Nº 526.- Para María José Rivera escribir significa
«una pasión
aplazada, porque siempre soñé con dedicarme a ello». Sin embargo,
tuvo que elegir entre dos opciones: las matemáticas y el periodismo. Se decantó
por la primera y hoy es catedrática de la Universidad Politécnica de Valencia,
pero «no olvidé el trabajo de los periodistas, sobre todo de esos reporteros
que iban de guerra en guerra. La ficción la descubrí más tarde». Y precisamente
fruto de su pasión escritora, que le ha permitido gozar ya de una carrera
literaria notable, presenta ahora su nueva novela, ‘Eres la luz de mis ojos’,
publicada por Ediciones Casiopea, en la que se adentra en el género histórico
para narrar una historia de amor, que se enmarca dentro del periodo en que se
construyó el Canal de Suez, justo ahora cuando se cumplen los ciento cincuenta
años desde que el primer barco lo atravesó, revolucionando el mundo de los
viajes en el siglo XIX. En ‘Eres la luz de mis ojos’ el lector se encontrará
con la lucha sin escrúpulos por el poder y el dinero en los restos del imperio
otomano y los intereses de la Inglaterra victoriana, Francia y Prusia. Sin
olvidar el buen puñado de personajes reales, Ferdinand de Lesseps, Eugenia de
Montijo, Flaubert, Dostoievski, Verdi, Eiffel o Pasteur, que deambulan por sus
páginas.
María José, ¿cómo
te tropezaste con la historia que has novelado en ‘Eres la luz de mis ojos?
Me la encontré en un artículo escrito por
Maruja Torres en enero de 2010. Me llamó la atención porque era un texto muy
evocador, en el que describía la Sociedad Geográfica Egipcia a través de un
montón de pequeños detalles muy sutiles, que sabían a siglo XIX. El edificio de
la Sociedad se construyó poco después de acabar el Canal y sus tres estrellas
eran el propio Canal, el Nilo y el Delta. A partir de ahí me puse a buscar
datos en Google y me di cuenta que todo lo que encontraba venía a decir más o
menos lo mismo, hasta que tropecé con un libro titulado ‘Rompimiento del istmo
de Suez’, que no era sino el proyecto, en francés, de la construcción del
canal, que había sido encargado por el propio Ferdinand Lesseps. Allí estaba
todo detallado con gran minuciosidad: jornales, técnicas, máquinas necesarias…
Un español, que aparece en la novela, Cipriano Segundo Montesinos, se tomó
después la molestia de traducirlo al castellano, añadiéndole un capítulo
suplementario en el que hablaba de las ventajas que esta construcción podía
representar para España, pensando sobre todo en la ruta hacia Filipinas. Como
por entonces llevaba en mente una historia de amor, vi que podía encajarla en
este marco y comencé a leer el proyecto de Lesseps.