A su llegada a la Tierra Prometida, Samuel Zucker adquiere las tierras de los Ziad, una familia árabe encabezada por Ahmed. Entre él y Samuel nace un fuerte vínculo, una sólida amistad que, por encima de las diferencias religiosas y políticas, se mantiene generación tras generación. Con las amenazas, la sed de venganza y muchas pasiones desatadas como telón de fondo, las vidas entrecruzadas de los Zucker y los Ziad conforman un mosaico de traiciones y sufrimientos, de amores posibles e imposibles, al tiempo que plasman la gran aventura de vivir y convivir en un territorio marcado por la intolerancia. Este es el argumento en el que se apoya ‘Dispara, yo ya estoy muerto’, la nueva novela escrita por Julia Navarro, editada por Plaza&Janés, sobre la que conversé hace unos días con la escritora madrileña, aprovechando la visita promocional que efectuó a la ciudad de Valencia.
Julia, lo tuyo es libro-éxito, libro-éxito, ¿eso es porque conoces la fórmula para conseguirlo?
No, no hay fórmula. Si la tuviera la utilizaría pero con cada libro empiezas de cero y con cada libro te la juegas.
¿Hay, entonces, un cierto miedo a la hora de ponerse a escribir después del éxito del anterior?
Soy consciente de que con cada libro nuevo me examino. No te sirve de nada que los libros anteriores les hayan gustado a los lectores, porque el lector te juzga por el último título que tiene en sus manos, de manera que yo no doy nada por hecho y cada novela que publico es como tirar una moneda al aire, cerrar los ojos y ver qué sale.
¿Podemos establecer un cierto paralelismo entre tu novela anterior, ‘Dime quien soy’ y ‘Dispara, yo ya estoy muerto’?
Son muy distintas. Aunque su estructura pueda parecerse son diferentes. Ninguna de mis novelas se repite en cuanto se refiere a los personajes y a la forma de contarlas. En todo caso, esta última se parece más a ‘Dime quien soy’ que a las anteriores, porque con ella comencé a escribir novelas de personajes en las que la historia es un escenario por el que ellos desfilan y en las que importa más la intrahistoria. ’Dispara, yo ya estoy muerto’ es la novela más compleja y complicada de todas las que he escrito hasta ahora y he movido tal número de personajes que lo que más miedo me daba es que se me fuera de las manos.
Como estrategia de escritura, ¿te planteas atrapar al lector desde el principio o a lo largo de toda la novela?
Yo creo que es una carrera de fondo. Mis novelas empiezan y van in crescendo hasta el final. Creo que son historias que no están resueltas en las primeras veinte páginas y que tienes que acompañarme hasta la última. Es entonces cuando sabes si te gusta o no. Esa es también la impresión que me transmiten los lectores.
Esta novela habla de judíos y palestinos, ¿has contado una misma historia bajo dos prismas ópticos diferentes?
Claro, eso es justo lo que he querido hacer. He tratado de que fuese una novela de personajes con sus conflictos. Cada uno de ellos, según el lado en que está, ve las cosas de una manera u otra. Los mismos hechos, las mismas circunstancias, contemplados por cada familia no son iguales. Ese es el juego de toda la novela.
¿Y es sencillo adoptar una posición equidistante para poderlo conseguir?
Me ha costado mucho alejarme de los personajes, dejar que tengan voz propia y que los lectores empaticen con ambas familias. No quería escribir una novela cargada de personajes maniqueos, pretendía que cada uno explicase cómo estaba viviendo lo que le había tocado en suerte, cómo se organizaban la vida con lo que se había encontrado al nacer. ‘Dispara, yo ya estoy muerto’ tiene un aire un poco orteguiano, en el sentido de cómo las circunstancias nos marcan y lo difícil que resulta luchar contra ellas. Samuel Zucker se pasa la vida peleando contra el peso que supone el hecho de ser judío e intentando desprenderse de su propia naturaleza, pero no lo consigue.
¿Podías haber escogido otro escenario para ubicar la novela?
Pensé en tres escenarios. En primer lugar, en la Región de los Grandes Lagos, con los conflictos entre tutsis y hutus; luego en Yugoslavia y lo que significó al enfrentamiento entre croatas, serbios, bosnios y demás etnias; y por último, en Oriente Próximo. En realidad, me daba lo mismo porque lo que yo quería era hablar del conflicto de los personajes y si opté finalmente por Oriente Medio es porque lo conozco mejor, lo he visitado muchas veces como periodista y, por tanto, me era más cómodo. En esa zona he conocido y he escuchado a gente de todo tipo y condición y me resultaba más fácil ubicar la novela allí.
Con tanto personaje en danza, ¿no te tentó la posibilidad de convertirla en una novela coral narrada en primera persona?
Bueno, de alguna manera sí que es una novela coral porque hay dos voces que van narrando la historia de las dos familias y porque hay muchos personajes. Samuel y Ahmed son los protagonistas pero también hay otros personajes importantes. La verdad es que creo que esta es una novela en la que hay muchas novelas.
Y para una novela de esta complejidad, ¿cómo te has documentado?
He tenido que hacer muchos codos. He echado mano de la biblioteca de casa, que es bastante extensa, y he comprado libros sobre la I Guerra Mundial y sobre sus consecuencias en Europa. De Oriente no tenía tanta información y me he empapado de los primeros movimientos revolucionarios en Rusia y de los pogromos de finales del siglo XIX. Por último, siempre está el recurso de la red, aunque yo prefiero echar mano de los libros ya sean memorias, que aportan muchos datos, ensayos o libros de historia propiamente dichos.
Resulta muy interesante conocer a través de la novela los primeros movimientos socialistas y anarquistas, cuyos protagonistas, además, son judíos.
Es que muchos de los revolucionarios que había en Rusia a principios del siglo XX eran de nacionalidad judía. Los historiadores opinan que muchos de ellos fueron perseguidos por su doble condición de judíos y revolucionarios.
En lo que todo el mundo parece estar de acuerdo es en perseguirlos, ¿no?
Creo que desde Tito llegó a Judea, en nombre del Imperio Romano, para llamar al orden a aquella provincia que no podían gobernar y terminaron expulsándolos, los judíos han sido los grandes perseguidos y Occidente se ha ensañado con ellos en gran manera. En el adn de Europa hay grandes dosis de antisemitismo. Recuerdo que, cuando de pequeña yo iba a las monjas, nos decían que los judíos habían matado al Niño Jesús. Cuando eres mayor, distingues, pero eso que te han inculcado ya lo llevas en tus señas de identidad. Los judíos siempre han sido el enemigo y si habían matado a Cristo podían ser capaces de cualquier otra atrocidad.
Has manifestado en algún lugar que los personajes de esta novela forman parte de tu vida personal.
Lo que he intentado explicar, y creo que no se ha entendido, es que cuando estoy tres años encerrada con un libro, los personajes forman parte de mí y no me desprendo de ellos hasta que no comienzo una nueva novela. En todo ese tiempo no he hecho otra cosas que pensar en sus vidas, incluso me he levantado por la noche, completamente angustiada, porque se me ocurrían ideas de por donde tenían que caminar y me sentaba a escribir. Han vivido en mi casa y los he llevado conmigo a todas partes hasta que, al acabar el libro, me he podido alejar de ellos.
¿De todos los personajes de ‘Dispara, yo ya estoy muerto’, te has encariñado con alguno?
Tengo mucho cariño a dos personajes de la novela, que son Ahmed y Dina. Son los dos que he mimado más, no sé si lo percibirán así los lectores o no.
El libro, en su parte final, incluye un glosario.
Eso fue una idea que partió de la editorial. Yo no estaba convencida del todo, pero albergaba dudas porque tampoco tenía un criterio completamente cierto al respecto. Y la verdad es que la editorial tenía razón porque los lectores lo han agradecido mucho. Lo único que ocurrió, y ahí sí tuvimos un buen debate, es que yo prefería que aparecieran menos personajes en el glosario y más otro tipo de datos como por ejemplo las fechas de los tratados. Ahora me alegro de que al final se incluyese.
¿Dónde se encuentra Julia Navarro en la novela?
En ninguna parte, no estoy. Todo el mundo se empeña en encontrarme en la novela, pero no estoy y además no pretendo estar, al revés, he hecho un esfuerzo enorme por alejarme, para que el lector, como dije antes, empatizase más con los personajes.
La última: ¿regresará algún día Julia Navarro al esquema thriller de sus primeras novelas?
Sinceramente, no lo sé. Estoy trabajando la estructura de la próxima novela y quiero que sea algo diferente, que suponga un salto adelante más. Eso no significa que nunca vuelva a hacer un thriller. Yo misma no me voy a poner trabas en mi trabajo.
Julia Navarro (Madrid, 1953) es escritora y periodista. Después de escribir varios libros de actualidad política, publicó su primera novela, ‘La Hermandad de la Sábana Santa’ que tuvo un éxito sin precedentes. Sus siguientes obras, ‘La Biblia de barro’ y ‘La sangre de los inocentes’, la afianzaron en la primera fila del panorama literario tras llegar a millones de lectores y haber sido traducidas en más de treinta países. Con su siguiente título, ‘Dime quién soy’, repitió éxito de ventas, lectores y crítica. Ahora presenta su nueva novela, ‘Dispara, yo ya estoy muerto’, editada por Plaza&Janés.