Nº 636.- «Uno es escribir como poeta y otro como historiador: el poeta puede contar, o cantar las cosas, no como fueron, sino como debían ser; y el historiador las ha de escribir, no como debían ser, sino como fueron, sin añadir ni quitar a la verdad cosa alguna.» Quijote, II, 3
Jamás pude imaginar que algún día tendría la oportunidad de entrevistar a Henry Kamen (1936), uno de los primeros hispanistas británicos de los que tuve noticia mientras estudiaba mi licenciatura en Historia Moderna. Corría el año 1977 cuando adquirí ‘La Inquisición Española’, editado por Grijalbo, un libro suyo largamente esperado por quien suscribe. Kamen se formó en Oxford y ha ejercido la docencia en diversas universidades de Gran Bretaña, Estados Unidos y España. Ha sido profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Barcelona y es miembro de la Royal Historical Society de Londres. Especialista en los siglos XVI y XVII del Imperio español, se trata de uno de los hispanistas más reputados del panorama internacional, aunque a él no le gusta el epíteto. Entre más de treinta títulos destacados, pueden citarse ‘Felipe de España’; ‘La Inquisición española. Una revisión histórica’; ’Imperio. La forja de España como potencia mundial’; ‘El gran duque de Alba’; ‘Del Imperio a la decadencia. Los mitos que forjaron la España moderna’; ‘Los desheredados. España y la huella del exilio’; ‘El enigma del Escorial’; ‘Poder y gloria. Los héroes de la España imperial’; ‘Brevísima historia de España’ o ‘Magia y enigma’. En la actualidad, Henry Kamen acaba de publicar ‘Defendiendo España. Verdades y leyendas de nuestra historia’ (Espasa), donde se ocupa de los tres siglos que España dominó el mundo conocido y fue objeto de numerosos embates de todo tipo. Es la época de los exploradores, aventureros, soldados y financieros que llegaron de todas partes e hicieron posible su poder. ‘Defendiendo España’ es la historia de cómo una nación cultivó amigos y aliados más allá de la leyenda antiespañola. Ilustres extranjeros defendieron su carácter, su cultura, su reputación, su patrimonio histórico o sus costumbres y se preocuparon por preservar un país que no era el suyo. Fue poco antes de las catorce horas del martes ocho de junio cuando Henry Kamen y quien esto suscribe nos pusimos a conversar. La grabadora se encargó de registrar lo que ambos dijimos. Piloto rojo encendido mediante.
Mr. Kamen, usted junto con otros historiadores británicos, en un momento dado se interesaron por la historia de España, ¿qué les atraía de nuestro país?
Bueno, en mi caso fue diferente, porque yo hice mi tesis doctoral sobre la Guerra de Sucesión Española y llevé a cabo mi investigación en París. Por lo tanto, construí mi trabajo utilizando exclusivamente fuentes francesas. Y lo cierto es que, aunque lleva el nombre de Guerra de Sucesión Española, de española poco tenía. También me di cuenta de que hasta entonces, sobre la Guerra de Sucesión no había ningún estudio realizado por españoles. Los únicos que existían procedían de los historiadores franceses y, en consecuencia, mi libro también fue por ese camino. Luego realicé otros estudios, especialmente sobre la Inquisición, que era un tema que me atraía mucho. Entonces, en España solo se había publicado un libro sobre este tema y lo había escrito un jesuita. Era un texto muy reaccionario, con una interpretación del asunto que ninguna persona sensata hubiera aceptado. Poco a poco he ido trabajando sobre España, pero mi interés se ha extendido a asuntos internacionales.
¿Cómo o por qué surge la idea de escribir ‘Defendiendo España’?
En cierta forma es una
secuela de mi libro anterior, ‘La invención de España’, un estudio acerca de cómo los españoles
llegaron a debatir sobre qué era España y cómo habían llegado a ser españoles. Este
nuevo libro es diferente, porque quería atacar el punto de vista de los que
piensan que los extranjeros han odiado a los españoles. Y todo arranca de un
pequeño libro que escribió Julián Juderías donde presentaba a los extranjeros
como enemigos de España, siempre robando y atacándola. Me he dedicado a
demostrar que los españoles siempre han mantenido buenas relaciones con los
extranjeros. Y pongo como ejemplo el sitio de Granada y explico que los
ejércitos que sitiaron y tomaron la ciudad eran internacionales, ya que en sus
filas había ingleses, alemanes, italianos, franceses… En tiempos de guerra,
España siempre contó con la colaboración de otras naciones y en tiempos de paz,
más largos que los bélicos, mantuvo buenas relaciones con esos países.
El asunto de la leyenda
negra fue explotado por la Dictadura de Franco y aún hoy es arma que esgrimen
los nacionalistas españoles contra el extranjero. Sin embargo, observo que, de
un tiempo a esta parte, se han publicado muchos libros para rebatir esta
leyenda negra, no para desmentir su existencia.
A la leyenda negra no
le dedico más de dos líneas en mi libro porque efectivamente no ha existido, es
una teoría falsa. Si preguntas a uno de los que hablan sobre la leyenda negra,
no pueden explicar realmente lo que es, porque no lo saben. He ojeado casi
todos los libros que tratan de este asunto y no hay nada. Por ejemplo, el libro
original de Juderías de 1914 explicaba que los extranjeros odiaban a España y
exageraban al máximo los defectos de los españoles, etc, etc. Pero no es
cierto, porque no hay ninguna evidencia para sustentar semejante afirmación. Se
atribuye ese odio sobre todo a los holandeses, pero ellos eran precisamente los
mejores amigos de los españoles. Es cierto que ambas partes sostuvieron
conflictos muy graves durante una época de treinta o cuarenta años, pero
después no hubo nada más. La amistad entre españoles y holandeses a lo largo de
muchos años y muchas generaciones ha sido muy extensa. En mi libro he incluido
varios ejemplos de personas que han hecho lo contrario y han presentado una
imagen de España mucho más positiva.
Probablemente, este
tipo de leyendas no tendrían fundamento si se nos hubiera contado bien nuestra
historia, ¿por qué no se ha hecho así?
Es una buenísima
pregunta que me interesa mucho. De hecho, en este libro y también en otros
anteriores le he dedicado un pequeño espacio. La existencia de estos bulos o
leyendas no tendría importancia si, al menos, dispusiéramos de buenas
investigaciones en libros de confianza para debatir y rebatirlas, moviéndonos
en un terreno despejado, sin problemas ideológicos. Pero falta investigación. Y
no la hay por la misma razón que son los extranjeros quienes dominan el
territorio de la investigación histórica, a causa de que no se presta
suficiente apoyo a la investigación, ni en historia ni en otras ciencias. El
estado español me parece el principal responsable de esta situación.
En su libro usted cuenta
que la primera Historia de España escrita por un español se la debemos a
Modesto Lafuente (1806-1866). Sin embargo, también dice que a Lafuente se le
adelantaron algunos escritores anglosajones con sus publicaciones.
Es verdad, pero
Lafuente fue el primer español consciente de su papel como historiador de su
propio país y escribió un libro que, a pesar de sus prejuicios, leerlo continúa
siendo un placer. Sobre esto hay que hacer una matización. Fue hacia mediados
del siglo XIX, sobre 1840, cuando aparecieron los primeros historiadores en
otros países como Alemania o Inglaterra. Por lo tanto, Lafuente surgió en un
buen momento. Hubo otros más que también hicieron buena Historia de España,
pero después todo fracasó. Y creo que, en parte, se debe a la falta de una
estructura académica adecuada para desarrollar estudios superiores.
[Risas]. Bueno, más que
una opinión suya fue también la de otros, como George Borrow, que viajaba por
España con la biblia en la mano. Y pensaba igual. Lo que ocurre es que no puedo
entrar ahora en este asunto, porque es un tema inmenso, pero estoy de acuerdo
con esa afirmación para aquella época… Sobre lo que ocurre hoy no me atrevo a
comentarlo.
Hace muy bien.
Sí [Nuevas risas].
Ahora usted le resta
importancia al Santo Oficio y afirma que, en realidad y según los archivos
inquisitoriales, no hubo tantos ejecutados ni tantos autos de fe como se cree.
Sin embargo, recuerdo que de su libro sobre la Inquisición Española yo aprendí
la existencia de unos seres siniestros, llamados los “familiares”, que no eran
otra cosa que chivatos y delatores. No debía resultar fácil vivir en una sociedad
así.
No, no creo que fuera
fácil. Pero este es un tema interesante e importante. En mi último libro sobre la
Inquisición, yo mismo me sorprendí de las conclusiones que obtuve al final. Me
pareció que realmente no había sido tan eficaz como la propia institución
proclamaba. Creo que exageraba sus éxitos. Diciéndolo con otras palabras, la
Inquisición no fue tan mala como la gente dice, aunque en el fondo sí lo era.
Cambiamos de tema. Afirma en el libro
que no es adecuado hablar de conquista de América porque, en realidad, no hubo
muchos soldados españoles de oficio pisando tierra americana. Al mismo tiempo,
habla de la violencia ejercida contra los indios, que tuvieron un defensor: Bartolomé
de las Casas. ¿Hasta qué punto fue importante su labor en la defensa de los indígenas?
Casi nada. Bartolomé de
las Casas fue un hombre muy importante por sus escritos, pero sus métodos no
fueron eficaces y supusieron un fracaso total. He estudiado al detalle sus
intentos de ayudar a los indios del Nuevo Mundo y todos los experimentos que
puso en práctica en América fracasaron, aunque hay que tener presente que contó
con muchísima oposición por parte de los colonos españoles que lo odiaban. Por
otro lado, América es un continente tan enorme y salvaje, sobre todo en aquel
momento, que no hubiera resultado sencillo llevar a cabo toda su obra de
reforma. Es en este sentido en el que podemos hablar de fracaso.
En el encabezamiento de casi todos los
capítulos ha incluido usted un fragmento del Quijote. ¿Estos textos son un espejo
de lo que el lector va a encontrar en cada uno de ellos?
No, realmente, no. El Quijote es el gran
héroe de este libro. Yo leí toda la novela para buscar esas citas, que son
interesantes y, a veces, desconocidas. Para mí, El Quijote simboliza los éxitos
y los fracasos de España en su época imperial. En el último capítulo del libro
desarrollo este argumento. Yo lo veo como un reflejo del poder imperial de
España. Él mismo decía que conocía la solución del problema, pero ya se
entiende que la solución de un hombre loco no es precisamente lo que se puede
ofrecer a España.
Terminamos. Oliver Cronwell afirmaba que
“Vuestro gran enemigo es el español. Lo es. Es un enemigo natural”. Pero eso no
fue óbice para que Londres o Inglaterra se convirtieran en refugio de exiliados
políticos españoles, como Casiodoro de la Reina y Cipriano de Valera.
Interesante situación.
Cronwell, como todos los políticos en el
ejercicio de su poder, exageraba o decía mentiras. Esa frase la pronunció en el
Parlamento de Inglaterra para justificar su guerra contra España. Nada más. Al
mismo tiempo que hacía estas declaraciones, el cuerpo de comerciantes y
mercaderes ingleses de Londres llevaba a cabo protestas contra esta guerra,
porque dañaba sus intereses comerciales, que también eran favorables a España.
Esta solo es una secuencia más de cómo los políticos intentan distorsionar la
realidad para justificar sus propias decisiones.
Quedaron muchos otros
temas que tratar con Henry Kamen: el concepto de país, el idioma, la emigración
foránea, la comida... ‘Defendiendo España’ es un libro que casi exige una
entrevista interminable porque se desliza por muchas vertientes. Pero todo
tiene un límite. Y la hora del condumio y del posterior descanso vespertino
había llegado ya. Un placer enorme haber podido hablar durante unos minutos con
Mr. Kamen.
Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI, 20/06/2022