Alfonso Domingo (Turégano, Segovia, 1955), ha trabajado en prensa escrita, radio y televisión. Periodista especializado en información internacional y reportero de guerra, como director de documentales es asimismo autor de doce series: en total más de cien trabajos, algunos doblemente galardonados. Especialista en la Guerra Civil Española y la posguerra, suya es la serie ‘La historia recobrada’, ha publicado ensayos de historia oral como ‘El canto del búho’, ‘Retaguardia’ e ‘Historia de los Españoles en la II Guerra Mundial’ entre otros. Como novelista ha escrito ‘La Madre de la Voz en el Oído’ (Premio Feria del Libro de Madrid 1991), ‘La Estrella Solitaria’ (Premio Ciudad de Salamanca), ‘El ángel rojo’ y ‘El Espejo Negro’ (Premio Ateneo de Sevilla 2011).
Jerónimo Díaz, un joven pintor anarquista exiliado al final de la guerra civil, recibe el encargo de copiar un enigmático cuadro de El Bosco, ‘Jonás y la ballena’, una obra que aparece y reaparece misteriosamente a lo largo de la historia y que el rey Felipe II tratará de adquirir en el siglo XVI. Su trabajo se verá interrumpido por la invasión alemana y Jerónimo acabará – como miles de compatriotas- en un campo de concentración nazi. Sesenta años más tarde, Javier Carreño, especialista en la obra de El Bosco, es designado comisario de una magna exposición que se celebrará en el Museo del Prado. Pero cuando conoce a Jerónimo Díaz, lo que en un principio era un trabajo metódico y burocrático, se convierte en la gran aventura de su vida: una aventura impredecible. Sin duda todo esto son buenos mimbres para conversar con Alfonso Domingo a propósito de su obra ‘El espejo negro’, editada por Algaida, con la que ha ganado el XLIII Premio de Novela Ateneo de Sevilla. Y eso hice tomando como sede, una vez más, la cafetería del Hotel Astoria de Valencia.
Alfonso, un escritor me comentó no hace mucho que conseguir el Ateneo de Sevilla era el paso previo para ganar el Planeta, ¿te presentaste al concurso por esa razón?
Alfonso, un escritor me comentó no hace mucho que conseguir el Ateneo de Sevilla era el paso previo para ganar el Planeta, ¿te presentaste al concurso por esa razón?
En mi caso no me he presenté con la finalidad de ganar más adelante el Planeta. Concursé porque el Ateneo de Sevilla es un premio de mucho renombre y, además, porque cuando acabas un proceso creativo y te planteas qué vas a hacer con el libro, te das cuenta que concursar es una buena opción, ya que un galardón de este tipo te ofrece prestigio, un monto económico importante y la difusión de la novela. Además, quería dejar claro que mi apuesta en la escritura es por la literatura y no por el best seller.
Un cuadro de El Bosco, ‘Jonás y la ballena’, se encuentra en el centro de la peripecia de ‘El espejo negro’, ¿qué te atrajo de un personaje como el del pintor holandés?
Mi interés por El Bosco arranca de mi época juvenil, de cuando estudiaba en Segovia y hacíamos viajes a Madrid para visitar el Museo del Prado. Dentro de la inmensa cantidad de pintores allí representados, me fui fascinando con sus cuadros ya que, aunque los veía repetidamente, seguían escondiendo misterio para mí, ya que sus sorprendentes representaciones y alegorías admitían nuevas interpretaciones. Esta relación se ha mantenido durante más de treinta años y, de algún modo, sentí que le debía un homenaje literario al pintor holandés, que es un tipo muy novelesco.
¿El hecho de que el protagonista sea un exiliado anarquista es toda una declaración de intenciones?
Antes de nada hay un interés mío por los hechos protagonizados por los españoles durante la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial, por los que soportaron los campos de concentración y por los que perecieron en ellos. Aunque no me considero anarquista, sólo soy un contador de historias o un viejo periodista reciclado, quizá el mundo libertario presente otras opciones. Lo que ocurre es que el anarquismo es la parte más ausente de la crónica y de la historiografía oficial. En ‘El espejo negro’ he intentado dar una visión diferente de la que poseemos comúnmente, fruto de la desinformación que se produce siempre sobre el vencido. Por otro lado, creo que estamos ante el ocaso de las ideologías, porque ni la izquierda ni la derecha representan actualmente a la mayoría de la sociedad.
Dan Brown, Javier Sierra, Eduardo Mendoza… ¿no hay mucho interés últimamente por el mundo del arte en la literatura?
Los cuadros en general tienen algo que los hace únicos, son como imágenes de una época en la que no existía la fotografía. Es como asistir al tiempo detenido en un momento dado. Las pinturas de El Bosco que se conservan son sólo la tercera parte de su producción real. El tiempo y la Historia han destilado lo que nos ha llegado a nosotros. En sus cuadros hay un montón de argumentos muy aptos para la ficción, algo que podemos extender al propio mercado del arte, que reúne unas características que lo convierten en sumamente literario.
‘El espejo negro’ mezcla thriller, Guerra Civil, alquimia, voces narrativas en primera y tercera persona… en resumen, estamos ante un híbrido, ¿éste es el futuro de la literatura?
No sé si es el futuro o no, pero a mí es lo que me gusta. Vengo del periodismo y hago cosas escritas y documentales cinematográficos que me permiten generar la suficiente intensidad para atraer al lector. El problema es que, al reunirlas en un solo volumen, a veces sacrificas historias que podrían funcionar perfectamente por sí solas. La mezcla vale si el resultado es bueno. En caso contrario, pues has metido la pata. Quizá esta hibridación se haya puesto de moda porque es una forma distinta de construir la realidad.
¿Otra de las finalidades de tu escritura es culturizar entreteniendo?
Yo sería incapaz de escribir algo que no me apasionara. Como me gusta, intento dar toda la información posible al lector para que conozca bien las cosas. Creo que ahora en el tiempo en el que estamos, donde se da el fenómeno de la banalización de la información y todo ha de ser espectáculo, no está mal que digamos que los libros tienen una parte que divierte a la vez que informa.
Hay escritores que cuidan muchísimo el lenguaje de la época para no cometer errores, ¿eso es labor suya o han de limitarse a crear la historia y que el lector supla lo que falta?
Es de absoluta responsabilidad del autor, que debe utilizar el lenguaje más rico y adecuado posible y tener el mayor rigor y compromiso con lo que ha escrito. Sin duda, la documentación que utilizamos durante el proceso creativo es un buen respaldo para escribir correctamente.
Felipe II ocupa un lugar destacado en ‘El espejo negro’. El monarca español tenía inquietudes alquimistas y esotéricas, ¿quizá por eso coleccionó cuadros de El Bosco?
Sí, en la novela avanzo la teoría de que, al final de su existencia, Felipe II quizá fuera atacado por el mal de la tanatofobia. Realmente, el rey sentía una fascinación rara por los cuadros de El Bosco ya que falleció mirando uno de ellos, después de haber soportado durante su vida las críticas eclesiásticas, que no terminaban de aprobar los cuadros del pintor holandés. También se interesó por la alquimia, de hecho en El Escorial se produjo una explosión que procedía de un laboratorio alquímico. Sin embargo, Felipe II mantuvo una posición ambigua con este tipo de cuestiones, al igual que con la religión. Unas veces las aceptaba y otras no. Probablemente no estaba muy convencido de ciertas cosas.
En el libro utilizas como referencia literaria a Moby Dick. Quizá ahora esto no diga nada al lector a causa de la existencia de Internet, ¿puede llegar a perderse la utilidad de las referencias en la literatura?
Puede ser que sí, especialmente ahora con la irrupción del libro electrónico. En general, los jóvenes leen mucho menos que los de nuestra generación, porque hay otra clase de estímulos. Lo que tengo claro es que los mitos que se transmitían a través de nuestra literatura y por las múltiples referencias que había en otras, pueden terminar perdiéndose. De hecho, cada generación asiste a la desaparición de un mundo. Por ejemplo, yo viví el último tiempo de la España rural, que luego se convirtió en la España mecanizada. Lo que ocurre con Moby Dick es que tiene otro simbolismo, otras connotaciones, que van más allá de la propia obra, ya que es un texto completamente metafórico sobre la acción de la naturaleza en la vida del hombre.
Para acabar: ¿en qué personaje de la novela está Alfonso Domingo?
No sé qué decirte porque todos los personajes tienen cosas mías. Aunque no al cien por cien, me hubiera gustado ser el viejo anarquista. Realmente, creo que estoy diluido en todos ellos, con mayor acumulación de reflejos míos en Javier Carreño, el comisario de la exposición.