad obligatoria de jubilación. Para los investigadores son los 60, aunque puede prorrogarse, y Méndez se encuentra entre los 60 y los 65 años. Yo pienso que no puedo escribir muchas más novelas suyas porque, además, yo también soy mayor. Creo que en la próxima se jubilará.

Usted sigue escribiendo a máquina, ¿rompe mucho? Sigo escribiendo a máquina porque soy un anticuado y sí, rompo mucho. Muchas veces releo lo que he escrito, tengo la impresión de que no he sabido explicar lo que quería decir y lo destruyo. En este sentido, mi actividad comercial es nefasta porque si estoy medio año trabajando y después lo rompo, ya me dirás qué negocio he hecho.

¿Vive la novela negra un buen momento en España? Sí, sin duda, vive un buen momento. La gente se ha ido dando cuenta que este género permite contar las cosas como ocurren, utilizando caminos muy variados: desde una encuesta hasta una investigación policial. La novela negra es un reportaje de la realidad que vivimos. De todos modos, a mí me gusta más llamarla novela social. El término novela negra es una denominación acuñada por los periodistas y que suena muy bien.

Finalizamos, ¿qué lleva entre manos González Ledesma en estos momentos? Estoy trabajando en una novela casi terminada, de la que no quiero dar detalles. No ocurre en Barcelona, no es de Méndez y he trabajado en ella como una bestia. No es una novela histórica y la quiero terminar este año porque no sé si voy a vivir el próximo.

Y Francisco González Ledesma, o Silver Kane, últimamente también Enrique Moriel, se enfundó la chaqueta, posó para nuestras fotografías, bebió un trago de agua mineral y, escoltado por la sombra transparente del inspector Ricardo Méndez, bajó las escaleras hacia el sótano de 'La Casa del Libro' donde le aguardaban sus seguidores. "Seguidores, no, una secta", apuntó alguien, a lo que él, con una sonrisa en el gesto, alegó: "Secta, no, que no quiero que me procese Garzón".

'Atrapada en el espejo' de Gemma Lienas, terror psicológico o la realidad a la vuelta de la esquina

Herme Cerezo. Publicada en SIGLO XXI el 27 de noviembre de 2007.
El DRAE dice que un basilisco es "un animal fabuloso, al que se atribuía la propiedad de matar con la vista", una sutil cualidad en verdad. Una segunda acepción, también del DRAE, amplía el concepto a "persona furiosa o dañina". Bien, pues de eso, de un basilisco, de una persona "furiosa o dañina que mata con la vista" trata 'Atrapada en el espejo', la última novela de la escritora Gemma Lienas, con quien hace unas fechas compartimos algunos aspectos de la misma.

Gemma Lienas.La autora barcelonesa, en un momento dado, se interesó por los mecanismos psicológicos de dominación. "Es algo tan antiguo como el mundo y brota cada vez que un individuo o grupo de individuos acumulan poder y se consideran superiores a otros". Aunque los grupos humanos que han padecido estas lacras han sido muy diversos (negros, homosexuales, enfermos, dementes...), Gemma Lienas esgrime en su obra el precedente de la Alemania nazi. "Introduje a Himmler como referencia histórica en la novela para ilustrar este caso. Himmler fue una persona que presentaba múltiples caras: por un lado, era capaz de enternecerse ante un cuadro de belleza incontestable y, por otro, ordenar que gasearan a centenares de judíos en las cámaras compactas de un campo de concentración. Eso demuestra que el ser humano es tremendamente complejo, porque hay momentos en que una misma persona es absolutamente perversa y otros en que no lo es". Además para ser un verdugo "no hace falta estar loco. Los torturadores no sufren ninguna patología. Cuando se producen estos casos es porque por medio existe un factor cultural, que les inclina a anteponer su superioridad a la de los otros, unido a la posesión de armas y poder".

Con 'Atrapada en el espejo', Gemma Lienas prosigue este interés por los conflictos psicológicos. "Desde siempre me he interesado por los conflictos emocionales, porque la línea entre la salud mental y la enfermedad es tan tenue que todo el mundo en algún momento de su vida la cruza". Claro que para escribir sobre ello ha debido documentarse profundamente: "He leído mucho sobre psiquiatría y psicología y conozco a muchos profesionales de la materia, la mayoría excelentes, aunque algunos no tanto".

El argumento, aparentemente sencillo, tiene como teórica protagonista a Gina, una investigadora de las relaciones de dominación entre seres humanos en los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial. Al recibir la noticia del fallecimiento de su amiga Laura en un accidente automovilístico, decide regresar precipitadamente a nuestro país para asistir a su entierro. Gina, con perseverancia digna de hormiga "tafanera" (curiosa o husmeadora en catalán; utilizo este adjetivo porque lo considero tan válido como cualquier otro barbarismo), se entrevistará con todas las personas que conformaron el mundo de Laura en sus últimos años. Así descubrirá que bajo aquel accidente se oculta algo mucho más terrible, que no voy a desvelarles ahora, porque un reseñista no debe jamás "contar la película". A lo sumo, como le escuché decir en una ocasión al escritor Manuel Vicent, puede presentar un "trailer", (otro barbarismo, ¿lo ven?) es decir, algo de información, pero poca, la necesaria para calentar al posible lector y estimular su voracidad cultural.

Bàsil es para mí el verdadero protagonista de esta novela, la persona dañina que mata con la vista. "Es un hombre que juega sus bazas – explica Gemma –. Se muestra hábil, encantador, atractivo y, además, se hace el desvalido, algo que siempre funciona con las mujeres por la tendencia que tenemos de compadecernos del sexo contrario. Y esta actitud salvadora lo único que consigue es fastidiarnos a nosotras mismas. Es una cuestión cultural, de educación". El componente sexual de Básil también le ayuda en su propósito. "Sí, claro. El atractivo sexual funciona mucho con mujeres. En los campos de concentración, evidentemente, carecería de sentido pero en la vida cotidiana cobra plena validez". A todo lo anterior, Básil, añade otros recursos para actuar: los refuerzos positivos: "Los refuerzos positivos, que no son más que pequeños detalles, funcionan perfectamente y terminan de atar a la víctima con su verdugo. El torturador mantiene su status dosificándolos convenientemente. Y la víctima, la mujer en este caso, presenta una autoestima muy baja y espera ese refuerzo porque justifica todos sus sufrimientos. Con esa pequeña recompensa tiene suficiente. Y eso es duro porque, a pesar de todo, a pesar de ese síndrome de Estocolmo, no puedo entender cómo todavía una mujer puede querer a su maltratador". Por otro lado, este maltrato psicológico no se puede denunciar, ni es privativo de una clase social determinada. "No, no se puede demostrar ni denunciar, porque no deja huella palpable. Y se da en cualquier estamento, la tortura no es patrimonio de una clase social determinada. La novela es un buen ejemplo de ello".

'Atrapada en el espejo', está concebida como una estructura circular no cerrada, en la que cada personaje aporta su granito de arena para proporcionar al lector las suficientes pistas que le permitan configurar la singular personalidad de Básil, cuyos comportamientos no pasan inadvertidos para nadie. "Al principio, pensé en contar la historia desde el punto de vista de la víctima. De este modo los roles de víctima y verdugo hubieran estado claros desde el principio. Pero yo quería que el lector pensase, que se involucrara y descubriese por sí mismo la historia". Todos los que intervienen (Sergio, Miguel, Ana, Raquel ...) aportan nuevos datos: unos, para corroborar lo que dijo el que les antecedió; otros, para ampliar lo ya dicho o, incluso, para contradecirlo abiertamente, suministrando puntos de vista diferentes. Sin duda, este es el apartado más rico de la novela, el nudo gordiano, porque, además, en este sentido, Gemma Lienas es tremendamente equitativa hasta el punto de que permite a Básil contar su propia versión de la historia. "Si uno se fija, observa que en mi novela cada personaje habla de un modo distinto. Es algo consciente. Algunos hablan en primera persona, porque existe una relación muy estrecha entre Gina y ellos. Otros, sin embargo, lo hacen en tercera, porque eso marca una distancia y es la propia protagonista quien resume e incluso interpreta lo que le han contado". En mi opinión, es particularmente significativa la voz del psiquiatra Mascarós, que se pasa por el arco del triunfo su supuesto código deontológico, tamizada por los "admitía, recordaba, confesaba, reconocía, aseguraba o pensaba" que le atribuye Gina al transcribir sus palabras. "Mascarós cuenta tantas cosas sobre su paciente, en primer lugar, porque es un fatuo y quiere demostrar sus excelencias como especialista en la materia. Y en segundo, porque tiene sentimiento de culpa, ya que sabe que ha errado en su diagnóstico y eso le lleva a justificarse".

Para Gemma Lienas, el proceso de creación de sus novelas es largo. "Escribir 'Atrapada en el espejo' me ha ocupado cuatro años. Primero fui almacenando datos en libretas y luego tecleé la historia en el ordenador, aunque la corrección posterior, como siempre, la hice a mano, sobre el papel impreso". Y también complejo. "Trabajo mucho los personajes, porque como escribo sobre el conflicto emocional, necesito conocerlos muy bien ya que, con el transcurso de la novela, varían su comportamiento". La escritora tiene un sistema propio para desarrollar sus obras: "Al empezar siempre conozco el final de la historia de antemano. Así que mi trabajo consiste en llegar hasta ese final". Lienas afirma sentirse muy a gusto con todo lo que hace, pero "si tuviera que elegir me quedaría con la escritura de novelas para adultos, aunque este género no me permite manifestarme a mí tal como soy, puesto que adopto los roles de cada uno de los personajes que no son los míos".

Leer 'Atrapada en el espejo' es un ejercicio de introspección, de investigación, de observación. ¿Cuántas situaciones como las que narra esta novela percibimos a nuestro alrededor día tras día? Muchas, sin duda. Y lo que es todavía peor: las vemos pero no las detectamos porque aparentemente no ocurre nada. Quizá su lectura nos proporcione una nueva herramienta, una linterna con la que alumbrar esa jungla diaria que es nuestra vida, y la de los otros, donde se ocultan muchas verdades insospechadas, auténticas realidades que nuestros ojos no ven pero están a la vuelta de la esquina. Sí, de la esquina.

'Atrapada en el espejo', de Gemma Lienas. El Aleph Editores, septiembre 2007. 219 páginas, 17 euros.

jueves, 6 de agosto de 2009

Premio Planeta 2007: Juan José Millás y Boris Izaguirre cruzan el Rubicón



Herme Cerezo. Publicado en SIGLO XXI, el 21 de noviembre de 2007
En un país en el que se publican casi setenta mil libros al año, la edición de dos de ellos no debería ni siquiera ser noticia. Pero en este caso no es así, porque hablamos de las dos novelas más esperadas, año tras año desde 1952, en la República de las Letras: los Premios Planeta. Y el día 19 de noviembre, Tiresias, o sea Juan José Millás, es decir, No-Tiresias, y Julia Brideshead Ponti, o sea Boris Izaguirre, es decir, No-Julia Brideshead Ponti, presentaron en Valencia 'El Mundo' y 'Villa Diamante', ganador y finalista, respectivamente, de la edición de 2007.

Después de soportar estoicamente, piernas cruzadas, chaleco formal, chaquetas abiertas y camisas sin corbata, el flasheo, ¡clip, clap, clip, clap!, y el parloteo "mira aquí, Boris, mira aquí, Juanjo" de los fotógrafos, ambos escritores se sentaron a la mesa, rodeados por periodistas, informadores y reporteros del tema cultural, dispuestos a comentar sus obras.
Boris Izaguirre y Juan José Millàs en Valencia.'

EL MUNDO' Y 'VILLA DIAMANTE'

Fue Boris, el reparto de papeles parecía claro entre ambos escritores, quien habló primero para explicar que, en su opinión, 'Villa Diamante', era su mejor novela, una ficción donde Ana Elisa, una mujer poco agraciada físicamente, vive una vida salpicada de sobresaltos: "Traté de que fuera una novela larga, una novela-río, que atrapara y no te dejara nunca, que la protagonista atravesara por un montón de situaciones", dijo antes de añadir que se sentía "enormemente satisfecho por haber obtenido el premio".


Por su parte, Juan José Millás explicó que 'El mundo' era una novela autobiográfica "o una biografía novelada, que yo no sé nunca donde cargar el acento, porque está escrita con idéntica voluntad de biografía y de novela". Su personaje principal es el propio Millás y comienza justamente en Valencia, ciudad de la que "fui arrancado a los seis años y a la que no volví hasta casi los treinta". Esta situación produjo una herida que seccionó su vida porque "tengo claros qué recuerdos corresponden a mis seis años y cuáles a después. En la infancia, los recuerdos se confunden, pero en mi caso la división estaba clara porque aquel viaje los seccionaba en dos". Aquel cambio de residencia fue traumático para Millás porque "yo salí de una ciudad donde tenía felicidad, sol, playa, mar y luz para de repente, caer en un suburbio de Madrid, que era una ciudad opaca, gris, y dónde conocí el frío, una experiencia completamente nueva para mí". Desde aquel momento el escritor valenciano, entonces niño, intentaría escapar de aquella calle de espacios cerrados. Y el libro es la historia de esa fuga y de "la sorpresa que me produjo ver que aquella calle de la que escapé, estaba en todas partes, en todo el mundo, y cuando salía a callejear me encontraba siempre con ella. De ahí la metáfora que da título al libro".

LA GIRA DE DOS MARCIANOS

Ambos autores se manifestaron muy satisfechos de la gira de promoción. "Somos los primeros escritores que no se quejan del éxito porque lo estamos pasando muy bien. Los periodistas no nos parecen unos pesados", dijo Millás, mientras Boris apuntaba que "los domingos se están convirtiendo en días especiales porque en ellos comienzan nuestras giras semanales". La convivencia, además, estaba resultando fácil y fluida: "Primero nos agobiamos en buscar qué cosas teníamos en común, pero con el transcurso de los días hemos descubierto que lo bueno no es lo que nos une sino lo que nos separa, lo que nos hace distintos, porque ya sabéis que el Planeta lleva consigo el convertirse en el siamés de otra persona durante el tiempo que dura la promoción. Imaginad a un siamés pegado a otro siamés idéntico, sería muy aburrido. Nosotros somos siameses asimétricos, que es mucho más inquietante que dos gemelos iguales. Somos asimétricos, distintos, porque procedemos de culturas diferentes, de países diferentes, de mundos diferentes, de edades diferentes y de caracteres diferentes", aclaró Millás, quien siguiendo con este tono distendido manifestó que "yo soy una persona cargada de prejuicios, algo que sin duda tiene mucho que ver con mi educación, con mi formación emocional. Boris sin embargo carece de ellos. Y estas cosas nos han ido convirtiendo en dos marcianos y hemos fascinado con el espectáculo que el uno le ofrece al otro". Boris añadió que "estas diferencias les estaban enriqueciendo muchísimo" y desveló que habían establecido un pacto: "no vamos a leer el libro del otro hasta que acabe todo, aunque más o menos nos vamos colando algunas cosas, más que nada por la curiosidad propia de romper ese pacto".

Volviendo sobre su novela, Millás dijo que "en 'El mundo' no hay ninguna intención de pintar un retrato sociológico de época, aunque como efecto secundario, colateral, sí se cuentan cosas y, como todo el mundo sabe, los efectos colaterales son más eficaces que cuando se busca directamente el objetivo. La novela de Boris arranca de un conflicto, el de dos personas que pierden la condición social y económica que poseían, y en la mía ocurre lo mismo. Es algo curioso que nos ha hecho reflexionar mucho sobre la función de la literatura, sobre cómo se escribe siempre desde el conflicto, porque es imposible escribir fuera de él: algo se rompió y algo se intenta arreglar utilizando la literatura como herramienta". Boris explicó que "la novela de Juanjo es sobre un niño y la primera parte de la mía habla de dos niñas de familia bien, dos hermanas muy unidas que se convierten en su propio universo".

Sobre el proceso creativo de ambos escritores, Millás contó que él escribe de madrugada, desde las cinco hasta las ocho u ocho y media de la mañana, siempre en ayunas, "porque todo lo que se hace después del desayuno, todo el mundo lo sabe, está contaminado. Hasta Jesucristo, antes de comenzar su misión, anduvo ayunando cuarenta días. Yo no estoy tanto tiempo, pero sí procuro escribir en ayunas". Izaguirre dijo que siempre había escrito "al mismo tiempo que trabajaba para otro medio. Nunca he podido dedicarme sólo a escribir y he aprendido a convivir con ello. Escribo de ocho y media a once y nunca lo hago de noche, siempre con luz. Lo que se crea de noche, la mañana lo descrea". "Cuando estoy escribiendo como periodista para mí también es muy importante. No entiendo el periodismo como una actividad mercenaria, siento un gran respeto por ella, la considero fundamental para enriquecer mi faceta literaria", afirmó Millás. Boris, por su parte, dijo que "yo aprendí un oficio, el de escribir novelas, que luego me ha servido de mucho, para entender ciertos elementos de los argumentos, indispensables para construir las historias y especialmente los diálogos. Además pasar de un trabajo a otro no me cuesta nada, cambio muy rápido el chip".

EL CAJÓN DE LOS ESCRITORES

Millás apuntó también que siempre hay "elementos autobiográficos en todo lo que escribimos, porque uno escribe desde su propia experiencia. Lo que ocurre en 'El mundo' es que en esta novela el personaje se llama Juan José Millás y está escrita por Juan José Millas. El Millás real construye un niño fantástico que era como él y ambos interactúan, uno sobre el otro, a lo largo de la escritura y los dos se van construyendo mutuamente como individuos: el niño irreal sobre el escritor real y el escritor real sobre el niño irreal. Evidentemente he reescrito mi infancia". Y prosiguió: "Una de las operaciones más complejas que hacemos los seres humanos es la construcción del yo, de nuestra subjetividad. Somos una página en blanco y, a través de un proceso complicado, llegamos a ser Boris Izaguirre o Juan José Millás, bueno, en realidad, no llegamos a serlo nunca porque esa construcción siempre está en marcha hasta que comienza la caída y dejamos de ser quienes somos, sin que sepamos exactamente cuándo dejamos de ser nosotros. A veces, en esa construcción del yo, conviene revisar las infraestructuras, sobre todo cuando uno ve que algo no funciona o no le gusta. 'El mundo', en cierto modo, es un regreso a los cimientos para ver qué ocurría ahí".

Millás, que monopolizó la última parte de la rueda de prensa, habló a continuación sobre el pudor de presentar 'El mundo' al premio, puesto que se trataba de una novela que trataba sobre sí mismo. "Sentía un pudor relativo cuando lo terminé. Pensé que era un libro con una exposición personal grande y eso me hizo guardarlo en un cajón — ¿qué tendrá ese famoso cajón que todo escritor de prestigio tiene?, pregunta quien esto suscribe — durante año y medio. Luego volví a leerlo con la distancia del tiempo transcurrido, como si fuera de otro. Y entonces me gustó, porque presentaba unas bondades superiores al pudor que me pudiera inspirar. Del pudor me curé con mi primera novela, cuando al tenerla impresa entre mis manos, mi máximo deseo, comprendí que iba a leerlo gente muy cercana: mis padres, mis tíos, mis hermanos. Aquello me produjo tal ataque de pánico que si hubiera podido hacer marcha atrás lo hubiera hecho, a pesar de que lo que más desea todo escritor es ver su obra editada. Luego se publicó, no ocurrió nada y me curé completamente del pudor".

Boris comentó que a pesar de coincidir ambos en el programa 'La Ventana' de la cadena SER, ninguno le comentó nada al otro, "y es curioso porque de mí se puede esperar todo y tal vez yo hubiera tenido que comentárselo a Gemma, pero me callé desde el primer momento. Ni mi propio marido lo sabía. Un amigo me prestó una casa en Uruguay y allí me refugié porque quería estar solo en el invierno austral, pasando un frío impresionante, mientras en Europa era verano. Me enteré de que Juanjo era un firme candidato al Planeta la misma noche del domingo". Por su parte, Juan José Millás dijo que "llevé el asunto con la máxima discreción. Quería protegerme de la posibilidad de no ganar el concurso, aunque una vez leída resultaba difícil no saber que la novela era mía. La víspera por la noche hubo una filtración, supongo que proveniente del jurado, y se descubrió mi nombre. Hasta entonces nadie había dicho nada y el jurado me había protegido, fue una solidaridad entre escritores. Utilizar un seudónimo tenía todo el sentido del mundo porque unos días antes del premio se facilita la relación de finalistas y mi nombre no podía aparecer ahí por si no ganaba. En caso de perder, la novela lógicamente hubiera quedado devaluada. El autor tiene todo el derecho a proteger a su criatura".



FINAL

"Yo sé que soy mi peor enemigo para el hecho de escribir porque nunca voy a ser tomado en serio. Siempre me va a preceder este número de persona que no se sabe cómo tomársela porque viene gritando que ha estado preso en Mónaco o que Carolina de Mónaco somos todos. Aunque cuando escriba una novela, ésta no hable de nada de eso. Yo sé que esa es mi condena, pero no tengo la fuerza para luchar contra lo que yo mismo he creado". Estas fueron las manifestaciones de Boris Izaguirre en una entrevista concedida a la periodista Milagros Socorro para el diario 'El Universal' hace algún tiempo. Evidentemente, con el galardón conseguido, el escritor hispano-venezolano, como él mismo ha dicho después en algún medio de comunicación, se siente ahora "un escritor de verdad, porque ganar el Planeta es como conseguir el título de escritor".
Nada más, mis improbables lectores, que disfruten con los libros no de Tiresias, sino de Juan José Millás, y no de Julia Brideshead Ponti, sino de Boris Izaguirre. Ambos han cruzado ya el Rubicón de la opinión pública. Y también de la "especializada".

martes, 4 de agosto de 2009

Antonio Orejudo, escritor: "El escritor no es una persona que escribe sino que borra"


Herme Cerezo. Publicada en SIGLO XXI el 31 de octubre de 2007Conocer a Antonio Orejudo (Madrid, 1963) es una de las buenas cosas que me ha deparado el tiempo. Con el autor madrileño, que es además profesor de Literatura en la Universidad de Almería, que acostumbra a escribir cuando la ciudad todavía no bosteza, que se debate –eterna incógnita, eterna duda– entre su espíritu letraherido y la vida familiar, charlamos sobre la reedición por Tusquets de su primera novela Fabulosas narraciones por historias (publicada originalmente por Lengua de Trapo), sobre literatura y algunas cosas más.

¿No se dedica a la Literatura a tiempo completo, verdad?No, no, yo no como de esto, soy profesor de Literatura en la Universidad de Almería.

Y ¿eso influye a la hora de escribir?Eso va según el carácter de las personas. Si yo tuviera que comprarles los zapatos y los abrigos a mis hijos con el producto de mis novelas, fracasaría como escritor porque estaría obligado a producir constantemente.


Al leer sus ’Fabulosas narraciones por historias’ es inevitable citar ‘Las máscaras del héroe’ de Juan Manuel de Prada.Sí, claro, es una novela que a mí me hizo mucho daño porque debimos escribirla en la misma época, aunque seguramente yo la empezaría antes que él porque soy más viejo. Pero cuando salió la mía, hacía dos meses que se había publicado la de De Prada y, claro, inevitablemente, la gente pensó que no era sino otra novela sobre el mismo tema. Lo cierto es que había pocas obras escritas sobre la Generación del 27 y la Dictadura de Primo de Rivera y, de repente, dos a la vez. Precisamente, uno de los motivos de volver a publicar ‘Fabulosas narraciones por historias’ es porque en su momento no circuló lo suficiente a causa de todas estas cosas.

Parece muy seguro de su novela, a pesar de que fue su ‘opera prima’.Diez años después, sigo estando muy seguro de ella. Tiene una desfachatez y una desvergüenza que no posee ninguna de mis novelas posteriores. Cuando escribes una segunda y una tercera novela te comportas un poco como el rehén de tu imagen como escritor. Al escribir "Fabulosas historias", yo era libre y eso te da una fuerza que no puedes conseguir en las siguientes. Aquí me puse el mundo por montera y escribí lo que me dio la gana y aunque ahora también diría que lo hago, no estoy tan seguro de ello.

¿Cómo se definiría como escritor?Tengo una idea de la literatura muy parecida a la de los cantantes que van de pueblo en pueblo. Si hay algo que detesto es repetirme. Me brotarían sarpullidos sólo de pensar que yo pudiera escribir como Javier Marías, que siempre hace el mismo libro seccionado en partes arbitrarias. Él es un modelo de escritor con un discurso que va fraccionando en diez, quince o veinte novelas. Yo no voy a escribir ‘Fabulosas narraciones 2’, ni ‘Ventajas de viajar en tren 2’, ni ‘Reconstrucción 2’. No. Yo cambio de registro y de tema cada vez. Para mí el escritor es un elemento más de la industria del entretenimiento, no tengo una idea muy trascendente de la Literatura. Creo que mi principal trabajo consiste en entretener en el sentido más noble del término, porque la palabra entretenimiento no está demasiado bien vista.

De su respuesta anterior, deduzco que la literatura intimista le interesa poco.La literatura intimista no me interesa nada. En primer lugar, porque mis contemporáneos me parecen personas muy poco interesantes y en segundo lugar, porque a mí me gustan novelas en las que a los personajes les suceden cosas. Prefiero, además, que el lector descubra cómo es el personaje, su perfil psicológico, a través de lo que hace en la novela. El Quijote es el arranque de la narrativa moderna y los protagonistas evolucionan a lo largo de ella. Don Quijote y Sancho no son los mismos al principio que al final y todo lo consigue Cervantes mediante el mecanismo acción-palabra.

¿Sus novelas son preconcebidas o espontáneas?Al empezar una novela tengo una idea general de lo que va a pasar y un esquema de por donde, más o menos, irán los tiros. Pero me dejo sorprender por el desarrollo de la creación. Pienso, además, que un escritor no debe ser una persona que escribe sino que borra. Para mí escribir una novela es realmente el proceso posterior a su escritura. Y eso no es fácil, porque tienes quinientas páginas con escenas que te gustan pero que no puedes incluirlas porque no tienen cabida. La tijera de podar es la herramienta básica del escritor.

¿De dónde parten sus novelas?Depende: de un personaje, de una frase, de un tema, de una idea. ‘Ventajas de viajar en tren’ es la novela que escribí más a ciegas. Al principio, constaba de cuatrocientas páginas y, al final, se quedó en ciento cincuenta. En ‘Fabulosas narraciones’ tenía una idea: quería hablar del final de la amistad masculina: somos amigos a los 18 años y, luego, esas personas que nos parecían tan importantes se distancian y esfuman. Al cabo de los años ni siquiera son ya un rostro. En ‘Resurrección’ yo andaba metido en otra cosa y, entonces, cayó en mis manos un libro de Stephan Zweig, que trataba sobre Calvino y donde aparecía un personaje residual que era Miguel Servet, pero a mí me resultó tan fascinante que empecé a documentarme y salió esa novela.

¿Invirtió diez años en escribir ‘Fabulosas narraciones’?Estuve diez años con ella, pero haciendo además otras cosas. Yo siempre pongo el mismo ejemplo y es que esta novela es lo más parecido a un cocido que conozco. He ido añadiendo de todo en ella, igual que un ama de casa hace con el puchero: mete una col, una gallina, una patata, tocino, etcétera. Y al final sale el cocido. Bueno, pues esta novela es igual. Yo puse el agua a hervir y, en diez años de mi vida, ocurrieron muchas cosas que fui introduciendo en ese puchero.

¿Ortega y Gasset es un personaje importante en su novela?Bueno, mi novela trata de la amistad como ya dije, pero Ortega aparece en ella. En palabras de uno de los personajes, Ortega era un tipo inteligente, malvado, insolente, soberbio, pero que pasó a la Historia sólo por el primer adjetivo: inteligente. A mí me interesaban las aristas, la trastienda de los personajes, lo que contaban otras personas sobre ellos. Y en ‘Fabulosas narraciones’, desde el principio, vemos esa trastienda y Ortega aparece como un donjuán de primer orden, al que le gustaban mucho las condesitas, las marquesitas, las "corcitas" como las llamaba él. En uno de sus tratados escribió que en el amor el hombre caza "corcitas". Y yo creo que se refería a él mismo.

¿Es mejor para escribir sobre España vivir fuera de ella?En este tipo de novela castiza pienso que sí. Si hubiera permanecido aquí no la hubiera escrito igual. Mientras la escribía, vivía en Nueva York y pude leer muchas cosas que si hubiera estado en España probablemente no las hubiera leído. Además en aquella época asistí a un curso sobre Ortega y Gasset, impartido por un profesor que conoció al propio filósofo. Para mí aquel curso fue un tesoro.

¿Ha molestado a alguien tu novela?
¡Que más hubiera querido yo! Si hubiera molestado a alguien, sin duda ‘Fabulosas narraciones por historias’ habría sido un éxito de ventas. En la primera edición, mi editor me obligó a poner algo así como que todo lo que contenía el libro era pura ficción. En la reedición lo he suprimido. Pero si alguien se hubiera molestado y nos hubiera puesto entonces una denuncia, otro gallo nos hubiera cantado.

En ‘Fabulosas narraciones’ hay mucho humor, un humor fino, engrasado, que se desliza como el aceite, muy del estilo de Zweig.Sí, ahí debe haber algo de Zweig porque él es un maestro en eso de borrar. Cuanto más borro más me parece que escribo.

¿Esto del humor es una apuesta personal en su vida?A mí me gustaría escribir algo serio pero soy incapaz porque me sale el humor. Supongo que eso forma parte de la persona. Cada vez estoy más convencido de que el humor es una de las manifestaciones más abiertas de la inteligencia. Lo que ocurre es que en España tiene muy mala prensa. Cosa paradójica en un país cuyas novelas emblemáticas son ‘El Quijote’ y ‘El Lazarillo de Tormes’, claramente humorísticas.

Literatura de humor no hay mucha ¿no?en efecto, hay muy poca. Una persona como Mihura en otro país sería una figura, aquí es un facha. Su obra ‘Tres sombreros de copa’ es una comedia desternillante, surrealista, pero está desprestigiada. Igual que el humor.

¿El humor es algo peligroso?En ‘El nombre de la rosa’ de Humberto Eco, cuando Guillermo de Baskerville pregunta al fraile ciego por qué ha destruido el libro de Aristóteles, le responde que lo ha hecho porque este libro trataba de la risa y la risa es mala porque combate al miedo y el miedo es el principal sustento del poder. Eso ya es un motivo para reivindicar el humor, que es lo más subversivo que existe. El poder teme al humor que se convierte en un arma para combatir el poder, más efectiva que la crítica política. Y combatir el poder es saludable, un ejercicio de higiene individual. Cada ciudadano, desde su parcela, debería combatir el poder cada día.

¿No le tientan los relatos cortos, los cuentos?He hecho cuentos, pero esto es como el atletismo: unos trabajan distancias largas y otros, cortas. Es un problema de concepto. Cada vez que tengo una idea, siempre pienso en distancias largas, en novelas y si una idea sola no me alcanza para una novela, trato de reunir varias para conformar una. Creo que el temperamento también influye: las personas nerviosas tienden a lo corto, a lo inmediato, al cuento.

Y para terminar ¿en qué anda metido Antonio Orejudo ahora?Pues no lo sé muy bien, aunque hago cosas desde luego porque no paro de escribir. Llevo una narración entre manos bastante avanzada. De momento, amontono páginas escritas hasta que ponga el punto final.

Javier Marías, escritor: '¿Quién conocerá el rostro que tendrá mañana?'





Herme Cerezo. Publicado en SIGLO XXI el 5 de octubre de 2007.

El escritor presentó en Valencia la tercera y última entrega de la aventura literaria que comenzó en 1998

El 4 de octubre de 2007, Javier Marías ofreció una rueda de prensa en el Hotel Astoria de Valencia para presentar su nuevo libro ‘Veneno y sombra y adiós’, tercer y último volumen de ‘Tu rostro mañana’, la ingente aventura literaria en la que se embarcó el 3 de septiembre de 1998 y que ahora echa anclas en las librerías españolas.

Es indudable que existe un halo de romanticismo y emulación en la aventura literaria emprendida por Javier Marías hace nueve años, cuando todavía medíamos la vida en duros y pesetas. Su empeño en no utilizar ordenador, "escribo a máquina, corrijo a mano y lo vuelvo a pasar a limpio porque así me integro más en la novela", hace que la envergadura de esta obra sólo pueda compararse con los trabajos literarios desarrollados por escritores de los siglos XIX y XX: Faulkner, Hugo, Proust, Dickens, Flaubert, Conrad o Dumas (éste último, con "negros" o sin ellos), muchos de los cuales no tuvieron ni una "Underwood" que llevarse a los dedos, ni tampoco teléfono en algunos casos. Todo ello dificultaba sin duda su cometido, pero sin duda también, incentivaba su concentración mental y, sobre todo, memorística. Estamos pues, ante todo un reto, toda una apuesta consigo mismo y sus lectores, especialmente si tenemos en cuenta que el escritor madrileño, al haber publicado individualmente ‘Fiebre y lanza’ y ‘Baile y sueño’, las dos primeras partes de ‘Tu rostro mañana’, autocercenaba su capacidad de maniobra para variar situaciones, alterar temporalidades o enmendar errores en el supuesto de haberlos cometido: "Decidí ir publicando los volúmenes sin esperar al final por respeto al lector. Así, si el primer tomo no le gustaba, no hacía falta que comprase el resto".

Javier Marías en la presentación de su nueva novela en el Hotel Astoria de Valencia.Marías ha escrito más de mil seiscientas páginas en las que, a pesar de haberse tomado los lógicos y, en algún caso, dolorosos momentos de descanso, no se aprecia alteración alguna en la voz narrativa: "Las pocas personas que ya han leído completa la obra, me dicen que no se percibe cambio en el tono narrativo. Yo supongo que cuando uno se instala en un mundo de ficción, ese mundo queda preservado de todo lo que es la vida real. Por ejemplo, cuando murió mi padre me encontraba en la página ciento veintiocho y la había dejado en una frase a medias, sin punto y seguido ni nada. Veinte días después, al retomar la narración, continué desde allí mismo". Y es que el fallecimiento de su padre, que también aparece en la novela bajo el nombre de Juan Deza, supuso un durísimo golpe para Marías: "Cuando la vida real se impone con demasiada crudeza sobre uno mismo, el escritor no escribe, pero si lo hace, por respeto al lector, por respeto al libro, debe dejar de lado lo que le ocurra en el plano real".

Javier Marías tenía claro que ‘Tu rostro mañana’ sería una obra extensa, aunque no pensaba que alcanzaría sus dimensiones finales: "Al comenzar a escribirla sabía que llevaba entre manos una novela de cierta extensión, pero en su gestación creció por sí misma. No pretendo que me recuerden por su tamaño ni mucho menos: a Cervantes le ocurrió algo parecido, puesto que ‘El Quijote’, en principio, sólo iba a abarcar los seis primeros capítulos del libro definitivo". Lo que sí tiene claro el autor madrileño es que ‘Tu rostro mañana’ es una novela, no una trilogía: "Últimamente, en España se usan las palabras muy a la ligera. Yo no he escrito una trilogía, que son tres libros diferentes que tienen algún nexo en común, sino una novela dividida en tres volúmenes y cuya lectura, además, debe hacerse por orden de publicación, porque a nadie se le ocurre empezar a leer una novela de quinientas páginas por la doscientas".

Toda obra literaria arranca o se configura a partir de un chispazo, les ocurre a todos los autores. Y con Marías no podía ser de otro modo: "Es lo que Nabukov denominaba el primer latido y suele ser una idea nimia, una imagen, que regresa, se repite, se amplía y se condensa en la mente hasta que tiempo después uno teclea unas cuantas líneas a ver qué ocurre". El fogonazo inicial de "Tu rostro mañana" fue una conversación "que sostuve con Russell, en la novela Wheeler, un hombre discreto, que había trabajado para el Servicio Secreto Británico y con el que me unía una gran amistad de muchos años, y que me contó algunas cosas sobre este asunto. A la chispa inicial se unió el conocimiento de que los miembros del MI6, en el periodo que abarca desde el fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín hasta el atentado contra las Torres Gemelas, ante la falta de trabajo, tenían que emplearse por cuenta ajena y captar clientes para ganarse la vida con el consentimiento de sus jefes. Y ello me llevó a pensar para quién trabajaba en verdad toda aquella gente".

Sobre su proceso creativo, Javier Marías señaló que "mientras algunos escritores lo tienen todo atado y planificado al milímetro, yo no tengo decididas mis novelas de antemano. Sé a dónde quiero llegar pero ignoro el camino. Conocerlo y tenerlo todo controlado sería muy aburrido porque si conozco la historia, ¿para qué voy a contarla? Me gusta que las novelas sean organismos vivos, aunque no en el sentido de que gocen de autonomía plena. Mis personajes no son autónomos, no se me escapan. Yo siempre decido qué pasa sobre la marcha. Y mis decisiones las tomo de modo arbitrario o azaroso, porque el azar también interviene en la escritura de mis libros. Mi siguiente reto consiste en que todo lo que entró en la novela producto del azar, se convierta en un elemento relevante de la obra".‘Tu rostro mañana", el título de su novela, obedece a una reflexión sobre el modo de manejarse del ser humano, que nunca termina de conocerse a sí mismo: "Hay gente que no lleva maldad dentro y que siempre se comportará con nobleza, pero nunca sabemos todo de nosotros mismos.

¿Quién conocerá el rostro que tendrá mañana? ¿Cuántas veces nos sorprendemos por cosas que hacen algunas personas o por cómo reaccionan ante situaciones concretas? A veces hay avisos, indicios, señales, de cómo son realmente los seres que tenemos a nuestro alrededor. Pero no siempre creemos en lo que detectamos, porque pensamos que esas personas jamás nos van a traicionar y eso no es así siempre". Y esa es precisamente la cualidad que posee Jacobo Deza, el narrador de ‘Tu rostro mañana’, condición por la que le contratan para su trabajo: "Deza ve las cosas como son y en lugar de despreciarlas, no las olvida, toma nota y las transmite. A diferencia de los demás, él no se niega a ver lo que cree ver".Como remate y para hacerles los dientes largos hasta que esta obra caiga en sus manos, mis improbables lectores, les incluyo aquí el primer párrafo del último capítulo de ‘Veneno y sombra y adiós’, que lleva por título ‘Adiós’, una muestra de lo que van a encontrar en su interior, los matices y el tono de las reflexiones con las que Javier Marías ha revestido ésta que, todo el mundo, comienza a considerar su ‘opera magna’: "A veces uno sabe lo que quiere hacer o lo que tiene que hacer o incluso lo que piensa hacer o lo que va a hacer casi seguro, pero necesita que además se lo digan o se lo confirmen o se lo discutan o se lo aprueben, en cierto sentido es una maniobra que uno lleva a cabo para descargarse un poco de responsabilidad, para difuminarla o para compartirla, aunque sea ficticiamente, porque lo que uno hace lo hace tan sólo uno, independientemente de quién nos convenza o nos persuada o nos aliente o nos dé el visto bueno, o hasta nos lo ordene o encargue". Eso, ni más, ni menos.____________________

Rafael Solaz, bibliófilo, documentalista, escritor... un detective del pasado







Herme Cerezo. Publicada en SIGLO XXI el 4 de julio de 2007
Nacido en Valencia, 1950, a sus once años compró ‘Las aventuras de Tom Sawyer" de Mark Twain, primero de los nueve mil ejemplares que componen su biblioteca. De vocación artística y formación autodidacta, Rafael Solaz Albert no ha parado de coleccionar y perseguir libros, como un Lucas Corso de carne y hueso. Trabajador de banca durante más de treinta años, recorrió varias ciudades españolas hasta regresar a Valencia, su gran pasión, el norte de su vida junto con su familia y los libros. Guarecidos del calor del junio mediterráneo en la terraza de su domicilio, hace unos días nos pusimos a charlar de él, de su vida y de sus proyectos.

¿De dónde arranca la afición por los libros de Rafael Solaz? Es una cosa muy extraña porque en mi casa, desgraciadamente, no había libros, ni dinero para ellos. Tuve que ponerme a trabajar muy joven y mi primera novela, ‘Las aventuras de Tom Sawyer’, la compré en las ‘paraetas de Sant Joan’ con las estrenas navideñas. Yo tenía entonces once años y me apasionaba este mundo. Mira hasta qué punto llegó la cosa que el único libro que había en mi casa, la Guía Telefónica, casi me la leí entera. Con esto quiero decir que mi pasión por los libros no me la inculcó nadie, es algo innato.
Y entonces Rafael Solaz se convirtió en un coleccionista, un detective del pasado, un cazalibros, un bibliófilo de reconocido prestigio. A los quince años entré como botones en un banco y a los veinte me destinaron a Madrid, donde conocí a la esposa de un librero de lance a la que le caí bien. Resultó que la mujer era de Xàtiva y como yo siempre le pedía libros sobre Valencia, se comprometió a guardarme todos los que le llegaran. Más tarde, conocí a Manuel Marqués, abogado y escritor, que poseía una biblioteca espléndida. Como no tenía hijos me la fue vendiendo poco a poco. Esos fueron los inicios de mi colección, que fui incrementando en la medida de mis posibilidades. Por mis manos han pasado ejemplares extraordinarios, únicos, muchos de los cuales no los pude adquirir por razones económicas, pero otros sí. Me he centrado especialmente en libros sobre Valencia, las crónicas y esas pequeñas historias que se cuentan, relacionadas con el costumbrismo valenciano. El noventa por ciento de mi biblioteca, nueve mil libros más o menos, pertenece a autores valencianos, trata de Valencia o ha sido editado por imprentas valencianas.
Evidentemente, su interés por la lectura es enorme.Claro. Siempre he leído literatura moderna y libros antiguos, pero jamás me he ido a dormir sin leer. Ni una sola noche.Decía en el encabezamiento que Rafael Solaz era un Lucas Corso, ese personaje nacido de la pluma de Pérez-Reverte, pero un buen día este cazalibros decidió escribir sus propias obras, ¿de dónde surgió esta idea?Yo compaginaba mi trabajo en el banco con la preparación de fichas y apuntes sobre los temas que me interesaban. La aparición del ordenador fue muy importante para mí, porque pude volcar ahí todo el trabajo que había realizado. Cuando me jubilé, llegó la hora de aprovechar todo ese cúmulo de datos. Mi primer libro, ‘Pulverizadores Geno’, fue un encargo de la propia empresa para conmemorar el centenario de su existencia. Se trataba de una edición limitada, muy cuidada y de contenido muy interesante, porque cien años en la vida de una empresa da para mucho: guerras, hambre, miserias, avances tecnológicos ...
Y después de ‘Pulverizadores Geno’ vino todo lo demás. Efectivamente, en 2001 publiqué un opúsculo ‘La calle de San Fernando de Valencia’; en 2002, ‘La Guía de las Guías’ que fue un trabajo arduo, el primer libro de este estilo editado en toda España y que alcanzó una gran difusión; en 2003, ‘San Vicente Ferrer, la palabra escrita’ en colaboración con Alfonso Solera; en 2004, ‘La Valencia prohibida’; en 2005, ‘Valencia, ciudad de postal’; en 2006, ‘Editorial Carceller, la maleïda’, con ilustraciones extraídas de la revista ‘La traca’, ‘¿Pero ... existe el diablo?’ y ‘El Marítim’, este último dedicado a los poblados marítimos de nuestra ciudad.
Un hombre inquieto como usted no puede permanecer impasible, con las manos cruzadas, ¿qué está preparando ahora? Estoy ultimando un par de cosas. Una, sobre el Barrio del Carmen y otra sobre la muerte en Valencia. Desde hace cuatro o cinco años he recogido material sobre una historia monumental del Barrio del Carmen. Y cuando digo monumental es porque lo va a ser, ya que contendrá más de seiscientas imágenes. Además he rescatado la antigua denominación de unas doscientas cincuenta calles desaparecidas, incluyendo su historia y sus fiestas. En esta obra he puesto mi mayor ilusión porque es la memoria de ese barrio tan carismático para nuestra ciudad, en el que, además, nací yo. Lo de la muerte en Valencia es otra cosa. Es la historia de los cementerios, donde se guarda una buena parte de la vida de nuestra ciudad, de los rituales funerarios y de otras costumbres relacionadas con este tema. Es una mezcla de historia, costumbrismo y antropología.
Rafael Solaz ya no vive en el Barrio del Carmen pero veo que no lo puede olvidar. No, claro que no. Yo siento por mi barrio una pasión desmedida y regreso a recorrerlo en cuanto puedo. Todavía conservo mis amistades. Esas calles para mí significan cosas entrañables, recuerdos imborrables, vivencias irrepetibles.
¿Hay una cierta propensión en su obra por lo escabroso: el diablo, la Valencia prohibida, ahora la muerte...? No, no, en absoluto. Estoy interesado en los temas de esta ciudad, prohibidos o no, sobre los que se ha escrito poco. En concreto, los rituales antiguos relacionados con la muerte en Valencia son verdaderamente muy curiosos.
Rafael Solaz, no es el único de su familia vinculado a los libros, porque alguien sigue sus pasos ¿no? Pues sí, cuando mi hijo acabó el bachillerato, me dijo que quería ser librero. Primero hizo un curso de encuadernador pero enseguida se dio cuenta de que él quería dedicarse a su comercio, no a la encuadernación. Abrió una pequeña librería en la plaza Margarita Valldaura, pero en menos de un año se le quedó corta. Como es un comerciante nato, tiene instinto fenicio, de repente, le surgió la oportunidad de trasladarse a un local mucho mayor en la calle San Fernando, un buen punto comercial sin duda. Mi hijo se ha convertido en un auténtico experto, sobre todo del libro antiguo. Ahora, su librería me sirve a mí también como punto de encuentro para conseguir ejemplares con los que enriquecer mi biblioteca.
Pero nuestro cazalibros también hace otras cosas como, por ejemplo, pintar y con buena mano, se lo puedo asegurar, amigos lectores. ¿Usted tiene algo de renacentista en este sentido? Soy una reminiscencia del humanismo, me gusta todo lo relacionado con los libros, la música, las bellas artes. Yo nací y viví al lado de la Academia de San Carlos, a cuyas clases asistía como alumno libre porque trabajaba. Como profesor de pintura tuve a Genaro Lahuerta y de escultura a Esteve Edo, artistas muy prestigiosos. Obtuve sobresaliente en dibujo y matrícula de honor en colorido, pero mis padres no lo entendían y decían que eso no daba de comer. Así que continué pintando y dibujando por mi cuenta. Como ya he dicho, las circunstancias de la vida me llevaron a trabajar de botones de un banco desde los quince años, pero a la larga mi talante humanístico no cuadraba y en cuanto pude lo dejé, porque yo iba por la calle pintando con la vista o escribiendo con el pensamiento.
¿Qué le queda a Rafael Solaz por hacer? Me gustaría esculpir, y no lo descarto, una escultura dedicada a algún aspecto de mi ciudad. Y hay una idea que me ronda mucho por la cabeza: convocar personas interesadas en contar historias antiguas, costumbres y tradiciones perdidas de Valencia, para recuperar una buena parte de nuestro pasado.

Guillemo Orsi, escritor: 'La literatura es una ocasión única para la invención y el descubrimiento, una música de la conciencia'


Herme Cerezo. Publicado en SIGLO XXI el 17 de junio de 2007
Guillermo Orsi (Buenos Aires, 1946), redactor publicitario y periodista, es, además, un reconocido escritor de novela negra. En su ya larga trayectoria, primero como plumífero y ahora como ‘teclero’, ha publicado, entre otros títulos, ‘El vagón de los locos’ (Premio Emecé de 1978, Emecé); ‘Cuerpo de mujer’ (Ediciones Poniente, 1983); ‘Tripulantes de un viejo bolero’ (Ediciones De la Flor, 1994); ‘Sueños de perro’ (Premio Umbriel de la Semana Negra de 2004, Umbriel Editores); ‘Noches de Pelayo’, obra con la que fue finalista del Premio UNED en 2005; ‘Los buscadores de oro’ (Editorial Umbriel, 2007) y ‘Nadie ama a un policía’(Editorial Almuzara, 2007). Desde su residencia cordobesa, la Córdoba argentina, no la de aquí, responde a nuestras preguntas.



Guillermo, aunque lleva muchos años en esto de escribir, los premios le han acompañado frecuentemente. ¿Qué significa para usted ganar un concurso literario?
No tan frecuentemente. La vida es larga y los premios son, diría el maestro Shakespeare, "sueños de una noche de verano", cuentos de cenicienta que al día siguiente se terminan y tenés que seguir trabajando para pagar las cuentas y alimentarte. Decía Bioy Casares que la fama es para los giles, lo que cuenta es la gloria, y que se sepa, ningún premio literario viene asociado a gloria alguna, es más, muchos de ellos están amañados, se sabe quiénes van a ganarlos, se transforman en operaciones de lo que ahora llaman marketing para que determinado plumífero recupere sus decaídas ventas, algo que no siempre ocurre. El premio genera además -en el crítico especializado, más que en el lector común- la mala leche de acercarse a tu libro pensando veamos por qué lo premiaron a éste. Y ahí ya sabés que el tipo viene con pico y pala para enterrarte en el rincón más apartado del cementerio.Hechas estas indispensables aclaraciones, ganar un premio es siempre gratificante. Por un rato te creés que lo merecés, Cenicienta encuentra a su príncipe y a quién le importa que la noche sea breve y el zapatito de cristal no te calce ni con fórceps.



¿Son necesarios los concursos?
Julio Cortázar nunca ganó un concurso y escribía mucho mejor que yo, el desgraciado. Osvaldo Soriano ganó un premio conmigo y otros que por entonces rondábamos los veinte años. Tuvimos que poner plata para que el librito con los cuentos "premiados" pudiera ver la luz, en una edición más que modesta, que sólo se distribuyó en dos o tres librerías de la porteña calle Corrientes, calle de muchas librerías y algunos lectores. Ni Soriano se hizo conocido por eso ni yo, queda claro, tampoco.



¿Cómo y por qué se puso Guillermo Orsi a escribir? ¿El escritor nace o se hace?
Por necesidad, urgencias y reveses sentimentales. Uno escribe historias para reparar los baches de una vida monótona, poco y nada interesante, o para vengarse de la mina que nos dejó para irse con el más pintón del barrio o el que tenía auto –en mi juventud, sólo andaban en auto los hijos de ricos-. Es siempre una lucha desigual: ¿cómo competís con un tipo que tiene todo lo que a vos te falta? Con palabras. Y eso se vuelve vicio, y te acompañan, las palabras, como serviciales y fieles mascotas.Empecé a escribir antes de aprender a hacerlo. La escritura es una herramienta con la que nacemos, como el tigre con sus garras. Si después al tigre lo encerramos en el zoo, no sabrá por qué cuando quiere acariciar, desgarra. Si al chaval que quiere expresarse lo reprimimos –y eso en mi infancia era muy común-, ocultaremos la capacidad de escribir como a una tara, algo pecaminoso, sancionado por las buenas gentes que nos pretenden corderos. De este divague surge que, en mi opinión, escritor se nace pero también se deshace, si uno no se pone a salvo, si no resiste, si no escribe poemas de amor en los bares o proclamas revolucionarias en la universidad o la fábrica. Se trate de lo que se trate, amor o utopías sociales, estamos condenados a disparar palabras.


¿Siempre se movió en el territorio del thriller o también ha probado otros escenarios?
Probé de todo, aclarando, por si nos lee algún viejo amigo, que hablamos del oficio de escribir.Desde la composición tema La vaca, con la que nos iniciábamos en la escuela porque, al menos en la Argentina, la vaca era tema para todo, para redacciones escolares o para dar golpes militares, si el gobierno de turno ponía impuestos a sus ricos criadores.Es una obviedad lo que digo, pero la literatura no tiene géneros. El escritor que, como dije antes, nace y se deshace para reconstruirse luego, lenta y dolorosamente, es un tío siempre sospechoso y a menudo autodestructivo. El thriller te da la posibilidad –y te plantea el desafío- de desarrollar y cerrar una historia, de poner al lector de tu lado, dejando de lado las pretensiones de inmortalidad que contaminan los textos de tanto aspirante a las academias. No van a darte el Nobel en Suecia pero podés ligar el Carmona o el Umbriel/Semana Negra en España, que vienen acompañados de amigos más divertidos que los que puedas encontrar por las frías calles de Estocolmo.


Supongo que conoce el libro ‘Hollywood Station’ de Joseph Wambaugh. Este hombre, antes de escribir sus novelas, fue policía durante muchos años, con lo cual, desde mi punto de vista, le convierte casi en un cronista. ¿Hay un pasado policial en la vida de Guillermo Orsi?
No he leído a Wambaugh pero sí a Alejandro Gallo, actual jefe de policía de Gijón, que acaba de publicar "Caballeros de la muerte", una impecable y emotiva novela negra sobre la resistencia al franquismo. Ningún oficio se opone al de escritor. El riesgo es que te transformes, cuando escribís sobre algo muy conocido –y como lo planteás en tu pregunta- en un cronista. La crónica es superior a la novela, si se trata de narrar los hechos tal y como sucedieron. Con la novela, con la literatura, el abordaje es diferente, entrás en la realidad para transformarla, para extraer de ella otra cosa que los hechos en crudo, que la reflexión racional de un informe policíaco o de un escrito judicial.Para seguir con el ejemplo –y de paso, recomendar su valioso libro-, de Gallo he leído también su anterior novela, "Una mina llamada infierno", en la que el protagonista era policía. ¿Qué tienen en común ese protagonista con el guerrillero de "Caballeros de la muerte"? El uso de la violencia, puede ser, pero ahí paran las similitudes. La experiencia profesional puede ayudar a la verosimilitud de un personaje, pero la verdad está a menudo en su antípoda, y por ella vamos cuando escribimos literatura.No hay pasado policial en mi vida, excepto alguna "entrada" contra mi voluntad, en tiempos en los que ser estudiante te convertía inmediatamente en sospechoso del peor de los crímenes, el pensamiento.


¿De dónde arrancan sus historias, se las inventa o husmea la prensa y la realidad?
Me las invento. O las historias me inventan a mí, quién sabe. Escribir es un acto especular, no de especulación sino de espejos que te reflejan al infinito, componiendo con cada imagen algo distinto. Uno no está solo cuando escribe, aunque te encierres. "Oí voces", dice a veces mi mujer, irrumpiendo alarmada en mi escritorio. Efectivamente las voces existen y seguirán superponiéndose unas a otras, si no imponemos cierta disciplina entre tanto personaje que pretende ser protagonista.En cuanto a la prensa y la realidad, me deprimen, más que inspirarme. Los casos policiales más notorios son destripados de tal manera por la abundante y entusiasta prensa amarilla de mi país, que acaban perdiendo todo misterio, secando la imaginación del más pintado, hartándote, en vez de incitarte a develar los presuntos enigmas.


Existen escritores que entienden la escritura como una segunda profesión; otros, sin embargo, llegan a pasar hambre, sudor y lágrimas con tal de publicar sus libros, ¿en qué grupo se encuadra usted?
El sudor y el hambre son méritos del sistema social y económico que nos gobierna, sobre todo en la Argentina.Los oficios terrestres no desmerecen tu condición de escritor, sólo te quitan tiempo, aunque también te dan la posibilidad de pensar en lo que has escrito, de arrepentirte, incluso. Si lo que hacés para vivir no tiene nada que ver con la escritura, mejor, menos tensión para tus acosadas neuronas y tu magra inspiración. Pero a veces, trabajar en la prensa o en publicidad, como ha sido mi caso, te ayuda a pulir ciertos recursos, como la concisión –de la que no estoy haciendo gala en mis respuestas-. Lo de publicar aquello que escribimos ya no pasa por nosotros sino porque encajemos en las "necesidades del mercado" que el olfato de los editores identifica con sensibilidad tan exquisita como la del más encumbrado de los poetas.¿Hay un componente narcisista en el oficio de escritor o es, más bien, algo parecido a una terapia?Terapia, narcisismo, maldición, todo encaja. Lo que no puedes es dejar de hacerlo. Somos asesinos seriales, buscamos llamar la atención con nuestras tropelías literarias. Y cuando por fin lo logramos, nos quejamos de las críticas, de los lectores que no nos quieren o no nos entienden. Y sí, predomina el narcisismo, pero qué mal parados salimos, por lo general.


¿Escritor noctámbulo o diurno? ¿Planifica o se deja llevar?
Diurno ahora, que la biología me reclama descanso nocturno. Probé con los gatos, como Soriano, pero no vivo en un departamento urbano sino en una casa en la sierra y mi gata prefiere salir a alternar con sus congéneres, o a mirar la luna desde el tejado, que quedarse a mi lado pasándome letra.No planifico. Cada vez que lo intenté, nada de lo que hice luego tuvo que ver con el "proyecto" inicial. No hay planes, ni planos. Si fuera arquitecto, pobres quienes habitaran las viviendas diseñadas por mí.


Centrémonos un poco ahora en sus dos últimas obras. Empecemos por ‘Buscadores de oro’, ¿una novela policial salpicada con un toque de ciencia ficción?
Vuelvo a lo de los géneros. Si elijo un vino porque en la etiqueta dice malbec o borgoña, me defraudará encontrar un sabor diferente. Si lo elijo para beber con una bella mujer, disfrutaré con las virtudes de ambos.Si la mujer se queda contigo por lo menos hasta el amanecer, quiere decir que has sabido por lo menos cerrar un capítulo y preparar el siguiente sin aburrirla. Si se queda contigo treinta años, o eres un novelista de puta madre o es una pésima lectora, pero la quieres y te tolera."Buscadores de oro" es una novela. Lo que cuento tiene que ver con la amistad y el paso del tiempo, casi nada; con los amores imposibles, como en los culebrones; con las ambiciones políticas, con el poder y sus sirvientes. La apropiación del conocimiento se da en la realidad con una tecnología más refinada que la que planteo, a modo de fábula sin moraleja, en mi novela, y los pesares ajenos se transfieren a las nuevas generaciones en la desesperanza y el desencanto de la cultura, en el vacío que nos proponen las cámaras espías de "Gran Hermano".La ciencia ficción imagina mundos posibles a millones de años luz, busca en el espacio exterior –salvo relatos de la talla de "Solaris", de Stanislav Lem-. Más cerca de casa, sin tomármelo en serio como se toman a sí mismos los rusos, prefiero asomarme al interior, a los propios abismos antes que a los galácticos. Mi generación quiso cambiar la sociedad en la que vivíamos, injusta, predadora, hipócrita, y hoy tenemos lo que está a la vista: un país todavía más injusto y predador, algo menos hipócrita, que cada vez que revisa su pasado trata de volver a taparlo porque no le gusta y se intenta reinventarlo, rescribirlo. Los argentinos somos lo que pudimos o lo que podríamos ser, nunca lo que somos. Y ese pueblo maldito, digno de cualquier película de la más entrañable clase B norteamericana, no es una excepción, no está tan lejos de la orgullosa Buenos Aires que hoy visitan los turistas del mundo para bailar tango y comer bifes.


Usted tiene mucho oficio. Sabe agarrar a sus lectores por la solapa. Si quieres irte a dormir, antes tienes que acabarte el libro, parece decirles usted. ¿Cómo consigue captar la atención del lector capítulo a capítulo?
Como lector, un libro me atrapa por lo que narra o por cómo está escrito. A veces se dan ambas cosas, a veces no. Hay libros muy bellos que cuentan poco y nada, y otros que, con pretensiones de biblia o mil y una noches versiones completas, están escritos con los codos. Empecé leyendo a Salgari y a Jack London, hasta que los catedráticos me aplastaron la cabeza contra Faulkner y Joyce. Está bueno leerlos, descubrir los infinitos abordajes del mundo que habitamos y que nos habita. Hay historias que merecen y necesitan ser contadas de diversas maneras. Pero si somos escritores, es imperdonable que aburramos a nuestros lectores, no hay excusas. Es un acto de pedantería insoportable ahuyentar a un lector anteponiéndole "nuestro maravilloso estilo" como un escollo a sortear. La literatura no es una carrera de obstáculos, es una ocasión única, irrepetible, para la invención y el descubrimiento, un juego con palabras, una música de la conciencia. Si el oficio que arduamente aprendemos nos sirve para ser mejores ejecutantes de esa partitura misteriosa, para no desafinar, para disfrutar con el lector y no a su pesar, escribir vale la pena y leer hasta el alba ya no nos quitará el sueño, nos ayudará a encontrarlo.


‘Nadie ama a un policía’, su última obra, al menos la última que cayó en mi poder, cuenta la historia de un antiguo cana (policía), Martelli, que atiende la llamada de un amigo y acude en su búsqueda. Al llegar lo encuentra muerto. A Archi, el protagonista de ‘Buscadores...’, le ocurre tres cuartos de lo mismo, ¿es una buena estrategia colocar un personaje incómodo, un ‘tocapelotas’, en un medio que le es inhóspito?

El "tocapelotas", como lo llamas, genera por su sola presencia el medio inhóspito, altera la presunta paz de los sepulcros. Ni a los muertos les gusta que les caminen sobre sus lápidas o entren a saco en sus bóvedas buscando los tesoros que guardan en sus mortajas. El cazavampiros que en la novela de Bram Stoker va por Drácula a su castillo de Transilvania, con el ingenuo pretexto de ordenar su biblioteca, sabe a lo que se expone. Philip Marlowe no actuaba en patota, si querés saber quién mató a tu amigo jugátelas solo, internate en los callejones sombríos, entrá en las habitaciones a oscuras cuyas puertas se abren solas, enamorá a la rubia de turno y llevala a la cama, si podés, pero no confíes en ella.Hay mucho oficio en todo esto, aprendido de los maestros, claro. Para qué contradecirlos, si la pólvora está inventada.


Pablo Martelli y Archi, ¿cuánto tienen de Guillermo Orsi?
Cierta nostalgia, un regodeo casi malsano en la melancolía, la absurda pretensión de creer que algo de lo que hemos perdido subsiste y, a la vuelta de cualquier esquina, tendremos una nueva oportunidad.


En todo escritor se esconde un buen lector. ¿Qué lee ahora, Guillermo Orsi? ¿Qué leyó antes?

Leo lo que cae en mis manos, sin orden ni plan alguno. Leí a Fred Vargas, que está de moda, creo, porque me lo acercó un amigo que lee a los autores de moda pero nunca le alcanza para comprar mis novelas. Leí hasta la mitad el último de Antonio Muñoz Molina, "El viento de la luna", pero me quedo con "El invierno en Lisboa", de cuando no era académico de la lengua y reelaboraba las benéficas influencias de "El perseguidor", de Cortázar. Y leo a los amigos, que son todos buenos o no serían mis amigos: Raúl Argemí, de quien recomiendo "Siempre la misma música", Carlos Balmaceda, "El puñal de Dido", el ya mencionado Alejandro Gallo y un autor de Sevilla que con "El imán y la brújula" empieza a madurar su enorme talento, Juan Ramón Biedma.

Por último, ¿en qué anda metido ahora, literariamente hablando?
Terminé hace poco una novela que empieza negra en la selva y se sube a la Puna, donde la falta de oxígeno me disparó unos personajes y unas situaciones rarísimas, fruto de la asfixia, supongo, que casi la emparientan con un trasnochado realismo mágico, pero con la cual me divertí y espero, si la publico, divertir al lector.Ahora estoy en los tramos finales de una novela bien de género, negra negrísima, que como no podía ser de otra manera, transcurre en la negra más que negra Buenos Aires, donde además de bailar tango y comer buena carne, se cometen muchos crímenes.