Desde ‘El húsar’, su primer título
publicado allá por el año 1986, Arturo Pérez-Reverte ha tenido tiempo sobrado
para tocar muchos palos en esto de la literatura. Buscadores de libros y
tesoros, soldados de los tercios, grafiteros, maestros de esgrima, reporteros
de guerra, sacerdotes, húsares y académicos de la lengua pueblan las páginas de
sus mejores entregas. Entre semejante fauna faltaba un tipo distinto y lo ha
encontrado en Falcó, un «espía español completamente amoral y sin ideología»,
como el propio escritor lo definió en una entrevista concedida a XLSemanal el
pasado mes de octubre de 2016, en la que redondeó su catadura moral añadiendo
que también era «aventurero golfo, simpático, vividor, mujeriego y políticamente
incorrecto». Pero aunque amoral y sin ideología, como les ocurre a todos sus
protagonistas (Jaime de Astarloa, Lucas Corso o Alatriste por citar solo unos
pocos), sí posee un código de comportamiento: el suyo propio. Algo así como le
ocurre a Harry, el marino de alquiler de la película ‘Tener y no tener’,
dirigida por Howard Hawks, quien en una de las escenas afirma que él siempre está
«del lado de mis asuntos».
Falcó nace con la pretensión de
protagonizar una serie de novelas. Comienza su actividad durante la Guerra
Civil, un tema que apasiona al escritor cartagenero, como ya ha dejado
constancia en su obra ‘La Guerra civil contada a los jóvenes’ y en muchos
comentarios y artículos nacidos de su mente y escritos por su mano. El
argumento se fundamenta en el intento de rescatar a José Antonio Primo de
Rivera de la prisión de Alicante donde se encontraba recluido. Al parecer se
trató de un proyecto verídico, un intento de las fuerzas golpistas del 18 de
julio del 36 por excarcelarlo. Para llevarlo a término, se escogerá a un grupo
de falangistas, entre el que figuran dos mujeres, dirigido por el propio Falcó.
Uno de los valores de la novela
radica en que la ambientación, sin ser exhaustiva, es suficientemente precisa
como para que podamos asistir al ambiente que se vivía en ambas zonas, la
republicana y la sublevada, en las que la vida, de alguna manera, seguía su curso
habitual, aunque sujeta a las tensiones, miedos e intranquilidades de un país
que se debatía en lucha fratricida, una vida en la que los habitantes de una y
otra trinchera aparentaban lo que no eran para conservar el pellejo o luchar
por unos ideales sin ser descubiertos. Con ser esto mucho, todavía queda tiempo
para detenerse a conocer cómo funcionaban los despachos de militares y políticos
en plena contienda bélica, lugares donde las decisiones que se tomaban y las operaciones
que se ponían en marcha no resultaban tan distintas de las que encontraríamos
en tiempos de paz o, al menos, de una teórica situación de no-guerra.
A medida que le vamos conociendo
a través del texto, Falcó se muestra como alguien absolutamente seguro de sí
mismo. Todo lo que planee se va a desarrollar de acuerdo con sus pretensiones.
Es un tipo duro, bañado en cicatrices, que sabe cuándo va a ligar, disparar o
dar un puñetazo sobre la mesa con éxito. No importa el rango superior de su
oponente dialéctico, todo va a rodar a la perfección, porque él está
considerado como un profesional competente en su oficio, que sabe jugar sus bazas del modo adecuado. Es durante
esta fase que se nos muestra como un personaje quizá demasiado mecanizado,
cargado de automatismos: acción-reacción, propuesta-objetivo cumplido. Sin
embargo, ahí aparece el oficio de Pérez-Reverte para poner a este aventurero,
vividor y mujeriego en su sitio justo, mediante las bofetadas que reparte la
vida.
Y justo ahí acaba la novela. El
mejor modo de hacerlo, al menos a mi entender. El apetito para seguir leyendo
los devenires de Falcó está servido encima de la mesa y don Arturo, una vez más,
no nos defrauda. Ya sé que esta reseña es breve y sucinta, como el estilo de la
novela, sobrio y eficaz, pero ya dije en el encabezamiento que solo era “un a
propósito”.
‘Falcó’ de Arturo Pérez-Reverte. Tapa dura. Editorial
Alfaguara. 296 páginas; 18,90 euros.
El Eco Califica: 2