Herme Cerezo / SIGLO XXI
La tarde del pasado miércoles fue un día de temperaturas bajas. Como en las últimas semanas, Valencia todavía vive sorprendida por este invierno tardío, que amenaza con retrasar la llegada de la primavera más de lo acostumbrado por estos lares. Con frío o sin él, la ciudad huele a lo mismo de siempre por estas fechas: a pólvora quemada, a fiesta inminente, a calles cortadas, justificada o injustificadamente, por las primeras jaimas que invaden la calzada y que dificultan considerablemente la vida de los valencianos durante un par de semanas cada año. Con ese panorama, dos cortados por delante y la presencia de su nueva novela sobre la mesa, ‘La estrategia del agua’, el caso del asesinato de un hombre en el ascensor de su propio edificio, protagonizada por sus ya entrañables guardias civiles Chamorro, la sargento, y Bevilacqua, el brigada, entrevisté a Lorenzo Silva en la cafetería del Hotel Astoria. Durante la conversación, junto a la fuente de la plaza Rodrigo Botet y al abrigo de un árbol, explotaron varios petardos, tan absurdos, tan ilógicos, tan inevitables como siempre que, no obstante, no consiguieron interrumpir nuestra charla.
Igual que el brigada Bevilacqua hace en la novela, ¿Lorenzo Silva también pinta soldaditos de plomo?
Sí, sí, esa parte de su personalidad la conozco bien. A lo largo de mi vida, he pintado muchos soldaditos y, además, no se me daba mal, pero últimamente no lo hago con tanta frecuencia.
Cinco años sin Vila y sin Chamorro, ¿no ha pasado demasiado tiempo desde que publicó ‘La reina sin espejo’, su anterior aventura?
Para mí no han sido tantos años. Publique la última en 2005 y en 2008 ya estaba escribiendo ‘La estrategia del agua’. En realidad, aunque he estado entretenido en otros temas, siempre los tengo presentes porque sus historias van madurando a lo largo del tiempo. Vila y Chamorro viven conmigo, en mi casa y en mi coche y, casi irremediablemente, termino comentando con ellos muchas cosas del día a día.
En su novela ‘El blog del Inquisidor’, Internet ocupaba la parte más destacada del libro. También la informática juega un papel importante en ‘La estrategia del agua’, ¿las nuevas tecnologías han aterrizado plenamente en la policía española?
Las nuevas tecnologías han llegado a todas las policías del mundo y, por supuesto, a la española. Y, como ocurre en este libro, cuando interceptan una comunicación telefónica, no sólo acceden al contenido de las llamadas de voz, sino que despliegan un paquete decodificador de datos mucho más amplio. Si no fuera así no se enterarían de nada. Desde mi punto de vista, la policía española está muy al día en el campo las nuevas tecnologías.
Seguimos con las nuevas tecnologías, ¿qué cualidades aporta Internet a la hora de sentarse a escribir una novela?
Internet, como fuente de información o de percepciones para el escritor, es fundamental porque amplía mucho el campo de materiales que alimentan el proceso creativo. Siempre que puedo, además del procesador de texto, escribo con un navegador permanentemente abierto, porque cuando busco algo, Internet me permite conocer hasta los detalles más pequeños de lo que me interesa. En cuanto al discurso literario en sí, Internet también influye. Por ejemplo, el procesamiento de la información dentro de la propia narración se convierte en una especie de hipertexto, que genera sus propias dinámicas en las peripecias de los personajes. Por último, gracias a Internet puedes escuchar la voz de los lectores y conocer sus opiniones sobre lo que escribes.
‘La estrategia del agua’ está inspirada en un hecho real, ¿le ha tocado bajar a los infiernos para orquestar tanta tecla?
No tanto, he realizado trabajos de campo pero no son exclusivos para esta novela. Los infiernos que me interesan son cuestiones con las que me he ido tropezando a lo largo del tiempo. También he tenido opción de accede a algunos procesos reales de investigación policial, de los que yo me aparto luego para construir la ficción. Necesito detalles precisos no para reproducirlos tal cual son, sino para describir las percepciones que producen en mí.
Dice la novela al principio: "Cuando un hombre aparece con dos tiros en la nuca en el ascensor de su propio edificio, sin que ninguno de los vecinos haya oído ni visto nada, hay algo que casi puede darse por seguro: la última persona con la que ese hombre se cruzó en su vida era un profesional". ¿Resulta sencillo en España encargar trabajos de este estilo?
No es tan difícil, ni tan caro para lo que valen las cosas en este país. Si a alguien le molesta mucho una persona, no es complicado eliminarla. No están en las páginas amarillas, pero en dos o tres fases se puede llegar a los contactos oportunos. Lo que impide contratar a un sicario son los escrúpulos, el miedo a que te pillen o la conciencia, no el dinero.
¿Eso es así ahora o lo ha sido siempre?
Creo que es ahora, porque a España ha llegado mucha delincuencia organizada, que se ha extendido por diferentes ámbitos y se ha encontrado con ciudadanos "normales" con los que ha cerrado negocios. No existe un tabique de hormigón que separe el mundo "normal" del mundo criminal, el lado blanco del oscuro, al contrario, es un tabique muy permeable por el que fluye el dinero y los contactos.
‘La estrategia del agua’ no es una novela de acción, el que espere encontrar algún puñetazo va listo, ¿no?
Tiene momentos de acción, pero la acción no es la finalidad del policía sino su fracaso. Un policía que persigue a un asesino no busca confrontaciones físicas con él. El agente que se puede ver envuelto en una pelea es el patrullero de la calle y este tipo de situaciones no me interesan tanto. El policía que es bueno investiga y prepara las cosas poco a poco, hasta que se produce la detención, en la que muchas veces no suele dispararse ni un solo tiro.
Leyendo su obra, a uno deja de importarle quién puede ser el asesino y se interesa por otras cosas.
Hay un par de detalles que se descubren al final de la novela, pero no trato que la trama sea absolutamente opaca para el lector y que todo se resuelva al final. El verdadero desafío radica en ver cómo se levanta un aparato incriminatorio para desentrañar toda una trama criminal. En este sentido, el lector se dedica a acompañar a los protagonistas durante la lectura.
Bevilacqua es un tipo que no es ni desgraciado ni feliz, guarda más similitudes con un tipo común, real, de carne y hueso, que con otros investigadores de ficción.
Me atrae la ficción que cuenta la realidad sin mitificar a unos u otros. La gente que forma parte del mundo del crimen normalmente es deficitaria desde el punto de vista social, moral, intelectual o emocional ... Bevilacqua es un hombre de la calle, un funcionario público, no vocacional, que transita por la vida con muchas dificultades, a través de un camino que intenta hacer suyo, y que no puede ni quiere apabullar a nadie.
En la novela se insinúa una cierta rivalidad, y también un cierto espíritu de cooperación entre maderos y picoletos, ¿cuál de los dos extremos prevalece en la vida real?
Hay piques y se gastan trapisondas entre ellos, como la que ocurrió en la captura de El Solitario, al que perseguía la guardia civil y detuvo la policía. Eso sucede en verdad, pero están en lo mismo y hay casos que comparten. Por ejemplo, el Asesino del Naipe no se preocupaba de si sus crímenes eran jurisdicción de unos u otros. En la mayoría de los casos, policías y guardias civiles colaboran porque la necesidad de ser solidarios es inevitable.
‘La estrategia del agua’ transcurre en Madrid. La capital se muestra como un escenario cambiante: Madrid de noche, Madrid de día, la ciudad bajo el sol o la luna, ¿Madrid se vive igual a todas horas?
Madrid es una ciudad polimorfa, que tiene muchos rostros, rostros feroces y dulces. Madrid es mi ciudad y me gusta precisamente la indefinición de su identidad, su complejidad para ser encasillada bajo un solo adjetivo. Este carácter rima mucho con Bevilacqua, porque no sabe muy bien qué es. El nació en Montevideo y eso lo convierte en alguien radical y genuinamente madrileño, porque para ser de la capital no hace falta haber nacido en la ciudad. Quiza el hecho de haber nacido fuera de ella le ayude a ser más madrileño.