
Son las nueve de la mañana
de un viernes del mes de junio. El calor todavía duerme. Samanta Schweblin
aparece por la puerta principal del Hotel Astoria Palace de Valencia. Las hojas
de cristal, educadas, se abren a su paso. Blusa negra, sin mangas, tejanos
ajustados hasta la rodilla, donde se liberan, y sandalias. Pelo negro,
brillante, alta y delgada. Es hora más propia de desayunos que de entrevistas,
pero la jornada de promoción manda. Samanta termina de publicar un nuevo libro
de relatos, ‘Siete casas vacías’, editado por Páginas de Espuma, con el que ha
ganado el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Rivera del Duero, un
terreno en el que según la contraportada del libro, la escritora argentina
empuja a sus personajes a explorar terrores cotidianos, a diseccionar los
miedos propios y ajenos, y a poner sobre la mesa los prejuicios de quienes,
entre el extrañamiento y una “normalidad” enrarecida contemplan a los demás y
se contemplan.
Los miembros del jurado le
otorgaron el galardón por su capacidad para crear atmósferas densas e
inquietantes, así como por la estremecedora gama de sensaciones que recorren
sus historias. “El premio – dice
Samanta – es importante para mí porque,
en principio, soy hija del rigor y me cuesta mucho soltar los libros, ponerles
el punto final. Antes que nada, un premio es un concurso y ahí hay una fecha en
la que presentar los textos. Podemos decir que, de alguna manera, los premios
concretan mis libros. Por otro lado, resultar premiada es un gran halago, un enorme
mimo, que te permite llegar a más lectores, te abre puertas y, lo más
importante, hace que un editor realmente lea lo que tú le presentas”. Los
libros de cuentos suelen tener una unidad temática, pero siempre resulta
difícil discernir si esta unidad surge por generación espontánea o porque es el
propio autor quien la busca desde el primer momento. “Cada cuento es único, no guarda relación con los demás. Al empezar no
puedo pensar en un libro de cuentos, eso ocurre cuando ya dispongo de muchos relatos,
es entonces cuando me doy cuenta de lo que llevo entre manos, entiendo lo que
escribo y veo qué tipo de preguntas me estoy formulando en los relatos. Desde
el momento en que entiendo ese universo, resulta mucho más fácil saber qué
cuentos no pueden formar parte de ese universo y cuáles faltan para completarlo”.
VIVIR
EN PAÍS DE LENGUA EXTRAÑA
Samanta Schweblin reside en
Alemania, un país de lengua extraña para una hispanohablante. “Creo que la extranjería tiene mucho que ver
con la condición del escritor. Vivir en un país donde no se habla tu lengua
hace que lo que escribes parezca un invento propio. La soledad, que a veces
tememos tanto, se vuelve un espacio codiciado y necesario. Estos procesos son
muy íntimos y me ocurre que, cuando entro en contacto con los demás, con la
vida cotidiana, me parece algo tan importante que después me cuesta mucho
regresar al mundo de la ficción. Por eso trato de escribir a primera hora de la
mañana, antes de salir a la calle”. Desde pequeña tuvo la convicción de que
lo suyo era la escritura, contar historias mediante la palabra escrita. “No siento haber tomado la decisión de ser
escritora en ningún momento. Es algo que llevo intuitivamente conmigo desde
siempre. Cuando no sabía escribir, le contaba historias a mi madre para que me
las escribiera o, si ella me contaba algo, le interrumpía para variar el
argumento y construir otro final. Ya desde pequeña había descubierto que yo era
más efectiva por escrito que hablando, que podía generar tensión o alcanzar
lugares más profundos mediante la escritura. Más adelante, cuando comencé a
leer y a asistir a talleres literarios, comprendí que un borrador, con mucho
trabajo, podía convertirse en una flecha muy filosa. Para mí esto fue un gran
descubrimiento, un descubrimiento inesperado, como si de repente te dieses
cuenta que eres capaz de volar o algo parecido”.
CASAS
VACÍAS, CONFLICTOS Y SOLEDAD
El encuentro con Samanta
Schweblin acabó con una mirada hacia el futuro, hacia sus nuevos proyectos
literarios. “Soy muy lenta escribiendo.
He publicado dos libros en ocho meses, lo que es algo en verdad sorprendente para
mí. Ha sido una suerte porque me ha proporcionado más lectores y más presencia,
pero mis cajones se han vaciado y ya no me queda material. Tengo algunas ideas,
pero todo está aún muy verde”.
SOBRE SAMANTA SCHWEBLIN
Samanta Schweblin nació en Buenos Aires en 1978. Su primer libro, ‘El núcleo del disturbio’, obtuvo los premios del Fondo Nacional de las Artes y el Concurso Nacional Haroldo Conti. En 2008 le otorgaron el premio Casa de las Américas por su libro de cuentos ‘Pájaros en la boca’, traducida a trece lenguas y publicado en más de veinte países. En 2012 obtuvo el premio francés Juan Rulfo de cuento, y en 2014 publicó su primera novela, ‘Distancia de rescate’. Ha obtenido becas de residencias de escritura en México, Italia, China y Alemania, y actualmente reside en Berlín, donde escribe y dicta talleres literarios en castellano.
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