«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

sábado, 11 de octubre de 2025

‘El nombre del padre’ de Vanessa Springora. A la búsqueda de unas raíces impostadas.

Al sostener entre mis manos la novela ‘El nombre del padre’ (Lumen) de Vanessa Springora
(Paris, 1972), resulta difícil que la memoria no vuele al pasado y se detenga, treinta y seis años atrás, sobre el recuerdo de la película ‘La caja de música’ del director Costa-Gavras, al que noventa y dos inviernos contemplan ya. En ambos casos, novela y película, la búsqueda de la verdadera identidad constituye el eje central de la narración. La película del director griego trata de rescatar el presunto pasado nazi del padre de la protagonista, interpretada por Jessica Lange. Por su parte, en ‘El nombre del padre’ Springora intenta revivir el pasado de su progenitor, Patrick, recién fallecido al inicio del texto, al que lleva más de nueve años sin ver, y de quien afirma en el Prólogo «Me resulta más fácil decírtelo ahora que estás muerto: siempre me pareciste un personaje intrigante». Inesperadamente, y aquí radica la diferencia con ‘La caja de música’, surge la figura de su abuelo paterno, otro presunto nazi. Springora viene de publicar ‘El consentimiento’, su primera novela, de la que vendió trescientos mil ejemplares durante el confinamiento,  en la que cuenta la relación que ella mantuvo, a los catorce años de edad, con el escritor francés Gabriel Matzneff, de cuarenta y siete. Esta es, por tanto, su segunda entrega, esa que dicen que es la más difícil, por aquello del miedo al folio en blanco, el peso de la responsabilidad y otras frases por el estilo. En su presentación en Espacio Telefónica, Vanessa Springora manifestó que trabaja con material delicado, íntimo, y que, tras escribir su anterior novela por necesidad, se propuso no publicar nada nuevo hasta que tuviera algo interesante que contar. En consecuencia y llegado el momento, seguir con asuntos autobiográficos le pareció algo natural, algo que brotó tras la muerte de su padre en pleno éxito de ‘El consentimiento’.

Y es que ‘El nombre del padre’ arranca precisamente con el fallecimiento de Patrick, que fue hallado muerto en el mismo piso donde vivieron sus padres y la propia Vanessa, rodeado de trastos y objetos inútiles, papeles e inmundicia. «Moriste solo en tu viejo y raído sofá, y no me dejaste más que un misterio, ese campo de ruinas que fue tu vida». Su padre, casado tres veces, fue un mitómano, un fantasioso que levantó un pasado imaginario, glorioso, trufado de aventuras y misterios: «Toda tu vida intentaste ser alguien, te inventaste múltiples personalidades, un aura y una leyenda tan ficticia como lo era la historia de nuestro apellido». En medio de esos desperdicios ruinosos, «este vertedero que apesta soledad, miseria emocional y muerte», la escritora encontrará revistas de hombres musculosos, consoladores y una carta remitida por un joven magrebí, agradecido porque Patrick le había permitido conocer el amor entre hombres. Fue su padre un homosexual?  Al proseguir su búsqueda de recuerdos, Vanessa tropezará con un par de fotografías, en una de las cuales ve a su abuelo ataviado con indumentaria blanca, de esgrimista, certificada por el emblema de un águila imperial cruzada por una esvástica. Fue Josef, su abuelo, un nazi? La historia oficial» de Josef era la de un hombre, de nacionalidad checoslovaca, que había escapado a Francia, huyendo, en primer lugar, de la invasión nazi y, después, de la soviética. Con el paso del tiempo, en Francia obtendría el reconocimiento de refugiado, sin renunciar jamás a su verdadera nacionalidad. La fotografía encontrada, sin embargo, parece señalar algo más oscuro, lamentable, inesperado.   

A raíz de una visita a la Feria del Libro de Praga, Springora prolongará su estancia en la capital checa para profundizar en sus raíces. Se entrevistará con los pocos familiares que conocieron a su abuelo, que aún viven, y visitará en el cementerio la tumba de sus antepasados. Los datos y recuerdos que encuentra, no demasiado profusos, le conducirán a proseguir su investigación a través de la vida administrativa de Josef, es decir, a perseguir su rastro mediante los documentos oficiales que atestiguan su existencia. Las dificultades, y algunas decepciones, jalonan sus pesquisas. Vanessa moverá todos los hilos a su alcance, pero atravesará malos momentos: «… me siento muy desanimada. Mi investigación se ha estancado», como leemos en el capítulo Domiciliación. A pesar de todo, consigue ver la luz, o una cierta luz, porque no podrá obtener todas las respuestas que busca, algo que sucede a menudo durante el acto de escribir. Sin embargo, la escritora francesa se muestra hábil y no permite que los vacíos irrellenables empañen su trabajo. Hay oficio en su capacidad para dosificar sus averiguaciones, ya dije que nada excesivas, y para sembrar esa incertidumbre necesaria para mantener al lector fiel a la lectura: realmente Josef trabajó en Francia como policía al servicio de los nazis? Fue un nazi convencido o por conveniencia? Tal vez el desenlace de la novela no resuelva todas las dudas despertadas por Springora. ‘El nombre del padre’ se maneja entre los difusos lindes de la realidad y la ficción y la escritora se mantiene fiel a los datos constatables que maneja, aún con el riesgo que eso conlleva.

Narrada en primera persona, el meollo central de ‘El nombre del padre’ es Josef, de quien Springora deja escrito que siempre la trató con una enorme ternura y cariño en los años que vivió en la casa de sus abuelos, sus verdaderos padres durante su infancia. Por supuesto, la novela explora también los aspectos relativos a Patrick, incluidos los reproches a él dirigidos por su hija, pero los omito aquí para que los lectores los descubran por sí mismos. Les aseguro que vale la pena hacerlo.

Herme Cerezo/Diario SIGLO XXI.

‘El nombre del padre’ de Vanessa Springora. Editorial Lumen, 2025. 320 páginas. 20,90 euros.