Miércoles. Valencia. Cafetería del Hotel Astoria a mitad de tarde. Septiembre dentro y fuera del local. Calor en la calle. En una pared, junto a la barra, un cañón informático proyecta algún programa televisivo de marujeo vespertino. Santiago Posteguillo (Valencia, 1967), que llega a nuestra cita con aire tranquilo y sin prisas - le avalan los más de quinientos mil ejemplares vendidos de su trilogía sobre Escipión el Africano -, tiene nuevo libro en el mercado: ‘Los asesinos del emperador’, publicado por Planeta. El escritor valenciano sigue con Roma y su Imperio. La afición por lo romano, según cuenta, quizá provenga “de una visita que efectué al Coliseo con mis padres cuando tenía seis años”. Tal vez aquello le conmocionó tanto que ahora se ve impelido a escribir estas novelas tan voluminosas. O tal vez no fue así. “¿Quién sabe?”, como él mismo dice. ‘Los asesinos del emperador’ se centra en la figura del primer emperador hispano que gobernó Roma: Marco Ulpio Trajano, un personaje poco conocido probablemente porque no era oriundo de la península itálica. Crueldad, guerra, gladiadores, amor, conspiraciones, juegos en el circo, traiciones, lealtades, todo eso y mucho más se dan cita en este libro que tiene más de mil doscientas páginas y que, como el propio escritor señala, “simplemente es una presentación del personaje”.
Santiago, en una ocasión te oí decir que cuando ya llevabas escritas cuatrocientas páginas, tu agente literario te animaba para que escribieras otras tantas más. ¿Qué se siente al concluir un libro de mil doscientas como éste?
Lo importante es que, independientemente de las mil doscientas páginas, uno se quede conforme al terminar la novela. Ahora que todo va bien, que ya está a punto de salir la segunda edición, puedo decir que durante la escritura llegó un momento en el que pensé que este libro, por su magnitud, iba a poder conmigo. No resulta nada sencillo contar la vida de nueve emperadores; las rebeliones militares con sus asesinatos e intrigas; el ascenso de una familia hispana como la de los Trajano; la historia de la dinastía Flavia, que termina con el principado de Domiciano; el sitio de Jerusalén; la vida de los escritores de la época y la de San Juan Evangelista. Es un reto tremendo especialmente si, como yo he hecho, cruzas todas estas existencias.
¿Por qué has escrito ‘Los asesinos del emperador’ tomando a Trajano como protagonista?
Esta novela está diseñada como un intento de responder a la pregunta de por qué Roma eligió como emperador a un tipo no nacido en sus calles. Hay que ver el estado en que se encontraba Roma para comprender el hecho de que Nerva marchase al templo de Júpiter para elegir al mejor, sin importar dónde hubiese nacido. Y el escogido fue Trajano. En el Senado hubo un debate tremendo del que no quedan restos escritos para ratificar esta decisión. La causa hay que buscarla en la política salvaje practicada por Domiciano. En el libro yo intento recuperar la figura de Trajano, porque como nació en España apenas es conocido. Si hubiera nacido en otro lugar, americanos o ingleses ya hubieran contado su existencia con pelos y señales.En los tiempos del Imperio Romano, ¿qué significaba ser hispano?
Era como ser un periférico de clase A. Hispania fue el primer territorio continental que conquistó Roma, como conté en la trilogía de Escipión. A finales del siglo I ya hubo senadores hispanos, que ayudaron a Vespasiano para derrotar a Vitelio en la Guerra Civil. Entre ellos se encontraba el padre de Trajano al que nombró cónsul por la ayuda dispensada. Ignoramos lo que hizo este hombre para merecer ese honor, pero indudablemente debió de ser algo importante. Después de mucho investigar, creo que el padre de Trajano fue el legatus de la legión XII y por eso en el libro lo coloco ahí. Fuese lo que fuese, lo cierto es que la familia de Trajano ascendió socialmente y, a su vez, permitió que otros hispanos también promocionasen. Tal vez esta circunstancia propició que, muchos años después, Trajano llegase a ser emperador.
Durante la narración, manejas vocablos latinos y los escribes en los casos correspondientes.
Sí, procuro hacerlo con el máximo rigor posible. Aún así se me puede escapar alguno. Como yo cursé todavía planes antiguos, estudié seis años de latín y me siento muy orgulloso de ello. A mí me ha venido muy bien e intento recuperarlo en mis novelas. Cualquier cita latina que aparece en ‘Los asesinos del emperador’, la traduzco y hago un glosario explicándola. En una película, vemos el vestuario y la ambientación; en una novela, además de eso, puedo introducir las voces auténticas de la época. Lo mismo ocurre cuando aparecen los dacios, ya que también he incluido alguna de las escasas cuatrocientas palabras que todavía se conservan de aquella lengua muerta.
¿Hay mucho de ficción en la novela?
Un cincuenta por ciento, pero el nivel de historicidad es muy grande, porque yo aprovecho la ficción para rellenar los huecos que tiene la Historia. El novelista no puede dar un relato incompleto y por eso introduzco esos parches. A lo largo del libro incluyo notas y citas de autores, pero curiosamente las utilizo para ratificar hechos reales que no lo parecen pero que lo son.
Entre otras muchas cosas que llaman la atención en ‘Los asesinos del emperador’, destaca la figura de las gladiadoras. ¿Era frecuente su presencia en los espectáculos circenses?
Por increíble que pueda parecer existían gladiadoras. Cinco fuentes clásicas distinas, como son los historiadores Juvenal, Tácito, Estacio, Marcial y Petronio las mencionan en sus obras. También en el relieve de Halicarnaso, que está en el Museo Británico, se observan mujeres luchando. Septimio Severo y otros emperadores prohibieron que las mujeres peleasen en el circo y sólo se prohíbe lo que se hace mucho, por lo tanto no hay duda de que había gladiadoras y de que luchaban.
Tratas también el tema de la homosexualidad entre los romanos. ¿Estaban bien vistas las relaciones entre personas del mismo sexo o eran perseguidas?
Trajano era homosexual, algo frecuente entonces, porque el único emperador heterosexual en el siglo I fue Claudio. Quizá por eso no se haya escrito tanto sobre él. La homosexualidad activa estaba bien vista y la pasiva mal. En la novela es lógico que aparezca esta cuestión porque era así. De hecho, en algunos foros de opinión ha gustado bastante este aspecto del libro. Con la llegada de la moral cristiana, la homosexualidad pasó a estar mal vista y ahora parece que vuelve a ser considerada como algo normal.
¿Que tiene Trajano de Posteguillo y qué le ha dejado Trajano a Posteguillo después de escribir la novela?
Trajano tiene de Posteguillo la forma de contar las cosas y de presentarlas. Introduzco al personaje poco a poco para que el lector pueda conocer su carácter y vea cómo evoluciona. Y a mí, de Trajano me queda cuánto podríamos aprender de una persona como él, que fue capaz de convertir la bancarrota de Roma en una época de apogeo económico mediante un gobierno austero, de contención, sin malgasto pero manteniendo políticas sociales. Otro aspecto importante es que dejó que su vida íntima quedara en la trastienda y no interfiriera para nada en la esfera política. Creo que estos valores hoy resultarían de gran utilidad.¿Por qué incluyes la bibliografía que has utilizado en la novela si estamos hablando de ficción?
Me gusta que la gente vea que detrás de todo hay un cierto rigor. La bibliografía aparece en el libro porque responde de su parte histórica y porque muchas veces la ficción se sustenta en hechos extraídos de los libros de Historia. Por ejemplo, sabemos que los gladiadores fueron los que asesinaron a Domiciano, pero ¿cómo se introdujeron en el palacio imperial? Ahí hay un vacío de la Historia y entonces se me ocurre que van a acceder a través de las alcantarillas. Así que busco información sobre las cloacas de la antigua Roma y eso está en los libros. Por otro lado, los lectores quieren saber más cosas sobre lo que escribo y pienso que, en un libro de mil doscientas páginas, cinco más con reseñas bibliográficas no molestan.
‘Los asesinos del emperador’ es muy visual, muy cinematográfica, ideal para llevar a la pantalla grande, pero por su extensión preparar un guión no parece demasiado sencillo.
Habría que evaluar cómo hacer las cosas y todo deriva a un problema de costes de producción. Evidentemente, si camináramos hacia una película, el guión tendría una estructura y si fuésemos hacia una serie, otra. Yo escribo y aunque me gusta mucho el cine me centro en lo que creo que es buena literatura, algo que entretenga y que esté bien construido desde el punto de vista de la técnica literaria, sin pensar para nada en el cine, porque entonces me plantearía cómo escribir un guión, no una novela. En una hipotética película, desde luego yo no escribiría el guión, aunque sí me gustaría estar de asesor para que el resultado cinematográfico no decepcionase a los lectores del libro
Un medio más económico podría ser adaptar la novela al cómic.
Sí, la verdad es que saldría un cómic muy interesante. Hay dibujantes que están haciendo cómics de romanos de mucha calidad, con buenos guiones y estupendos dibujos. También admitiría una versión radiofónica, de hecho hicieron una prueba y me gustó mucho.
La última: ¿algún día abandonarás el registro histórico?
En realidad, yo sólo trato de escribir cada vez mejor. Tengo ideas para hacer otras novelas, por ejemplo un thriller, pero de momento me encuentro muy cómodo escribiendo estos libros sobre el Imperio Romano y pienso continuar por esta senda.