Nº 502.- Valencia brilla. Casi como en
tarde fallera. Tengo el tiempo justo. Y la agenda apretada. Combino caminata
ligera con transporte urbano. Línea 5, «Interior». El bus se detiene en la
parada del IVAM. Me bajo. En la terraza, sentado a una mesa, un tipo joven, solo,
delgado, con barba. Nadie más. No estoy seguro de que sea el escritor con quien
quedé citado. Así que mejor me acerco y pregunto. «Iván». Responde: «Sí, soy
yo». Se pone en pie. Apretón de manos. «¿Tomas algo?», pregunta. «Un cortado. Descafeinado.
De máquina», respondo antes de que se vaya a por él. Iván Repila es el autor de
‘Prólogo para una guerra’, editada por Seix Barral, la novela que cuenta la historia
del prestigioso arquitecto Emil Zarco a quien han encargado un proyecto
urbanístico donde podrá exponer sus ideas sobre la esencia y el destino de los
hombres, una larga estirpe que debe progresar y perpetuar los grandes logros de
sus antepasados. En la misma ciudad, otro hombre, el Mudo, viaja en sentido
contrario, pretende la desaparición, la ruptura con una sociedad que no le
corresponde. El Mudo no quiere compañía. No habla. Ambos personajes están
heridos: uno por la imposibilidad de realizarse; el otro, por una pérdida
irreversible. Iván regresa con el descafeinado de máquina. Se sienta. Prende un
pitillo. El humo se eleva, engullido por el aire. Preparo la grabadora. Pulso
la tecla rec. Compruebo que funciona. Piloto rojo encendido. Comenzamos la
conversación.
Iván, es la primera vez que te entrevisto y esta pregunta es casi
obligatoria: ¿qué significa o qué es para ti la escritura?
Uff, podría responderte con
tópicos u otras cosas, pero en verdad yo diría que es la actividad con la que
mejor me lo paso.
Hasta ahora solo has publicado novelas, ¿no te tientan los cuentos?
Es verdad, cuando era un chaval
hice cuentos, pero fueron pocos y todos tenían vocación de novela. Ahora he
escrito algunos más, pero por encargo. Es un género que ni lo odio, ni lo
admiro, pero me va mejor la distancia larga. Lo mío creo que es la escritura de
aliento prolongado.
Dedicas ‘Prólogo para una guerra’ al fallecido editor Gonzalo Canedo, ¿qué
significó Canedo en tu vida?
Canedo fue el editor de Libros de
Silencio, donde publiqué mis dos obras anteriores. Cuando empecé, no conocía a
nadie y mi primera novela la envié a muchas editoriales. Él fue el único que
respondió y decidió publicarla. Igual que hizo con la segunda, eso sí
cambiándoles los títulos a ambas, porque decía que eso de titular no se me daba
bien. Me enseñó muchas cosas del mundo editorial y fue mi amigo hasta que
falleció. Su muerte sucedió cinco días antes de que se publicase ‘El niño que
robó el caballo de Atila’. Se lo llevó un cáncer fulminante y horrible.
Tus novelas son más conocidas fuera de España que dentro, ¿a qué se
debe?
Mi primera novela no tuvo una
gran repercusión. La segunda, que era más onírica y poética, y muy política, alcanzó
un éxito mayor, pero como Canedo falleció días antes de publicarse, apenas tuvo
recorrido. Careció de promoción, no hubo nadie detrás haciendo presión y
enviando dosieres a la prensa, tan sólo una presentación en Bilbao y una
entrevista para un medio. Aún así en España tuvo cierto reconocimiento, aunque
restringido a circuitos muy literarios, gracias al boca a oreja. Sin embargo, tiempo
después encontré un agente que empezó a trabajar y consiguió que la tradujesen
a ocho idiomas y que en Francia, Inglaterra, Italia y Estados Unidos se publicase
en editoriales importantes.
¿Cuál es el primer flash que da origen a la escritura de ‘Prólogo para
una guerra’?
La idea inicial de esta novela,
la de un arquitecto que construye una ciudad inhabitable, procede de hace casi
dos décadas. En la novela, se restringe a un barrio, pero el embrión de la
historia es muy antiguo.
Casi dos décadas, ¿cómo se alimenta y se sostiene en tu mente una idea
durante tanto tiempo sin que se esfume? Debía de ser muy potente, ¿no?
No sé si será potente para los
críticos o no, pero para mí sí lo era. La idea la llevaba muy adentro. Era algo
muy importante, que tenía atrapado y quería contar, pero en aquel momento no me
sentía con herramientas literarias suficientes para hacerlo. La sensación de
que podía escribirla me llegó hace tres o cuatro años y para entonces había
crecido mucho en mi cabeza, porque me había ido empapando de todo lo que veía a
mi alrededor.
‘Prólogo para una guerra’, ¿por qué escogiste ese título?
El sentido del título queda claro
cuando llegas al final del libro. Se refiere a una guerra de cosmovisiones: una
cosmovisión heredera del siglo XX, más egoísta e individualista, representada
por Emil, el arquitecto, que cree que todo lo hecho está bien y hay que
continuar igual; y otra cosmovisión, la del siglo XXI, representada por el
Mudo, que está por llegar, y defiende una solidaridad colectiva más
integradora. Ahora mismo veo que están sucediendo cosas que me dan la razón en
mi planteamiento.
La novela está escrita con un lenguaje muy trabajado, en el que abundan
las metáforas. En algún lugar he leído que te obsesiona la precisión del
lenguaje, ¿crees que la metáfora te ayuda para conseguir tu objetivo?
Sí, la metáfora y la precisión
son complementarias. Me interesa mucho la metáfora, porque juega con la
experiencia y las evocaciones del ser humano y puedes apretarle en sus
sensaciones. Lo bueno de las metáforas es que no sabes qué repercusión van a
tener en la mente del lector, porque una misma cosa puede sugerir algo distinto
en cada persona y eso es algo que me fascina.
Tanta metáfora ¿no puede desviar al lector en la comprensión del texto?
Necesitamos distintos niveles de
lectura para distintos tipos de ánimo. No es lo mismo leer un bestseller, donde
todo está escrito, que leer otro tipo de literatura donde no todo está escrito
y hay que leer entre líneas. Como lector de poesía yo no me canso de las
metáforas, pero es cierto que esta novela precisa una lectura más pausada.
‘Prólogo para una guerra’ está estructurada en capítulos cortos.
Sí, me gustan los capítulos
cortos porque dan más fuerza a las escenas. A nivel de estructura, esta
característica es común a mis tres novelas. Si trabajo con imágenes y las
condenso, las ideas quedan más claras pero, si a cualquiera de mis novelas les
quito un solo capítulo, hay algo que va a quedar cojo y no se va a entender.
Pero esos capítulos cortos hacen que la lectura sea más dinámica, ¿no?
El ritmo es algo fundamental en
la literatura, por eso lo trabajo tanto en el fraseo del párrafo como en los
capítulos. Con esa cadencia construyo el libro y elaboro una música interior
para el lector. La extensión de los capítulos es relativa, porque un capítulo
de Javier Marías puede ser extensísimo y leerse despacio, mientras que uno de
un bestseller puede ser igual de largo y leerse más rápido. Me muevo en
términos que resultan cómodos para establecer un diálogo musical con el lector.
La novela la has estructurado como si fuera un proyecto arquitectónico:
Dibujo, Anteproyecto, Proyecto de Ejecución, Construcción, Ocupación y un
Anexo, ¿por qué?
Como la arquitectura está muy
presente en la novela, me parecía coherente hacerlo así. Emil, sobre el que
gira mayormente la acción, es arquitecto y vive un proceso arquitectónico que
le lleva a construir un proyecto inhabitable, un lugar de muerte, algo
deslumbrante en el sentido negativo.
No has definido unas coordinadas espaciotemporales concretas para la
novela, ¿por qué motivo?
Quería plantear la cuestión
simbólica del sueño europeo, que se ha transformado en una pesadilla y ha
convertido Europa en un lugar inhabitable. Pretendía representar una ciudad más
o menos occidental y contemporánea, que pudiera ser cualquiera y me permitiese
una mirada más amplia. Si, por ejemplo, hubiera escogido Barcelona, en seguida
se hubiera creído que la novela trataba de cuestiones urbanísticas de la ciudad
condal o sobre sus carencias y virtudes y lo mío no era eso.
Una ciudad agresiva, inhóspita y brutal en uno de cuyos almacenes están
encerrados perros malheridos, maltratados y desnutridos.
La escena de los perros a la que
te refieres existe en la realidad. No me he inventado nada. Solo tienes que
abrir twitter y encuentras noticias como esta cada cuatro o cinco días. El
mundo contemporáneo y el medio urbano son agresivos y crueles y se maltrata a
los animales, pero eso no es más que un reflejo de cómo nos tratamos entre
nosotros. Lo que sucede es que todavía guardamos, creo, un cierto poso hacia
los animales y sus maltratos nos afectan más que si se tratara de seres
humanos.
El Mudo y Emil, dos
personajes difíciles e infrecuentes, uno deja de hablar y quiere desaparecer y
el otro diseña ciudades inhabitables.
¿A veces no has sentido la misma
sensación que ellos? El Mudo, como personaje, lo que hace es mostrarse en
desacuerdo con el mundo, con su velocidad, con su ruido… Hay cosas que le sacan
de sus casillas y, como no puede gestionarlas, se borra y su forma de hacerlo
es dejar de hablar. Es una decisión radical al tiempo que simbólica.
La página 56 habla de que el arquitecto se cree un dios, algo parecido
le ocurre al escritor, dios y dueño de lo que escribe y del destino de sus
personajes, ¿no?
Cualquier profesión artística
acarrea que, en un momento determinado, el creador se sienta dios. Y no me
parece mal, porque cuando alguien está creando ha de apuntar a lo más alto. Hay
que intentar escribir el mejor libro posible, superar incluso a Cervantes.
Luego el libro sale como sale y se queda corto respecto a tus expectativas
iniciales. Por otro lado, en la vida cotidiana los creadores debemos dejar a un
lado nuestro ego y ser humildes. Me parece importante que exista un equilibrio
entre ese ego fuerte al escribir y la humildad posterior.
Al terminar una novela como ésta, un autor debe quedar exhausto, ¿hay
sensación de vacío al acabar la escritura?
No siento esa sensación de vacío
porque, tras acabar una cosa en seguida estoy preparando otra, aunque sea tomando
notas. Al releer ‘Prólogo para una guerra’ he sentido satisfacción porque he
visto que las dudas y preguntas que quería plantear cuando me senté a
escribirla están ahí. Después la novela tendrá el recorrido que sea.
La última por hoy: Iván, aunque después de tu respuesta anterior intuyo
lo que vas a decir, te pregunto: ¿llevas ya algún proyecto literario nuevo
entre manos?
Voy a intentar un remake de
‘Historia de O’, una historia pornográfica y de planteamiento machista. Hace
mucho tiempo que se hace literatura erótica pero no pornográfica. Y yo la echo
de menos. La idea original fue de mi pareja y vamos a intentar escribir algo a
cuatro manos. Nunca se sabe cómo puede terminar un proyecto así, pero en ello
andamos.
SOBRE IVÁN REPILA
Nació en Bilbao, en 1978. Escritor, editor y gestor cultural. Co-fundador de la editorial Masmédula Ediciones, especializada en poesía contemporánea. Ha trabajado para diversos organismos e instituciones nacionales e internacionales en la producción, coordinación y dirección de congresos, encuentros y festivales de teatro, música y danza. Autor de las novelas ‘Una comedia canalla’ (Libros del Silencio, 2012) y ‘El niño que robó el caballo de Atila’ (Libros del Silencio, 2013), publicada en Italia, Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Corea, Rumanía, Holanda y Japón. Varias productoras cinematográficas han adquirido recientemente los derechos para su adaptación al cine y el dramaturgo Hywel John ha adquirido los derechos de representación teatral para Estados Unidos.