Fotografía cedida por la editorial. |
María, ¿qué significa para ti la escritura?
Supongo que es como una catarsis, un refugio. Cuando escribo
creo que soy mejor que en la vida real, porque doy lo máximo de mí misma, o al
menos lo intento. Me sumerjo en un mundo aparte, sin normas, en el que yo
impongo el juego. Desde luego la escritura es siempre un refugio que me invento
y que es real mientras escribo, ya que me introduzco en cada escenario y
permanezco ajena a todo lo que sucede a mi alrededor.
¿Hubo alguna imagen o alguna frase que diese pie a la
escritura de ‘El bosque de los cuatro vientos?
En todos los libros que escribo me sucede lo mismo: hay una
frase, un palpito, que no sé de dónde procede, que siempre me ronda. En esta
novela fue la leyenda de los nueve anillos. Desde hacía muchos años la tenía
metida en mi cabeza y me preguntaba qué podía haber pasado con ellos y, sobre
todo, por qué nadie se había puesto a buscarlos.
La novela presenta la envoltura aparente del género negro,
pero la historia que cuentas funcionaría perfectamente bajo cualquier otro
disfraz literario.
Nunca me identifico con la etiqueta de novela negra. De hecho,
cuando publiqué ‘Puerto Escondido’ y vi que en la faja ponía novela negra, le
pregunté a mi editor: ¿O sea que yo escribo novela negra? No era consciente de
ello y considero que en realidad escribo literatura híbrida, un mestizaje entre
la novela de misterio, la histórica y a veces la científica. ‘El bosque de los
cuatro vientos’ es una novela histórica porque su contenido, deliberadamente,
lo es, al igual que su ritmo, que es más lento y acompaña al lector al siglo
XIX, y carece de giros imposibles en la trama. Tampoco se enclava en un entorno
urbano sino rural y por eso hago intervenir a la Guardia Civil. Creo que toda
mi saga de ‘Puerto Escondido’ debería ser catalogada con mayor propiedad como novela
de misterio.
El protagonista es Jon Bécquer, un investigador detective,
antropólogo inusual, especializado en buscar piezas históricas perdidas. Según
cuentas en el libro, está basado en Arthur Brand, un profesional en esta
materia. ¿Cómo te tropezaste tú con este personaje?
Como me tropiezo con todo: buscando. Soy muy aficionada a la
historia, a la ciencia, a las curiosidades... Siempre indago sobre qué pintamos
aquí y me llama la atención la gente diferente, la que dedica su vida a cosas
poco habituales. Recuerdo que estaba leyendo un reportaje sobre obras de arte
desaparecidas y apareció el nombre de Brand. Me preguntaba si realmente podía
existir alguien que se dedicase profesionalmente a este tipo de cosas. Comencé
a seguirlo y a investigarlo y me inspiré en él para crear el personaje de
Bécquer. Cuando se publicó la novela, Brand contactó conmigo para decirme que
estaba encantado con mi libro. En verdad, su mundo es muy interesante.
En la novela Bécquer busca los nueve anillos de los que
hablabas antes, que pertenecían a los obispos que se retiraron a Santo Estevo,
unas reliquias con cierto valor milagroso, ¿qué hay de cierto en esta leyenda?
En todo lo que narro en la novela las referencias históricas
son reales, excepto un par de licencias que me he tomado y que explico en el
apartado de curiosidades. La leyenda la tomé como algo cierto siempre. Estaba
convencida de que los anillos existían, pero que fueran milagrosos o no dependía
de la fe de cada uno. Tenía claro que había habido 9 obispos enterrados en el
monasterio, que habían sido relevantes por algún motivo. Si no hubiera sido
así, no se habrían molestado en tallar sus mitras y los peregrinos tampoco
hubieran caminado hasta allí. Lo que me extrañaba es que hubieran desaparecido
estas reliquias y que no se hubiera armado ningún revuelo. Nadie preguntaba por
ellos y me parecía raro. Y a mí me sucedió lo mismo que a Bécquer en la novela cuando
visitó el Archivo Diocesano. Su responsable me dijo que él no creía en los
anillos, ni en los obispos. Yo le respondí que había documentación del siglo
XIII, donde constaba que un rey había otorgado privilegios a Santo Estevo por
los milagros que allí ocurrían gracias a sus obispos y por tanto que algo de
verdad había en ello.
El reciente hallazgo en la vida real de cuatro de esos nueve
anillos, ha venido a darte la razón, ¿no?
Bueno, la verdad es que yo no sabía si estaban ahí, pero era
una posibilidad, y Bécquer es el primer sitio al que acude a buscarlos. Sabía
que un año y medio antes, las arcas donde se han encontrado los anillos habían
sido analizadas por Vania, la funcionaria alter ego del personaje Amelia en la
novela, pero ella no había realizado una exhumación propiamente dicha. Habría
que analizar porqué fueron escondidos allí en el siglo XVIII. A mí se me
ocurren muchas respuestas desde luego. El tema está en saber si te interesa un
asunto o no. Siempre digo que el que busca encuentra y si no buscas al final la
historia se duerme y termina olvidándose.
A veces sí, porque he comprobado que la gente de fuera se
queda un poco asombrada en Galicia. Por un lado, por lo desconfiado que es el
gallego y, por otro, por lo amigable que puede llegar a ser. Es igual que el
aire intemporal que se respira en la zona de Santo Estevo, un poco alejada de
todo, y donde parece que todavía no ha llegado el progreso y que el tiempo se
ha detenido. Cuando concebí a Bécquer, lo hice así a propósito: un tipo algo
soberbio, chulito, que podía caerle mal al lector, lo cual siempre es un
riesgo. Necesitaba un personaje de los que no sabes si va o viene, al que has
de acomodarte en sus zapatos y tardas un poco en conocerlo. Quería salir del
estereotipo del investigador simpaticote y algo torpe, un tipo de persona que,
aparentemente, es una cosa, pero luego es otra.
Juegas en la novela con dos historias que discurren paralelas
en la acción, pero no en el tiempo, ¿cómo se te ocurrió esta estructura?
Buscaba perspectiva, mostrar el mismo escenario y la misma
historia desde dos puntos de vista diferentes y con doscientos años de distancia.
También quería ver qué significaba la Iglesia en el siglo XIX, en un momento de
delirio social, en el que se tambaleaba, en el que todo pasaba a la vez, comparándolo
con lo que sucede ahora. Ver la capacidad de sufrimiento de entonces y la de
hoy, también la justicia antigua y la actual, el ambiente caciquil, las normas
que obedecían a los antiguos fueros y las actuales. Todo eso me procuraba mucho
juego sin moverme, porque la trama prácticamente transcurre todo el tiempo en
Santo Estevo. El escenario es el mismo, sin embargo, contemplamos dos mundos
completamente distintos, una vez transcurridos doscientos años.
En esa segunda historia la protagonista es Marina Vallejo,
hija del doctor Vallejo, que se desenvuelve en la botica del monasterio de
Santo Estevo, un mundo cerrado y masculino, una circunstancia poco usual.
Me interesaba un punto de vista que rompiese un poco esa
monotonía masculina, porque ya sabemos quién hizo la Historia. Quería una
visión fresca, joven, con expectativas por delante, de alguien que empieza a
cambiar cosas, aunque no consiga cambiar nada de forma radical. Marina no es
una superheroína, ni una mujer de rompe y rasga, es simplemente mansa, hija de
su tiempo y obediente a su padre. Sin embargo, cambia cosas porque no le queda
más remedio que hacerlo para sobrevivir. Al principio, deja a un lado el
matrimonio, su destino predeterminado como mujer de entonces, porque quiere
estudiar Medicina. Su padre era el doctor del monasterio y en su casa ella había
vivido entre múltiples libros médicos. Ella pertenece a ese tipo de personas, igual
que su marido Franquila, que no salen en los libros de Historia y que abrieron
el camino a los que llegaron después. Franquila es un expósito que quiere
ascender en el orden social, algo impensable en el siglo XIX.
Como has dicho, la mayor parte de ‘El bosque de los cuatro
vientos’ transcurre en Santo Estevo. Dentro de la cultura gallega, ¿qué papel
desempeñó este monasterio?
Santo Estevo era un monasterio muy importante. Date cuenta de
que tenía tres claustros, algo poco habitual, símbolo de un gran poderío, y su
dominio se extendía por varios kilómetros a la redonda. Cuando los obispos se
refugiaron en sus muros durante el siglo X, era poco más o menos un lugar de
ermitaños, de monjes muy humildes. Evolucionó mucho y yo tenía interés en
situarlo en la historia por el poder. Durante muchos siglos la Iglesia tuvo un
poder enorme, equiparable al de los monarcas del Reino de Galicia, aunque
cuando arranca la novela en 1830, ya llevaba en decadencia desde finales del
siglo XVIII a causa de la desamortización. El estado quería recuperar poder y
necesitaba dinero, porque las colonias se estaban independizando, y la Iglesia
perdió relevancia. Los monjes empezaban a ser echados a la calle y eso llevó a
la población a quedarse sin referentes. Llegó la Ilustración y en Inglaterra se
abolió la esclavitud. Fue un momento de grandes cambios.
Y también de un enorme desconcierto.
Claro. Hay que pensar sobre todo en la fe. La gente
necesitaba creer, saber qué demonios pintaba en la tierra. Es duro crecer, vivir
y luego morir sin más. Las personas se planteaban si valía la pena tanto
esfuerzo para acabar muriendo. Si la Iglesia fallaba, en qué se iban a apoyar. A
esto hay que añadir que Fernando VII, que reinaba entonces, antes de morir dejó
preparado el camino para las Guerras Carlistas, y que tenía tan domeñado al
pueblo que, a pesar de que le habían pillado colegueando con Napoleón, era el
monarca deseado. Todo eso provocó un contexto sociocultural, que me resultaba
muy importante para ver el comportamiento de mis personajes. Ellos adoptaron
muchas veces sus decisiones obligados por la necesidad. No eran rebeldes sin
causa que quisieran arrasar con todo,
sino que llegó un momento que la propia vida acabó con la situación que
estaban viviendo.
Los monjes desarrollaron una gran cultura farmacológica. Los
preparados naturales de sus boticas alcanzaron niveles muy altos.
Esto es algo muy relevante, porque las boticas monacales no
estaban sujetas a las mismas leyes que las civiles, obligadas a respetar
incluso normativas europeas. Los monjes podían experimentar y la alquimia era la
manera en la que los religiosos buscaban a Dios. Pretendían apoyar su
existencia a través de la ciencia. Para documentarme sobre esto he utilizado
farmacopeas de los siglos XVIII y XIX, francesas, españolas y de otros lugares.
En el funeral de uno de los personajes, el narrador dice que
en Galicia se calla durante los velatorios, porque acaba de pasar la muerte. Es
un silencio de respeto hacia la parca en lugar de un signo de dolor por la
pérdida.
Bueno, hay muchas maneras de enfrentar el dolor. Tengo la
sensación de que en Galicia somos de sentimiento contenido. El gallego lo ve
más con sus actos que en sus palabras. Es verdad que tenemos un humor negro o
azul oscuro, que nuestro carácter, un poco desconfiado, lo imprime también el
clima, pero son tópicos que se rompen cuando un gallego te acoge. Al forastero que
llega a una ciudad se le abren las puertas y se le trata del mismo modo en que
se relacionan los marineros en el mar. Siempre se le ofrece una sonrisa.
‘El bosque de los cuatro vientos’ tiene banda sonora: temas
de Luar na lubre, Carlos Núñez, Luz Casal... ¿Qué significa la música para
María Oruña? ¿Y qué papel juega la música en la cultura gallega?
Son canciones que yo asocio mucho con el ambiente que hay
aquí. Sirven para entender qué es Galicia. Sé que es muy difícil explicar
Galicia en un libro, pero sí puedo ofrecer un soplo de lo que es y de lo que
era. Y parte de eso está en esta música. ‘O son do ar’, el tema de Luar
na lubre, hace referencia al sonido del aire cuando entra en los robles
gallegos, colándose entre la vieja madera. Pretendía evocar eso y llamar al
bosque y a la tierra que he conocido desde pequeña.
¿Jon Bécquer ha nacido como protagonista de una nueva serie
de novelas protagonizadas por él?
No ha nacido con vocación de serie. Esta es una novela auto
conclusiva, pero he recibido muchos mensajes de lectores que me preguntan por
sus nuevas aventuras y sus nuevos misterios. Muchos periodistas también me
preguntan sobre eso. Realmente, lo he meditado y sería posible hacer una
continuación. Repito que no lo concebí para esto, pero le estoy dando vueltas y
no lo descarto.
Terminamos por hoy con una pregunta inevitable: ¿qué futuros
proyectos literarios alberga ya tu mente?
Este mismo año saldrá un nuevo título de la saga de ‘Puerto
Escondido’. Aprovecho para decir que es una saga, no una trilogía como cree
mucha gente. Actualmente, además, estoy escribiendo otra historia completamente
distinta de todo lo anterior.
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 15/01/2021