«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 31 de marzo de 2011

David Torres, escritor: “La misión del novelista es formular preguntas, no resolverlas”

Herme Cerezo/SIGLO XXI, 31/03/2011


David Torres (Madrid, 1966) termina de ganar el IV Premio de Logroño de Novela por su obra ‘Punto de fisión’, editada por Algaida, “un chotis enloquecido y un poco indecente”, como el propio escritor la define, que mestiza el horror con el humor, el realismo más cruel con el esperpento y el absurdo y la ciencia ficción con el género negro, para contarnos cuatro historias: la de Sergei, un niño superviviente de Chernobyl; la de Matas, un editor hipocondríaco al que un gatillazo le tuerce la existencia; la de Rodríguez, un inspector de policía que persigue a los miembros del un insensato grupo terrorista: el PICHY (Partido Independentista Chulapo ¿Y?); y la de Leonardo Zubiri, un tipo que se transforma en escritor tras sobrevivir a la sacudida de un rayo.

David Torres, cuyo verbo recuerda al de otro conocido famoso, el entrenador de fútbol Rafa Benítez, contestó mis preguntas una tarde de marzo, recién incineradas las Fallas, justo cuando hacía pocos días que España había entrado en guerra junto con otros países, aunque la mayoría de nuestros compatriotas parezca no haberse enterado porque el enemigo les cae lejos. En realidad, mucho menos (lejos, quiero decir), de lo que cree la gente.

David, con un jurado integrado por Luis Mateo Díez, Fernando Marías, Care Santos, Manuel Rivas y Félix J. Palma el premio debe saber mejor, ¿no?
Ciertamente, sabe muy bien, porque cada uno de esos autores es un maestro en lo suyo: en el relato, en la novela tradicional, en el género negro, en el thriller... La verdad es que creo que lo que hace grande a un premio es el jurado, no su dotación económica.

¿Los premios literarios se están convirtiendo en el mejor medio para que un escritor pueda publicar sus obras?
Una editorial, actualmente, no puede darte un adelanto superior a los seis mil euros. Esta novela me ha costado escribirla más de tres años y la única forma de sacarle rentabilidad era presentarla a un concurso literario y probar suerte.

Dijo el otro día un alto mandatario en Bruselas, que el Apocalipsis en estos momentos está en Tokio. Desde esa óptica, la publicación de ‘Punto de fisión’, que habla de otro desastre nuclear, el de Chernobyl, no puede ser más oportuna.
Me pareció una frase muy desafortunada y sacada de madre. No creo que Fukushima, en ningún caso, sea comparable a Chernobyl, pero sí es cierto que ha venido a demostrar que la energía atómica no es tan limpia ni tan segura como nos la pintaban. Lo que ha ocurrido es que, cuando faltaba un mes para cumplirse el veinticinco aniversario de aquella catástrofe, ha sobrevenido esta otra. Sobre el accidente nuclear de Chernobyl no hay nada escrito. Es como un muro de silencio por muchas razones. Al “lobby atómico” no le interesa que se divulgue lo que ha sido el mayor desastre nuclear de la historia, que también significa el último gran fallo de la ideología comunista y que dejó bien patente hasta qué punto la burocracia soviética era ineficaz.

‘Punto de fisión’ cuenta una historia muy dura, sin embargo, utilizas el humor como catalizador, como paliativo de ese dramatismo.
La parte de Chernobyl, que la tenía pensada desde tiempo atrás, fue la última que escribí y tiene un tono diferente. Por eso aparece en el libro en cursiva. De alguna manera, el humor en esta novela es muy importante porque suaviza la parte dramática y trágica del texto e incluso sirve como soporte estructural. De hecho, algunas escenas, por ser tan grotescas, no funcionarían sin la presencia del humor. El propio accidente de Chernobyl, en sí mismo, si no fuera por las consecuencias tan devastadoras que tuvo, es casi un episodio de los Simpson, porque fueron dos zoquetes quienes se pusieron a probar la central y pasó lo que pasó. Verdaderamente, la única manera de contar todo esto es con registro cómico, pero sucede que vivimos en un país que tiene un tremendo resquemor hacia el humor y que piensa que la novela ha de ser algo serio. Y no es así. La novela es el arte de la risa, como decía Milan Kundera, y su historia está llena de ejemplos: El Lazarillo, El Quijote, …

Cuando comenzaste a escribir ¿lo tenías todo “atado y bien atado” o te has dejado llevar?
Cuando escribo una novela, al empezar siempre digo que busco llegar a Cádiz desde Madrid. Pero a lo mejor quiero llegar a Cádiz pasando por A Coruña. Al comenzar a escribir desconozco más cosas de las que conozco, no lo sé todo porque no me gusta planificar de antemano. No me interesan esas novelas en las que al leerlas descubres lo que va a venir, se nota enseguida. Serán muy brillantes e ingeniosas, pero hay algo de artificial, de pájaro disecado en ellas. Mi novela puede ser imperfecta, pero avanza por una especie de pulsión que arranca del hecho de que es el propio escritor quien la va descubriendo paso a paso, frase a frase. Julia, por ejemplo, durante las dos primeras partes de la novela es un personaje negativo y bastante miserable. Pero se me escapó, se enamoró y, de pronto, su historia adquirió una potencia que arrastra durante toda la parte final del texto. También a medida que escribía, fui descubriendo la esencia de Sergei, Mata y Zubiri, los otros personajes.

¿‘Punto de fisión’ es una novela rompedora porque no se adscribe a ningún género concreto?
En origen no me lo planteé así, pero en seguida observé que había muchos géneros en ella. Tenía rasgos de novela negra, pero no estaba tratada como tal. El inspector Rodríguez no aguantaría una saga policial, es un náufrago, destrozado y arrastrado por muchas historias. La primera imagen que me vino a la cabeza era cómica, la de un tipo que, al principio, tiene un gatillazo y, al final, una erección [risas]. Me interesaba relatar todo el arco de cosas que le llevaban de un extremo a otro, pero en medio aparecieron materiales que enriquecieron o mancharon la idea inicial.

En la novela, los terroristas del PICHY, le vuelan la cabeza a la Cibeles. Si un día al levantarte, te enteras de que eso ha ocurrido realmente, ¿qué pensarías?
Cuando escribí lo del PICHY, que es una organización terrorista disparatada que pone bombas en la Cibeles, justo ese día apareció un grupo de etarras que había colgado una camiseta de la selección española en facebook, algo mucho más descabellado que lo que yo había hecho. Ahora escribo lo de Chernobyl y ocurre lo de Fukushima. Supongo que si pasara lo que comentas, no me extrañaría que la policía llamase a mi puerta y yo terminase en la Audiencia Nacional [risas].

La verdad es que la idea de implantar un grupo terrorista independentista en Madrid, la capital del estado, tiene mucha miga.
Me parecía el colmo del nacionalismo llevado al absurdo. Cuando la gente dice que el nacionalismo es absurdo lo hace desde su propio nacionalismo. El nacionalista español no se da cuenta de que su banderita y su rollo son tan imbéciles, desfasados y decimonónicos como el nacionalismo catalán o vasco. Vivimos un mundo mucho más globalizado, más internacionalizado en el que ya no se pueden defender según qué cosas. Pero no quiero dar ideas. Mientras escribía la novela, me encontré con pintadas como “España no es Madrid”. El idiota que la hizo, sin duda quería decir que Madrid no es España y se pensaba que el lenguaje tiene la propiedad conmutativa. Leer ese tipo de cosas, que mezcla terrorismo con nazismo y comunismo, es algo muy propio de los grupos terroristas de los años setenta. Pero lo más terrible del PICHY es que está a un paso de ser real.

Veo que no te importa mezclar literatura con política, a otros autores parece que les salen sarpullidos si hablan de política.
Tanto si escribes una novela hipermoderna, como si se trata de una historia ambientada en la Edad Media, al final, quieras o no, siempre terminas hablando de tu propio tiempo y espacio, hay que ser consciente de ello. Lo que nunca puede hacer un escritor es hacer una novela de tesis, como en el siglo XIX, defendiendo una opción política. La misión del novelista es formular preguntas, no resolverlas, haciendo ver que las cosas realmente son más complicadas de lo que parecen.

Por cierto, el PICHY parece guardar similitudes con el grupo terrorista que aparece en la película ‘Acción Mutante’ de Álex de la Iglesia.
Aunque me gusta el cine de Alex de la Iglesia, ‘Acción mutante’ no es una de mis películas preferidas. Es normal que los grupos terroristas se parezcan entre sí y, como los dictadores, poseen una parte estrafalaria. Siendo niño, recuerdo que la primera vez que vi una rueda de prensa de la ETA, pensé que eran nazarenos de Semana Santa y es que la realidad presenta esa dualidad entre lo trágico y lo cómico.

Prosigamos con las similitudes, ¿no se parece Julia a Lisbeth Salander, la heroína creada por Stieg Larson en su trilogía nórdica?
Es pura casualidad, ni siquiera he leído la saga de ‘Millenium’. El personaje de Julia es el primero que aboceté hace tres años. Ya me advirtió de ese detalle la escritora Vanessa Monfort y, a pesar de todo, la dejé como estaba. En el fondo, creo que son distintas porque lo que Julia tiene escrito en su cuerpo es literatura. Ella y todos los demás personajes del libro están prendidos por el veneno de la escritura. Lo que ocurre es que ella, además, necesita llevar en su piel citas de Catulo, de Homero y de otros autores.

Además de escribir artículos, guiones, ejercer de profesor y novelar, gobiernas un blog: ‘Tropezando con melones’. ¿Para qué necesita un escritor un blog?
Además del blog, ahora también tengo un perfil en facebook. Tanto una cosa como la otra sirven sobre todo para que el lector curioso, el fan o el chaval que empieza, pueda entrar en contacto contigo. Las redes sociales me parecen unas herramientas acojonantes, que se están metiendo cada vez más en nuestra vida y la van a cambiar. Poco a poco nos vamos a dar cuenta de que los políticos cada vez sobran más, que podemos prescindir de ellos para muchas cosas y movernos directamente con opciones manejadas por Internet.

Con los ordenadores e Internet, ¿no corremos el riesgo de vivir dos realidades?
Eso es el síndrome del Quijote. Creo que no, siempre y cuando tengas claro que la realidad abarca Internet y tu propia vida. Es verdad que Internet puede llevarte a las locuras de la “virtual life”, gente generalmente gorda y fea que adopta perfil de tío cachas, pero eso no es más que la posibilidad que la Red ofrece al ser humano para contar historias. Constantemente nos estamos contando historias, incluso cuando nos echamos a dormir. El lenguaje quizá no nos sirva para comunicarnos, pero sí para contarnos historias.