Nº 549.- María Fernanda Ampuero (Guayaquil, Ecuador, 1976)
pasó por la Fira del Llibre de València tal vez de un modo fugaz. Primero
participó en un acto sobre cuentos en el aula abierta de la feria, invadidas
las palabras de los autores por el sonido de un grupo rockero, empeñado en que
la gente menuda bailase y cantase sin importarles lo que los cuentistas intentaban
explicar a su audiencia, tampoco muy numerosa. Esta ciudad no termina de
aprender nunca y deja escapar interesantes minutos culturales que no menudean en
su agenda cultural anual. Al acabar, la escritora ecuatoriana se acercó a la
caseta de Organización para conversar sobre su primera incursión en el mundo
literario, donde ha debutado dentro del género del cuento, con el volumen titulado
‘Pelea de gallos’, editado por Páginas de Espuma.
Como señala la contraportada del libro,
‘Pelea de gallos’ narra desde diferentes voces el hogar, ese espacio que
construye –o destruye– a las personas, aborda los vínculos familiares y sus
códigos secretos, las relaciones de poder, el afecto, los silencios, la
solidaridad, el abuso... Es decir, todos los horrores y maravillas que se
encierran entre las cuatro paredes de una casa: el espanto y la gloria de
nuestras vidas cotidianas. A todo ello sólo cabe añadir que María Fernanda
Ampuero, periodista de profesión, ha escrito unos cuentos estremecedores,
latinoamericanos, polifónicos, como si llevara publicando ficción toda su vida y no hay que olvidar que
estamos ante su ópera prima. ‘Pelea de gallos’ consta de ciento quince páginas
y trece cuentos, trece, un número interesante, pero también maldito. «Quizá
haya un elemento de fetiche ahí – dice María Fernanda –, pero tampoco fue una
obsesión alcanzar ese número. Salió así y estoy contenta por ello».
¿Por qué escribe
María Fernanda Ampuero?
No sé por qué lo hago, supongo que tengo
preguntas y respuestas y también algunas puertas cerradas en mi vida, a las que
no puedo entrar y esa es una forma de abrirlas. Pero escribir no es una
actividad placentera, ni tampoco una especie de catarsis para cerrar una
herida, simplemente se trata de la pulsión de ver qué se oculta detrás de algo.
¿Te mueve la
curiosidad entonces?
Sí, pero la curiosidad se asocia a un término
pícaro o positivo y a veces, si encuentras algo que no te gusta, resulta
terrible. Las cosas que más mueven la curiosidad son los tabúes, lo prohibido,
lo que no se ve.
A la hora del tu
debut literario has escogido el género del cuento, ¿por qué?
Soy cuentista, lo tengo claro. Me han
preguntado muchas veces si voy a escribir una novela, como si fuera el paso obligado
que hay que dar tras publicar un libro de cuentos. Es como si tienes novio y te
preguntan para cuando la boda. Escribir relatos no es un ejercicio para soltar
la mano y después armar una novela, requiere una tensión brutal. En un cuento
hay que narrar muchas cosas en muy poco espacio y para ello se requiere una destreza
que a veces te ocupa toda la vida para hacerlo bien.
A mi juicio, tu destreza no es mala.
[Risas] Gracias [más risas]. Se va
aprendiendo con el tiempo, pero es como destilar un licor, que requiere un
proceso largo para obtener muy poquito fruto. Aunque tal vez esta metáfora
suene un poco cursi, lo cierto es que destilar es algo muy parecido al tiempo
que te demanda escribir un cuento.
¿El cuento lo
escribes en cuanto te brota la primera chispa o pasas un tiempo de maduración?
Voy poco a poco. Le pasa a todo el mundo, continuamente
piensas en cosas, surgen ideas que te generan curiosidad y que quieres
explorar. Las que, a pesar de que pase mucho tiempo, se quedan aferradas a tu
piel, son las que finalmente germinan.
De profesión eres
una periodista que escribe crónicas, ¿una crónica es un cuento desposeído de
ficción?
Gran pregunta [Silencio, piensa durante unos
segundos]. No sé si definirlo así exactamente, pero sí tiene elementos hermanos
con la narrativa. Cuando escribo un reportaje largo, sin ficción, trato de que resulte
atractivo y apetecible de leer… Sin duda hay elementos hermanos, como dije,
pero la definición no es totalmente exacta.
¿Cómo surgió la
idea de publicar ‘Pelea de gallos’?
Escribo cuentos desde los seis años, toda mi
vida, sin ninguna pretensión. Siempre les tuve demasiado respeto a los
escritores que me gustaban y no sentía que mi voz fuera suficientemente fuerte
para estar al lado de las suyas. La idea nació a partir de que gané el premio
Cosecha Eñe, mi agente literaria me preguntó si tenía más cuentos, le dije que
sí y así surgió este libro. Yo no tenía la pulsión de publicar, tampoco sentía
que mi vida estuviera incompleta por ello, pero ahora estoy muy contenta de
haberlo hecho, a la vez que un poco asustada.
¿Asustada, por qué? ¿Sientes el famoso miedo
al segundo libro?
Tal vez. El perfil del periodista es otro
distinto, la publicación es más inmediata y tiene una funcionalidad muy clara.
Aunque al lector no le guste mi estilo, mi misión es contar y conseguir que se
entere de lo que sucede en un sitio determinado. En el periodismo todo depende
de mí, sin embargo, en la literatura nunca estás completamente segura de si lo
que haces está bien o está mal y de si sirve para algo. Imagino que esta
inseguridad me va a acompañar mucho tiempo en la ficción. A pesar de mis años
de profesión periodística, me siento como una neófita, pero a la vez también me
siento vieja, porque asocio, de manera inevitable, el hecho de publicar un
primer libro a una persona muy joven.
Los cuentos de
‘Pelea de gallos’ son duros, crueles, ¿por qué ese interés por la dureza y la crueldad?
Para mí el mundo es así, de hecho es peor que
en mi libro. Puedo agarrar La Manada, la falta de agua en Sudáfrica o, ya que ahora
mismo estamos aquí, la corrupción en la Comunidad Valenciana, que implica que
una gran cantidad de gente se quedó en la calle, sin techo, viviendo a la
intemperie… ¿Cómo no voy a escribir sobre esto? ¿Cómo no voy a gritar?
Sin duda hay un
interés por tu parte en remover las tripas del lector.
Sí, intento que el lector no se quede
indiferente, puede que no le guste o que no le interese lo que yo escribo, pero
lo que no quiero es que, tras leer el libro, el lector diga ¡¡bah!!
Para narrar los
momentos más crueles de tus historias utilizas un lenguaje suave, a veces casi
dulce.
Ah, no sé cómo surge eso, no soy estratega en
ese sentido. Creo que estamos rodeados de horror y lo contamos y experimentamos
con las técnicas que podemos. Yo procedo de una sociedad o de una cultura con
mucha tradición oral. En mi casa todo el tiempo, se contaron cosas, y tal vez
mi naturalidad proceda de ahí. En mi familia se narraban historias procaces
durante la infancia, cuidando un poco el lenguaje delante de los menores. Pero
los niños no éramos importantes, éramos unos «subsujetos», en ocasiones un
incordio, que estaban por ahí, a los que había que dar de comer y poco más. No
se cuidaban de ellos tanto como sucede ahora. Y a mi familia, como al resto de
la gente, le gustaba contar las miserias y las truculencias de los demás.
Tocas temas muy
variados en el libro. En el cuento ‘Subasta’ hablas de una subasta de personas
secuestradas, ¿está basado en un hecho real?
Una vez publicado el libro, una amiga me
mandó un link real de la deep web en la que hablaban de una
modelo italiana que había sido secuestrada para venderla y que subastaron
después. No sé si es un hecho real o no, aunque yo creo que sí. Seguro que hay
hasta cacerías de personas. No nos podemos ni imaginar las cosas que nos
hacemos los unos a los otros. Hay un nivel de abyección que ningún escritor puede
imaginar.
En ‘Otra’, hablas
de una mujer sojuzgada por su marido, que se rebela en la cola del
supermercado, una historia de liberación, feminista.
Como movimiento, creo que el feminismo se ha puesto
de moda. De repente, se pone el foco en temas que han sido tratados por la
literatura toda la vida, sin ir más lejos en la obra de teatro ‘Casa de
muñecas’ de Ibsen, y le colocan la etiqueta de libro feminista, cuando el hecho
de que un ser humano tome conciencia de que está siendo explotado y esclavizado
y que trate de liberarse es lo más natural del mundo. Si bien yo soy feminista,
no me gustaría que tildaran el libro de feminista.
Otro tema del que
tratan los cuentos es el de las mujeres torturadas y
abusadas por sus padres.
Es terrible y se produce porque pueden
hacerlo. En el relato ‘Luto’ se dice que ante la indefensión triunfa siempre la
crueldad. Si hubiera que buscar un leitmotiv para estos cuentos, diría que la
idea que los preside es la de que hay que temer siempre más a los vivos que a
los muertos, pero es cierto que las mujeres históricamente hemos sido las más
indefensas y cuando alguien es indefenso, su congénere abusa de él porque
puede.
La última por hoy,
María Fernanda, ¿detrás de todos estos cuentos, qué lecturas se esconden y
alimentan tu imaginario?
Leo todo el tiempo. Quise ser poeta desde muy
jovencita y creo que hay mucho de la poesía de César Vallejo en mi mente y en
mi forma de ver el mundo. Más contemporáneamente, descubrí hace pocos años a
Mariana Enríquez, que me rompió la cabeza con el terror de denuncia social. Me
pareció una idea poderosa mezclar lo sobrenatural con la desigualdad, filtrar
el elemento fantástico en una sociedad que respira y supura miedo. Leo mucho
terror y como uno de los cánones de la gente de mi generación es el cine, me
interesa el gore y me alimento mucho con eso. En ese sentido soy un poco como
las niñas del cuento ‘Monstruos’. Y si me pidieras que te recomendase a
alguien, te citaría a mi compatriota Mónica Ojeda, que seguro que tendrá una
importante carrera literaria en un futuro próximo.
Herme
Cerezo