Nº 539.- Durante unos
meses, el propósito de entrevistar
a Sergio del Molino se transformó en una peripecia improbable, en un encuentro
postergado por los avatares del tiempo y esas ausencias forzosas a las que nos
somete la vida. Sin embargo, los primeros fríos de diciembre, a priori el
momento más insospechado, se tradujeron en la fecha propicia para entrevistarle
tras la publicación de su nueva novela, ‘La mirada de los peces’, editada por
Literatura Random House, donde habla del suicidio de su antiguo profesor,
Antonio Aramayona, de las circunstancias que lo rodearon y de su propia
adolescencia, transcurrida en un barrio periférico de Zaragoza. Una mesa del concurrido
Lounge Bar del Hotel Astoria de València, desacostumbrada, sin muchos focos, redonda,
fue el escenario forzoso para conversar con el escritor madrileño, que reside
en Zaragoza desde hace muchos años.
Sergio, como
escritor al que entrevisto por primera vez, esta pregunta es obligada: ¿qué significa escribir para ti?
Escribir es algo que llevo tan interiorizado
que no recuerdo cuando lo asocié a mi existencia. Tampoco sé atribuirle un
significado, porque está ligado a mi forma de vivir. Creo que es mi modo de
estar en el mundo, algo que relaciono más con un vicio o una patología de la que
no sé prescindir.
O sea, que has escrito desde siempre.
Sí, no tengo conciencia de que exista un
momento de revelación a partir del cual decidiera dedicarme a ello. Desde
pequeño me recuerdo escribiendo, contando historias, de hecho si estudié
Periodismo fue porque quería escribir, ya que la vocación periodística me llegó
después.