Alejandro M. Gallo (Foto: Fusionasturias) |
Con su última novela, ‘Asesinato en el
Kremlin’, editada por Rey Lear, Alejandro M. Gallo acaba de conquistar el XIV
Premio García Pavón de Narrativa. La novela gira en torno al asesinato de
Serguéi Kirov, destacado miembro del Partido Comunista y estrecho colaborador
de Stalin en el invierno de 1934. Partiendo de este hecho histórico, el
escritor leonés fabula para ofrecer un relato de enorme interés, en el que los
diálogos ocupan un papel importante para atrapar la atención del lector desde
la página uno que comienza diciendo: “Han
atentado contra el camarada Kirov”.
Usted es comisario-jefe
de la Policía Local de Gijón, ¿conviven bien las armas de tinta y papel con las
de metal y balas?
Creo que la fusión de la pluma y la espada es
algo muy arraigado en la historia de la literatura española. Ahora no hay
plumas, son ordenadores. Tampoco hay espadas, son pistolas. Pero la situación es
la misma.
Policía y literato, ¿sus dos oficios son vocacionales?
Por supuesto. Si no existiese esa vocación,
que en ocasiones raya lo obsesivo, no se podrían compaginar.
Su trabajo debe
ocuparle un montón de horas, física y mentalmente, ¿cómo surge la idea de
escribir en su vida?
Mi profesión es muy absorbente y necesito una
válvula de escape. La literatura es perfecta, se convierte para mí en una
catarsis que me permite sumergirme en otro mundo muy distinto, pero al mismo
tiempo muy enriquecedor.
En su oficio de
policía real, ¿la imaginación que conlleva toda actividad literaria le ayuda o
es su trabajo diario en la Jefatura el que alimenta su escritura?
La única ventaja es que para escribir del
mundo policial no tengo que documentarme. En realidad son mundos que van en
paralelo.
¿Existe mucha
similitud entre un proceso investigador real y uno de ficción?
Casi ninguna. Los escritores, en este campo,
van a su rollo sin tocar apenas la realidad. A los policías les ocurre igual y
les importa un comino la ficción. De ahí que la novela policial no la lean los
policías, no se sienten identificados. Lo mismo les ocurre a los médicos, no
conozco ni uno que vea ‘House’ u ‘Hospital Central’.
¿No ha pensado
alguna vez entregar la placa y dedicarse exclusivamente a la escritura?
Nunca. Tengo muy claro lo que es mi profesión
y lo que es mi válvula de escape. Pese a que ambas sean vocacionales.
Acaba de ganar el
Premio García Pavón de novela policiaca, ¿qué supone en su carrera este galardón,
dejando de lado el aspecto económico que, evidentemente, siempre viene bien?
El Premio Francisco García Pavón es el decano
de la novela negra. Para mí no sólo supuso una alegría, también un estímulo
para seguir con mayor interés el rumbo que emprendí hace ocho años escribiendo
novela negra. Además, la edición por parte de Rey Lear ha sido todo un lujo.
¿De dónde procede
su interés por todo lo relacionado con la Revolución Rusa?
Desde que cayó en mis manos el libro ‘Diez días que estremecieron al mundo’,
de John Reed. Y de eso ya hace más de tres décadas.
¿Cómo se tropieza
Vd. con el asesinato de Kirov y todo lo que lo envuelve?
Sobre al asesinato de Kirov ya habían escrito
Jorge Semprún, Robert Conquest y Victor Serge. A mí lo que interesaba era el
proceso seguido en la investigación. Me sedujo cómo se llega a las conclusiones
a partir de los escasos indicios que aparecen en el lugar del crimen: dos
charcos de sangre de diferente densidad; un revólver Nagat de siete cartuchos
con uno percutido; una navaja ensangrentada y un zurrón con un diario.
Es buena idea
incluir en la novela un índice de personajes, con fotografía incluida en
algunos casos. En ‘Asesinato en el Kremlin’ mezcla personajes ficticios y
reales, ¿cómo se imagina a los ficticios?
La idea de comenzar la novela con un Dramatis personae proviene de que no
quería que el lector poco familiarizado con nombres rusos se perdiera por sus
páginas. De esta manera, siempre podía regresar al comienzo para situar a cada
uno. El protagonista de la obra, el comandante Igor Litonev, es un personaje de
ficción. Es cierto que en aquellos momentos, en Leningrado, tenía que haber un
comandante de la Milicia. ¿Qué hizo en realidad? Lo desconozco, pero prefiero
imaginármelo como lo desarrollo en la novela.
La descripción de
paisajes y edificios es suficiente, no abruma, ¿le importan más los diálogos y
la acción o es que la Rusia comunista era sobria y fría?
En la novela negra hay que dar prioridad a la
acción y a los diálogos. Las descripciones han de ser las justas, sea en la
Rusia comunista o en Las Vegas capitalista.
Alejandro M. Gallo entrevistando a James Ellroy (Foto: Zeki) |
Aunque su novela
es mucho más que eso, en ‘Asesinato en el Kremlin’ descubrir al asesino de
Kirov es importante, ¿tenemos entre manos una novela-problema?
Creo que no, si nos atenemos a la definición
de Borges sobre novela enigma, es decir: existe el orden, se comete el
asesinato, el orden se transforma en desorden, aparece el detective y resuelve,
el desorden retorna en orden. En ‘Asesinato
en el Kremlin’ la participación y resolución del investigador no deviene en
un regreso al orden primigenio, al contrario, provoca más desorden.
¿Hay mucho de
Alejandro M. Gallo en Igor Litonev?
Que fuma demasiado y que sigue pensando que
la verdad es revolucionaria.
Se dice de la
novela negra que es una buena herramienta para analizar la realidad, ¿lo es
también para desenmarañar los trapos sucios de la Historia?
Es una buena forma, no la única, de analizar
las alcantarillas de la sociedad y de la Historia.
¿Entre la Milicia
y la Policía política rusas existía las mismas desavenencias que entre el
ejército y las SS alemanas?
Era distinto. La Wehrmacht y las Waffen-SS
entran en conflicto en la fase final de la II Guerra Mundial, cuando el III
Reich comienza a desmoronarse. La Milicia de Trabajadores y Campesinos fue una
conquista de la Revolución Soviética que comenzó a estorbar a Stalin en su
ascenso al poder—al contar entre sus filas con viejos bolcheviques que participaron
en la revolución y no seguían sus dictados—, por lo que quiso sustituirla por
la NKVD, fiel a sus órdenes.
Todos los
regímenes políticos tienen cloacas, el soviético también las tuvo, ¿ha llegado
la hora de contarlas aunque sea a través de la ficción?
Cuando salió al mercado ‘Sangre Vagabunda’ de James Ellroy, lo entrevisté para varios
suplementos culturales del grupo de Prensa Ibérica. Aquella novela significaba
la última entrega de su trilogía (con ‘América’
y ‘Seis de los grandes’) sobre los
EE. UU de los sesenta. Y eran más de mil quinientas páginas. Le pedí que me
resumiera en una frase de qué trataba. «De los malos rollos de una
superpotencia», me respondió sereno. A ‘Asesinato
en el Kremlin’ le ocurre lo mismo: trata de los malos rollos de otra
superpotencia, la URSS. Creo que vivimos un momento histórico en el que no
debemos callarnos nada. Ni lo que ocurrió lejos de aquí, ni lo que ocurre mas
cerca.
Antes ha dicho que
usted fuma mucho, en la novela también. Lucky Strike, además.
Quería mostrar un ambiente de angustia, de
tensión, de ansiedad contenida. El clima que genera el humo del tabaco ayuda
mucho.
La portada,
excelente a mi juicio, es obra de Miguel Navia, una clara insinuación del
contenido del libro, ¿ha pensado llevarla al cómic como ya hizo con alguna
novela suya anterior?
Comprenderá que los proyectos sobre esta
novela y los que están encima de mi mesa son muchos. No descarto la posibilidad
de convertirla en novela gráfica, pero de momento ha de esperar.
La última que casi siempre es obligada: ¿qué
lleva entre manos ahora?
De momento
continúo con las aventuras del comisario Gorgonio, que salen todos los domingos
en las páginas de ‘El Comercio’ y ‘La Voz de Avilés’. Dentro de unos meses
espero que esté en el mercado una extensa novela sobre los republicanos
españoles que combatieron a Hitler en todos los frentes.
Sobre Alejandro Gallo
Alejandro M. Gallo (León, 1962) es licenciado en Filosofía, Ciencias Políticas y Ciencias de la Educación. Fue oficial del Ejército, jefe de la Policía local de Astorga y de Langreo y, actualmente, es el comisario-jefe de la Policía Local de Gijón, labor por la que fue distinguido en 2010 con la Medalla al Mérito Policial por el Ministerio del Interior. Su pasión por el estudio de la Memoria Histórica, tanto en lo referente a la revolución rusa como la guerrilla antifranquista española, aparece reflejada en la mayoría de sus novelas: ‘Asesinato de un trotskista’, ‘Una mina llamada infierno’ y ‘Última fosa. Revolución del 34: caso abierto’, ambas protagonizadas por el mismo personaje, el inspector Ramalho da Costa, y adaptadas por el propio escritor con dibujos de Cangialosi y Vicente Cifuentes al formato de novela gráfica. Sus últimos títulos publicados han sido ‘Caballeros de la muerte’, ‘Operación Exterminio’ y ‘Seis meses con el comisario Gorgonio’.Entre sus numerosas colaboraciones en suplementos semanales de prensa, ha entrevistado a múltiples escritores nacionales e internacionales de novela negra, entre ellos los celebérrimos James Ellroy y Anne Perry. Su doble condición de intelectual y policía no ha pasado desapercibido para otros escritores del género policial. Así, Andreu Martín, tomó al propio Gallo como modelo para su personaje del jefe Álex del Toro, protagonista de su novela ‘El blues de la Semana Negra’.