Reyes Monforte conquistó el
Premio de Novela Histórica Alfonso X El Sabio 2015 con su novela ‘Una pasión
rusa’, editada por Espasa, en la que la escritora madrileña recrea la vida de
Lina Codina, una auténtica desconocida por estos pagos pero que fue nada menos que la esposa del compositor
ruso Sergei Prokofiev, con el que tuvo dos hijos, Oleg y Sviatoslav. Su
matrimonio, que se prolongó desde 1923 hasta 1941, se vio truncado por la aparición en la vida del
músico de Mira Mendelssohn, una joven de dieciocho años con la que se casó en
1948, tras convivir más de un lustro con ella. Con motivo de la promoción de su
libro, pude mantener una charla con Reyes Monforte en La Chaise de Madame fru fru, un establecimiento de aire vintage sito en la calle Maestro Clavé
de Valencia.
Reyes,
Lina Codina es un personaje completamente desconocido en España, ¿no?
Totalmente, yo, que siempre
he sido una admiradora de Prokofiev, no tenía ni idea de su existencia, es más,
ignoraba que estuviera casado con una mujer española… Y menuda mujer, por cierto.
¿Cómo
te cruzas con la vida de Lina Codina?
Descubrí la historia de
casualidad. Había quedado a comer con unos amigos en un restaurante de la calle
Bárbara de Braganza de Madrid y, como no había cobertura en el local, salí un
momento a telefonear y me di de bruces con una placa conmemorativa que había
colocado el ayuntamiento madrileño, donde decía «Aquí nació Lina Codina, cantante y esposa del compositor Sergei
Prokofiev». Por curiosidad típicamente femenina, me puse a investigar sobre
su vida. Encontré una fotografía suya, donde vi que era una mujer muy hermosa,
bella y elegante y, tras rascar un poco más, llegué a la conclusión de que su
historia era la historia del siglo XX, porque conoció la Belle Époque, la Rusia Soviética, la II Guerra Mundial y muchos
acontecimientos más.
Una
vez descubierta, ¿qué te invitó a pensar que la vida de Lina escondía una
novela?
Lina era una mujer
adelantada a su tiempo. Conoció a Prokofiev y se casó con él. Hablaba cinco
idiomas, entre ellos el catalán, era optimista y muy positiva. Sus padres
fueron cantantes y ella también lo fue. Poseía una capacidad increíble para
seducir a los demás hasta tal punto que cuando Rubinstein la conoció, solo
quería pasar el tiempo conversando a su lado. Fue tan determinante en la trayectoria
del compositor ruso que los entendidos señalan que la mejor música que compuso
corresponde al periodo que estuvieron casados. Todos estos elementos, que no
son pocos, fueron los que me invitaron a escribir sobre su vida.
No podía ser otro [risas],
porque esta novela es una verdadera pasión rusa. Incluso cuando Prokofiev se
enamoró de otra mujer más joven, siguió diciendo que Lina era la mujer de su
vida, pero que tenía que vivir aquella pasión irrefrenable. Él llegó a
proponerle que vivieran los tres juntos, cosa que ella no aceptó y prefirió
seguir su camino.
¿’La
pasión rusa’ es una novela de amor disfrazada con un envoltorio de novela
histórica?
Creo que en esta vida todo
es una historia de amor. El mundo se mueve por amor, no por dinero, ni por
política, nada de eso. Y el siglo XX fue prolífico en historias de amor, sobre
todo por parte de los artistas. En este sentido hay que imaginar lo que
significó el París de los años veinte. La novela es el relato de la gran pasión
que existió entre Lina y Sergei. De hecho, la propia Lina, tras su abandono,
manifestó que si había resistido tanto tiempo las torturas del gulag fue porque
le seguía amando. Los rusos viven una eterna contradicción, porque aman y odian
a la vez intensamente, son grandes amantes de la vida y, sin embargo, siempre
caminan al lado de la muerte.
Has
escogido la tercera persona para narrar, ¿siendo Lina un personaje tan potente
no te planteaste en ningún momento escribir en primera?
No. Esta historia era
demasiado pasional y creo que desde fuera se observa y se cuenta mejor, con una
perspectiva más adecuada.
En
la novela la música ocupa un papel importante, ¿qué obras escuchabas mientras la
escribías?
Mientras escribo no puedo
escuchar nada, porque se me van las ideas de la cabeza, máxime si es la música
de Prokofiev, que es muy envolvente y cuenta cosas. Si encima conoces su
historia, sabes por qué la compuso y en qué momento, cvomo es el caso, peor
aún.
De
la mano de Lina has movido tu imaginación entre seres reales tan conocidos como
Picasso, Ravel, Stravinsky, Arthur Rubinstein y muchos más, ¿qué sensación te
queda de esos momentos?
Me queda una sensación de
gran alegría y, mientras escribía, me sentía como el rey del mundo. Esto es
como si fuera una superproducción y yo fuera la jefa del casting y de los
guiones, siempre teniendo en cuenta que todos estos personajes existieron y que
te puedes tomar algunas licencias, pero no demasiadas.
¿Has
ficcionado mucho?
He ficcionado, claro, pero
no tanto como pueda parecer. Los personajes son tan ricos que te preguntas cómo
ficcionas a Stravinsky, a Picasso o a Coco Chanel y no encuentras respuesta,
porque sus vidas te proporcionan suficiente material para jugar con ellas. Es
como si te dan un puzle de diez mil piezas y, al principio, crees que no vas a ser
capaz de organizarlo hasta que, después de mucho tiempo, lo acabas y te das
cuenta de que la fotografía ha quedado perfecta.
¿La
música emociona el espíritu de un modo que no lo consigue ninguna otra de las
bellas artes?
No siempre, creo que en
realidad lo que nos llega es el arte en sí, la cultura. Cualquier cosa que
tenga que ver con los sentimientos emociona. Por ejemplo, yo escucho la Obertura de Romeo y Julieta de Prokofiev
o su Concierto para piano número 1 y
no me extraña que Lina se enamorase de él, como así ocurrió, pero cada persona
se emociona de un modo distinto.
Prokofiev
interpretaba ante el público sus obras al piano, ¿en aquella época, esta
circunstancia era frecuente?
En aquel momento más que
hoy. Por ejemplo, de Lorca con el que coincidieron en Cuba y que también se
quedó prendado de Lina, se conservan grabaciones en las que él lee sus versos y
lo cierto es que suena raro. Los poetas no tienen por qué interpretar bien su
propia poesía. En el caso de Prokofiev, muchos pianistas no se atrevían a
interpretar sus partituras porque decían que no les daba la muñeca. Él se reía
de ellos y, cuando encontraba uno que lo intentaba, lo cuidaba mucho y lo
animaba a hacerlo.
Lina
era cantante y Sergei compositor y pianista, ¿se ayudaron mutuamente en sus
trayectorias artísticas?
Sí que se ayudaron,
aunque Prokofiev se alimentó más de ella
que Lina de él. Ella era cantante, tenía una bonita voz y podía haber desarrollado
perfectamente una carrera artística. Llegó a debutar en Milán, interpretando la
protagonista femenina de Rigoletto,
pero heredó de su padre el miedo escénico y tuvo que parar en mitad del
estreno. Entonces no existía terapia ni tratamiento para combatir ese miedo y,
como no era tonta, enseguida supo que no podría alcanzar la meta que soñaba.
Por eso decidió no permanecer a la sombra de su marido, sino formar un tándem
para que Prokofiev se convirtiese en el gran músico que llegó a ser.
Dices
en la novela que el azul de París es especial, ¿cómo es ese cielo?
Una pasada, sobre todo el de
París. Estoy convencida de que cuando Lina llegó a Francia, el azul de las
aguas que bordean la costa francesa, el de las flores de las plazas, el de las
paletas de los pintores, era muy especial, un azul de vida, de aventura, una
tonalidad diferente que la atrajo enormemente, como le ocurre a cualquiera que
visita la capital parisina. Picasso, que tuvo una época azul, también le dijo
que el cielo allí era distinto, mágico. Todos los artistas se daban cuenta de
eso.
¿De
qué fuentes documentales has bebido para escribir la novela?
Por supuesto no he podido
hablar con ninguno de los protagonistas, porque habían muerto todos, incluso
los hijos de Lina y Sergei. Prokofiev murió el mismo día que Stalin, ni
siquiera tuvo la compensación de ver la muerte de la persona que tanto daño le
había hecho, y no pudieron sacar su cadáver de la casa donde falleció porque la
ciudad estaba en pleno luto oficial. Stalin lo copaba todo. De hecho, el diario
Pravda anunció su muerte quince días
más tarde. De Prokofiev hay mucha
documentación, la mayor parte en ruso, con lo que precisé de la ayuda de una
traductora amiga. De Lina no tanta, casi toda de fuera de España. Pero la parte
documental que más me ha interesado ha sido la que se refiere al tema del gulag,
un asunto que no se hubiera conocido si Solzhenitsyn no hubiera publicado su
‘Archipiélago Gulag’.
¿Por
qué te interesaba tanto este asunto del gulag?
Pues porque así como de los
campos de concentración nazis existe mucha información, del gulag ruso no la hay. Los millones de
muertes causadas por los nazis se quedan cortos en comparación con los que hubo
en los campos soviéticos. Incluso intelectuales españoles hablaban de las
virtudes del régimen soviético, sin tratar para nada acerca de lo que se
ocultaba en ellos. Conocer la época del terror rojo de Stalin ha supuesto toda
una aventura para mí.
A
Lina la internaron en el gulag, ¿de qué la acusaban?
La vida de Lina pasó del
cielo al infierno terrenal cuando regresó con Sergei a Rusia. Al principio las
cosas marchaban bien, pero luego se demostró que todo era una mentira. Stalin,
a pesar de que le gustaban las obras de Prokofiev, las prohibió. Decía que no componía
para el pueblo. Lina le animaba a seguir escribiendo su música, alejado de
imposiciones, y por eso Stalin decidió quitarla de en medio acusándola de conspiradora.
La
última por hoy: ¿dónde se esconde Reyes Monforte en ‘La pasión rusa’?
Esto es como ‘¿Dónde está Wally?’, estoy en muchos
sitios. La verdad es que me apasiona Lina y su historia, porque entendió la
vida de una manera igual a como yo la entiendo. Para ella lo más importante era
amar y ser amada y yo también pienso lo mismo. No le importaban los problemas
que surgían en su camino, sino el modo de encararlos y de resolverlos. Me he
quedado muy enganchada con este personaje, cosa que no me había ocurrido nunca con
los protagonistas de mis anteriores novelas. Lo cierto es que Lina Codina es un
chute de adrenalina.
SOBRE REYES MONFORTE
Reyes Monforte (Madrid, 1975) es periodista y escritora. Su trayectoria profesional ha estado marcada por su labor en la radio, donde ha trabajado para distintas emisoras como Onda Cero y Punto Radio. También ha colaborado en programas televisivos en Antena 3 TV, Telemadrid, La 2 o El Mundo TV, ejerciendo de colaboradora y, en algunos de ellos, de guionista. Actualmente es columnista del diario La Razón. Como novelista ha escrito ‘Un burka por amor’, obra de la que lleva vendidas cincuenta y cuatro ediciones, ‘Amor cruel’, ‘La rosa escondida’, ‘La infiel’ y ‘Besos de arena’. Todos estos títulos han sido traducidos a varios idiomas.
410