José
Luis Corral no para. Ahora, en colaboración con Antonio Piñero, acaba de
publicar ‘El trono maldito’, editado por Planeta, una novela centrada en el
momento de la muerte del tirano Herodes el Grande, año 4 antes de Cristo, que
deja vacante el trono de Israel. En medio de intrigas y luchas por hacerse con
el poder, surge la figura de Jesús de Nazaret, un hombre que, mediante sus
prédicas, revoluciona al pueblo judío y cuestiona el statu quo existente. José
Luis anduvo por Valencia. Visitó, como ya hiciera en ocasiones anteriores,
L’Íber el Museo de los soldaditos de plomo. Allí, en el salón de charlas y
conferencias, rodeados por tapices y una gran pantalla para proyecciones, compartimos
unos minutos conversando sobre este trono maldito.
Yo
ya había escrito artículos y libros de historia con colegas, pero una novela
no. Con Antonio Piñero ha sido muy fácil. Todo ha partido de un guión de unas
trescientas páginas que él ya tenía elaborado. Me lo envió, lo leí y le di un
tratamiento literario que lo elevó hasta las ochocientas. A partir de ahí
comenzamos a podarlo y a pulirlo, compartiéndolo todo a través de correo electrónico.
Nunca, cuando nos hemos visto en persona, hemos hablado del libro. Todo lo
hemos hecho a través de internet.
Un lector que conozca bien vuestra
trayectoria literaria, ¿sería capaz de distinguir qué parte ha escrito cada uno
de vosotros?
Creo
que no, aunque lo intentaran. Ni yo mismo podría saberlo porque hemos
introducido muchas correcciones entre los dos y las hemos compartido. Hemos
discutido palabras y giros hasta llegar a puntos de acuerdo. Quizá el estilo
literario del libro sea más mío que suyo, porque él solamente había escrito una
novela antes de esta, pero no se nos puede identificar bien.
Antonio Piñero |
Al escribirla en compañía, ¿sientes que la
novela es menos tuya que otras anteriores?
Todo
lo contrario, he puesto en esta novela mucha más pasión si cabe. Y todo se debe
a que el guión de Antonio me apasionó muchísimo, ya que si a mí algo no me ilusiona,
lo abandono. En España no existe el título de escritor profesional, no lo
expide nadie, cosa que sí ocurre con las titulaciones de médico, de físico o de
ingeniero, por lo tanto escribo ficción porque me entusiasma, porque me gusta
introducirme en la trama y en los personajes. Además, por otro lado, he tenido
la suerte de mantener larguísimas conversaciones con Antonio y eso ha sido todo
un privilegio.
Sigues compatibilizando la enseñanza con
la escritura de ficción, ¿estas dos parcelas tuyas se retroalimentan?
En
la universidad lo que hago es aplicar mis conocimientos retóricos y literarios
en las clases, aunque a mis alumnos no les hablo de ficción. Pero todo sirve,
porque el novelista ha de tener una gran imaginación y precisamente ésa es una
cualidad de la que carecemos los historiadores, a pesar de que el francés Marc
Bloch, fundador de la Escuela de los Annales, recomendaba utilizarla, algo que
nosotros no hacemos. Para mí la Historia no es una ciencia, pero hay que
estudiarla con metodología científica.
Has escrito novela histórica con los
romanos, con la Edad Media, con la Contemporánea y también con la Moderna, ¿en
cuál de todos estos periodos cronológicos te desenvuelves más a gusto?
Quizá
el hecho de ser especialista en la Edad Media hace que este sea el tiempo que
más conozco, pero cuando hago ficción, como ahora mismo con ‘El trono maldito’
o en su momento con ‘Trafalgar’, me siento algo más libre, porque puedo
utilizar con mayor libertad la imaginación, sin atenerme tanto a las normas del
medievalista que llevo dentro. De todos modos a mí me interesan todas las
épocas históricas.
A la hora de componer la fisonomía de
los personajes, ¿qué técnica sigues para asignarles un rostro?
Necesito
ponerles cara a los personajes para no olvidarme de cómo son. Tanto si son
reales como imaginarios, yo utilizo la técnica de atribuirles el rostro de
personas que tengo en mi entorno. De esta manera evito incongruencias. Por
supuesto, previamente los evalúo para ver cómo podrían ser y para buscarles su
equivalente real.
Una dificultad que siempre surge en las
novelas históricas son las conversaciones. ¿Prefieres construirlas con lenguaje
actual o de la época en que discurre la trama?
El
buen novelista ha de saber captar el espíritu del momento histórico y, cuando
digo esto, me refiero a la reconstrucción arqueológica de la novela, porque no
puedes cometer anacronismos y colocar objetos pertenecientes a una época
determinada en otra. Esto en las conversaciones es un aspecto fundamental, pero
eso no quiere decir que haya que utilizar lenguaje antiguo, es mejor usar el
habla moderna, pero sin caer en el uso de
giros excesivamente actuales para tiempos pasados.
Volvemos a ‘El trono maldito’, ¿por qué
remontarse ahora a la época de Jesús de Nazaret, cuando es un personaje ya muy
explorado por otros escritores, sin ir más lejos se me ocurren Robert Graves
(‘Rey Jesús’) o Anthony Burgess (‘El Reino de los réprobos’)?
Bueno,
Jesucristo es un personaje de ‘El trono maldito’, pero no su protagonista.
Aparece en la novela porque hablamos de los primeros cuarenta y cinco años de
la era cristiana y, en consecuencia, en ese tiempo él desempeñó un papel muy
importante. El problema radica en que los novelistas que han tratado su figura
lo han hecho siempre desde el punto de vista de la grandiosidad. Sin embargo,
si lo contemplamos desde la óptica de esos cuarenta y cinco años, no
encontramos esa misma imagen, porque entonces era un completo desconocido. Lo
que ha sucedido es que su figura se ha agrandado enormemente y nos han hecho
creer que ya en su tiempo era un ser descomunal, famoso y universal cuando no
fue así. Precisamente por este motivo, la novela la hemos escrito en tiempo
presente.
Y en tercera persona.
Sí,
es una tercera persona pero, como te digo, narra en tiempo presente. Todo
ocurre ahora: Jesús habla, come, bebe; Augusto manda, decide… Nos parecía una
buena fórmula mezclar la voz omnisciente, que lo sabe todo, con el tiempo
presente para que el lector tenga la sensación de que está leyendo lo que
ocurre en ese instante, como si el narrador desconociera lo que va a suceder a
continuación.
¿En la novela presentáis un Jesús más religioso
o más líder político?
Como
personaje real, Jesucristo fue un político. Otra cosa es lo que ha trascendido en
los textos sagrados. Él fue un judío que interactuó con los políticos de su
tiempo y que hablaba de política. Es cierto que también se refería al Reino de
Dios, pero para el universo judío, y también para los musulmanes, el mundo de
la divinidad y el de la política son inseparables. Cuando fue a Jerusalén en el
momento de la procesión de los ramos, su comportamiento con relación a Roma y a
los sacerdotes judíos fue absolutamente político.
¿Por eso, al crucificarle, inscribieron
INRI sobre su cabeza?
La
gran pregunta es ¿por qué a un delincuente común le pusieron esa inscripción en
la cruz, que estaba además escrita en tres idiomas, arameo, latín y griego?
Desde luego es un asunto muy controvertido. ¿Qué había hecho Jesús para ser
crucificado de una forma tan burlesca? Yo tengo mi teoría particular, que no
coincide con la de Antonio Piñero. Según ella, Jesucristo podría descender de
un rey judío. Los propios Evangelios y las Cartas de los Apóstoles cuentan que
María fue su madre carnal, pero que José no era su padre. Probablemente, lo que
hubo fue una mujer soltera embarazada, lo que para la época era una desgracia y
alguien debió pensar que la solución era localizar a un varón que se casara con
ella para evitar el escándalo. Por eso buscaron a José, que era un hombre mayor
y viudo. Ambos, María y José, eran de estirpe real. El rey Herodes fue un
hombre que viajaba mucho, era muy mujeriego y, sin duda, abusó de muchas mujeres,
especialmente jóvenes, en sus viajes. ¿Una de ellas pudo ser María? Es muy
probable. De este modo se explicaría su ascendencia real.
Algo que nunca he tenido claro es cómo
los judíos, sometidos y dominados por los romanos, conservaban sus propios reyes,
¿qué misión desempeñaban estos monarcas?
El
imperio romano no era todo igual, aunque a nosotros nos parece que sí. Había
provincias senatoriales, gobernadas por el senado, y provincias imperiales,
gobernadas directamente por el emperador. Dentro de las provincias, además, existía
una especie de organización con relaciones de vasallaje, a través de las cuales
los romanos protegían a estos países. A Roma, Herodes el Grande le venía muy
bien. Era un tipo medio judío y medio idumeo, muy influenciado por la cultura
griega, y su reino aseguraba la estabilidad de las fronteras, ya que los
romanos necesitaban esta seguridad de cara a alcanzar su siguiente objetivo que
era Mesopotamia. Todos los imperios han contado siempre con estos estados-tapón,
que garantizan sus retaguardias.
Acabamos por hoy, los profetas también
deambulan por ‘El trono maldito’, ¿se sentían como enviados de Dios o también
eran políticos?
El
papel de los profetas era muy diverso. Juan el Bautista fue también muy
político y amonestaba continuamente a Herodes Antipas, uno de los hijos de
Herodes el Grande, al que interpelaba porque se había ido con la mujer de su
hermano, algo que estaba prohibido por la ley. De este modo intervenía en
política. Pero los profetas se consideraban hombres mesiánicos y, lo que era
más importante, la gente también los veía de este mismo modo.
SOBRE ANTONIO PIÑERO Y JOSÉ LUIS CORRAL
José Luis Corral (Daroca, 1957), escritor, arqueólogo y catedrático de Historia Medieval, es profesor invitado en medio centenar de universidades españolas y extranjeras. Como historiador ha publicado ‘Historia universal de la pena de muerte’, ‘Breve Historia de la Orden del Temple’, ‘Una historia de España’, ‘El enigma de las catedrales’ o ‘La Corona de Aragón’. Está considerado “el maestro de la novela histórica española contemporánea”, por obras como ‘El salón dorado’, ‘El Cid’, ‘Trafalgar’, ‘Numancia’, ‘El número de Dios’, ‘La prisionera de Roma’, y ‘El médico hereje’. Ha publicado también novelas de intriga como ‘El códice del peregrino’.
Antonio Piñero (Chipiona, 1941), catedrático emérito de Filología Griega, especializado en literatura e historia del cristianismo primitivo. Ha editado, con introducciones, traducción y notas, colecciones de textos nunca publicados en español, como ‘Apócrifo del Antiguo Testamento’, ‘Textos Gnósticos’ o ‘Hechos Apócrifos de los Apóstoles’. Es autor también de cerca de treinta libros sobre el Nuevo Testamento y el cristianismo primitivo, como ‘Jesús de Nazaret, el hombre de las cien caras’, o ‘Los cristianismos derrotados’; de un centenar de artículos científicos en revistas nacionales e internacionales y de la novela histórica ‘Herodes el Grande’.