Lo advierte el escritor Javier
Sartí en su ‘Aviso para navegantes’
que oficia de prólogo: esta no es una novela cualquiera. ‘El collage de Orsson
Beans’ es una historia compleja, atrevida y dirigida tal vez a un tipo de
lector poco convencional. Claro que ninguno de los textos de su autor, el
valenciano Vicente Marco, sea novela o cuento, es una historia cualquiera.
Uno de los elementos que puede
definir la escritura de Marco es la inquietud, o el misterio, que envuelve sus
narraciones, conceptos estos, inquietud o misterio, bien alejados de los
territorios del terror y próximos a cualquier universo kafkiano. Cuando alguien
se embarca en la lectura de cualquiera de sus obras, en ‘El collage de Orsson
Beans’ también ocurre, penetra en un mundo que no va a dejar de sorprenderle, de
sembrarle incluso una cierta confusión de la que finalmente se sale bien
librado. Leer sus libros es como ir quitando capas a una cebolla, alguna de las
cuales oculta cosas. Dicho de otro modo, nada es lo que parece. ‘El collage de
Orsson Beans’ plantea la historia de un actor que contrata a un par de
detectives, con sorpresa incorporada, para que buceen e investiguen en la vida
de un tal Ricardo Argüelles. El actor busca argumentos, fragancias, telas,
texturas, un tiempo pasado incluso, con los que vestir el personaje que
pretende crear. Pero de esta investigación no saldrá indemne. El proceso
indagador revelará un mundo insospechado que dejará huella en su vida personal,
efectos colaterales, hasta tal punto que algo importante va a cambiar en ella.
La novela se estructura de modo
diverso. No solo encontramos la voz convencional que cuenta la historia, sino que, además,
tropezamos con una mezcla de técnicas narrativas que deambulan desde el género
epistolar al teatral y que, unidas a
pasajes que atraviesan los ámbitos de la realidad, los sueños y el deseo,
conforman el hilo argumental, la historia en suma. En ese sentido, el título del
libro, ‘El collage’, no hace sino reflejar su estructura:: una mancha aquí,
otra allá, otra más allá, que conforman un conglomerado amplio, un pastiche (si
desprendemos de este término la concepción negativa que conlleva y que, en este
caso, en absoluto es de aplicación) o un collage que es lo que realmente
tenemos entre manos. Todo el texto, además, salpica al lector con una especie
de relación de dependencia, casi claustrofóbica, que explora en profundidad las
interioridades de los personajes y de las situaciones. Contribuye a ello la abundancia
de pormenores anímicos y sensoriales y la escasez de descripciones físicas. En
algún pasaje, el narrador llegará a decir “Y eso que no había mesa central”,
como una especie de disculpa por su desprecio u olvido de los objetos
materiales.
No se engañen. ‘El collage de
Orsson Beans’ no es género negro. Aunque lo pueda parecer. O al menos, no lo es
completamente. Es una novela que no admite una fácil clasificación. Por otro
lado, tampoco tiene mucho sentido perder el tiempo en ello cuando lo que hay
que hacer es disfrutar con su lectura. Dicho con otras palabras, ‘El collage de
Orsson Beans’ es Vicente Marco en estilo puro. Ni más ni menos. Y eso es mucho.
Acabo. Mientras algunos practican
el onanismo mental cada verano, este también (véanse los suplementos culturales
de los diarios más notables de este país en crisis), interrogándose sobre la
desaparición o no de la novela, lo que parece claro es que no solo no va a
desaparecer nunca, sino que, además, posee una indiscutible, y admirable,
capacidad de adaptación a la realidad cambiante que rodea el género, siendo
capaz de engullir en su andamiaje las técnicas de narración más actuales y
novedosas que ofrecen nuevos retos a los novelistas. ‘El collage de Orsson
Beans’ de Vicente Marco es un buen ejemplo de todo ello. No les quepa duda, mis
improbables lectores.
'El collage de Orsson Beans' de Vicente Marco
Ed. El búho de Minerva
Julio, 2012; 206 páginas.