Cafetería de la FNAC de San Agustín de Valencia. Mucho trasiego como decorado de fondo. Escaleras mecánicas que suben y bajan, vacías o llenas; gentes con libros y cedés; simples paseantes sin más ocupación; conocidos que se encuentran y hablan; un empleado pontifica sobre las maravillas de algún ordenador. Alicia Giménez Barlett emerge de ese tráfago, vestida con traje de chaqueta rojo y un bolso negro en el brazo. Nos instalamos en la cafetería con otro fondo: ruido de cucharillas y platillos, de botellas, de cafetera exprés, del altavoz que anuncia ofertas y novedades. Y comenzamos a hablar acerca de su última novela, ‘Donde nadie te encuentre’, editada por Destino, con la que ha ganado el Premio Nadal 2011, una historia sobre el sorprendente viaje que, en el año 1956, realizan por el norte de la provincia de Castellón un médico francés, Lucien Nourissier, y un periodista barcelonés, Carlos Infante, para localizar a La Pastora, más tarde Florencio Pla Meseguer, un maquis del que se sospechaba que una era mujer disfrazada de hombre y que luchó contra la dictadura franquista durante aquellos años hasta su apresamiento.
No es la primera vez que lo hago. En ‘Una habitación ajena’, mi novela sobre Virginia Wolf, estaba en el mismo caso, lo que ocurre es que aquí el personaje es más comprometido y a veces me he sentido con mayor presión que cuando se crea libremente.
Al leer tu novela, cualquier idealización de los maquis se va al traste.
Estoy en contra de cualquier idealización, soy muy racionalista. Ser romántico está muy bien, pero hay que contar las cosas como son.
¿Qué te interesaba más a la hora de escribir: los maquis o La Pastora?
Yo no quería escribir sobre los maquis y su historia, porque sobre ellos ya se ha escrito mucho y bien. Buscaba hablar de La Pastora, un personaje que me subyugó desde el principio. Y no sé si me novela es buena o no, pero desde luego su historia es tremenda, bárbara.
La Pastora ingresó el maquis no por cuestiones ideológicas sino vitales. Era un hombre que había vivido como una mujer y en el maquis, ¡por fin!, tuvo compañeros, que le dijeron: “Muéstrate como eres. Sí tú quieres ser un hombre, adelante, no pasa nada”. Claro eso no quiere decir que sus circunstancias no fueran tan ideológicas como las de otras personas. El hecho de que hubiera gente que vivía en la miseria, que no sabía leer ni escribir y a la que no se le permitía ser como era, nos indica qué tipo de dictadura padecíamos.
Esta dualidad personal la tratas en la novela a través de un monólogo de la propia Pastora, que empieza hablando como mujer y termina haciéndolo como hombre.
Así fue su vida. Ella siempre se sintió hombre, pero su madre le dijo que era una mujer, la vistió como tal y le complicó la vida. La escena en que le cortan el cabello para convertirse definitivamente en Florencio Pla, me impactó mucho mientras la leía y escribía. Fue un niño quien vivió aquel momento y lo contó después. La Pastora lloró en aquel instante porque dejaba atrás treinta años de vida y se enfrentaba a un futuro completamente
desconocido para él.
La novela transmite fielmente el clima de silencio que se vivía en España en los años cincuenta.
Nourissier, el psicólogo francés que discurre por la novela, disfrutaba en su país de una sociedad democrática, ¿tendría de España la misma imagen que tenemos nosotros ahora de otros países que se mueven bajo dictaduras?
Puede que sí. Ahora creo que nosotros ya somos muy civilizados, muy sofisticados. A Nourissier el corazón le dio un vuelco. Se horrorizó porque vio gente que sufría, que pasaba hambre, un pueblo sometido que todavía intentaba revolverse... No tenía un concepto despectivo sobre los españoles de entonces, al contrario, fue enormemente respetuoso con ellos.
Entre maquis y guardias civiles, en el medio, siempre está la gente sencilla, los que pagan los platos rotos: los masoveros.
Está claro, ellos fueron los grandes sacrificados. Muchos tuvieron que abandonar sus masías de las comarcas de El Maestrat y Els Ports. Se hartaron de recibir palos de un lado y de otro, de estar en medio de un fuego cruzado, de llevar una vida tan dura. Hoy las masías están abandonadas y muchos dicen que se marcharon durante aquellos años.
Vendes muchos libros de género negro en Italia y Alemania, ¿cómo crees que acogerán esta novela tan “especial” en tu carrera literaria?
Tengo una curiosidad inmensa. En Italia se está traduciendo y en Alemania contratando. Tengo ganas de ver cómo reacciona esta gente. Lo mismo piensan ¡Otra vez los españoles con su puñetera guerra! [risas] Quiero ver qué feeling van a tener con nuestra historia pasada.
Antes y siempre, los policías Petra y Garzón y, ahora en ‘Donde nadie te encuentre’, el periodista Infante y el neurólogo Nourissier, ¿las parejas son una constante en tu narrativa?
La verdad es que me di cuenta de ese detalle cuando ya llevaba media novela escrita. Le he querido buscar una explicación, como racionalista que soy, y creo haberla encontrado. Yo no soy de una pieza, tengo dos mitades en mi carácter. Por un lado, optimista y batalladora y por otro, negra y pesimista, con poca esperanza en el futuro. Quizá por eso mis personajes se bifurcan.
Tras el premio Nadal, ¿volverás al binomio Petra Delicado-Garzón?
Mi editor, que es muy joven, me dijo justamente lo mismo. Pero claro, yo nací en 1951 y conocí ese ambiente. Con cinco años me acuerdo del cuidado que había que tener con los vecinos, con lo que decíamos, incluso con no escuchar ninguna emisora que no fuera oficial...
¿Ese silencio era reflejo del miedo con el que se vivía entonces?
Creo que era una época en la que verdaderamente te la jugabas. Según a quien frecuentaras o lo que dijeses, te podías encontrar una sorpresa. Mi padre fue corresponsal en Alicante del diario ‘El Socialista’. Por ello estuvo tres meses en la cárcel. Todo un crimen, realmente. Era ferroviario y fue represaliado hasta tal punto que no le permitieron ascender en la RENFE hasta que llegó la democracia. No le dieron un pasaporte hasta los años ochenta. Todas estas cosas, a mí que las he vivido, también me sorprenden ahora.Nourissier, el psicólogo francés que discurre por la novela, disfrutaba en su país de una sociedad democrática, ¿tendría de España la misma imagen que tenemos nosotros ahora de otros países que se mueven bajo dictaduras?
Puede que sí. Ahora creo que nosotros ya somos muy civilizados, muy sofisticados. A Nourissier el corazón le dio un vuelco. Se horrorizó porque vio gente que sufría, que pasaba hambre, un pueblo sometido que todavía intentaba revolverse... No tenía un concepto despectivo sobre los españoles de entonces, al contrario, fue enormemente respetuoso con ellos.
Entre maquis y guardias civiles, en el medio, siempre está la gente sencilla, los que pagan los platos rotos: los masoveros.
Está claro, ellos fueron los grandes sacrificados. Muchos tuvieron que abandonar sus masías de las comarcas de El Maestrat y Els Ports. Se hartaron de recibir palos de un lado y de otro, de estar en medio de un fuego cruzado, de llevar una vida tan dura. Hoy las masías están abandonadas y muchos dicen que se marcharon durante aquellos años.
Vendes muchos libros de género negro en Italia y Alemania, ¿cómo crees que acogerán esta novela tan “especial” en tu carrera literaria?
Tengo una curiosidad inmensa. En Italia se está traduciendo y en Alemania contratando. Tengo ganas de ver cómo reacciona esta gente. Lo mismo piensan ¡Otra vez los españoles con su puñetera guerra! [risas] Quiero ver qué feeling van a tener con nuestra historia pasada.
Antes y siempre, los policías Petra y Garzón y, ahora en ‘Donde nadie te encuentre’, el periodista Infante y el neurólogo Nourissier, ¿las parejas son una constante en tu narrativa?
La verdad es que me di cuenta de ese detalle cuando ya llevaba media novela escrita. Le he querido buscar una explicación, como racionalista que soy, y creo haberla encontrado. Yo no soy de una pieza, tengo dos mitades en mi carácter. Por un lado, optimista y batalladora y por otro, negra y pesimista, con poca esperanza en el futuro. Quizá por eso mis personajes se bifurcan.
Tras el premio Nadal, ¿volverás al binomio Petra Delicado-Garzón?
Claro que volveré. No te quepa la menor duda. Mis novelas negras se han conocido mucho y mi vida no va a cambiar por este libro, que ha sido una experiencia muy buena e interesante. Me gustan los lectores del género negro porque son fieles a los personajes hasta la muerte. Además, con otros escritores del mismo género comparto grandes momentos, nos matamos a cervezas y nos reímos cuando nos encontramos. Sería muy imbécil si yo cambiase todo esto por el Parnaso literario. ¡Que le den al Parnaso!
Herme Cerezo