Algunos escritores han de ser revisitados al menos una vez al año. En mi caso, Verne, Christie y Dickens son autores cuyas obras, las que leído y las que no, reclaman mi atención de vez en cuando. Son estaciones de parada obligatoria, irremediable. Precisamente ahora, cuando se celebra el bicentenario del nacimiento del novelista británico (Portsmouth, Inglaterra 7 de febrero de 1812 - Gads Hilla Place, Inglaterra, 9 de junio de 1870), gracias a la estupenda edición de bolsillo que acaba de publicar la celebérrima colección Austral, volumen de lujo, puedo releer David Copperfield. En realidad, no recuerdo si, de pequeño, leí una versión en cómic procedente de las famosas Joyas Literarias Juveniles de Bruguera o alguna edición resumida de la novela, probablemente también de Bruguera. Da igual. Sea cual sea la respuesta a mi duda, en la página 222 del libro, uno de los personajes secundarios, Mr. Micawber, imparte una práctica lección de economía, la misma justamente que se quiere imponer ahora a los políticos que nos gobiernan, que no a los que nos gobernaron ya. Dice así: "Renta anual de veinte libras, gasto anual de diecinueve; resultado, felicidad. Renta anual de veinte libras, gasto anual de veinte y media; resultado, miseria." Nada nuevo bajo el sol, como se observa, sobre todo en tiempo de crisis, penurias y desánimo como es el que ahora transitamos, no muy lejano del que conoció el propio Dickens durante algunas etapas de su existencia..