«Desde su agujero de arcilla escuchó el eco de las voces que lo llamaban y, como si de grillos se tratara, intentó ubicar a cada hombre dentro de los límites del olivar» (Jesús Carrasco, Intemperie)

jueves, 18 de diciembre de 2014

‘El impostor’ de Javier Cercas. Aparta de mí este cáliz.

Yo no quería escribir este libro. No sabía exactamente por qué no quería escribirlo, o sí lo sabía pero no quería reconocerlo; o no del todo. El caso es que a lo largo de más de siete años me resistí a escribir este libro”. Releo las primeras líneas de ‘El impostor’, el nuevo título de Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962), editado por Penguin Random House (noviembre 2014), y, después de haber concluido su lectura completa, no acabo de tener claro cuál ha sido el objetivo que ha movido al escritor extremeño afincado en Catalunya a hacerlo. De hecho no sé si, después de todo, el propio autor lo sabe, aunque él explica que no quería escribirlo por miedo. De lo que no cabe duda es que esta novela, ¿novela?, constituye un libro muy especial. Cercas la define de un modo curioso: “relato real” o “esta novela sin ficción saturada de ficción”. A decir verdad, después de su lectura como novela resulta un poco extraña y como relato real también, porque incorpora elementos propios de la ficción y, además, porque lo más curioso es que en este caso la ficción tal vez la aporte el protagonista, Enric Marco, y no el escritor, que también es protagonista. Pero sólo tal vez. Por lo tanto, el primer dolor de cabeza que se le avecina a un crítico a la hora de analizar una novela como ‘El impostor’ -  definitivamente mejor denominarla así -, es el de su clasificación si no públicamente, sí al menos para sus esquemas mentales de análisis.

Pero volvamos al párrafo inicial: ¿por qué Javier Cercas se resistía a escribir esta novela? Pues lo cierto es que yo tampoco lo sé muy bien. Parece claro que Cercas, a priori, arranca de un punto de partida en el que considera a Enric Marco culpable de una suplantación, un fraude viviente y que su objetivo no es una rehabilitación, ni una absolución ni tampoco una condena, “lo que quiero es saber quién es usted, por qué hizo lo que hizo. Eso es lo que quiero: no rehabilitarlo sino entenderlo”. Es difícil que, a estas alturas de la película, alguien todavía no se haya enterado de qué va la historia de Marco. ‘El impostor’ es la peripecia de un nonagenario barcelonés que se hizo pasar por superviviente de los campos nazis y que fue desenmascarado en mayo de 2005, después de presidir durante tres años la asociación española de los supervivientes, pronunciar centenares de conferencias, conceder entrevistas, hablar en el Parlamento español como portavoz de la citada asociación y exhibirse como un luchador precoz, anarquista, republicano, deportado y antifranquista clandestino. Casi nada.

Y sin embargo, finalmente la escribió. Sin duda, como cuenta en la novela, la opinión de algunos escritores amigos suyos como Mario Vargas Llosa o Ignacio Martínez de Pisón fue determinante para animarle en su propósito. El Premio Nobel peruano le conminó a hacerlo: “¿No te das cuenta?” [La pregunta va dirigida a Cercas] ¡Marco es un personaje tuyo! ¡Tienes que escribir sobre él!“ Aquella noche, cuenta Cercas, en el silencio nocturno de la habitación de un hotel madrileño tomó la decisión de no escribirla. De esta manera cierra el capítulo 1. Al comienzo del capítulo 2, sin preámbulos, directamente, la voz narrativa en primera persona entra como un bisturí dispuesto a todo, en los antecedentes familiares de Enric Marco y explica la vida de su madre, una mujer que pasó buena parte de su existencia encerrada en el Manicomio de Señoras de San Baudilio de Llobregat (incluye en el texto su hoja clínica) y que jamás reconoció a su hijo, porque no podía identificarle como tal.

El método que ha elegido Javier Cercas para contar la historia de Enric Marco queda muy bien recogida en el título de la primera parte: ‘La piel de la cebolla’. Sí porque la vida del impostor se va desgranando como las capas que constituyen una cebolla: primero una, luego otra, y así sucesivamente hasta llegar al cogollo último. Por las páginas del libro conocemos los antecedentes familiares de Marco, su participación en la Guerra Civil y su viaje a Alemania donde fue internado en el campo de Flossenbürg, o eso dice él, su regreso a España, su etapa oscura, entendiendo por oscura no trágica sino confusa, su ingreso y ascensión en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), sus dos matrimonios, su adscripción a la FAPAC y a la Amical de Mauthausen y, finalmente, su desenmascaramiento a cargo del historiador Benito Bermejo. Javier Cercas, al ponerse en faena, llegó a la conclusión de que semejante trayectoria  sólo podía contarse partiendo de la verdad, de la no ficción, a pesar de que Vargas Llosa le comentó que “la verdadera historia de Marco probablemente no se conocerá nunca”. Esta tarea llegó a convertirse en una obsesión para el escritor, que invirtió muchas horas leyendo artículos y textos, escuchando comentarios y conversando con el propio Marco, a quien grabó con una cámara de video en varias sesiones.

Según Cercas, que se basa en la opinión de expertos en psiquiatría y psicología, Enric Marco es lo que se conoce en términos psicológicos como “un narcisista de manual”, un tipo que cultiva fantasías de éxito y poder ilimitados, que tiene fe ciega en sí mismo y en su propia grandeza sin que haya nada que lo avale al respecto, que practica el autobombo a todas horas y espera reconocimiento por lo que hace. Es seductor, manipulador, líder, soberbio… y blindado al sentimiento de culpa. Marco, y eso lo repetirá a lo largo de su vida, allá donde esté ha de hacerse notar. No le vale ser uno más, ha de ser único, primus inter pares, destacar y suscitar la admiración de sus seguidores, deslumbrar y ascender. Eso le llevará a convertirse en el secretario nacional de la CNT y también máximo mandatario de la FAPAC y de la Amical de Mauthausen, construyéndose un pasado ficticio, inexistente, remotamente fundamentado en parcelas reales de su vida. Javier Cercas le califica también como mediópata, alguien preocupado siempre por salir en la foto, entendiendo la foto como un testigo directo del yo soy ese o yo estuve allí en aquel momento, una prueba irrefutable.

Quizá la idea de crearse un pasado mejor, más heroico, ficticio en suma, no sea algo tan extraño para los españoles que vivieron el siglo XX. Quizá todos, tras la muerte del dictador, tras la caída del régimen y el advenimiento de la democracia, de algún modo se inventaron una nueva vida, o mejor aún, un nuevo pasado, más glorioso, más rico, más coherente con el tiempo que se avecinaba. Quizá en el fondo, Marco, y también los demás, lo único que quieren es que les quieran. Quizá esta actitud mayoritaria no disculpe a Marco. Y tampoco a los demás.

Cercas es igualmente protagonista de ‘El impostor’. En realidad, la novela cuenta la peripecia del escritor para construir el texto: sus conversaciones con Marco, con sus amigos, su reunión con Santi Fillol, el argentino que rodó el documental ’Ich bin Enric Marco’ sobre la historia de Marco, los contactos con Benito Bermejo, su desenmascarador, o con los miembros de la FAPAC o de la cúpula de C.N.T. Intervienen también su mujer, Mercè, y su hijo, Raül, secundarios de lujo y eficaces. Incluso aparecen sus visitas a un psicólogo, a requerimiento de Mercè, al que resolvió mandar a la mierda, porque había achacado todos los males que él padecía a su madre. Al hablar sobre esta parte, sobre la del escritor extremeño, digo, uno no deja de preguntarse hasta qué punto el Cercas que vemos en ‘El impostor’ es el Cercas cierto o es uno inventado, deformado por la ficción. Si Enric Marco pudo inventarse un pasado, que se ha convertido en materia de escritura, por qué la realidad de Cercas no puede transformarse, siguiendo idéntico criterio, en materia de ficción. Como en las causas por las que Cercas escribió la novela, no tengo tampoco respuesta para ello, pero sí una gran duda. Sobre este asunto, el capítulo 7 de la segunda parte (‘El novelista de sí mismo’) es, sencillamente, espléndido. Y esclarecedor.

Y un par de aspectos más para concluir (decido terminar porque hablar de ‘El impostor’ podría convertirse en tarea inagotable por su riqueza). El primero es que, con la que cae, uno llega a la conclusión de que en este país, llamado España, no sólo los políticos son fraudulentos, sino que los pretendidos luchadores y resistentes también lo son, con lo cual podemos llegar a plantearnos cuántas de las cosas que nos han contado, cuántas de las cosas que damos por sentadas, realmente son ciertas. El segundo y último se centra en un efecto colateral de la publicación de ‘El impostor’. Y es que Enric Marco ha contraatacado en los medios de comunicación, mostrando en cierta manera su disconformidad con el libro de Javier Cercas. Lo hizo hace unas semanas en el programa ‘Hoy por hoy’ de la Cadena Ser, entrevistado por Gemma Nierga y el escritor Juan José Millás. Este último, por cierto, definió la situación como la rebelión del personaje contra su autor. Quizá  una “novela sin ficción saturada de ficción” produzca estas secuelas sociales, lo cual amplificaría la repercusión de un libro de este tipo y, también quizá, Cercas, conociendo el percal, preveía algo de esto y de ahí proviniese su miedo a escribir ‘El Impostor’. Tal vez en el fondo de su ánimo resonaba una frase evangélica dirigida al viento: “Aleja de mí este cáliz”.

Herme Cerezo


‘El impostor’ de Javier Cercas. Editorial Penguin Random House. Noviembre 2014. Tapa dura, 432 páginas; precio 22,90 euros.

Calificación: 3