«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 3 de junio de 2012

Javier Pérez, escritor: “Lo que más me importa del género negro es que se acepta tanto lo racional como lo irracional”

Un conocido concejal de urbanismo está a punto de dar el salto a la política nacional. En ese momento, entiende que su relación extramatrimonial puede perjudicar su carrera y decide dejar a su amiga. Pero ella no se resigna al hecho ni a los modos, lo secuestra a punta de pistola tres semanas antes de las elecciones y lo encierra en el sótano de la casa de su abuela, ubicada en un pueblo casi abandonado de la montaña. En el lugar de autos, la secuestradora deja caer un puñado de macarrones como un sello personal. Este es el argumento de ‘El secuestro del candidato’, con el que su autor, Javier Pérez, acaba de ganar el XV Premio de Novela Ciudad de Badajoz, recientemente publicado por la Editorial Algaida. La cafetería del Hotel Astoria de Valencia fue el lugar donde, a media tarde, conversamos sobre su obra.


Javier, la primera pregunta en estos casos siempre sale sola, es casi una obligación: ¿qué es lo más importante de haber ganado este XV Premio de Novela Ciudad de Badajoz?
En mi caso creo que tengo que dividir la satisfacción que me produce en dos partes: por un lado, el importe del premio, que me ha venido muy bien, y por otro, el hecho de que se haya editado el libro, porque todos sabemos que publicar ahora una novela es muy complicado y que a las editoriales les cuesta hacerlo. No son buenos tiempos para publicar.
En esto de los premios llevas un carrerón: seis novelas, tres galardones…
En realidad son seis novelas, con cuatro premios, pero esto es la manera de enfocarlo de cada uno. Cuando doy por cerrada una novela la envío a registro y en seguida a concursar. Después la reviso y puedo llegar a tropezarme incluso con faltas de ortografía. Pero no me importa. Es una mecánica que adquirí cuando todavía no había publicado nada. Me pasé ocho años como escritor inédito y desde entonces continúo igual, respetando esa costumbre.
¿Quieres dar a entender con eso que una novela no se acaba nunca?
Las novelas que aún no han sido editadas no se acaban nunca. En 1991 escribí ‘El privilegio de Dulcinea’, un libro que no he conseguido publicar jamás y del que ya he escrito diez o doce versiones. Mientras una obra permanece en un cajón, tienes la tentación de modificarla. Siento la sensación de que me persigue. No sé cómo lo hace, pero al cabo de cierto tiempo siempre vuelve a mí.
¿Cómo te tropiezas con la historia de ‘El secuestro del candidato’?
De dos maneras distintas. Por un lado, yo quería escribir sobre el poder de lo obsoleto. Me dedico al turismo rural y en la provincia de León veo pueblos y zonas abandonadas, sin colegio, sin médico, sin inspectores, con la carretera hecha polvo y con un montón de carencias. Precisamente, ese abandono constituye también su poder. El estado llega hasta dónde se le deja y la gente de allí hace lo que le da la gana. Entonces se me ocurrió la idea de hablar de lo abandonado. Si alguien tiene una casa en esa zona pasa desapercibido y eso le permite disponer de un extraño poder. Si secuestras a un político y lo llevas a una ciudad, la policía te puede rastrear, pero si lo metes en una furgoneta y lo escondes en una casa deshabitada, ¿quién lo encuentra? La otra fuente de inspiración fue un chiste que leí en un periódico donde se veía a un político flanqueado por dos policías. Uno le preguntaba al otro: “¿Oye, con este político qué estamos haciendo? ¿Lo custodiamos o lo escoltamos?” Y el interpelado respondía: “No me acuerdo”. Del hecho de que en unos días puedes pasar de custodiar a una autoridad a escoltarla también me vino la idea.
¿Por qué has utilizado como secuestrado a un concejal de urbanismo y como posible grupo secuestrador a Al Qaeda?
Hay buenas razones para ello, creo. En las concejalías de urbanismo es donde se han atrincherado y emboscado buena parte de los chollos y de los líos que hemos conocido en España durante los últimos tiempos. Al Qaeda también nos resulta familiar tras los atentados del 11-M, un trágico caso en el que durante años se ha discutido si la autoría era de esta organización terrorista, de ETA o de quién. He querido llevar a la novela el imaginario colectivo de la sociedad española que asocia político corrupto con urbanismo y secuestro con Al Qaeda.
¿Qué te atrae del género negro,  en el que ya llevas escritas varias novelas?
El género negro permite internarse en la naturaleza humana sin cortapisas. En el género negro es admisible tanto lo ético como lo que no lo es, lo moral y lo inmoral. Y lo que más me importa a mí es que se acepta lo racional y lo irracional. Podemos abordar cualquier tema desde cualquier punto de vista. A mi entender, ese enfrentamiento racional-irracional es mucho más interesante plantearlo en una novela negra que en un simple drama.
‘El secuestro del candidato’ deja entrever que un secuestro puede ser reivindicado por cualquier grupo terrorista con tal de que su nombre suene, una especie de marketing.
Sí no se les atribuye, se lo atribuyen ellos mismos. Al candidato lo secuestra su querida, no revelo nada al decirlo porque el lector lo sabe desde la página 7. Y cuando ella vuelve a casa se entera de que a través de un comunicado lo ha reivindicado Al Qaeda. Pero después reclaman su autoría otros cuantos: el Frente Salafista, el Frente Yihadista… Claro que hay mercado. Es la novela del marketing, al menos como yo lo planteo. Aquí hay una parte que consiste en saber quien hace lo posible para que liberen al secuestrado y quien está interesado en que no sea liberado. En este caso los más beneficiados son los miembros de su propio partido, a los que les interesa mantener secuestrado a uno de los suyos y sacarle todo el partido posible al victimismo. Cada cual va a por su tajada.
Por los partidos y por los personajes que aparecen en el libro, ¿podemos tomar la novela tanto por un thriller como por una denuncia social?
Sin pretender compararme, la novela pretende ser una sátira social al estilo de lo que escribía Rafael Azcona en su ‘Verdugo’, que era una sátira, broma y tragedia, o en ‘Bienvenido Mr. Marshall’, cercana también con ‘La aventura del tocador de señoras’ del escritor Eduardo Mendoza. Trato de que sea novela negra y sátira a la vez, porque creo que a través de la sátira, del esperpento, es como mejor podemos retratar esta falla social que padecemos.
La secuestradora deja una impronta en sus acciones: un puñado de macarrones, ¿cómo se te ocurrió eso?
Porque nos sobra la pasta [risas]. La secuestradora no pide ningún rescate por él porque su intención es otra. Pero al dejar un puñado de macarrones y las frases que escribe en sus comunicados lo que pretende es tender un señuelo para que la policía investigue en la dirección que a ella le interesa. Es una broma chunga de una persona que está hasta las narices de todo.
¿Los policías de ‘El secuestro del candidato’ presentan una imagen cansada, de hartura, es la tónica general de la policía en España?
Creo que sí, porque la policía, igual que gran parte de la gente que trabaja por ahí, hace horas a punta pala y tiene un trabajo bastante desagradecido. Primero se enfrenta con los jueces, después con la opinión pública y por último con los delincuentes. Hay un momento en la novela donde se dice, y esto es una frase real, “somos de los de las tres p: putas, periodistas y policías”, que viene significar joder, informar y mantener el orden pero no siempre por ese orden.
El informe sobre los catorce macarrones no tiene desperdicio.
¿Pero no sucede a menudo que los misterios son creados por quien los busca en lugar de crearse ellos solos? Esa es la idea que yo trato de expresar. Si le damos muchas vueltas a un macarrón podemos encontrar un tratado teológico. La verdad es que cuando una vaca no da más leche, a fuerza de ordeñarla acabamos convirtiéndola en un toro. Es un poco el hartazgo del que hablábamos antes.
La policía de ‘El secuestro del candidato’ convoca una rueda de prensa no para informar, sino para conocer lo que los periodistas saben del caso.
Bueno, eso es algo típico en el noventa por ciento de las ruedas de prensa que da la policía, que quiere saber hasta dónde han llegado los medios de información. Cuando hay ocho periodistas delante y uno no sabe nada, si eres un poco vivo, de sus preguntas deduces lo que ellos controlan e incluso puedes contestar alguna de las cuestiones con sus mismas preguntas.
¿Detrás de la ciudad de Molera, donde se desarrollan los hechos, se esconde León?
No, espero que no. Es un trasunto de cualquier ciudad en general. Es del Norte porque se parece a León, a Lugo, a Burgos, quizás a Pamplona. Pero si la miramos con un poco de detenimiento incluso podría ser una ciudad del Sur o del Este.
¿La última: ‘El secuestro del candidato’ forma parte de una serie?
No, no, es un libro cerrado. Se puede llegar a pensar eso porque soy un maniático y uso al mismo comisario, el comisario Martínez, para todos mis casos en España. Martínez apareció en otra de mis novelas, ‘No malgasten flores’, que ya no se encuentra porque está agotada. Es un tipo que está harto, quemado y que ha huido a un pueblo en donde, para su desgracia, le ocurre de todo.



SOBRE EL AUTOR
Javier Pérez es un leonés nacido en Zamora, satírico en verso y columnista de prensa desde los 14 años. Es autor de género negro con marco histórico en los orígenes del nazismo y empresario de turismo rural en los montes del Bierzo. Su carrera literaria está jalonada por varios premios de novela y narrativa, entre los que se cuentan el Azorín (2006), el José Nogales (2011) y el Ciudad de Badajoz.