«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

martes, 27 de abril de 2021

Suso de Toro: «Ramón Baltar fue un señor, con las connotaciones de calidad humana y de clase social que tiene esa palabra»

Fotografía P.Cosano/Anaya
 Nº 621.- Esta es una entrevista distinta. Sucede de vez en cuando. Todo se puso en funcionamiento mientras tecleaba el número telefónico de Suso de Toro (Santiago, 1956), al tiempo que pulsaba la tecla rec de la grabadora. Mi llamada venía motivada por la publicación de ‘Un señor elegante’ (Alianza Literatura), el nuevo libro del escritor gallego, un texto de difícil clasificación, donde nos encontramos con el retrato de Ramón Baltar, un resistente, un republicano irredento, un amante de la cultura gallega y también un cirujano que gozó de gran prestigio en Galicia, desde la República hasta los albores de la democracia. Pero, como reza en la portada del libro, Ramón Baltar fue un personaje sorpresa, con una cara A y una cara B marcadamente diferenciadas, alguien que consiguió mantener inalterable su situación y principios mediante una seguridad y entereza increíbles, a pesar de que los vientos que soplaban en la Dictadura de Franco fuesen peligrosos, represivos y beatos. ‘Un hombre elegante’ es un libro que impone su ritmo de lectura, porque invita a cuestionarse e informarse sobre muchas cosas del pasado. Como no podía ser menos, la entrevista también impuso su propio tempo, un tempo distinto al que el entrevistador había previsto a priori. Comenzó como siempre, con saludos protocolarios y noticia del clima de Santiago de Compostela, «agradable y levemente caluroso» aquella tarde, según Suso de Toro. A los pocos minutos comprendí que lo mejor era olvidar el cuestionario propuesto. Que la charla fluyese sola. Y eso hice.

Suso, entre otras cosas, ‘Un señor elegante’ es un libro que nos habla del nacionalismo gallego, un movimiento político no demasiado conocido hasta hace poco tiempo.

En verdad, como hizo con tantas otras cosas, el franquismo no solo eliminó con la muerte y el exilio un proyecto cívico propio, pensado desde Galicia, sino que además nos privó de esa parte del relato, del conocimiento de esa realidad. Precisamente, en Galicia el libro se está revelando como una fuente de información novedosa para muchas personas, porque la versión que nos contaron fue la del NO-DO, la de un país que se desangró y sufrió una emigración masiva, que destruyó el tejido social gallego. A finales de los años cincuenta, los nacidos aquí se asomaron al nacionalismo, dentro de un movimiento asociado al de liberación de los pueblos del tercer mundo, de ideología marxista-leninista. Sin embargo, lo hicieron habiendo interiorizado también la visión de que los gallegos éramos un país atrasado, pobre y casi iletrado, que fue como Franco planificó nuestra sociedad, eliminando a sus cuadros dirigentes e imponiendo una dirección franquista.

En la página 24 de ‘Un hombre elegante’ podemos leer: «escribimos literatura de lo que no sabemos, para conocer. Y con la literatura llenamos los huecos de la vida tal como nos llega». ¿Es este tu caso? ¿Qué significa para ti la escritura?

Bueno, siempre enfoco un libro como una tarea a realizar, como un trabajo. Cuando escribo historias imaginadas, con personajes ficticios, lo que hago es desvelar, como decía Platón, algo que preexistía. Es como si los personajes se me manifestaran. Sé de qué va la historia, pero no lo sé todo de ellos ni de la trama. En este caso, escribir es una suerte de investigación y de desvelamiento. Pero en ‘Un hombre elegante’ es distinto, porque los personajes eran seres que habían vivido y la historia a contar eran cosas que habían sucedido. Así que mi cometido consistió en hacer el trabajo puramente policial: investigar lo ocurrido, saber cómo fueron esas personas a las que yo no había conocido en vida. Para ello disponía de documentación y, sobre todo, del testimonio de sus descendientes, Y precisamente ahí me encontré con algo muy específico, complejo, como era obligar o conducir a los descendientes en un proceso casi psicoanalítico de reconocimiento de quiénes eran sus padres y sus abuelos. Es un trabajo delicado, porque si cualquiera de nosotros hiciera lo mismo, se sorprendería del resultado. Ellos fueron muy valientes en verdad, porque es una situación incómoda, y en algún caso me ofrecieron miradas distintas.  

jueves, 8 de abril de 2021

Lorena Franco: «Escribo las novelas que, como lectora, yo devoraría en veinticuatro horas»

Fotografía cedida por la editorial.
 Nº 620.- Nora Roy, una paciente del psiquiátrico Vera de la Cruz, asesina a su psiquiatra y a una
de las enfermeras del centro. Nadie se explica cómo fue capaz de hacerlo y de huir sin ser descubierta. Peor aún: nadie conoce su paradero. Otra mujer, Eva, alquila una habitación de su piso a Charlotte, una parisina discreta y poco habladora. Una noche Eva conocerá a Adrián en una discoteca y acabarán en su piso en lo que, aparentemente, suena a una cita prometedora. A la mañana siguiente, Adrián no está, Charlotte ha desaparecido y las paredes de su cuarto están teñidas de sangre. En medio de todo esto, se cruza la periodista Alicia Bastán, que ha publicado un libro de éxito titulado ‘El psiquiatra’, que le da una vuelta de tuerca a la trama. Esta es la sinopsis de ‘Todos buscan a Nora Roy’ (Ed. Planeta), la nueva novela de Lorena Franco, una escritora que debutó en el mundo de las letras a través de Amazon, donde alcanzó el respaldo de miles de lectores. A través del teléfono, conversé con la propia Lorena Franco unos días antes del inicio de la Semana Santa. Apenas un par de timbrazos bastaron para que la escritora barcelonesa descolgase − es un decir, porque ahora se aprieta la tecla verde de los móviles −, se iluminase el piloto rojo de la grabadora y comenzásemos nuestra charla.

Lorena, una mujer joven como tú, pero con dieciocho títulos ya publicados debe tener poco miedo al folio en blanco, ¿no?

Ese temor y respeto a la página en blanco existe cada vez que termino una historia y quiero empezar otra, porque yo necesito sumergirme en una nueva historia de manera continua. Sin embargo, cuando tengo la primera imagen de lo que quiero contar, las palabras me salen de muy adentro y comienzan a fluir. Solo entonces desaparece esa sensación de miedo, que a priori siempre está ahí.