«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

viernes, 21 de junio de 2024

Juan Manuel de Prada: «Fernando Navales, el protagonista de mi novela, destila odio y mala baba contra todo el mundo»

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Nº 684.- València. Al otro lado de la calle Bailén, L’Estació del Nord proyecta su nubosa silueta
sobre el hall del Hotel Zenit. Una luz gris nos envuelve. Apenas ha transcurrido media hora desde que dieran las cuatro p.m.. Juan Manuel de Prada llega cordial. Como siempre. Hace cinco años que no nos hemos visto, pero su memoria ingente le permite rememorar detalles de nuestro último encuentro. Detalles que ni yo mismo recuerdo. Juan Manuel ha venido a la capital del Túria para presentar su nueva novela, ‘Mil ojos esconde la noche’ (Espasa), en la que nos habla sobre la comunidad de artistas, escritores y periodistas españoles que residieron en París durante los años de la ocupación nazi. Se vale para ello de Fernando Navales, un personaje que alcanzó celebridad casi treinta años atrás, cuando el escritor baracaldés publicó su más que exitosa novela ‘Las máscaras del héroe’. A causa de su extensión, mil seiscientas páginas, ‘Mil ojos esconde la noche’, ha sido dividida en dos partes, la primera de las cuales, ‘La ciudad sin luz’, es sobre la que hablaremos a lo largo de nuestra conversación. Con Juan Manuel sentado a mi izquierda y la grabadora conectada a su vera, luego la cambiará de ubicación, comenzamos a charlar. Afuera caían algunas gotas, un medio chaparrón casi polvoriento.
 

Juan Manuel, es la primera vez que entrevisto a un escritor que publica una novela cuya última palabra escrita es «Continuará…»

Así es, vienen otras ochocientas páginas detrás que, si dios quiere, saldrán en la próxima primavera. Pero, bueno, digamos que el desenlace de esta primera parte equivaldría al final de una temporada de cualquier serie de Netflix. Aunque se quedan cosas en el aire, el libro tiene su propia lógica, por decirlo así. ‘Mil ojos esconde la noche’ es una obra muy ambiciosa y con muchísimos personajes…

Fernando Navales era el protagonista de ‘Las máscaras del héroe’, novela que publicaste en 1996. ¿Por qué tu interés en recuperar a este personaje treinta años más tarde?

En realidad, esta historia se me impone. Mi anterior obra, la biografía sobre Ana María Martínez Sagi, escrita en mil setecientas páginas y con una investigación monstruosa, que me llevó a visitar más de ochenta archivos de Francia, Suiza, Estados Unidos o España, resultó una experiencia muy loca, pero completamente apasionante. En los archivos policiales de París, que son muy interesantes, se me ocurrió pedir los expedientes de muchos escritores y artistas que vivieron durante la ocupación alemana en la capital francesa. Allí me di cuenta de que había un material excelente para construir una novela coral, de ambiente literario y artístico. Así fue como se me impuso la idea de recuperar a este personaje que había dado por muerto en ‘Las máscaras…’. Por este motivo, en la carta que escribe Pedro Urraca al principio de la novela, se aclara que Fernando Navales no ha muerto.

Esa carta de Urraca supone empezar tu nueva novela de la misma manera que ‘Las máscaras…’

Sí, es un pequeño homenaje, pero a la vez una forma de poner en liza de nuevo a Fernando Navales. Había que introducirlo y dar algunas explicaciones sobre su persona, así que me pareció que esa era una forma oportuna de hacerlo.

Después de tanto tiempo sin escribir sobre Navales, ¿cómo recuperas su voz y el tono narrativo de la historia?

No es difícil. Ni siquiera me leí de nuevo ‘Las máscaras…’. Simplemente, la hojeé un poco. Aunque hayan quedado atrás, de alguna manera los libros que has escrito han dejado un poso dentro de ti y regresas a ellos con facilidad. En este caso concreto, ha sido una experiencia magnífica, como volver a la juventud, a hacer el gamberro y a decir burradas. El personaje de Navales ahora está más enconado porque el fracaso pesa sobre él, ya que se ha convertido en un personaje de segunda fila, humillado, relegado a un cargo subalterno de la delegación de Falange en París. Es un saco de pus deseoso de derramar su podredumbre sobre el mundo.  

miércoles, 12 de junio de 2024

Ana Carrasco-Conde, ganadora del II Premio de Ensayo Eugenio Trías: «El ser humano debe aprender a aceptar su vulnerabilidad»

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Nº  683.- En ocasiones, la vida pone piedras en nuestro camino. Como palos en las ruedas. E inesperadamente, una sobresale por encima de las demás. En las entrevistas a escritores ocurre algo parecido. La simple lectura del libro ‘La muerte en común. Sobre la dimensión intersubjetiva del morir’, escrito por Ana Carrasco-Conde, II Premio de Ensayo Eugenio Trías, publicado por Galaxia Gutenberg, coincidió con el momento en que me diagnosticaron una dolencia poco benigna. Por razones obvias, pospuse la lectura del texto. No me sentía con ánimos de perseverar en ello. Sin embargo, al mismo tiempo me propuse que, si las circunstancias lo permitían, reanudaría mis entrevistas. Y Ana Carrasco-Conde sería mi primera entrevistada. Casi tres meses después de todo aquello, las aguas parecían bajar menos turbias y determiné recuperar mi propósito. No sin un cierto miedo. Lo confieso. O asombro. O ambas cosas a la vez. Fue así como el pasado 30 de mayo, entrevisté a la filósofa manchega sobre su galardonado ensayo que, por un lado, se centra en las consecuencias de perder a alguien que te constituye como persona y, por otro, reflexiona sobre la repercusión de una muerte, cualquier muerte, en la sociedad. La mañana nos había saludado con calor, tanto en Madrid como en València, puntos extremos de nuestra charla telefónica. Pulsé el play de la grabadora. Se iluminó el piloto rojo. Y comenzamos. Una conversación llena de vida sobre la muerte y su presencia en nuestro devenir diario. No podemos obviar a la Parca, aunque tratemos de darle la espalda en un vano empeño. Una misión imposible. Algo de locos.

Ana, la muerte nos afecta a todos, y tú le has dedicado un ensayo de casi cuatrocientas páginas.

La verdad es que el tema impone un poco. Yo misma, mientras lo escribía, hube de superar mis propias circunstancias y vivencias, pero aunque inicialmente es un libro sobre la muerte, acaba siendo un libro sobre la vida.

¿Escribir ‘La muerte en común’ es tu forma particular de acercarte a ella?

Creo que, tal y como entiendo la filosofía, lo que hacemos es pensar cosas que nos inquietan o duelen. Con relación a la muerte sentía una preocupación por saber cómo abordar la pérdida y averiguar por qué tenemos miedo no tanto a nuestra propia muerte, sino a la de un ser querido. Y, a medida que investigaba, fui fortaleciéndome con la lectura de abundantes textos hasta darme cuenta de que esa pérdida tenía mucho que ver con lo que los griegos llamaban pothos, que es un echar de menos. Detrás de esa reflexión vi que el libro hablaba de la vida todo el tiempo. Si somos seres que a lo largo de nuestra existencia estamos interconectados afectivamente, en la muerte lo seguimos estando de alguna manera. Y empecé a pensar lo que significa construir tu propia identidad, siempre deudora de la de los demás. Por supuesto que pienso en la muerte, pero me fijo sobre todo en la vida. Hay que observar cómo es, con quién la compartimos y qué aportación queremos dejar a los demás.