Nº 591.- El Golem Fest 2019 se encuentra en plena
ebullición. Es sábado. Un poco antes del mediodía. València. En el hall del Complex
Esportiu de la Petxina se arremolina el personal en torno a los puestos de
libros o se acerca para hablar durante unos instantes con sus autores
favoritos. La literatura fantástica, de misterio y la ciencia-ficción disfrutan
de cuatro jornadas monográficas, organizadas por segundo año consecutivo por
Susana Alfonso, Juan Miguel Aguilera y José Luis Rodríguez que,
respectivamente, personifican los tres sectores por los que se mueve este
género, es decir, la representación y gestión de eventos culturales, los
autores y las librerías y los talleres literarios. Tres formas de entender la
cultura que, aunadas, conducen a un evento tan formidable como este Golem Fest.
Y, en medio de todo eso, me veo sentado junto a una escritora, la aragonesa
Patricia Esteban Erlés, una maestra del género, que se ha acercado al festival
para presentar su último libro de cuentos, ‘Manderley en venta’, editado por
Páginas de Espuma, participar en varias charlas con otros autores y autoras y,
además, impartir un taller sobre microrrelatos de terror. Antes de que todo eso
comience, tengo la suerte de conversar con ella durante unos minutos. La
grabadora, un verdadero misterio, hoy parece dispuesta a colaborar y no me va a
dejar tirado como hizo recientemente. Me fío tanto de ella que, por si acaso,
llevo dos. Así que, tal vez como consecuencia de esta mañana mágica, misteriosa,
nublada, se ilumina el piloto rojo del rec y comenzamos a charlar.
Patricia, la editorial Páginas de
Espuma, en su dossier de prensa, te define como «la dama negra del género
fantástico español» y, de buenas a primeras, me encuentro con que esa dama
negra es rubia.
[Risas] Pues
mira, imagino que hasta en el propio personaje de la dama oscura hay
contrastes, porque en la literatura fantástica para explicar la luz también ha
de haber sombras. Es un apelativo precioso, aunque desmesurado, pero a mí me
encanta porque me parece una etiqueta hecha para plasmar el tipo de cosas que
me interesan. Me atrae pasearme por la oscuridad y me gusta mucho esa
literatura que oculta algo sin mostrarlo. Todos tenemos muchos rincones
inconfesables y secretos, en donde no permitiríamos entrar a nadie, excepto por
sorpresa. Sería algo así como el gabinete de Barba Azul, al que se accede por
usar la llave prohibida. Esta literatura me encanta, es la que me interesa como
lectora y escritora.
¿Por qué escribe Patricia
Esteban Erlés?
Yo pensaba que siempre habría
tiempo para hacerlo y tenía miedo a sentarme a escribir, porque la página en
blanco nos aterra a todos. Pero un día me planteé que, cuando muriera, iba a
estar mucho tiempo sin hacerlo y comencé. Ahora voy por la vida escribiendo,
incluso cuando no lo hago, pensando historias y encontrando personajes, porque
hay algo en mí que los busca. Escribir es una forma de entender la vida.
¿Y por qué escogiste el
género fantástico como territorio habitual para tus escritos?
El género fantástico significa
libertad y lucidez. Puedes escribir sobre cualquier tema real, pero
envolviéndolo con un ropaje que, a veces, puede despistar al lector que no esté
muy atento. Considero que es la forma más adecuada para tratar la realidad, que
siempre presenta fisuras y grietas por las que se cuelan cosas que no pueden
ser contadas de otro modo. Este tipo de literatura permite formular críticas de
tu propio tiempo, de los problemas de la sociedad y de los seres humanos. Y lo
hace de forma envolvente, cargado de símbolos y representaciones. En la
literatura fantástica es posible incorporar personajes que no existen en el mundo
real y hablar sobre él desde el ángulo del horror, algo que resulta muy
incisivo.
Trabajas tanto el
cuento como la novela, ¿te sientes particularmente más cómoda en alguno de
ellos?
Me gusta mucho la
narrativa bajo cualquier forma, incluso el ensayo novelado. Me interesan tanto
el cuento como la novela y escribo columnas donde también relato historias. Soy
una apasionada lectora de cuentos. Me cautivan las piezas cortas que te lo cuentan
todo. Como escritora me ha sucedido que una historia, nacida como narración
corta, de alguna manera derivó hacia una novela. Cuando la literatura elige el
tipo de obra que vas a escribir, eso también es magia.
‘Manderley en venta’ es
una colección de cuentos ya publicados hace algún tiempo, a la que has
incorporado relatos nuevos. Al enfrentarte ahora con ellos bajo el peso de la
distancia, ¿cómo te has visto?
Este libro de cuentos
tiene once años y en su día ganó un concurso. Al abordar de nuevo su lectura,
la primera impresión fue de pánico ante la perspectiva de leerme a mí misma
después del tiempo transcurrido. Como personas y como escritores cambiamos en
todos los aspectos de la vida y me daba miedo de que el libro me devolviese una
imagen que no era la que yo tengo ahora mismo de mí. Sin embargo, al leerlos,
me di cuenta de que la escritora que yo quería ser ya estaba ahí y que el
cuerpo coherente que tenía entonces el libro se mantenía. Lo único que he hecho
ha sido podarlo un poco e incluir algunos cuentos, premiados también en otro
concurso, que pensaba que encajarían bien aquí.
Supongo que algún
cuento se quedó sin ser incluido en el libro, ¿cómo se ha tomado su no
inclusión?
Bueno, hablé con ellos
y les dejé claro que no era decisión suya sino mía. En concreto, había dos
relatos que tenían un tono muy poético. Uno, basado en un cuadro de Chagall,
que temáticamente encajaba, pero estilísticamente no. El otro tampoco lo incluí
por ese mismo motivo. Ambos eran demasiado oníricos para las tramas urbanas y
domésticas que respira el volumen de ‘Manderley en venta’.
Excepto un par de
cuentos, escritos en tercera persona, el resto se narra en primera, ¿cada cuento
impone su voz o la eliges tú?
La propia historia me la
impone a través del ángulo en el que me quiero situar. Los escritos en tercera
persona tienen una textura de documental y había que contarlos mediante una voz
externa, que no estuviera implicada en la narración. Los demás están contados
por voces interesadas, siempre buscando enfoques que permitan reflejar las
miserias del ser humano en cada caso.
‘Manderley en venta’, has escogido un título que alude a la casa de Rebecca,
el conocido film de Hitchcock.
Sí, tengo una relación estrecha, obsesiva y muy antigua con Rebecca. Es la
primera película que recuerdo haber visto. Seguro que hubo otras antes, pero para
mí esa fue la primera. La vi en ‘La clave’, aquel programa de debate que
presentaba José Luis Balbín. Yo aún era muy pequeña, pero ya intuí la relación
insana que existía entre aquella lujosa mansión, una casa de ensueño en
Cornualles, y la mujer que iba a vivir allí y que se sentía como una intrusa
entre sus paredes. El tema de la fantasmalidad del espacio, que recuerda y solo
admite a una habitante, estaba ahí y yo, que procedo de una familia numerosa,
me di cuenta de que, de alguna manera, el espacio da poder y Rebecca seguía poseyéndolo incluso después de muerta.
¿Las casas que aparecen
en los cuentos hay que considerarlas como meros escenarios o como casas-personaje?
Siempre hay que
tomarlas como casas-personaje. Nunca he sido de la opinión de que en el cuento
ha de haber un conflicto con desenlace. Defiendo que hay cuentos que solo son
atmósferas en las que da igual lo que pueda ocurrir. De alguna manera, el
espacio influye tanto en lo que le sucede al protagonista que deja de ser un escenario
y, si hay conflicto, se convierte en una parte del mismo. Me resulta de gran
ayuda centrarme en esas atmósferas y en el espacio y, a partir de ahí, contagiar
una determinada sensación al personaje, que puede ser una inquietud, una zozobra
o una tristeza, depende del caso. Por lo tanto, la casa ha de constituir una
parte más del relato y para mí nada insignificante sin duda.
En consecuencia, estas
casas condicionan la existencia de las personas que las habitan.
Sí, desde que vi
Rebecca es algo que se me ha quedado dentro. Las casas dan mucha información. En
la vida real, son como una especie de tráiler de la gente que vive dentro. Las
escritoras Cristina Fernández Cubas, Shirley Jackson y Daphne du Maurier han
trabajado muy bien este aspecto y recuerdo la importancia que ellas le otorgan
a la casa. A veces incluso obvian la descripción del personaje, pero te
explican cómo ha pintado las paredes o cómo es la tetera que usa.
Los retratos como el de
la tía Monsita, protagonista del cuento ‘Historia de una breve alma en pena’,
producen miedo o desasosiego, ¿cada retrato colgado en una pared esconde una historia?
Absolutamente. El
retrato de ‘Historia de una breve alma en pena’ pertenece a una tía mía, que
murió a los siete años. Es la imagen coloreada de una niña muerta, atrapada en
ese cuadro, que encierra la historia de la ruina de una familia, porque marcó a
mis abuelos y a sus hermanos… Monsita dejó un montón de objetos vacíos y muchas
cosas por contar. Siempre que voy al cementerio me pregunto qué historias se
esconden detrás de cada lápida y cuántas de ellas se han quedado sin ser narradas.
Algunos escritores
tienen miedo a que les crezcan protuberancias en el cuerpo, es algo que se transluce
de sus relatos. En tu cuento ‘La más bella del baile’ sucede lo mismo. ¿Qué
fantasía se oculta detrás de esta preocupación?
Creo que el tema de la
monstruosidad, entendida en un sentido muy amplio, de la metamorfosis, de la
mutilación, del envejecimiento y de la pérdida de la apariencia que
tradicionalmente tenemos, en la que nos sentimos cómodos y pensamos que durará
para siempre, nos interesa mucho a los seres humanos. Desde el punto de vista
casi feminista, he escrito un montón de cuentos en los que la apariencia física
deja de pertenecerte y puede cambiar en un momento dado. A nivel de escritura, esa
monstruosidad y esa metamorfosis junto con la transformación sobrevenida, a la
que no encontramos explicación, son muy rentables.
En la última página de ‘Manderley
en venta’ encontramos una referencia a la muerte de Shirley Jackson, ¿qué
significa esta escritora en tu trayectoria literaria?
Shirley Jackson apareció
en un momento en el que yo ya había tanteado el tema de la casa como algo vital.
Surgió después de que publicase ‘Casa de muñecas’. Un profesor de la
Universidad Autónoma de Barcelona me dejó ‘Siempre hemos vivido en el castillo’.
A partir de ahí me interesé por todo lo que se había publicado de ella en
castellano y lo leí. Me di cuenta de que había una filosofía muy coherente del
espacio, desde el punto de vista de una escritora que vive enjaulada en un territorio
doméstico. Shirley tenía familia numerosa, era un ama de casa convencional y
escribía cuando podía. Me pareció importante estudiar los lugares por los que transitaba.
En ‘Siempre hemos vivido en un castillo’ sitúa la acción en un castillo casi de
cuento tradicional, pero luego es capaz de contar una historia que transcurre
en su casa de Nueva Inglaterra, dándole siempre una lectura fantástica que no
pierde la visión crítica de la realidad.
Como he señalado al
principio, Patricia Esteban Erlés participa en el Golem Fest 2019. ¿Te
interesan este tipo de eventos?
Claro. Es un
reconocimiento venir a un lugar dedicado con tanto entusiasmo y calidad a una
literatura considerada menor. Gracias al Golem, al género fantástico se le
otorga la categoría que en verdad merece. Es un honor estar aquí y participar
en charlas, entrar en contacto con los lectores y asistir a otras actividades
programadas.
Terminamos por hoy. ¿Hacia
dónde se encaminan tus futuros proyectos literarios?
Tengo
dos proyectos, el uno ha atropellado al otro. Estaba inmersa en una novela de
tintes más bien realistas, basada en un hecho real revisitado, casi un true
crime, que trata de la desaparición de una niña, pero se me ha cruzado otro
libro de relatos, en el que doy vueltas a cuentos tradicionales mediante
actualizaciones y otros aspectos técnicos, como el punto de vista del narrador
o el desarrollo psicológico de los personajes.
Y me
resisto a terminar esta entrevista sin reproducir el texto de Jorge Luis Borges
incluido entre las citas iniciales de ‘Manderley en venta’: «De pronto recordé
que Haydée Lange había muerto hace mucho tiempo. Era un fantasma y no lo sabía.
No sentí miedo; sentí que era imposible y quizá descortés revelarle que era un
fantasma, un hermoso fantasma».
Herme Cerezo