«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

domingo, 10 de marzo de 2013

Ángela Becerra, escritora: “Hay gente muy apasionada, que habita en la miseria y en la gloria, que no sabe vivir en los tonos grises”

Sevilla se paraliza cuando Francisco Valiente, un Casanova del siglo XXI, muere de forma extraña. Su funeral reúne a quienes le odiaron y amaron, que desfilarán ante su cuerpo para pedirle cuentas o rendirle honores mientras él, su mujer, y su eterna amante desgranan detalles de sus vidas. Este escenario desencadena una lucha de odios, pasiones y erotismo llevados al límite, que constituyen el caldo de cultivo del que se nutre ‘Memorias de un Sinvergüenza de Siete Suelas’, la nueva novela de Ángela Becerra, publicada por Planeta. Con la escritora colombiana pude conversar hace unas fechas aprovechando su visita a Valencia para presentar su libro.

Ángela, ¿de que tratan estas ‘Memorias’?

Esta novela aborda los sentimientos, amor, odio, erotismo, llevándolos al límite. Me gusta mucho trabajar acerca de todo lo que tiene que ver con el ser humano porque, con todos nuestros claroscuros, somos maravillosos. La novela tiene un punto mágico, porque si al ser humano le quitamos la magia, nos convertimos en títeres.  

¿El único escenario apto para la novela era Sevilla?

Esta novela es de alto contraste y Sevilla es una ciudad de altos contrastes, con ritos y tradiciones muy definidos, pagana y religiosa a la vez. Como los personajes están muy delimitados por el bien y por el mal, era el lugar perfecto. Por otro lado, en sus calles y plazas también hay espacio para la magia, porque en Sevilla puede ser de día a las dos de la noche. Por último, es una ciudad muy luminosa y yo quería construir una novela muy marcada por la luz. 

¿Cuál fue la primera imagen que te movió a escribirla?

Siempre llevo una libreta donde apunto cosas que me impresionan. Aparentemente son notas que no tienen consecuencia, pero lo importante es la sensación que a mí me producen. En 1998, estando en el carnaval de Venecia, conocí a un personaje fantástico. Me resultó increíble que hubiera perdido su identidad y que solo pudieras ver el papel que estaba representando, tanto con el disfraz como con sus comportamientos. Pensé que perfectamente podía ser un personaje transportable al siglo XXI. Más tarde me presentaron a otro tipo que parecía un caballero, pero que seducía a siete mujeres al mismo tiempo y con idénticas armas. Pensé que esa era otra faceta del Casanova que quería trabajar. La última imagen me llegó vía Colombia. Era una noticia que hablaba de una mujer muerta, embalsamada, que permanecía sentada en una mecedora, a la que su familia visitaba semanalmente. De aquí vino la idea del arranque de la novela, la del velatorio de veinticuatro horas por donde desfilan personas continuamente. 

‘Memorias de un Sinvergüenza de Siete Suelas’, ¿qué fue antes el título o la novela?

Cuando conocí al segundo personaje, al seductor, me dije que este tipo era un sinvergüenza, un mentiroso de siete suelas, una frase que en Colombia se utiliza para señalar a alguien que sobrepasa el límite de lo normal. Y de ahí procede el título.
¿Es frecuente que cuando una persona se muere nos quedemos con las ganas de decirle lo que pensamos de él?

Uno siempre fantasea en su vida pensando que le gustaría que la gente se sincerase y le diese su opinión sobre su persona. En este caso, hablamos de un cuerpo presente y los que acuden a visitarle llegan a decirle lo que piensan de él. De alguna manera el muerto puede observarse a sí mismo a través del espejo de los otros. Este planteamiento me permitía que Valiente reflexionase sobre su comportamiento a lo largo de su vida, observando sus fallos y sus aciertos, disculpándose incluso, aunque como tiene el ego muy grande, termina autodisculpándose por todo ello.  

¿La novela trata también acerca de la importancia de la segunda oportunidad?

Mientras hay vida, hay esperanza. Si uno toma conciencia de sus equivocaciones quizá puede reconducirse, aunque aquí el protagonista está muerto y no lo podemos saber.  La novela sí que sirve para reflexionar sobre el comportamiento de Valiente porque hay otras dos voces, las de Alma y Morgana, que le acompañan y explican los hechos desde otros dos puntos de vista: una, desde el odio y otra, desde el amor, porque es una historia de extremos. La novela pudo llegar a las mil páginas porque Francisco Valiente es muy rico en matices y ha hecho muchas cosas. Los demás personajes también tienen fuerza y han luchado a lo largo del texto por disponer de su propio protagonismo en detrimento de los otros y, ciertamente, tuve que amordazarlos un poco para que todos disfrutaran de su espacio. 

El prototipo de sinvergüenza de este tipo suele ser masculino, sin embargo, en la novela la parte femenina también se despacha a gusto.

Sí, claro, su mujer acaba siendo más sinvergüenza que él propio protagonista. Pero se lo tiene merecido. Sinvergüenzas ha habido siempre y seguirá habiéndolos, independientemente del sexo. Eso proviene de la ambición y del ansia de protagonismo y eso no tiene sexo. Otra cosa distinta es que la literatura haya recalcado más los sinvergüenzas masculinos que los femeninos, no solo en el aspecto de la seducción sino también en el de la trampa.  

Un personaje conquistador de este tipo, ¿qué esconde en su psicología?

Esconde inseguridad, baja autoestima, se trata de una persona que se va cubriendo y reforzando en un ego desorbitado, que solo se esfuerza en tener, tener y tener para luego esconder. Y en el momento en que se le derrumba todo ese andamiaje, se torna un ser ínfimo. 
¿Cómo se documenta una escritora para escribir desde el interior de un ataúd?

[Risas] Lo del ataúd es un recurso para contar una historia. El hecho de que el protagonista este dentro le lleva a afirmar que deberíamos probar el sitio donde vamos a reposar definitivamente, porque no es tan cómodo como parece. En otro pasaje, Valiente se maldice a sí mismo porque no se le ocurrió incluir en el testamento que lo enterrasen con los ojos abiertos para poder ver los gestos de los que acudan a su velatorio. 

Si Alma y Morgana existieran en la realidad, ¿serían seres tan extrapolados?

Hay gente que vive en los máximos, gente muy apasionada que habita en la gloria y en la miseria, que no puede vivir en los tonos grises porque no sabe hacerlo y necesita esos máximos. Si hubiera escrito una novela de grises hubiera quedado muy soft, muy suave, y yo buscaba remover las entrañas, que el lector supiera qué sienten exactamente esos personajes.

Como autora, ¿te identificas con alguna de ellas?

Partimos de que ellas están en los límites. Como escritora, Morgana, que vive instalada en el odio, la venganza y el resentimiento, es un personaje muy gustoso de escribir. Pero creo que en este caso era necesario mantenerme al margen porque cualquiera de los tres personajes me hubiera podido arrastrar a su terreno y para narrar yo precisaba estar distante y en equilibrio. 

Mezclas las voces, primera persona y narrador omnisciente

El narrador omnisciente aparece solo de vez en cuando, puesto que yo quería narrar en primera persona porque suponía un triple reto: ser un hombre, un hombre muerto, además, y dos mujeres. Tres voces diferentes, cada una con un peso propio y muy singular y sinceramente me apetecía mucho afrontar este reto. 

La experiencia de introducirte en la piel de un hombre, ¿qué tal?

Me ha fascinado meterme en la piel de un hombre por un momento y no me ha resultado difícil, ha fluido con bastante naturalidad. 
Y la inevitable última pregunta: ¿en qué nuevo proyecto estás pensando de cara al futuro?

A mí la escritura me da alas y llevo tres historias en marcha. Soy una escritora que no puede acabar un libro sin tener algo nuevo en lo que pensar. Si no lo hago así me invade la sensación de nido vacío. Al final, ya veremos cuál de las tres martillea más mi cabeza y termina venciendo. 

 


SOBRE ÁNGELA BECERRA

Ángela Becerra nació en Cali (Colombia), donde estudió Comunicación. Durante veinte años se dedicó a la creación publicitaria y obtuvo numerosos premios internacionales. En el año 2000, siendo vicepresidenta creativa de una de las agencias más relevantes de España, abandonó su exitosa carrera para dedicarse por entero a su pasión más profunda: la literatura. Su primera obra publicada fue ‘Alma abierta’ (2001), un poemario que aborda los conflictos del ser humano en la madurez. ‘De los amores negados’(2003), su primera novela, obtuvo el Latin Literary Award 2004 de la prestigiosa Feria del Libro de Chicago. Con ‘El penúltimo sueño’ (2005) obtuvo el Premio Azorín de Novela 2005, el Premio al Mejor Libro Colombiano de Ficción 2005 y el Latin Literary Award 2006. En 2007, ‘Lo que le falta al tiempo’ también fue reconocida con el Latin Literary Award como mejor novela en las categorías de misterio y de sentimientos. Su último libro, ‘Ella que todo lo tuvo’, fue Premio Planeta-Casamérica 2009. Fue colaboradora del periódico ADN hasta el momento de su cierre (2011). Su obra ha sido traducida a veinticinco idiomas.