Nº 535.-Tras proclamarse finalista del Premio Planeta en 2012 con ‘La
vida imaginaria’, Mara Torres ha roto su silencio literario con una nueva y
trabajada novela, ‘Los días felices’, también editada por Planeta, donde a
través de la relación entre Miguel y Claudia nos invita a observar la evolución
de las personas y sus circunstancias a lo largo de cuatro lustros. El amor, la
amistad, la cotidianidad y los sueños desfilan por esta compleja y divertida
historia, que no va a dejar indiferente a ninguno de sus lectores, a los que la
escritora madrileña tiene siempre presente en sus obras. Con Mara tuve la
oportunidad de compartir un café en la sobremesa del último viernes de octubre,
mientras el poniente dibujaba una escenografía impropia del otoño en las calles
de València y obligaba a los termómetros a sobrepasar la línea de los treinta
grados centígrados.
Mara, has tardado cinco
años en volver a publicar, ¿te ha resultado sencillo sentarte de nuevo a
escribir?
Mira, una de las cosas que tuve claras en mi primera novela
es que el éxito alcanzado no me iba a condicionar en absoluto. Escribí ‘La vida
imaginaria’ con total libertad y Planeta decidió darme el premio porque un
jurado así lo propuso. En aquella ocasión dejé claro a los editores que no
podía comprometerme a nada, pero que si volvía a escribir los primeros que
verían la novela serían ellos. Necesitaba escribir igual que antes, a mi aire y
sin levantar expectativas. De hecho no dije ni una sola palabra a nadie hasta
haberla terminado. Y en todo el tiempo de escritura sólo tuve en cuenta a los
lectores de mi anterior novela. A nadie más.
Muchos autores
necesitan el silencio y la soledad nocturna para concentrarse, sin embargo, por
tu trabajo escribes de día con los ruidos de la ciudad como telón de fondo.
Siempre he sido muy disciplinada y, como trabajo de noche,
cada vez que he escrito lo he hecho por la mañana. Me ocurría igual cuando
estudiaba o me ocupaba en cosas ajenas al periodismo. De ocho a diez pongo la
radio para conocer la realidad y luego escribo hasta las tres. Los fines de
semana libres. Hubo un jueves que al regresar a casa de madrugada, me sentía despabilada.
Abrí una botella de vino, me la bebí y escribí mucho. Cuando me levanté,
comprobé que lo que había escrito era una birria y lo deseché. Tengo claro que
para escribir he de estar muy centrada y despejada y para eso necesito dormir.
¿Cuál fue la primera
frase que te vino a la cabeza para comenzar ‘Los días felices’?
El chispazo procede de las dos primeras frases de la novela:
«Soy un desastre sentimental» y «Me canso de todo», que podrían constituir un
cuento de Monterroso. Ahí está el germen de todo el contenido. Había un tema
que quería abordar y que necesitaba sacar afuera: mi relación con el amor
platónico, entendiendo por platónico ese amor interrumpido que se queda
suspendido en el tiempo, no el inalcanzable que se siente por un artista de
cine o cosas similares.
He sabido que existe un
diario donde cuentas cómo has escrito la novela, ¿no tuviste la tentación de
incluirlo en el texto?
Escribo diarios a mano desde que tengo 9 años, pero en este
caso se trataba de un fichero de ordenador. Lo que escribí no tiene ningún
interés complementario, no está pensado para ser leído. Aunque hay una parte
que sí es buena, ya que al principio de la escritura se me aparecía Fortunata
Fortuna para exigirme que le diera un espacio en la novela. Me recriminaba que hubiera
sido capaz de sustituirla por un personaje como Miguel Martín, que tenía un
nombre tan vulgar. A pesar de todo decidí no incluirla.
Como acabas de decir,
en tu anterior novela la protagonista era una mujer. En ‘Los días felices’ es un
hombre, ¿qué tal la experiencia de meterse en la piel masculina?
Colocarme en la piel de un hombre no me ha resultado difícil
ni fácil. La anterior novela la escribí en primera persona, porque Fortunata
era un personaje de mucho peso con el que se identificaban tanto hombres como
mujeres, independientemente de su edad. En esta ocasión, preparé tres
borradores con tres personajes principales y el que más tiraba de mí era Miguel
Martín. Elegirlo a él fue una casualidad, no fue hecho a conciencia. Creo que
en las emociones y sentimientos nos parecemos todos mucho y esta novela es el
retrato sentimental de una persona. A diferencia de ‘La vida imaginaria’, la he
escrito en tercera, pero los límites de esta tercera persona están muy diluidos,
no existe un narrador omnisciente y todo pasa a través del filtro de la mirada
de Miguel, que es el protagonista absoluto.
Aunque no es este el
caso, si te dijera que el tema de ‘Los días felices’ no me interesa, pero que
no puedo dejar de leerla por cómo está escrita, ¿lo tomarías como un elogio o
un desprecio?
Un elogio, sin duda. Y me lo parece porque lo que cuento no
es nada original, así que el hecho de que destaques cómo lo cuento lo considero
un elogio por completo.
Sigamos con la forma,
¿cómo has conseguido un estilo tan depurado y tan ágil?
El primer año me dediqué a trabajar la estructura y el
segundo a construir los veinte años de la vida de Miguel, un borrador de
ochocientas páginas escritas de forma compulsiva, que no incorporo a la novela
porque el lector sólo va a encontrar cuatro días de la vida del protagonista en
el texto. Pero para conseguir eso, había de tener claro todo lo que ocurre en su
vida. El tercer año lo destiné a depurar y depurar, para que no sobrase nada y se
pudiera leer entre líneas. Desde luego ha sido un trabajo intenso, porque
quería condensar el contenido de tantas páginas en unas pocas, en una
proporción de cinco a una.
Has comentado en algún sitio
que tu intención al escribir simplemente es entretener, ¿en los tiempos que
corren la literatura, la lectura, la ficción en suma, es más importante que
nunca para tomarse respiros?
No sé qué responderte a esta pregunta, porque se está
publicando, escribiendo y leyendo más que nunca sobre la realidad. Procesos
como el que vivimos estos días en torno a Cataluña hacen que estemos
interesados de verdad en lo que ocurre. Si, además de todo eso, uno llega a
casa y necesita encontrar un mundo que no tenga nada que ver con la actualidad
política, es probable que lo encuentre en ‘Los días felices’. Me parece que
conseguirá conectar con alguna parte íntima suya, la de los sentimientos. Esta
novela no es el retrato de veinte años de la vida de un país, sino el de un
personaje, Miguel Martín, que cumple años el quince de diciembre.
Como dices que no es un
retrato de los últimos veinte años de un país y no puede serlo porque en el texto
no mencionas la política, ni tampoco un lugar ni un tiempo concreto, ¿qué le
aportan esas indefiniciones a la narración?
Yo sí tengo claro a qué periodo corresponde, porque lo
necesitaba para escribir la novela. Conscientemente he omitido cuestiones
políticas porque no quería mencionar ninguna de ellas. Renunciar al año ha sido
para que no echemos de menos ningún reflejo de la política y para que cada lector
encontrase su propio espacio. Sólo cito un lugar, Cambria, que creía haberme
inventado pero que resulta que corresponde al nombre de un tipo de letra del
procesador de textos, una jugarreta del inconsciente, y si he mencionado la
palabra pesetas ha sido para que sepamos que la acción discurre en España. Mi pretensión es que todo el mundo pueda
identificarse con lo que yo le cuento.
‘Los días felices’ está
llena de diálogos, que ayudan a dinamizar la narración.
Sí, este detalle ha llamado mucho la atención a los lectores.
A escribir diálogos me enseñaron los oyentes de un programa que yo presentaba,
titulado ‘Hablar por hablar’. Son diálogos coherentes, de verdad, que salen de
dentro, escritos no como se habla, sino como hablan los personajes.
¿Es cierto, como afirma
Leopoldo, que cada cinco años cambiamos?
[Sonrisa] La verdad es que eso me lo inventé, no lo había
oído nunca, pero luego me he dado cuenta de que efectivamente cinco años es un
lapso de tiempo suficiente para que los cambios se perciban y sean notables,
porque varían los escenarios y las vicisitudes familiares y de pareja. Por
supuesto, he tenido en cuenta cómo vivíamos en el periodo que abarca la
historia para no incurrir en incoherencias.
¿Dónde queda Mara
Torres en la novela?
[Pausa. Mira por la ventana durante unos instantes] Creo que
no estoy en la novela o que estoy en todos los personajes, porque no me siento plenamente
identificada con ninguno de ellos. Igual podría haber sido Magda, la madre de Miguel,
con la que resulta fácil identificarse. Miguel no es ni un antihéroe, ni un
valiente, ni un cobarde, es un tipo normal y corriente. Me quedaría con un poco
de cada uno de ellos: el pensamiento de Pecu, el realismo y, a la vez, idealismo
de Claudia; lo concienzudo que es Miguel… Desde luego a través de la novela no
se puede saber cómo pienso, ni lo que leo, ni la música que oigo.
¿Qué poso te ha dejado
la escritura de ‘Los días felices’?
Creo que he ido creciendo con el personaje, que a los veinte años
es más ingenuo y a los cuarenta más maduro.
Parafraseando el
título, ¿cada uno tiene sus años felices o es una época común en la que todos
nos sentimos mejor?
Yo te diría que la felicidad no forma parte del pasado.
Valoramos la felicidad a posteriori, cuando ya ha ocurrido, porque cuando la
estamos viviendo sólo nos dedicamos a eso.
¿De ahí procede la
nostalgia?
Puede ser, pero también es verdad que nos levantamos por la
mañana pensando que los días felices están por venir.
Mara Torres (Madrid, 1974) es periodista y escritora. Completó su formación de posgrado y doctorado en el departamento de Lengua y Literatura. En 2008 comenzó estudios de Literatura Comparada en la Facultad de Filología de la UCM. Ha desarrollado su trayectoria profesional en la Cadena SER, donde dirigió el programa ‘Hablar por hablar’ entre 2001 y 2006, convirtiéndose en líder de las noches radiofónicas. De ahí pasó a TVE para presentar La ‘2 Noticias’, que acumula más de ciento cincuenta galardones y se ha convertido en el informativo más premiado de España. Entre otros reconocimientos, Mara Torres ha obtenido la Antena de Oro y el Micrófono de Plata. En 2004 publicó el libro ‘Hablar por hablar. Historias de madrugada’, y en 2006, ‘Sin ti. Cuatro miradas desde la ausencia’ (Finalista al IV Premio Setenil al Mejor Libro de Relatos), ambos de no ficción. Con su primera novela, ‘La vida imaginaria’, fue finalista del Premio Planeta en el año 2012.