Rosa Ribas pasó por Valencia para presentar su nueva novela, ‘Don de lenguas’, editada por Siruela/Policiaca, una historia ubicada en la Barcelona de 1952, pocas semanas antes de la celebración del Congreso Eucarístico donde la consigna oficial es ofrecer una imagen impoluta de la ciudad. Sin embargo, la noticia del asesinato de Mariona Sobrerroca, una conocida viuda de la burguesía catalana, viene a ensombrecer el panorama. La investigación del caso ha sido encargada al inspector Isidro Castro de la BIC, hosco policía de doloroso pasado, al que se unirá Ana Martí, novata cronista de sociedad del periódico ‘La Vanguardia’, encargada de cubrir el caso. La joven periodista descubrirá pronto nuevas pistas que se apartan de la versión oficial de los hechos y recurrirá a la ayuda de Beatriz Noguer, una eminente filóloga represaliada por el régimen. Con estos antecedentes, Rosa Ribas, junto con Sabine Hoffman, ha construido una atractiva, cuidada e interesante peripecia negra, sobre la cual tuve oportunidad de conversar con la escritora barcelonesa el mismo día que presentó la novela en un centro comercial de la capital del Turia.
Rosa, ¿eso de escribir a cuatro manos y dos cerebros cómo se hace?
A cuatro manos y a dos cerebros que terminan siendo tres y el tercero, además, es una cosa nueva porque no es ni el de Sabine Hofmann ni el mío. Como hemos compartido todas las fases de la novela, cuando pensábamos la historia mezclábamos opiniones y siempre salía una tercera opción, algo nuevo, diferente. Hasta ahora había trabajado sola y hacerlo con otra persona es interesante porque tienes un interlocutor con el que has de pactar muchas cosas. Por otro lado, cada una de nosotras ha desempeñado el papel de autora y lectora a la vez, lo que proporciona nuevos puntos de vista a la escritura.
Al ser una novela escrita por dos personas, ¿no hay huellas autobiográficas en el texto?
Sí que hay aspectos autobiográficos porque no puedes evitarlo. Aunque no es un libro emocionalmente privado, al desarrollar la narración en España he descubierto que hay muchas cosas mías, muchos recuerdos de mi familia y de mi ciudad, lo cual es lógico porque la acción me cae a mí mucho más cerca que a Sabine.
En dos lenguas. Sabine es hispanista y domina bien el español, mientras que yo hablo alemán. Cada una de nosotras ha escrito en su lengua y la otra la ha traducido a la suya. Este proceso, que es costoso, sin embargo es una experiencia excelente porque te das cuenta del cariño y la finura con la que los traductores tratan los textos y como detectan los errores con gran facilidad. Hemos ejercido también de críticas de nosotras mismas y es increíble la cantidad de matices que se pueden encontrar en frases inesperadas. Al final del trabajo teníamos dos textos, uno en alemán y otro en español y cada una de nosotras lo ha entregado a su editor. En Alemania, por el tipo de procesos editoriales que desarrollan, ‘Don de lenguas’ se publicará a finales del año próximo.
Pero, ¿es cierto que cada versión tiene un final distinto?
No, no, hay cosas diferentes en cada versión pero el final es el mismo. Hay que tener presente que el lector alemán necesita más información sobre España que el lector español. En este sentido, Sabine ha tenido que asumir el papel del lector alemán para que se puedan entender mejor ciertos aspectos.
Habéis situado la acción en Barcelona, ¿la ciudad condal es una capital más negra que otras ciudades europeas?
Para mí, escribir sobre Barcelona era hacerlo sobre una ciudad que conozco y de la que disponía de información de primera mano acerca de la época que hemos escogido para narrar, un tiempo que yo no viví pero que tengo muy presente. La elección de Barcelona vino motivada por la celebración del Congreso Eucarístico en pleno auge del franquismo. Era como si el régimen quisiera castigar a la ciudad diciéndole que ahora que estás sometida, además, te vamos a llevar el Congreso Eucarístico. En realidad, las ciudades que tienen puerto son muy atractivas para el género negro. En Alemania, por ejemplo, Hamburgo da mucho juego porque también es portuaria y aporta un mundo marginal muy interesante. En España, de siempre el género negro ha centrado sus escenarios en Madrid y Barcelona pero, desde que ha cogido el auge que tiene actualmente, también se escriben novelas ubicadas en otras capitales.
Domingo Villar, Lorenzo Silva y Alicia Giménez Bartlett hablan muy bien de la novela, eso hace que las expectativas sean muy altas.
Hombre, siempre te la juegas cuando tienes padrinos tan buenos. A veces resulta más cómodo que la gente no tenga tantas expectativas y que se lleve una buena sorpresa al leer la novela. Como escritora estas opiniones me alimentan el ego y demuestran que tengo muy buenos compañeros en el gremio. Jamás podré olvidar la presentación que hizo Lorenzo Silva en la librería ‘Negra y Criminal’ de Barcelona, ni que tanto Domingo Villar como Alicia Giménez Bartlett leyeran enseguida la novela y escribieran palabras elogiosas sobre ella. Alicia, además, me envió un comentario muy extenso a mi correo particular.
Sigamos con el género negro, ¿por qué lo escogisteis para escribir ‘Don de lenguas’?
Lo hicimos porque la historia que queríamos escribir encajaba perfectamente en las características del género, que además nos ofrecía todos los recursos y herramientas apropiados para contarla.
Habéis ido a retratar un crimen en la España de Franco donde oficialmente no había crímenes.
[Risas] Es verdad, ahí no ocurría nada. Pero se publicaba el periódico ‘El Caso’ y existía la consigna de que cada semana se podía hablar de un crimen porque así se demostraba que la policía española trabajaba muy bien y que siempre detenía a los culpables. Y si no los detenía, se los inventaba.
Hablemos de la época. Alemania vivió su posguerra, España también. ¿Esta coincidencia ha sido un elemento determinante para ubicar la acción en este preciso momento histórico?
Ambas posguerras han sido momentos muy interesantes y compararlas todavía lo es más, sobre todo teniendo en cuenta que la posguerra española fue muy larga. En 1952, solo siete años después de terminada la II Guerra Mundial, Alemania ya había superado las desgracias de la contienda y había experimentado el milagro económico, mientras que en España, como si se tratase de dos planetas diferentes, ese mismo año se eliminaban las cartillas de racionamiento. Cada una de nosotras, por tanto, tenía una idea muy distinta del concepto posguerra y cuando una persona de fuera se pone a mirar en la casa del otro siempre encuentra cosas interesantes. Lo difícil fue elegir los elementos de esa posguerra que íbamos a mostrar al lector.
En ‘Don de lenguas’ encontramos policías y funcionarios corruptos, ¿en este sentido existe un paralelismo entre entonces y ahora?
Una cosa está clara: corrupción ha habido siempre, aunque han cambiado las formas de acuerdo con cada país y con cada cultura. Después de terminar la novela, nos dimos cuenta de que muchos aspectos que encontramos en ella continúan siendo terriblemente actuales: presiones, censuras, etcétera. En realidad, lo que hemos hecho ha sido mostrar esos mismos fenómenos pero en la posguerra.
¿A la hora de narrar os habéis mostrado neutrales o habéis tomado partido en un sentido u otro?
Tomar partido acabas haciéndolo siempre. Lo hicimos ya desde el mismo momento en que decidimos que el inspector Isidro Castro no sería el protagonista de la novela. Lo único que hemos intentado es mostrar personajes que no fueran maniqueos, porque ni los malos ni los buenos lo son del todo. Para salvar la piel cualquiera acepta pagar un peaje y Ana Martí, la protagonista, de alguna manera también se ensucia las manos. Las circunstancias explican cómo es y cómo se comporta la gente en cada momento.
Para Ana Martí resulta todo un reto moverse en un medio absolutamente machista.
Sí y ahí radica la dificultad de su situación porque vive una profesión masculina. A Ana le entregan un caso y ella espera el reconocimiento de sus méritos por la labor bien hecha, pero ha de enfrentarse con el doble de dificultades para trabajar que cualquier hombre. Su única herramienta es el dominio del idioma como periodista que es. Los demás la ven como una nena a la que dejan jugar para que se entretenga. En aquella época, excepto Margarita Landi, no había mujeres periodistas que se dedicasen a los sucesos. Las periodistas de entonces se ocupaban de los asuntos de sociedad.
Por todo lo expuesto hasta ahora, podemos pensar que ‘Don de lenguas’ es una fotografía de época, ¿no?
Sí, espero que sí, pero quiero que sea una fotografía viva, que el repertorio de personajes permita ver cómo se vivía en aquellos años, que conozcamos los sueños y las ambiciones de la gente de entonces. Las personas viven la época que les toca con la mayor intensidad y tratan de sacarle el máximo partido posible.
Ana es periodista y otro personaje importante, Beatriz, es filóloga, ambas trabajan con palabras, ¿hay un intento de rendir un pequeño homenaje a las palabras como tales?
Sabine y yo somos filólogas y en esta novela hemos querido cuidar y reivindicar el poder de la palabra, porque es la única arma que ellas tienen y que pueden utilizar. Nuestra idea era mostrar tanto las palabras cultas como las de la calle en aquellos años y subrayar la fuerza del idioma.
La última: ¿volveremos a tropezarnos con Ana Martí en algún proyecto futuro?
Ya estamos trabajando en una segunda novela, que será muy diferente a la primera porque no nos gustan las series programáticas. La acción se desarrollará unos años después, concretamente en 1956, y nos encontraremos con una Ana Martí más evolucionada.
Herme Cerezo/SIGLO XXI, 26/10/2013
SOBRE ROSA RIBAS Y SABINE HOFMANN
Rosa Ribas (Prat del Llobregat, Barcelona, 1963). Estudió Filología Hispánica en la Universidad de Barcelona, y desde 1991 reside en Alemania. Hasta el momento ha publicado seis novelas: ‘El pintor de Flandes’, ‘La detective miope’, ‘Miss Fifty’, novela por entregas, y la trilogía policiaca protagonizada por la comisaria Cornelia Weber-Tejedor, traducida al alemán.
Sabine Hofmann (Bochum, Alemania, 1964). Estudió Filología Románica y Germánica, y trabajó un tiempo como profesora en la Universidad de Fráncfort. Allí entabló una larga amistad con Rosa Ribas, fruto de la cual ha sido la escritura conjunta de la novela ‘Don de lenguas’.