Cuando uno se documenta para entrevistar a alguien,
indaga un poco en los entresijos del entrevistado. Como en este caso se trata
de un escritor, no solo le interesa conocer cómo escribe, sino también
cualquier otra actividad en la que haya tomado parte y que pueda resultar
interesante para atar cabos y delimitar su perfil. César Pérez Gellida, además
de su bagaje como profesional del marketing y de su licenciatura en Geografía e
Historia, en su juventud practicó el balonmano hasta que sus rodillas dijeron
basta. Pasó entonces a desempeñar un nuevo rol: el de entrenador. Balón, pista
y banquillo imprimen un cierto sello. Sin duda. En la cancha del cuarenta por
veinte, César ocupaba la demarcación de central. Los argentinos, con ese
peculiar y fino olfato suyo para adjetivar, bautizaron esa posición, que es el
equivalente a la del base en el básket,
con el nombre de armador, es decir, el que construye, el que arma todo el juego
del equipo. Y eso es lo que Pérez Gellida ha hecho: armar un thriller, dividido en tres actos, cuyo primer volumen
lleva por título ‘Memento mori’,
editado por Suma de Letras y prologado por Michael Robinson, en el que nos
cuenta la historia de Augusto Ledesma, un psicópata convencido, y del inspector
Ramiro Sancho. Juntos, pero no revueltos, es decir, cada uno por su lado, nos
van a conducir por la investigación del asesinato de una joven ecuatoriana a la
que han mutilado los párpados y en cuyo cuerpo han encontrado unos versos
amenazantes. La historia se narra desde la perspectiva de este psicópata
narcisista, influenciado por la música más actual y por las grandes obras de la
literatura universal. Pero la evolución de los acontecimientos y la aparición
de nuevos cadáveres obligan a la intervención de un tercer protagonista,
apodado Carapocha, uno de los especialistas más reputados en el conocimiento
del comportamiento de los asesinos en serie.
César, dice tu curriculum que un buen día abandonaste tu trabajo en el mundo comercial y de la comunicación y te dedicaste de pleno a la escritura, ¿por qué ese salto?
Bueno, el germen fue el insomnio. Me cuesta
mucho conciliar el sueño y el método que utilizaba siempre para lograrlo era el
de inventar historias. Una de estas historias cobró forma y pensé que no tenía
otro remedio que hacerle un poco de caso. Escribí seis capítulos sin ninguna pretensión y se
los pasé a unos amigos para que los leyesen. Uno de ellos los envió a un
contacto que trabajaba en Robinson
Productions. Michael Robinson los leyó y me animó a seguir trabajando con
ellos. En aquel momento yo compatibilizaba escritura y trabajo, algo difícil de
conjugar, por no decir imposible, y como me apetecía mucho escribir, decidí
dedicarme a ello en exclusiva.
Pues no parece muy
recomendable para el insomnio sentarse a escribir la historia de un psicópata,
¿no?
[Risas] A priori, no, pero fíjate que, aunque
la historia gira en torno al personaje de Augusto Ledesma, no es solo eso. Yo
quería construir una historia distinta a lo que estamos acostumbrados a leer
como novela negra ortodoxa. No me importa que el lector sepa desde el principio
quien es el asesino, lo que me interesaba era ofrecerle una visión de
trescientos sesenta grados, completa, de toda la historia, ayudado por el
inspector y por esa tercera voz que es la que aporta el psicólogo criminalista.
Tres protagonistas y tres libros, porque la
historia parece que va a ocuparte tres volúmenes.
En principio no estaba previsto escribir una
trilogía. Lo que ocurre es que el germen de la novela ha dado para tres libros,
cada uno con su propio adene, y al final el argumento se ha vuelto complejo. El
primer volumen tiene un componente más de investigación; el segundo, que se
llamará ‘Dies irae’, es un poco más
histórico; y la tercera parte, que aún carece de título, se convierte en un
thriller psicológico con mucha acción. La serie tiene un comienzo y un final,
pero cada libro presenta una esencia distinta.
"No me importa que el lector sepa desde el principio quien es el asesino, lo que me interesaba era ofrecerle una visión de trescientos sesenta grados, completa, de toda la historia"
¿Cada volumen
admite una lectura independiente?
Se pueden leer de modo independiente, pero
entonces nos quedaríamos con una lectura parcial. Es preciso conocer el antes y
el después. Si leemos uno solo no podemos entender con toda profundidad a los
personajes, quedaría cojo.
‘Memento mori’, ‘Dies irae’, abunda el latín en los títulos, ¿era necesario?
Augusto Ledesma está muy influenciado por la
cultura paterna, muy clásica. Yo quería que se produjera esta confrontación
entre el refranero castellano, que representa Ramiro Sancho, el inspector, y
los latinajos del psicópata, propios de una persona más culta y distante. De
este modo, además, consigo que el lector recupere expresiones latinas que se
han ido perdiendo a lo largo del tiempo.
No debe
resultar fácil introducirse en la psicología de un psicópata, ¿qué proceso has
seguido para conseguirlo?
El perfil del psicópata lo extraje de unas
sesiones que hice con un psicólogo especialista en psicopatías narcisistas. Y
la verdad es que me ayudó mucho a trazar el eje psicológico de Augusto y a abrirle
un hueco en mi propia cabeza. Lógicamente le he aportado cosas mías, como el
gusto por la música o la poesía. Seguramente, si nos paramos a pensar en sus
características nos daremos cuenta de que conocemos a alguien que encaje en ellas,
porque el dos por ciento de las personas que vamos por la calle sufren este
tipo de patologías. Afortunadamente, no todos van por ahí haciendo
barbaridades. Sin embargo, el personaje en cuyo perfil me ha costado más
penetrar ha sido en el de Ramiro Sancho, el inspector.
Pensaba que sería
más sencillo ponerse en el lugar de un policía, porque los tenemos más a manos
y porque todos hemos visto películas y leído muchas novelas del género.
Bueno, he tenido la fortuna de contar con un
inspector de homicidios en activo que me explicó el lado humano de su oficio.
Yo quería salirme del estereotipo de policía bueno en lo profesional y
fracasado en lo particular, que abunda en el género. Ellos son tipos con
familias normales, que tienen su propia vida además de su trabajo en comisaría.
También he podido comprobar que los policías que han leído la novela opinan que
el perfil que he diseñado encaja bien con la realidad.
La existencia de
un psicópata en una ciudad más pequeña, como es el caso de Valladolid donde has
ubicado la acción, tiene mayor repercusión que en una gran ciudad, ¿no?
Desde luego que sí. Si esto fuera realidad y
hubiera un asesino en serie en Valladolid, los medios se volcarían en agrandar
los hechos y la presión sería tremenda, como ocurre en ‘Memento mori’. Esto, en la realidad, nosotros lo vemos como algo
muy lejano. En España existió uno de los más grandes psicópatas de la historia,
pero no se le ha dado mucha cancha. Si hubiera sido francés o norteamericano ya
habría diecisiete películas rodadas sobre él.
Seguimos en
Valladolid, tras publicar la novela, cuando pasas por alguno de los lugares en
los que Augusto ha cometido sus fechorías, ¿qué sientes?
Conozco bien la ciudad, no en balde he vivido
en ella durante treinta y siete años. Me he cuidado de buscar lugares un tanto
siniestros y he conseguido encontrarlos. Además, recientemente he tenido que
revisitarlos, porque vamos a hacer una exposición, organizada por el
Ayuntamiento de Valladolid, con un recorrido fotográfico de todos los
escenarios que atraviesa la novela. Algunos lectores me cuentan que pasan por
estos sitios y que, ahora tras leer el libro, lo hacen con un cierto temor.
Asocias los
capítulos con música muy variada, de distintas épocas. Además has colgado los
temas en tu web, ¿tratas de romper barreras, de obligar al lector a comportarse
de un modo distinto cuando lee tu novela?
[Risas]. Buena pregunta. Hago una
recomendación al final del libro al lector y le digo que si le ha gustado
leerlo, también le gustará escucharlo. Si relacionas texto con la música
correspondiente, te ayuda a comprender mejor lo que siente Augusto antes,
durante y después de cometer cada asesinato.
El primer testigo
se llama Gregorio Samsa. Eso que parece un guiño literario, en realidad no lo
es.
Si le preguntamos a cualquier persona quién
es Gregorio Samsa, un ochenta por ciento nos dirá que no lo conoce a pesar de
que se trata de uno de los personajes que goza de mayor reconocimiento en la
Historia de la Literatura. Con mi generación, al menos, ocurre eso. Sin embargo,
ese detalle le sentó mal a algún policía, que ya ha leído la novela y que me
dijo que si alguna vez un tipo al que le tuviese que tomar declaración le
dijera que se llama así, directamente lo metía en el calabozo.
Algunos escritores
policíacos comentan que, a priori, no saben quién es el culpable, ¿es también tu
caso?
Sí, me he dejado llevar totalmente por el argumento,
no había guión previo. No sé escribir de otra manera, es la forma en que yo
consigo engañarme a mí mismo y, por ende, al lector de un modo respetuoso. Además,
no me gusta sacar ningún conejo de la chistera porque el público se merece un
respeto. He escrito la novela tal y como brotaban las ideas en mi cabeza. Cada
día retomaba la acción en el punto donde lo había dejado la víspera. Este
sistema, que parece muy fresco, genera algunos problemas a la hora de crear
coherencia argumental y para subsanarlos hacía anotaciones que me permiten
cubrir esas incongruencias.
Cada capítulo concluye con la clave de fa,
¿qué significado tiene este detalle en el contexto de la novela?
La clave de fa es el anagrama de la trilogía,
que se llama ‘Versos, canciones y trocitos de carne’. La clave de fa aparece al final de los
capítulos por las canciones. Su trazo termina con una pluma y con dos disparos.
Representa la esencia de Augusto Ledesma: versos, canciones y trocitos de
carne, como te decía antes.
Y la última: ¿en
qué lugar te escondes tú a lo largo de la novela?
A todos los personajes les aporto algo, pero
si he de identificarme con alguno de ellos, sin duda es con Armando Lopategui,
Carapocha, un sujeto que llega a fagocitar a los demás protagonistas porque
tiene un carácter distinto, más fuerte. A lo largo de la novela iremos
conociendo su razón de ser. Yo lo he utilizado para expresarme a través de un
narrador omnisciente, cuya voz es muy aséptica para no influir en el lector. Para
ese menester, Lopategui me venía perfecto.
SOBRE CÉSAR PÉREZ GELLIDA
César Pérez Gellida nació en Valladolid en
1974. Es hijo de dos profesores y el menor de tres hermanos. Estudió desde los
cuatro años en el Colegio Compañía de María (La Enseñanza ) de
Valladolid. Es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de
Valladolid y Máster en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de
Comercio de Valladolid. Ha trabajado en dirección comercial, publicidad y
comunicación de empresas vinculadas al mundo de las telecomunicaciones, outsourcing e industria audiovisual. En
2011, junto con su mujer y su hijo, decidió trasladarse a Madrid para poder
dedicarse en exclusiva a su vocación de escritor.