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Víctor del Árbol en VLN 2021 (Fotografía: Herme Cerezo) |
Nº 624.- Es junio,
domingo por la mañana, la capital del Turia bosteza, perezosa, mientras el
calor se
despierta. El cielo aún es gris, pero el sol ya asoma entre las nubes.
Víctor del Árbol está sentado frente a su colega la escritora Rosa Ribas en la
terraza del Hotel Inglés. A nuestras espaldas quedan los atlantes alabastrinos,
obra de Ignacio Vergara, que flanquean el portal del Palacio del Marqués de Dos
Aguas. Víctor pasó por València Negra 2021, un festival de género policiaco en
el que ha participado en varias ocasiones y que le galardonó con el Premio a la
Mejor Novela en la edición de 2018. Desde que irrumpiera la pandemia en
nuestras vidas, esta es la primera entrevista pactada en persona, face to
face. Me pregunto si me acordaré de
cómo se hacen estas cosas. El escritor barcelonés tiene nuevo libro en el
mercado, ‘El hijo del padre’, editado por Destino, que narra la dura historia
de Diego Martín, de su padre Antonio y de su abuelo Simón. Tres personajes abocados
a repetir su existencia en las tres épocas diferentes que les ha tocado vivir.
Diego es un profesor universitario hecho a sí mismo, que renunció a sus
orígenes, pero que es incapaz de liberarse del pasado familiar. Veinte años más
tarde, la lectura del testamento de su padre vuelve a reunirle con sus hermanos
y su madre y la acción se desencadena a partir de un asesinato. Mientras saco
mis papeles de la mochila, algún reloj lejano, tal vez el de la Seu, marca las
nueve treinta horas. Es el momento de apretar el botón del play de la
grabadora y arrancar la entrevista. Iluminado, el piloto rojo me otorga su
tácito nihil obstat. Comenzamos.
Víctor, la
primera vez que te entrevisté, allá por 2014, me dijiste que tu objetivo al
escribir era emocionar al lector, ¿sigues con la misma idea o ahora pretendes
alcanzar cotas distintas?
Como en todo
lo que hacemos con pasión, en la escritura intento alcanzar la mejor versión de
lo que hago. El problema del arte, sobre todo en el de la palabra escrita, es
que entre lo pensado y lo escrito siempre hay una fuga. El buen escritor es el
que logra reducir al máximo esa pérdida, es decir, que aquello que en tu cabeza
es perfecto acabe trasladándose al texto de esa misma manera. Para mí no existe
distinción entre el contenido y el continente. El libro es un artefacto
perfecto cuando conjuga todo eso y mi obsesión es llegar a ser el mejor
escritor que yo pueda ser.