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Lorenzo Silva (Foto Herme Cerezo |
Nº 605.- Cuando esta entrevista tiene
lugar, discurre el último día de julio, una fecha casi desesperada en la que
todo el mundo se dispone a partir, tal vez de estampida, hacia cualquier parte.
El caso es salir, irse, desaparecer. Han pasado seis años desde que hablé con
Lorenzo Silva por última vez. Dos mil días arriba o abajo. Más o menos. Mucho
tiempo de todas formas. El escritor de Getafe no para. Su actividad, multidisciplinar
dentro de la literatura, es inagotable: novelas, charlas, semanas literarias -
preferentemente negras, pero no solo -, cómics, colaboraciones, algún ensayo, también
alguna publicación bajo seudónimo o a cuatro manos… Y entre todo este tráfago
de palabras ordenadas con disciplina, arte y maestría, su pareja de
guardiaciviles, Bevilacqua y Chamorro, sigue adelante, acumulando experiencias,
resolviendo casos y ayudando a restablecer el orden social perturbado. En 2020,
en medio de los dolorosos avatares del covid-19, Lorenzo Silva ha publicado una
nueva aventura suya, ‘El mal de Corcira’, editada por Destino, en la que un
varón de mediana edad aparece desnudo y brutalmente asesinado en una playa de
Formentera. Según referencias, en los últimos días al sujeto se le había visto
acompañado por algunos jóvenes del ambiente gay de Ibiza. Pero el occiso no es
un cadáver cualquiera. Tiene «pedigree». En su día fue condenado por
colaboración con ETA. Así que Bevilacqua tendrá que moverse por territorios que
no le son extraños, los de los años que vivió destinado en Euskadi, participando
en la lucha antiterrorista, que le dejaron huellas, cuyas cicatrices no tiene
interés en despertar. Fueron momentos que ningún guardia civil puede olvidar. La
pandemia y sus secuelas han impuesto entrevistas a distancia, por teléfono o
videoconferencia. Mientras en la línea suenan los timbrazos de llamada, el rec
de la grabadora comienza a trabajar.