«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 5 de septiembre de 2009

Antonio Gómez Rufo, escritor: "Creo en la fortuna, no en el destino"



Herme Cerezo / SIGLO XXI, 20 de febrero de 2008

"Uno de los hombres más ricos de la Tierra se enfrenta a la mayor encrucijada que el destino y la ciencia sometieran a ningún mortal. ¿Salvaría la vida de su hijo a costa de la muerte de otros niños? Síndrome de Morris, ¿puede la belleza matar? ¿Puede el dinero comprar más tiempo de vida? Cambio climático ¿qué nos depara el futuro en la Tierra? ¿Por qué los gobiernos no permiten a la Ciencia avanzar en la curación de enfermedades mortales? ¿Sigue siendo el amor el mejor refugio del ser humano? ‘La noche del tamarindo’, una novela que responde a éstas y a otras preguntas. Un thriller apasionante, fundamentado en investigaciones sobre los últimos avances en biología genética, repleto de acción que recorre los escenarios más lujosos y exóticos del mundo. Una novela de gran magnetismo que no dejará indiferente al lector. ‘La noche del tamarindo’, la nueva novela de Antonio Gómez Rufo".

Todo lo que antecede es lo que reza el vídeo promocional con el que la editorial Planeta acompaña las presentaciones de la última novela de Antonio Gómez Rufo, Madrid, sin fecha de nacimiento (otro escritor que escapó a los tentáculos del Registro Civil), en la que ha invertido los tres últimos años.

¿Qué te movió a escribir ‘La noche del tamarindo’?
El origen de mi novela está en esa pregunta que nos hacemos todos al llegar a los cuarenta: si a los veinte años hubiera sabido todo lo que sé ahora, ¿mi vida habría sido la misma? Mientras rumiaba la respuesta, me daba cuenta que mis amigos comenzaban a sentir temor al paso del tiempo, a envejecer, a las primeras arrugas, a los michelines. Todo eso junto me incitó a reflexionar y a escribir.

¿Crees que los españoles nos preocupamos tanto por esos temas?
Sin duda. Mira, en España, hace dos años, se efectuaron medio millón de operaciones de cirugía estética. Parece que la apariencia externa se está convirtiendo en algo esencial y que nos estamos olvidando de las cosas realmente importantes.

Pero el protagonista de tu historia, Vinicio Salazar, que acaba de ver morir a su hija, no utiliza la cirugía con fines estéticos, sino con otros objetivos: prolongar su vida, variar su destino.
Mi protagonista tiene muchisimo dinero y, efectivamente, decide emplearlo en eso que dices. Para lo cual no duda ni un instante en fingir su muerte, desaparecer y crearse una nueva identidad, sin reparar en medios e introduciéndose en una espiral de asesinatos y locura. La ciencia actualmente dispone de muchos medios para este tipo de cosas. Y eso únicamente está al alcance de la gente con dinero.

El destino, siempre presente en tus novelas.
En general, en toda mi obra literaria el destino siempre está presente. Y es porque yo no creo en él, sino en la fortuna. Para los griegos el destino es algo inevitable y que no se puede combatir. Para los latinos, sin embargo, la fortuna se la labra cada cual por sí mismo. Es lo que uno puede trastocar, aunque parezca inevitable que vaya a suceder. Si tú pones algo de tu parte, puedes variar el resultado, cambiar tu fortuna. Yo me siento más latino que griego en esto.

Pero el destino acaba imponiendo su ley, ¿no?
El protagonista de la novela cree que el destino le va conduciendo y yo pienso que el individuo siempre ha de luchar contra lo que presume inevitable. Otra cosa es que venza o que sepa que va a salir derrotado por lo que le rodea: por el amor, por la muerte, por lo que sea ... Pero el valor principal del ser humano es la lucha. Que consiga vencer o no es otro tema, entre otras cosas porque muchas veces ello depende de factores externos a nosotros.

Y tu protagonista termina rindiéndose.
Vinicio Salazar llega un momento, el momento de la verdad, cuando está solo en su habitación, en que arroja la toalla porque sabe que no va a vencer. Es rico y lo tiene todo, pero se da cuenta de que en el fondo es infeliz, porque no se encuentra a gusto consigo mismo. Y entonces piensa que es como un tamarindo, cuyas hojas por la noche se cierran y dejan desnudo el tronco que es la verdad, la cruda realidad.

Por lo que cuentas, Vinizio Salazar se antoja un personaje tremendamente humano.
Sí, claro, él siente lo mismo que nosotros, que no somos capaces de pararnos a pensar que en el mundo donde vivimos a casi ninguno nos falta nada de lo básico. Y nos sentimos infelices porque no conseguimos aquello que es suntuario: un coche más potente, un pantalón de marca, una casa más grande. La insatisfacción nos la provoca la carencia de cosas superfluas.

‘La noche del tamarindo’ está construida con una estructura que nunca decae: el thriller.
Llámalo thriller o como prefieras, pero yo he intentado contar mi historia construyendo una trama de acción, de amor, de aventuras, de viajes, de lujos y otras muchas cosas más. Creo que mi novela tiene muchos valores añadidos y pienso que es mi mejor obra hasta el momento.

Pero también tiene otros valores.
Yo no soy un escritor de mensaje, pero escribir ‘La noche del tamarindo’ sí me ha servido para mi vida personal. Y si consigo que le sirva a algún lector, a uno solo, mi objetivo estará cumplido. Repito que los seres humanos somos capaces de cambiar nuestro destino, siempre y cuando estemos reconciliados con nosotros mismos. En mi novela están las preguntas que yo me formulé antes de escribirla y que espero que los lectores se formulen a sí mismos durante su lectura.

Habrás tenido que documentarte lo tuyo ¿no?
Me ha llevado tres años escribirla y el primero estuvo íntegramente dedicado a documentarme. Toda novela del siglo XXI que se precie, debe contener cosas actuales: el cambio climático, biogenética, los avances de la ciencia, transplantes de órganos, etcétera. Son cosas con las que nos desayunamos todos los días. Yo he tenido la fortuna de tropezarme con gente que me ha ayudado y explicado muchas cosas para mi libro.

Tus personajes, a lo largo de la novela, experimentan sensaciones fuertes, de alto voltaje, ¿cómo has podido relatarlas con tanta precisión?
Mientras la escribía, sentí la necesidad de sugestionarme, utilizando el Método Stanislawski, y meterme en la piel de los personajes. Por ejemplo, en mi casa tengo una pistola de juguete y como en la novela hay una escena de suicidio, me la introduje en la boca para ver qué se sentía. Así descubrí que, entre otras cosas, la boca percibe el frío
del cañón y que la lengua se retrae. Después me senté al ordenador y escribí estas sensaciones.

Pero eso es llevar las cosas al último extremo.
Puede ser, pero es por el bien de la novela. A veces, los escritores llegamos a un estadio casi de manicomio y por eso hacemos estas cosas. Además yo intento que el lector que va a leer la novela comprenda que lo hay dentro es verdad, aunque sea ficción. Las emociones hay que transmitirlas con un verismo total.

Destacan también algunas frases muy interesantes en el libro, como: "la mirada no tiene cirugía" o "morir es el único cóctel verdaderamente exclusivo, nadie puede beber ese brebaje por otro", Antonio, ¿cómo consigues estas frases tan rotundas?
Escribo desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana. Luego duermo y después salgo. Y cuando salgo, cuando convivo con otros, cuando viajo, yo aplico el oído. Creo que soy un buen escuchador. Por las conversaciones de los demás me entero de qué cosas les preocupan e interesan y de cómo piensan. Y de ahí salen esas frases. Luego me limito a transcribirlas al teclado. Soy un poco cotilla, lo reconozco, pero es que yo creo que ése es mi trabajo como escritor.

Terminamos, Antonio, realmente ¿te sientes recompensado o no con ‘La noche del tamarindo’?
Creo que jamás escribiré otra novela como ésta. Me lo he pasado muy bien y muy mal mientras la escribía. Después de ella no debería volver a escribir nada más, pero sé que dentro de unos cuantos meses empezaré otra. Seguro.